sábado, 16 de marzo de 2013

UN CASO DE IDENTIDAD



Existen otras manifestaciones, que por el hecho de no tener un carácter físico, material, no son menos convincentes para aquel que las comprueba. El caso siguiente es muy instructivo a este respecto:
(1)M. Al. Delanne se encontraba en Cimiez, junto a Niza; allí encontró a M. Fleurot(2) profesor, y a su mujer, cuyo conocimiento había entablado en un viaje anterior. La conversación recayó sobre Espiritismo, y he aquí lo que refirió Mme. Fleurot: “Poco tiempo después de vuestro paso por la ciudad, mi marido y yo, todavía bajo la impresión de los relatos que usted nos hizo a propósito de las manifestaciones espíritas de que usted fue testigo, compramos los libros de Allan Kardec. Ardía en deseos de hacerme médium, pero mi convicción se estableció fuera de los procedimientos habituales de la mesa o de la escritura. “Hace seis meses aproximadamente, vi en sueños a diferentes personajes de renombre; discutían sobre cuestiones de alto alcance filosófico. Me acerqué temerosa y emocionada, y me dirigí a aquél que me parecía más simpático.
“-Ilústreme usted —le dije—, acerca de un asunto importante, cuya solución me es desconocida: ¿qué es del alma después de la muerte? “Él, sonriendo con bondad, me contestó:
“-El alma es inmortal, no puede aniquilarse jamás; la tuya está en este momento en el espacio, liberada momentáneamente de las trabas de la materia; goza anticipadamente de su libertad. Así estará definitivamente cuando abandone para siempre su cuerpo carnal para vivir de su propia vida espiritual. “
-Me cuesta trabajo creeros —le dije yo—, pues si fueseis habitantes de la erraticidad, no tendríais el tipo humano y no estaríais cubiertos de vestidos semejantes a los de los hombres.
“Él me respondió:
“-Si nos hubiésemos presentado a ti bajo una forma enteramente espiritualizada, no nos hubieras visto y menos reconocido.
“-¿Reconoceros, decís? Nada me recuerda vuestras facciones, y no recuerdo haberos visto jamás.
“-¿Está bien segura?
“Entonces, cosa maravillosa, la persona que me respondía fue súbitamente iluminada por un intenso rayo fluídico, y se formó con perlas eléctricas un nombre encima de su cabeza, y leí deslumbrada y encantada el nombre venerado de Blas Pascal. “Su figura está de tal modo grabada en mí, que jamás se borrará de mi memoria. Y como no había visto en ninguna parte la imagen del ilustre sabio, al despertar me apresuré, acompañada de mi marido, al que había puesto al corriente de mi singular sueño, a visitar la tienda de un comerciante de retratos. Fuimos a casa de Visconti, el más renombrado de los libreros de Niza, para comprarle el retrato de Pascal; nos enseñó varios grabados del gran hombre, pero ninguno representaba enteramente los rasgos de mi desconocido.
(1) Al. Delanne, Revue scientifique et morale du Spiritisme, núm. 11, mayo de 1897.
(2) Este nombre es un seudónimo.
Era, sí, su noble figura, sus grandes ojos, su nariz aguileña, pero no encontraba en ninguna parte la pequeña deformidad del labio que había particularmente llamado mi atención durante la visión. El labio estaba remangado sensiblemente, como si el defecto hubiera sido producido a consecuencia de algún accidente durante su juventud. “El librero, muy experto, nos afirmó que había visto a menudo grabados de la fisonomía de Pascal, así como retratos pinta dos al óleo o a la acuarela, y que ninguno reproducía el defecto que señalaba con insistencia. “Al volver a casa vi reaparecer la sonrisilla escéptica de M. Fleurot; tenía vivos deseos de hacerle compartir mi convicción, aportándole una prueba de la identidad del personaje visto en mi sueño.
“Muchas veces volví a ver a mi protector durante el sueño; me prometió velar por mí durante mi cautividad terrestre, y que más tarde me explicaría las causas de su afecto por mi familia. Me atreví a hablarle de la pequeña deformidad de su labio, y le pregunté si había sido reproducida durante su vida en algunos de sus retratos.
“-Sí —me respondió—. En las primeras reproducciones que se hicieron después de mi muerte.
“-¿Existe aún? Decídmelo, os lo suplico.
“-Busca y hallarás...”
Mme. Fleurot relata que, aprovechando las vacaciones de su marido, escudriñaron todas las tiendas de Marsella y de Lyón, sin encontrar el retrato revelador. Iban a abandonar sus pesquisas, cuando Mme. Fleurot tuvo la inspiración de ir a Clermont Ferrand. Su perseverancia coronó el éxito: en casa de un anticuario hallaron al fin el verdadero retrato de su ilustre amigo, con la real deformación del labio inferior, tal como la Sra. Fleurot le había visto en sueños. Esta relación es instructiva por varias razones. En primer lugar, establece la identidad del espíritu, ya que ninguno de los retratos que existían en la ciudad de Niza, tenían el signo característico que se encontraba en el original hallado en el país del autor de las Provinciales. En segundo lugar, una frase del espíritu es digna de consignar: la que hemos subrayado intencionadamente: Si nos hubiésemos presentado a ti bajo una forma entera mente espiritualizada, no nos hubieras visto y aún menos reconocido. Se observa que el periespíritu es tanto más sutil y etéreo, cuanto el alma está más purificada.
Allan Kardec dice, en efecto, que los espíritus avanzados son invisibles para aquéllos cuyo estado moral les es muy inferior; pero que esta elevación no impide al espíritu tomar de nuevo el aspecto que tenía sobre la Tierra, y que puede reproducir, con una fidelidad perfecta, hasta en sus más pequeños detalles. La forma antigua está contenida en el periespíritu; basta al alma ejercer su voluntad, para dar de nuevo a esta apariencia una existencia momentánea. Lo mismo que nada se pierde en el dominio intelectual, nada puede desaparecer de lo que ha constituido la forma plástica, el tipo, de un espíritu. He aquí todavía un ejemplo de este notable fenómeno.