viernes, 30 de noviembre de 2012

UN ESPIRITU EN EL ENTIERRO DE SU PROPIO CUERPO





Estado del alma en el momento de la muerte

Los Espíritus siempre nos han dicho que la separación entre el alma y el cuerpo no se efectúa instantáneamente; algunas veces comienza antes de la muerte real, durante la agonía; cuando la última pulsación se hace sentir, el desprendimiento todavía no es completo; se opera más o menos lentamente según las circunstancias, y hasta su total liberación el alma siente una turbación, una confusión que no le permite darse cuenta de su situación; se encuentra en el estado de una persona que se despierta y cuyas ideas son confusas. 

Este estado nada tiene de penoso para el hombre cuya conciencia es pura; sin entender bien lo que ve, está calmo y espera sin miedo el completo despertar; al contrario, es lleno de angustias y de terror para aquel que teme el futuro. Decimos que la duración de esa turbación es variable; es mucho menos larga en aquellos que, cuando encarnados, ya han elevado sus pensamientos y purificado su alma; dos o tres días le son suficientes, mientras que en otros es preciso a veces ocho días o más. Frecuentemente hemos asistido a ese momento solemne y siempre hemos visto lo mismo; por lo tanto, no es una teoría, sino el resultado de observaciones, ya que es el Espíritu quien habla y quien describe su propia situación. He aquí un ejemplo tanto más característico como interesante para el observador, puesto que no se trata más de un Espíritu invisible escribiendo a través de un médium, sino de un Espíritu que es visto y escuchado en presencia de su cuerpo, ya sea en la cámara mortuoria o en la iglesia durante el servicio fúnebre. 

El Sr. X... acababa de tener un ataque de apoplejía; algunas horas después de su muerte, el Sr. Adrien – uno de sus amigos – se encontraba en la cámara mortuoria con la esposa del difunto; vio nítidamente a éste, en Espíritu, pasearse de un lado a otro, mirar alternativamente a su cuerpo y a las personas presentes, y después sentarse en un sillón; tenía exactamente la misma apariencia que cuando encarnado; estaba vestido de la misma manera: redingote y pantalón negros; tenía las manos en los bolsillos y un aire de preocupación. 

Durante ese tiempo su mujer buscaba un papel en el escritorio; su marido la observó y dijo: Por más que busques no encontrarás nada. De ningún modo ella sospechaba de lo que ocurría, porque el Sr. X... solamente era visible para el Sr. Adrien. 

Al día siguiente, durante el servicio fúnebre el Sr. Adrien vio nuevamente a su amigo, en Espíritu, rondando el ataúd, pero no tenía más la vestimenta de la víspera; estaba cubierto con una especie de ropaje. Entre ellos se entabló la siguiente conversación. De paso, señalemos que de manera alguna el Sr. Adrien es sonámbulo; que en ese momento, como en el día anterior, estaba perfectamente despierto y que el Espíritu se le aparecía como si hubiera sido uno de los asistentes al entierro. 

– Preg. Dime una cosa, querido Espíritu, ¿qué sientes ahora? – Resp. Bien y sufrimiento. 

– Preg. No te he entendido. – Resp. Siento que estoy viviendo mi verdadera vida, y entretanto veo a mi cuerpo aquí, en este cajón; me palpo y no me siento, y sin embargo siento que vivo, que existo; ¿soy entonces dos seres? ¡Ah! Dejadme salir de esta noche; es una pesadilla. 

– Preg. ¿Has de permanecer por mucho tiempo así? – Resp. ¡Oh! No, gracias a Dios, amigo mío; siento que pronto me despertaré; sería horrible de otro modo; tengo las ideas confusas; todo es nebuloso; pienso en la gran división que acaba de hacerse... Todavía no comprendo nada. 

– Preg. ¿Qué efecto te produjo la muerte? – Resp. ¿La muerte? No estoy muerto, hijo mío, estás equivocado. Yo me levantaba y de repente fui sorprendido como por una nebulosidad que descendió sobre mis ojos; después me desperté, e imagínate mi extrañeza al verme, al sentirme vivo y al ver al lado, sobre la losa, a mi otro yo acostado. Mis ideas estaban confusas; anduve para restablecerme, pero no pude; vi a mi esposa llegar, velarme, lamentarse y yo me preguntaba el porqué. Yo la consolaba, le hablaba, pero ella no me respondía ni me comprendía; era esto lo que me torturaba y lo que dejaba a mi Espíritu más perturbado. Sólo tú me has hecho bien, porque me has escuchado y comprendido lo que quiero; tú me ayudas a ordenar mis ideas y me haces un gran bien; pero ¿por qué los otros no hacen lo mismo? He aquí lo que me tortura... El cerebro está oprimido ante este dolor... Iré a verla; quizás ahora me escuche... Hasta luego, querido amigo; llámame e iré a verte... Igualmente te haré una visita, amigo... He de sorprenderte... hasta luego. 

Enseguida el Sr. Adrien lo vio acercarse a su hijo que lloraba: se inclinó ante él, permaneció un momento en esta posición y partió rápidamente. Él no había sido escuchado, y sin duda pensaba haber producido un sonido; estoy persuadido – agrega el Sr. Adrien – que aquello que él decía llegaba al corazón del niño; os probaré esto. Lo he visto después: está más calmo.  

Nota – Este relato está de acuerdo con todo lo que ya habíamos observado sobre el fenómeno de la separación del alma; con circunstancias totalmente especiales confirma esa verdad de que después de la muerte el Espíritu aún está allí presente. No cree tener delante de sí un cuerpo inerte, mientras que ve y escucha todo lo que sucede a su alrededor, penetra el pensamiento de los asistentes, y entre éstos y él no hay sino la diferencia entre la visibilidad y la invisibilidad; las lágrimas hipócritas de ávidos herederos no pueden infundirle respeto. ¡Cuántas decepciones deben los Espíritus sentir en ese momento!

Allan Kardec -  Diciembre de 1858

LA HISTORIA DE CECILIA



Aquí os dejamos un magnifico relato de como la ley de causa y efecto actúa, este relato fue escrito por Amalia Domingo Soler.

Siguiendo mis estudios en la gran Biblia de la humanidad, encuentro a veces seres que despiertan en mí un interés vivísimo; los miro, los contemplo, trato de intimar con ellos, hasta que consigo que me cuenten una parte de su historia. En efecto, no hay mejor libro que el hombre, y quien dice el hombre dice la mujer, porque, como dijo no sé quien, la realidad supera a la fantasía; el mejor novelista no llegará nunca a despertar el interés que despierta un episodio de la vida real.

Hace algún tiempo que me presentaron a una mujer de mediana edad, distinguida, elegante sin afectación, delgada,  con ojos tristes y expresivos; se lee en aquellos ojos un pasado de lágrimas. Cecilia es viuda, tiene una hija casada y un hijo adoptivo de unos doce años, al que quiere con locura y el niño le corresponde, teniendo sobrados motivos para quererla, porque a los quince días de haber nacido se quedó sin padre ni madre, y Cecilia, que vivía poco menos que en la miseria, no titubeó ni un segundo en quedarse con él, a pesar que su familia le decía:
-¿Tú estás loca? Si no tienes para ti ni para tu hija, ¿cómo vas a criar a ese infeliz?
-Dios es muy grande -contestó Cecilia-, mi hija lo quiere y, queriéndolo ella, ya tengo yo bastante.
-Sí, sí, mamá, decía Amparo, besando al huerfanito. Será mi hermano; se llamará Enrique; yo no quiero separarme de él.
Cecilia, Amparo y Enrique formaron la más hermosa familia y el niño creció entre caricias, sin conocer la orfandad. Pasaron los años y Amparo se casó cuando la vistieron de largo. . Enrique creyó volverse loco de alegría cuando Amparo fue madre de un precioso niño; su júbilo no tuvo límites: para la recién nacida fueron todas sus caricias, todos sus halagos, soñaba con ser hombre para ganar mucho dinero y comprar a la pequeña Luisita trajes de terciopelo y collares de perlas; la niña correspondió a su cariño de tal modo que, cuando comenzó a balbucear sus primeras palabras, en lugar de de como dicen todos los niños, papá y mamá, ella sólo decía Quique que, diminutivo de Enrique que ella inventó, y tan grabada la tenía en su menté la figura del niño, que cuando se separó él, porque sus padres se fueron muy lejos, decía Luisita a su madre en cuanto veía a un niño: -Mamá, ahí va Quique, Enrique, a su vez, cuando veía a una niña blanca y rubia, gritaba alborozado: -Mamá, mira a Luisita.
Cuando Cecilia me contó estos detalles, sentí en todo mi ser una gran sacudida, y dije para mí: ¿Qué habrá entre estos dos niños? En la Tierra no se acostumbra a querer tanto; los niños más tiempo emplean en pegarse y en disputarse un juguete que en acariciarse y en recordarse.
Un niño, por regla general, a la primera que llama es a su madre, y Luisita llamó a Quique.
¿Lo conoció antes? ¿Lo amó con toda su alma? ¡Quién sabe!
No por curiosidad, sino por estudio, pregunté al guía mis trabajos si efectivamente se habían conocido antes Luisa y Enrique, y el Espíritu me dijo así:
"No te has engañado en tus suposiciones. Cecilia, Amparo, su nieta y Enrique han estado unidos por los lazos carnales más fuertes que se conocen en la Tierra. Cecilia y Enrique han sido madre e hijo en varias existencias, han tenido vidas accidentadas, y en su antepenúltima encarnación Cecilia cometió un crimen para ocultar la deshonra su hija, la que en aquella época era una joven encantadora apasionada perteneciente a una gran familia con muchos pergaminos, escudos de nobleza y castillos señoriales, y que no era otra que el hoy llamado Enrique.
"Cecilia, la mujer que hoy ves tan modesta, tan sufrida, resignada con las múltiples adversidades de su expiación, en aquella epoca una altiva castellana que no creía que los plebe fueran hijos de Dios. Entre ella y el pueblo había, según su entender, una distancia tan inmensa, que nada ni nadie podria acortar. Así es que su asombro y su dolor fueron espantosos cuando escuchó de labios de su hija la más horrible confesión: ¡estaba deshonrada! y su deshonra no podía ocultarse porque se agitaba en sus entrañas el fruto de sus vergonzosos amores; amaba a un hombre del pueblo, a un trovador sin fortuna, que lo mismo cantaba las bellezas de la Naturaleza que las trasladaba al lienzo su mágico pincel. Pero era un artista vagabundo que iba de castillo en castillo ofreciendo sus trovas y. sus paisajes; no había conocido a sus padres, ¡no tenía apellido!, le llamaban Iván a secas... ¡qué oprobio! ... y aquel perdido, aquel ser abandonado, muy hermoso de cuerpo, pero usando una ropilla muy
deteriorada, sin un mal escudo en sus bolsillos, se había atrevido a seducir a la rica heredera de cien duques, con la esperanza de unirse a ella cuando su madre conociera su deshonra. Más ¡ay! el artista sabía leer en el gran libro de la Naturaleza, pero no en el corazón de una mujer orgullosa, y Cecilia entonces no podía creer que el amor es el gran igualitario del Universo; prefería mil veces ver su hija muerta que unida a un hombre sin ningún título de nobleza y, sigilosamente, sin dar a comprender a su pobre hija sus inicuas intenciones, hizo prender a Iván acusándole de agitador del pueblo. Lo embar-caron y fue deportado muy lejos de sus lares, en tanto que Su amada daba a luz un niño que, recogido por su abuela, desapareció para siempre. Muerto el niño y deportado su padre, la honra de la nieta de cien duques quedó sin mancha; nadie sospechó lo ocurrido; pero la joven madre no pudo resistir la separación del amado de su corazón y del tierno ser que llevó en sus entrañas; no murmuró una queja; comprendió que su madre había obrado dominada por su orgullo de raza; la perdonó porque la amaba mucho, y lentamente se fue marchitando su espléndida belleza, muriendo en brazos de su madre, diciéndole: -¡Te perdono! ...
"Cecilia entonces se horrorizó de su obra, pero al misma tiempo respiró con más libertad, porque desaparecía la víctima de su orgullo de raza; los muertos no hablan; la joven deshonrada fue vestida de blanco y le colocaron entre sus manos la palma de su virginidad (que era la palma de su martirio) y sobre su blanca frente se marchitaron delicadas rosas; no le faltó ningún atributo de su pureza a la casta virgen; a su madre todas las demostraciones le parecían insuficientes para ocultar su deshonra porque, aunque todos ignoraban lo acontecido, lo sabía ella; y siempre veía la figura de su nieto y escuchaba, temblando, una voz que le decía: ¡Te perdono!
"De Iván no volvió a tener noticias; murió en el destierro maldiciendo su infausta suerte, y Cecilia atormentada por el remordimiento y al mismo tiempo satisfecha de su obra, por haber salvado el honor de su opulenta familia, no sobrevivió mucho tiempo a su pobre hija; .dejó la Tierra en medio de la mayor turbación, sin poderse dar cuenta de si había cometido un crimen horrible o si había llevado a cabo un acto heroico, sacrificando lo que más amaba para evitar el mayor escándalo.
"Ahora bien, Cecilia está hoy en la Tierra completamente transformada: su orgullo de raza ha desaparecido. Hoy es humilde, paciente, resignada; hoy sólo sabe amar; el amor es su religión; Espíritu enérgico, cuando se dio cuenta del error en que había vivido, con la misma decisión que empleó para hacer el mal se consagró a practicar el bien, y como ella no fue criminal más que a medias, los Espíritus, que fueron víctimas de su orgullo de raza, no se han separado de ella, la han perdonado y la acompañan en sus encarnaciones de expiación.
"Su hija Amparo es el Espíritu del niño que Cecilia hizo morir al nacer, y su nieta Luisita es el Espíritu de Iván que sigue a Enrique sin dejar de amarle. Por eso, cuando en su actual existencia comenzó a hablar, le llamó a él, porque es Enrique el amado de su alma; van juntos hace muchos siglos, es decir, juntos no es la frase más apropiada, porque hace mucho tiempo que fueron impacientes: cometieron un crimen para unirse más pronto, y desde entonces se encuentran, se aman, luchan por vivir enlazados, y siempre una mano oculta los separa; esa mano oculta es su expiación, dado que la felicidad no puede tener por cimientos sangre y lágrimas.
"Estudia bien este verídico relato, porque es de gran enseñanza. Cecilia fue culpable; fuera por su orgullo de raza, por su ignorancia, por la dureza de su corazón, se hizo dueña de la felicidad de tres seres, causando la muerte de su hija, de su nieto y de Iván. Los tres Espíritus la han perdonado; su nieto no pudo ser más generoso eligiéndola para devolverle bien por mal. Su nieta Luisita, que ayer murió en el destierro, maldiciendo la hora en que nació, hoy le reclama sus más dulces caricias, y Enrique adora a su madre adoptiva sin recordar lo pasado. Sus víctimas no sólo la han perdonado sino que la aman con delirio. Entonces, habiendo desaparecido el odio de sus víctimas, ¿no tiene Cecilia derecho a ser dichosa? No, no lo tiene; por eso no lo es, por eso lucha con la miseria, con la humillación; por eso da la vida por la vida; por eso no puede estar con su hija y sus nietos y sólo tiene a su lado a su hijo adoptivo, costándole inmenso sacrificio el poder disfrutar de su compañía, y lógico es que así suceda porque ayer rompió en mil pedazos un nido de amor, su hija murió mártir, Iván desesperado y su nieto no pudo dormir en su cuna de flores. Por eso hoy Cecilia suspira por su hija, por sus nietos y se sacrifica por su Enrique, dándole todo el amor que un día en su locura le negó. Cecilia es un alma redimida: ha visto la luz, en la luz quiere vivir; el amor que siente por su familia es inmenso, daría por ellos su vida con el mayor placer; se ha despertado en ella una sed de amor que nunca ve satisfecha; siempre le parece que ama poco, siempre está descontenta de sí misma. ¡Dichosas las almas que sólo piensan en amar! Cecilia es una de ellas.


miércoles, 28 de noviembre de 2012

EL ACTO MEDIÚMNICO



Jose Herculano Pires

El acto mediúmnico  es el momento en que el espíritu comunicante  y el médium se funden en la unidad psicoafectiva de la comunicación. El espíritu se aproxima  al médium  y lo envuelve en sus vibraciones espirituales.  Esas  vibraciones  se irradian de su cuerpo espiritual alcanzando el cuerpo espiritual del médium.  A ese toque vibratorio, semejante al de un leve choque eléctrico, reacciona el periespiritu  del médium.   Se realiza la fusión fluídica. Hay una simultánea alteración en el psiquismo de ambos. Cada uno asimila un poco del otro. Una percepción visual de ese momento mueve al vidente  que tiene la ventura de captarla. Las irradiaciones periespirituales proyectan sobre el rostro  del médium la máscara  transparente del espíritu.  se comprende  entonces el sentido profundo de la palabra intermúndio . allí, están fundidos y al mismo tiempo distintos, el semblante rediante del espíritu  y el semblante humano del médium, iluminado  por la suave claridad de la realidad espiritual.  esa superposición  de planos da a los videntes la impresión de que el espíritu comunicante se incorpora en el médium. De ahí  la errónea denominación  de incorporación para las manifestaciones orales. Lo que se da no es una incorporación, más si una interpenetración psíquica, como la de la luz atravesando un cristal de una ventana. Ligados a los centros vitales de ambos, el Espíritu se manifiesta emocionado, reintegrándose  en las sensaciones de la vida terrena, sin sentir el peso  de la carne. El médium, por su vez, experimenta  la ligereza del espíritu, sin perder la conciencia de su naturaleza carnal, y habla al soplo del espíritu, como un intérprete que no se da al trabajo de la traducción.
El acto mediúmnico natural es ese momento de síntesis afectiva en que los dos planos de la vida revelan el secreto de la muerte: apenas un desvestir del pesado escafandro de la materia densa.
El acto mediúmnico normal es una segunda resurrección, que se verifica precisamente en el  cuerpo  espiritual que, según el Apóstol Pablo, es el cuerpo de la resurrección. El  espíritu vuelve a la carne, no a la que dejó en el túmulo, más  si a la que el médium le ofrece, en un gesto de amor,  la  oportunidad del retorno a los corazones que dejó  en el mundo. La belleza  del reencuentro de un hijo con la madre, que estrecha al médium en los brazos ansiosos y lo besa con toda efusión del anhelo maternal, compensa mucho  la impiedad de los que lo acusan de practicar brujerías. En los casos  de materialización, nada más bello que Lombroso con su madre materializada  a través  de la mediúmnidad  de Eusapia Paladino, en la sesión a que fuera llevado por el Profe. Chiaia, de Milao.  Eusapia era  una   campesina   analfabeta y mil veces calumniada.  Lombroso,  el fundador de la Antropología Criminal, se retrató en la revista Luz y Sombra de sus violentos artículos contra el Espiritismo,  y declaró conmovido: “Ningún gigante  del pensamiento y de la fuerza me podría hacer lo que me hizo esta pequeña mujer analfabeta: arrancar a mi madre  del túmulo y devolverla a mis  brazos!.  Federico Figner, introductor del fonógrafo en Brasil, llevo a su esposa desolada  a Belén del para, con la esperanza de un reencuentro con la niña Rachel, su hija, que habían perdido,lo que casi los llevó a la locura, a el y a la esposa. Procuraron a la médium Ana Prado, también mujer del campo, y en una sesión con ella la niña apareció materializada, estimulando a los padres a enfrentar el caso con serenidad, pues ella estaba viva, y hablaba y los besaba,  y,   se sentaba en su regazo, probando que no muriera. Figner, al  volver para Rio de Janeiro, se dedico de allí en adelante al espiritismo, con la llama de la fe encendida en su corazón y en el corazón de la esposa, más ahora una fe inavalable, sentad en la razón y en los hechos.
Cuando el acto  mediúmnico es perfecto y claro, iluminado por una mediúmnidad esclarecida y devotada al bien, no hay gigante -  como en el caso de Lombroso –que no se curve reverente ante el misterio de la vida inmortal. El médium se torna instrumento de la resurrección imposible, probando  a los hombres que la muerte no es más que un lapso en el intermúndio que separa a los vivos en la carne de los vivos en espíritu. Se comprende entonces el fenómeno de la Resurrección de Jesús, que no fue el acto divino de un Dios, más si el acto mediúmnico de un espíritu que dominaba, por el saber y la pureza,  los misterios de la inmortalidad.
Cuando el acto mediúmnico no tiene la pureza y la belleza de una comunicación amorosa, tiene el calor  de la solidaridad humana y es iluminado por la caridad cristiana. En una sesión común de socorro espiritual, los  médiums sentados alrededor de la  mesa, los adoctrinadores en la lista, espíritus sufridores y espíritus  ignorantes y vengativos, bajo el control de los orientadores espirituales, son aproximados a médiums que desean servirlos.  El cuadro es bien diferente  de los que mencionamos antes. No hay belleza ni serenidad en los espíritus comunicantes, ni resplandor o transparencia en sus caras.  Hay desespero, dolor,   expresiones de rebeldía o ímpetus de venganza.  Los médiums se sienten  inquietos, no raras veces temerosos. La aproximación de los comunicantes es incómoda, desagradable. Las vibraciones periespirituales son ásperas y sombrías el vidente se aturde con aquellas figuras pesadas y oscuras que transforman la fisonomía de los médiums.   Más, en la proporción en la que los adoctrinadores encarnados dan el socorro de sus vibraciones y de sus argumentos  fraternos a los necesitados, el cuadro se modifica con las  luces vacilantes que se encienden  en las mentes conturbadas.  Los guías espirituales  se manifiestan  en socorro de los adoctrinadores  y sus vibraciones calman las inquietudes que hay en el ambiente. El trabajo es penoso. Criaturas recalcitrantes  en el mal  se niegan a comprender la realidad negativa en la que se encuentran.  Espíritus vencidos por los dolores  de encarnaciones penosas se muestran  rebeldes. Los que tienen el corazón dolorido por injusticias y traiciones exigen venganza y hacen amenazas terribles. Más la palabra fraterna, cargada de bondad y amor, iluminada por las citaciones evangélicas,  van poco apoco suavizando las explosiones de odio. Algunas veces la autoridad el dirigente o de un espíritu elevado se hace sentir, para que los más rebeldes comprendan que están bajo un poder persuasivo, más enérgico. Una persona  que desconozca el problema dirá que se encuentra en una sala de hospicio, sin control  o asiste a un psicodrama de histéricos en desesperación. Psicólogos sistemáticos  reirán con desdén.  El dirigente de los trabajos parece un profano saltando con explosivos peligrosos. fanáticos de sectas dogmaticas juzgan asistir  a una cena de posesión diabólica. Un espíritu amigo se comunica con palabras de agradecimiento. En silencio, todos oyen  la oración final de gratitud a los espíritus bondadosos que  ayudaran a socorrer a las sombras sufridoras.   Es extraño que todos estén bien  y satisfechos con el resultado de los trabajos.las personas beneficiadas comentan sus mejoras. El ambiente es de paz, amor y satisfacción por el deber cumplido.
En una sesión de desobsesión para casos graves, con pocos elementos, sin la asistencia numerosa del socorro general, las comunicaciones son violentas  los médiums sufren, gimen, gritan y lloran. El dirigente  y los adoctrinadores permanecen tranquilos, aparentemente impasibles, y los adoctrinadores usan de palabras persuasivas, de actitudes benignas. Nada de amenazas y expresiones violentas,  como en las  prácticas anticuadas del exorcismo arcaico, viniendo de las profundidades de Egipto, de Mesopotamia, de  Palestina.  Nada de velas encendidas, de símbolos sacramentales, de expulsión de entidades diabólicas. La técnica es de persuasión, de esclarecimiento racional. Una niña de quince años llega cargada por los padres. Desde hace una semana  duerme en estado cataléptico. Los primeros intentos de despertarla se agitan y se levanta furiosa, con gritos. Cuatro o cinco hombres no consiguen contenerla, parece dotada de una fuerza indomable. Más poco a poco se calma, llora bajita y vuelve a su estado natural de niña graciosa y frágil. Se retira de la reunión como si nada demás hubiese acontecido. Se despide alegre. Corre para la calle  y toma el automóvil que trajo como si volviese de un paseo. El   acto mediúmnico fue violento, asustador. Más el resultado de la oración, de los pases, de la adoctrinaciones amorosas fue sorprendente. Pocos percibieron que, en aquel corpiño de niña las garras de la venganza estaban gravadas, intentando rasgar la cortina piadosa  que vela los odios del pasado.
En el acto mediúmnico la criatura humana recupera los tiempos olvidados y se revé en la pantalla de las experiencias muertas.  Y una vez más la muerte le aparece como pura ilusión sensorial, pues todo cuanto había desaparecido en un pozo renace de repente en las aguas amargas de la libertad condicional. La mediúmnidad  funciona  como un radar sensibilísimo volcado para los caminos perdidos. No siempre  la pantalla de la memoria consigue reproducir las imágenes distantes,  más en la profundidad del  inconsciente recalques  anti freudianos esperan la catarse piadosa de la comunicación absurda, en la que los diálogos de la caridad  parecen brotar de terribles malos entendidos. Una mujer no entendía porque el espíritu comunicante  la acusaba de atrocidades que jamás practicara y la llamaba de Condesa. Halló que todo aquello  no pasaba de una fuerza o de un momento de locura. Más cuando, aconsejada por el adoctrinador,  pidió perdón al espíritu atormentador  y lloró sin querer sin saber por qué motivo lo hacía, sintió profundo alivio y en los días siguientes  sus males desaparecieron. Las lágrimas de una criatura que la amnesia tornó inocente pueden conmover  un corazón embrutecido en el deseo de venganza. Más quien facilitará el   encuentro necesario para el ajuste de los viejos errores y crímenes, si el  médium no se ofrece en la inmolación voluntaria de sí mismo para apaciguar con la palabra del Maestro?
La responsabilidad espiritual del médium se refleja en el espejo  de cada uno de sus actos en la caridad mediúmnica. El mediunato no es una consagración ritual inventada por los hombres. Nace de las leyes naturales que rigen las conciencias en el fluir del tiempo, en el suceder de las  generaciones  y de las reencarnaciones.  Un acto mediúmnico es el cumplimiento de un deber asumido ante el Tribunal de Dios instalado en la conciencia de cada uno. Cuando el médium se esquiva a ese cumplimiento se engaña a si mismo, pensando engañar a Dios. su propia conciencia  se incumbirá de condenarlo cuando suene la hora del veredicto inapelable. Nada justifica la fuga  a la unión con el compromiso forjado a costa del sacrificio ajeno. Las leyes morales de la conciencia tienen la misma inflexibilidad de las leyes materiales de la Naturaleza. Nuestra conciencia de relación capta apenas la realidad inmediata en que nos encontramos. Más la conciencia profunda guarda el registro ineludible de  todos los compromisos asumidos en el pasado y de todas las deudas morales  que pensamos apagar en las aguas del Letes, el río del olvido de las viejas mitologías. El río Letes secó en las laderas áridas  del Olimpo, el cenáculo vació de los antiguos dioses.  Hoy solo tenemos  un Dios, que no precisa vigilarnos desde lo alto de un monte  ni dictarnos sus leyes para ser inscrititas en tablas de piedra. Esas leyes están gravadas  a  fuego en nuestra propia carne. Nuestros actos determinan  en el tiempo las situaciones  en las que nos encontraremos en cada existencia. y el mediunato es el pasaporte que Dios nos concede para la liberación del pasado a través de un solo acto, el más bello el más honroso de todos, que es el acto mediúmnico.
La responsabilidad mediúmnico no nos fue impuesta como  castigo. Nosotros mismos la asumimos con la esperanza de la redención, que no vendrá del Cielo, más si de la Tierra, de la manera por la cual hagamos nuestra travesía existencial en el planeta, en un mar de lágrimas  o por caminos floridos por las  obras de sacrificio y abnegación que supiéramos sembrar. Tenemos el futuro en nuestras manos, el futuro inmediato del día a día  y el futuro remoto que nos espera en las traslaciones de la Tierra en torno al Sol. Llegamos así a la conclusión inevitable de que el presente pasa deprisa, más el pasado repunta en cada esquina del presente y del futuro
Traducido al español por Mercedes Cruz Reyes.
Autoría de J. Herculano Pires de su libro: Mediúmnidad,  Vida y comunicación  

viernes, 23 de noviembre de 2012

¿Podemos evocar a los Espíritus?



André Luiz Emmanuel desaconsejan tal práctica.
Estos bienhechores nos dicen que no lo hagamos, pero que sí lo hacemos, tengamos cuidado, porque ellos lo que hacen es desaconsejar, por lo que no hay contradicción con lo que dice Allan Kardec, en el Libro de los Médiums, cap. XXV.

Kardec fue designado a hacer una gran tarea, es por esta razón que es lógico y razonable, que él pudiera y debiera hacer evocaciones. Su labor, entre otras, era la de investigar. El estuvo en todo momento respaldado y guiado por Espíritus Superiores, asesorándole y protegiéndole, ya que la tarea a realizar era de suma importancia. El sería nada menos que el Codificador de la Tercera Revelación.

Pero, ¿estamos nosotros seguros de contar con esa protección y respaldo de los Espíritus buenos, cuando evocamos?
El nos dice que, sí bien pueden estas practicas tener éxito, también es cierto que pueden ser un fracaso en la mayoría de los casos, sino, una experiencia donde podamos terminar siendo engañados o mixtificados. Los obstáculos e inconvenientes son numerosos:
?Frecuentemente, las evocaciones ofrecen más dificultades a los médiums de lo que las comunicaciones espontáneas, sobre todo, cuando se trata de obtener respuestas precisas a cuestiones circunstanciadas. Para esto son necesarios mediums especiales, al mismo tiempo, flexibles y positivos y ya vimos que ellos son escasos.?
Allan KardecEl Libro de los Mediums

Puede ser que el Espíritu evocado esté ocupado o bien en misión.
También es importante saber la naturaleza de la persona o mediums que evocan. Y hay que tener en cuanta algo importantísimo, ¿cuál es el objetivo de la evocación? Es importante tener en cuenta la cuestión del merecimiento; tanto por parte del evocado, como del evocador.

SEmmanuel y André Luiz en diversas obras desaconsejan esta practica, no significa que la prohíban. Pero tendríamos que reflexionar el porqué de ese consejo por parte de ellos, y pensar que, de todas formas ya tendremos, si así ha de ser, la oportunidad de comunicar con los seres queridos, cuando sea el momento oportuno. Y no olvidemos que, durante el sueño, el descanso del cuerpo, el Espíritu se desprende y podría ver o saber de esos seres queridos o añorados. Dejemos a los Espíritus más adelantados e instruidos, la tarea de hacer lo que crean más conveniente para nosotros.

No olvidemos instruirnos y reformarnos moralmente, de esa forma será más fácil intuir cómo están aquellos que dejaron el cuerpo material, para ir a la Verdadera Vida: la Espiritual.



domingo, 18 de noviembre de 2012

COMPROBACIONES DE LA EXISTENCIA Y LA INMORTALIDAD DEL ALMA








Juan Miguel Fernández socio-fundador de la “Asociación de Estudios Espiritas de Madrid” y actual presidente de la asociación.







Aquí os dejamos un vídeo de Juan Miguel Fernandez hablando sobre la inmortalidad del alma



sábado, 17 de noviembre de 2012

MEDIUMNIDAD EN LOS NIÑOS




1 - Divaldo, películas como "Sexto Sentido" retratan el caso de niños con mediumnidad ostensiva. ¿Cuándo podríamos identificar el caso de un "niño médium"? 

El Espiritismo es una ciencia experimental y todos los casos, a fin de merecer credibilidad, deben pasar por el tamiz de la observación, del estudio y de la confirmación.

Sin duda, en el período lúdico, el niño tiene la imaginación muy rica y crea imágenes, hechos fantasiosos, que tienen que ver con su propio desarrollo psicológico.

De este modo, cuando un niño informa que ve seres espirituales, la mejor metodología es la observación, acompañando sus narrativas con tranquilidad y confiriéndolas con la realidad.

A través de la conversación natural y sin disfraces, se debe explicarle que dicho caso es verdadero y que debe mantenerse perfectamente tranquilo, evitando la generación de miedos injustificables o de deslumbramientos innecesarios.

 2 – ¿Qué deben hacer los padres cuando detectan que su hijo es un "niño médium"? ¿Pueden llevarlo a la evangelización, sesión mediúmnica, tomar pase, etc.?

 Los padres que perciban mediumnidad en sus hijos aún niños, deben considerar el fenómeno como natural, conduciéndolos a los estudios de la evangelización espírita infanto-juvenil, recurriendo a los pases, cuando hubiera necesidad, manteniendo el estudio del Evangelio en el hogar y orientándolos con naturalidad.

Una buena sugerencia es evitar que los niños participen en reuniones mediúmnicas de cualquier naturaleza, puesto que, encontrándose en fase de desarrollo psicológico y sin discernimiento para las profundas consecuencias de la mediumnidad, la prisa por educar la facultad puede ocasionar graves daños en el comportamiento infantil.

 3 – ¿Cómo deben actuar los dirigentes de los Centros Espíritas cuando reciben niños médiums en su institución? ¿Cómo CONDUCIRLOS correctamente?

 La actitud más compatible con la metodología educacional propuesta por la Doctrina es conducir a actividades de evangelización espírita, a conversación saludable de orientación moral y espiritual.

4 – Muchos niños afirman que hablan con un "amigo invisible", ¿se trata de mediumnidad?

 Desde que exista comunicación entre un encarnado y otro desencarnado, estamos ante un fenómeno mediúmnico. En este caso, constatamos, cuando es auténtica la información infantil, que se trata de un intercambio de esta naturaleza.

 5 – En Hechos, 2:17 vemos la afirmativa de Jesús: "Y en los últimos días, dice Dios, derramaré algo de mi espíritu sobre toda clase de carne, y sus hijos y sus hijas profetizarán, y sus jóvenes verán visiones y sus viejos soñarán sueños;" Observamos, hoy en día, muchos niños con actitudes y sensibilidad espiritual; ¿estamos en estos tiempos mencionados en el evangelio?

 ¿Se trata del surgimiento de una nueva generación de Espíritus reencarnando con mediumnidad elevada?


 Nos encontramos en los denominados días anunciados por las Escrituras. Esta profecía de Joel, repetida por Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, es uno de los más bellos argumentos de anuncio de la mediumnidad generalizada, eliminando los viejos conceptos de don, privilegio, concesión especial, y conduciéndola a la realidad de conquista intelecto-moral del Espíritu en su proceso de evolución.

En todas las épocas siempre hubo niños médiums, y ahora, en la gran transición de mundo de pruebas y expiaciones para el mundo de regeneración, Espíritus de otra dimensión reencarnan en la Tierra, a fin de adelantar este proceso iluminativo.

Allan Kardec, en "La Génesis", en el capítulo XIV, se refiere a esta nueva generación.

Psicólogos, psicoterapeutas, educadores modernos se sorprenden con muchos de los niños actualmente reencarnados, lo que viene dando margen a estudios profundos, algunos de los cuales resultaron en las indebidas denominaciones de niños índigo y cristal, así como de otros con diversos trastornos que vienen siendo cuidados de manera especial, en los cuales se ocultan fenómenos espirituales variados.

 6 – ¿Los niños médiums pueden sufrir obsesión?

 Claro que sí, porque infantil es solamente el cuerpo. Los Espíritus que habitan los cuerpos son viajeros del tiempo y del espacio, portadores de títulos de ennoblecimiento y de graves débitos para con las Leyes Divinas. Es natural que estando incursos en delitos, experimenten desde la infancia la presencia de sus cobradores entonces desencarnados.

 7 – En los Estados Unidos, los fenómenos de Hydesville, contaron con la participación de niños médiums: las hermanas Fox y en el trabajo de la Codificación Espírita en Francia, Allan Kardec contó con la colaboración de diversos niñas médiums como las hermanas Baudin. ¿Por qué sucedió? 

Estas jóvenes que participaron en los fenómenos de Hydesville y de la codificación del Espiritismo eran mayores de 13 años, encontrándose en la adolescencia. Pienso que los nobles guías de la humanidad las prefirieron, con el objetivo de demostrar que no eran ellas las responsables por las profundas respuestas que daban a las preguntas que les eran formuladas, en vista de la falta de cultura y de conocimientos generalizados.

Además, estando con el inconciente actual liberado de impresiones perturbadoras, eran más fácilmente conducidas por los desencarnados que utilizaron sus facultades.

 8 – ¿Los niños médiums, cuando se convierten en adultos, continuarán siendo médiums?

 Siendo la mediumnidad una facultad orgánica que el cuerpo reviste de células, prosigue durante el desarrollo infanto-juvenil, edad adulta, provecta hasta la desencarnación, pudiendo sufrir alteraciones, bloqueos e inclusive pérdida, como enseña el noble Codificador. Normalmente, los niños médiums prosiguen en el ejercicio de la facultad cuando alcanzan la edad de la razón, lo que sucedió, por lo menos, con aquellos que quedaron conocidos y prosiguieron en la labor mediúmnica.

 9 – Finalmente, ¿podría contarnos su experiencia como niño médium y cómo fue útil en su vida actual?

 Conviviendo con los Espíritus desde los cuatro años y medio de edad, nunca me perturbé con su asistencia en el período infantil. Solamente, más tarde, cuando comencé a identificar aquellos que eran portadores de sentimientos malos y perversos, fue que experimenté conflictos y aflicciones.

Gracias al conocimiento del Espiritismo y a su estudio sistematizado, he podido mantenerme en equilibrio posible, a través de los tiempos, marchando en dirección del amor inefable del Padre.

> Faro, Portugal, 9 de diciembre de 2008.

 Entrevista concedida a Luis Hu Rivas para La Revista Espírita en español.

Práctica y peligros de la Mediumnidad





Después de haber negado durante mucho tiempo la realidad de los fenómenos espíritas, algunos de sus contradictores, ya vencidos por la evidencia, cambian ahora de táctica y nos dicen: Sí, el Espiritismo es una verdad, pero la práctica de él está llena de peligros.

No puede negarse que el Espiritismo ofrece ciertos peligros para los imprudentes que, sin estudios previos y sin preparación, sin método y sin una eficaz protección se entregan a la investigación de lo oculto. Haciendo de la experimentación un juego, una diversión frívola, no logran más que atraerse los elementos inferiores del Mundo Invisible, cuyas influencias fatalmente sufren.

No obstante, se ha hablado de estos peligros con marcada exageración. Naturalmente que, como en todo, es bueno tomar ciertas precauciones. La Física, la Química, la Medicina exigen prolongados estudios, y el ignorante que sin preparación alguna pretendiese manejar sustancias químicas, tóxicas o explosivas, expondría a serios peligros su salud y aun su propia vida. No hay en este mundo una sola cosa que no sea buena o mala, según el uso que de ella se haga. En todo caso, es injusto hacer notar el lado malo de las prácticas espíritas sin señalar, al mismo tiempo, los beneficios que de las mismas se extraen, los cuales son mucho más importantes que los abusos y las decepciones.

No hay progreso ni descubrimiento que no haya realizado con algún peligro para el hombre. Si los pueblos, desde los tiempos más antiguos, no se hubieran atrevido a cruzar los mares porque la navegación ofrecía grandes riesgos, ¿qué hubiera sucedido? La humanidad, fraccionada en mil familias, hubiera vivido confinada en los continentes, desaprovechando los beneficios inmensos que logra ahora con los viajes y el comercio. El Mundo Invisible es también un vasto océano profundo, sembrado de escollos, pero también lleno de riquezas y de vida. Tras el velo del Más Allá se agita una multitud innumerable que tenemos mucho interés de conocer, pues en ella está depositado el secreto de nuestro porvenir. De ahí la necesidad de estudiar y explorar ese Mundo Invisible, requiriendo la contribución de las fuerzas y los recursos inagotables que encierra, tan ricos y poderosos, que los de la Tierra han de parecernos cada día más escasos y mezquinos.

Por otra parte, aun suponiendo que nosotros pudiésemos desinteresarnos del Mundo Invisible, no por eso dejaría él de interesarse por nosotros. Su acción sobre la humanidad es constante, estamos sometidos a sus influencias y sugerencias. Quererlo ignorar, es quedarnos voluntariamente desarmados ante él. Mientras que, mediante un estudio metódico, aprendemos a atraer sobre nosotros las fuerzas bienhechoras, los auxilios y las influencias buenas que contiene; aprendemos a alejar a las fuerzas nefastas, reaccionando contra ellas por medio de la voluntad y la plegaria. Todo depende de la manera cómo se empleen y la dirección que se imprima a nuestras fuerzas mentales. ¡Cuántos y cuántos males, cuya causa no conocemos, dado que ignoramos estas cosas, podrían evitarse por medio de un estudio profundo y consciente del Mundo Invisible!

La mayoría de los neuróticos y de los alucinados, que trata sin éxito alguno la Medicina oficial, no son más que enfermos de obsesión, susceptibles de ser curados por medio de las prácticas espíritas y magnéticas.

Dios ha puesto al h
ombre en medio de un océano de vida, de un mar inagotable de fuerzas y de potencias, dándole además la inteligencia, la razón y la conciencia para que aprenda a conocer y conquistar esas fuerzas, utilizándolas en su bien. Por medio de este constante ejercicio llegaremos a desarrollar completamente nuestro Ser, estableciendo su imperio sobre la Naturaleza, el dominio del pensamiento sobre la materia, el reino del Espíritu sobre el mundo.

Es ése el más sublime y elevado objetivo que podemos dar a nuestras existencias. En vez de apartar de él al hombre, enseñémosle a caminar a su encuentro sin ninguna duda. Estudiemos, escrutemos el Universo en todos sus maravillosos aspectos, bajo todas sus formas. El saber es el bien supremo, pues de la ignorancia provienen todos los males.



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MOZART Y LA VIDA EN JUPITER


“En el planeta donde vivo, Júpiter, la música está por todas partes: en el murmullo del agua, en el ruido de las hojas, en el canto del viento. Las flores murmuran y cantan; todo produce sonidos melodiosos. ¡La Naturaleza es tan admirable! Todo nos inspira el deseo de estar con Dios.(...)
No tenemos instrumentos: son las plantas y los pájaros los coristas. El pensamiento compone, y los oyentes disfrutan sin audición musical, sin el recurso de la palabra, y eso a una distancia inconmensurable. En los mundos superiores esto es aún más sublime”.                   
                                                                                                                                                                                                         Mozart

La descripción de Mozart sobre el lugar en que vive, en el mundo espiritual, es como su música: sublime, poderosa, plena de sensibilidad. Desencarnado sesenta y seis años antes del lanzamiento de El Libro de los Espíritus, Mozart, en tanto, está muy presente en la Historia del Espiritismo. Además de haber sido evocado por Allan Kardec, dictó un fragmento de sonata a un médium y dibujó su casa en Júpiter diseñada por el Espíritu Bernard Palissy.

En la Revue Spirite de mayo de 1858, Allan Kardec publicó dos comunicaciones mediúmnicas espíritas del compositor austriaco. En ellas, Wolfgang Gottlieb Mozart está plenamente identificado, con sus preferencias, su amor por la música, su alegría transbordante, su gratitud a la vida, su emoción al hablar de Dios.

En los textos publicados en la sección «Conversaciones Familiares Más Allá de la Tumba» de la Revue Spirite, Mozart responde inicialmente a veinte y ocho cuestiones formuladas por quienes lo evocaron. De estas, apenas las tres últimas versan sobre su personalidad. En las otras, él responde a preguntas generales sobre la vida en el mundo espiritual. Y, observa Kardec, sus palabras guardan notable concordancia con las respuestas dadas por otros Espíritus, inclusive las contenidas en El Libro de los Espíritus.

La segunda evocación – que el Codificador supone que había sido hecha por un músico – expone aún mejor la personalidad encantadora de Mozart. Es allí que él habla sobre la música en el mundo en que vive. Bondadoso y gentil, anima al amigo encarnado y se dispone a inspirarlo. Se despide diciendo que se sentirá feliz si fuera evocado por músicos, pues desea contribuir para el progreso de todos.

Además de esas dos comunicaciones, Kardec publica en la Revue Spirite un artículo llamado «Música de Ultratumba»; Mozart acababa de dictar al médium Bryon-Dorgeval un fragmento de la sonata. El médium pidió a diversos artistas que oyesen la pieza, sin indicarles el origen. Todos en ella reconocieron, sin alguna duda, el cuño del compositor de «La Flauta Mágica».

El trecho de la sonata fue ejecutado en la sesión de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas del 8 de abril de 1859. En presencia de numerosos conocedores, la sonata fue ejecutada por la señorita de Davans, ex-alumna de Frederic Chopin. La pianista ejecutó antes una sonata de Mozart, compuesta cuando encarnado. «Todos fueron unánimes en reconocer no sólo la perfecta identidad del género, sino la superioridad de la composición espírita», escribió Kardec. Seguidamente, ella tocó un trecho de Chopin y el Codificador aprovechó la ocasión para evocar a los dos compositores. Ambos acudieron: Mozart con su alegre personalidad; Chopin entristecido y sombrío.

En aquella noche memorable, Mozart no sólo reconoció como de su autoría el fragmento de sonata, sino que elogió a Bryon-Dorgeval: «El médium que me sirvió de intérprete es un amigo que no me traicionó». Y declaró preferir el fragmento de sonata que hizo desencarnado a la que compuso en la Tierra. «La dulzura y el encanto en él (mediúmnico) están más vivos y más tiernos», explicó.

Pero ante la pregunta sobre la música en el mundo en que vive, él informa que los hombres tendrían dificultad de comprenderla, ya que les falta el sentido para ello. «En vuestra Tierra, vosotros hacéis la música; aquí, toda la naturaleza hace oír sonidos melodiosos». Luego, delante de la platea, el compositor desencarnado se rehúsa a ser sometido a pruebas: «¿Podrías tocar, tú mismo el piano?», preguntó Allan Kardec, a lo que Mozart respondió: «Sin duda podría, mas no quiero; es inútil». El Codificador indica, en la ocasión, que los Espíritus serios no se someten a pruebas. Las dos últimas frases del diálogo son puro divertimiento. Por un lado, Kardec provoca levemente al compositor: «Sin embargo, eso sería,  un poderoso motivo de convencimiento (tocar el piano)». Pero Mozart escapa con una salida típica de su genio: «¿Acaso no estáis convencidos?». (Lea la sesión integra en la página 22). El fragmento de sonata dictada por Mozart fue publicado por la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas y los interesados podían adquirirla en las oficinas de la Revue Spirite, en la Galerie d´Orléans 31, al costo de 2 francos. Copias de la sonata estaban entre las publicaciones espíritas quemadas en el Auto de Fe de Barcelona (por la Iglesia Católica), el 9 de octubre de 1861.

En agosto de 1858, también en la Revue Spirite, Mozart volvió a ser noticia. En el artículo intitulado: «Las Habitaciones del Planeta Júpiter», el médium y teatrólogo francés Victorien Sardou escribió sobre los diseños mediúmnicos que había recibido. Entre ellos está el de la casa de Mozart. Sardou responde a las críticas sobre la tesis de que habría vida en Júpiter y es elogiado por Kardec. «El autor de esa interesante descripción es uno de esos adeptos fervorosos y esclarecidos que no temen confesar francamente sus creencias, y se coloca encima de la crítica de personas que no creen en nada de aquello que sale del círculo de sus ideas. Ligar su nombre a una doctrina nueva, desafiando los sarcasmos, es un coraje que no es dado a todo el mundo, y felicitamos al señor V. Sardou por tenerlo. Su trabajo revela el escritor distinto que, aunque joven aún, ya conquistó un lugar honroso en la literatura, y une al talento de escribir, los profundos conocimientos de sabio; nueva prueba que el Espiritismo no recluta entre los ineptos y los ignorantes», escribió el Codificador.

En el mes siguiente, Kardec publicó las consideraciones de uno de los lectores de la revista sobre el diseño. La carta de ese lector, que había notado que Victorien Sardou no percibiera algunos detalles del grabado, fue comentado por el Codificador: «Insertamos con mucho agrado esa observación, en cuanto ella prueba hasta que punto el pensamiento del médium permaneció extraño a la confección del dibujo».




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Entrevista al Espíritu del Duende de Bayonne




Los agéneres

En varias ocasiones hemos dado la teoría de las apariciones y la hemos recordado en nuestro último número, a propósito de los extraños fenómenos que hemos relatado. Para una mejor comprensión de lo que sigue, remitimos a nuestros lectores a los mismos.1

Todos saben que en el número de las manifestaciones más extraordinarias producidas por el Sr. Home, estaba la aparición de manos –perfectamente tangibles– que cada uno podía ver y palpar, que apretaban y estrechaban, y que de repente ofrecían el vacío cuando se las quería agarrar de sorpresa.2 Éste es un hecho positivo que se ha producido en varias circunstancias, atestado por numerosos testigos oculares. Por más extraño y anormal que parezca, lo maravilloso cesa de serlo desde el instante en que puede dársele una explicación lógica; entonces, entra en la categoría de los fenómenos naturales, aunque de un orden bien diferente de aquellos que se producen ante nuestros ojos y con los cuales es preciso tener cuidado para no confundirlos. En los fenómenos usuales podemos encontrar puntos de comparación, como el ciego que se daba cuenta del resplandor de la luz y de los colores por el sonido de la trompeta, pero no de las similitudes; es precisamente la manía de querer asimilar todo a lo que conocemos que causa tantos desengaños en ciertas personas; imaginan que pueden operar sobre esos elementos nuevos como sobre el hidrógeno y el oxígeno. Ahora bien, ahí está el error; esos fenómenos están sometidos a condiciones que escapan al círculo habitual de nuestras observaciones; ante todo es preciso conocerlas y ajustarse a ellas si se quiere obtener resultados. Sobre todo es necesario no perder de vista ese principio esencial –verdadera clave de la bóveda de la ciencia espírita– de que el agente de los fenómenos vulgares es una fuerza física, material, que puede ser sometida a las leyes del cálculo, mientras que en los fenómenos espíritas ese agente es constantemente una inteligencia que tiene voluntad propia y que no podemos someter a nuestros caprichos.

¿Había en esas manos carne, piel, huesos y uñas reales? No, evidentemente; no era más que una apariencia, pero de tal índole que producía el efecto de la realidad. Si un Espíritu tiene el poder de volver visible y palpable cualquier parte de su cuerpo etéreo, no hay razón para que no pueda hacerlo igualmente con otros órganos. Por lo tanto, supongamos que un Espíritu extienda esta apariencia a todas las partes del cuerpo, creeremos ver a un ser semejante a nosotros, obrando como nosotros, mientras que no será sino un vapor momentáneamente solidificado. Tal es el caso del Duende de Bayonne. La duración de esta apariencia está sometida a condiciones que nos son desconocidas; sin duda, depende de la voluntad del Espíritu, que puede producirla o hacerla cesar a gusto, pero en ciertos límites que no siempre está libre de transponer. Al ser interrogados sobre este tema, así como sobre todas las intermitencias de cualquier manifestación, los Espíritus siempre han dicho que ellos obran en virtud de un permiso superior.

Si la duración de la apariencia corporal es limitada para ciertos Espíritus, podemos decir que en principio ella es variable y puede persistir mayor o menor tiempo; que puede producirse en todos los tiempos y a toda hora. Un Espíritu, cuyo cuerpo fuese enteramente visible y palpable, tendría para nosotros toda la apariencia de un ser humano; podría conversar con nosotros, sentarse en nuestro hogar como cualquier persona, porque para nosotros sería como uno de nuestros semejantes.

Hemos partido de un hecho patente –el de la aparición de manos tangibles– para llegar a una suposición que es su consecuencia lógica; y sin embargo no la habríamos expuesto si la historia del niño de Bayonne no nos hubiese puesto en el camino, al mostrarnos su posibilidad. Interrogado sobre ese punto, un Espíritu superior ha respondido que, en efecto, se pueden encontrar seres de esta naturaleza, sin que lo sospechemos; agregó que esto es raro, pero que es factible. Como para que nos entendamos es preciso que demos un nombre para cada cosa, la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas los llama agéneres, indicando así que su origen no es el resultado de una generación. El siguiente hecho, que ha ocurrido recientemente en  París, parece pertenecer a esta categoría:
Una pobre mujer estaba en la iglesia de Saint-Roch (San Roque), y oraba a Dios para que la ayudase en su aflicción. A la salida de la iglesia, en la rue Saint-Honoré (calle San Honorato), ella encontró a un señor que la abordó diciéndole: «Mi buena señora, ¿estaríais contenta de encontrar trabajo?» –«¡Ah! Mi buen señor, dijo ella, ruego a Dios para que me lo haga encontrar, porque soy muy desgraciada». –«¡Pues bien! Id a tal calle, en tal número; preguntad por la señora T...; ella os lo dará». Después de decir esto, continuó su camino. La pobre mujer se presentó rápidamente en la dirección indicada. –«En efecto, tengo un trabajo para mandar hacer, dijo la señora en cuestión, pero como todavía no se lo he dicho a nadie, ¿cómo ha sido que me habéis venido a procurar?» Entonces la pobre mujer, al ver un retrato colgado en la pared, dijo: –«Señora, ha sido ese señor quien me ha enviado.» –«¡Ese señor! Replicó espantada la señora; pero no es posible: ése es el retrato de mi hijo, muerto hace tres años». –«Yo no sé cómo esto ha sucedido, pero os aseguro que es ese señor que acabé de encontrar al salir de la iglesia, donde yo había ido a orar a Dios para que me asistiera; me abordó y fue él mismo quien me envió aquí».
Según lo que acabamos de ver, nada habría de sorprendente en que el hijo de aquella señora, en Espíritu, haya aparecido con su forma corporal a la pobre mujer para prestarle un servicio –cuya plegaria sin duda él había escuchado– y para indicarle la dirección de su madre. ¿En qué se transformó después? Indudablemente en lo que era antes: un Espíritu, a menos que haya juzgado oportuno mostrarse a los otros bajo la misma apariencia, al continuar su paseo. Esta mujer habría así encontrado a un agénere con el cual había conversado. Pero entonces, se dirá, ¿por qué no se presentó a su madre? En esas circunstancias los motivos determinantes de los Espíritus nos son completamente desconocidos; ellos obran como mejor les parece o, mejor dicho, como ya lo dijeron: en virtud de un permiso sin el cual no pueden revelar su existencia de una manera material. Además, se comprende que su visión hubiera podido causar a la madre una peligrosa emoción; ¿y quién sabe si no se presentó a ella durante el sueño o de otro modo? Y, por otro lado, ¿no era ése un medio de revelarle su existencia? Es más que probable que él haya sido un testigo invisible de la conversación entre ambas damas.

El Duende de Bayonne no nos parece que deba ser considerado como un agénere, por lo menos en las circunstancias en que se ha manifestado, porque para la familia él siempre ha tenido el carácter de un Espíritu, carácter que nunca ha buscado disimular: ése era su estado permanente, y las apariencias corporales que ha tomado sólo eran accidentales, mientras que el agénere propiamente dicho no revela su naturaleza, y a nuestros ojos no es más que un hombre común; si fuera necesario, su aparición corporal puede ser de larga duración para poder establecer relaciones sociales con uno o con varios individuos.

Hemos pedido al Espíritu san Luis para que consienta esclarecernos sobre esos diferentes puntos, respondiendo a nuestras preguntas.

1. El Espíritu Duende de Bayonne ¿podría mostrarse corporalmente en otros lugares y a otras personas como lo ha hecho con su familia? –Resp. Sí, sin duda.

2. ¿Depende esto de su voluntad? –Resp. No exactamente; el poder de los Espíritus es limitado: sólo hacen lo que les está permitido hacer.

3. ¿Qué habría sucedido si él se hubiera presentado ante una persona desconocida? –Resp. Habría sido tomado por un niño común. Pero os diré una cosa: a veces existen en la Tierra Espíritus que han revestido esta apariencia, y que se los toma por hombres.

4. ¿Pertenecen esos seres a los Espíritus inferiores o superiores? –Resp. Ellos pueden pertenecer a ambas categorías; estos son hechos raros, de los cuales tenéis ejemplos en la Biblia.3

5. Raros o no, basta que sean posibles para merecer atención. ¿Qué ocurriría si, al tomar a un ser semejante por un hombre común, le hicieran una herida mortal? ¿Sería muerto? –Resp. Desaparecería súbitamente, como el joven de Londres. (Ver el número de diciembre de 1858: Fenómenos de bicorporeidad.)

6. ¿Tienen ellos pasiones? –Resp. Sí, como Espíritus, tienen las pasiones de los Espíritus según su inferioridad. Si algunas veces toman un cuerpo aparente es para gozar las pasiones humanas; si son elevados, lo hacen con un objetivo útil.

7. ¿Pueden procrear? –Resp. Dios no lo permitiría; sería contrario a las leyes que Él ha establecido en la Tierra; éstas no pueden ser alteradas.

8. Si un ser semejante se presentase ante nosotros, ¿habría un medio de reconocerlo? –Resp. No, a no ser por su desaparición, que se hace de una manera inesperada. Es el mismo hecho que el del transporte de muebles desde la planta baja hasta el desván, hecho que habéis leído al principio.

Nota – Alusión a un hecho de esta naturaleza relatado al comienzo de la sesión.

9. ¿Cuál es el objetivo que puede llevar a ciertos Espíritus a tomar este estado corporal? ¿Es preferentemente para el mal o para el bien? –Resp. A menudo para el mal; los Espíritus buenos se valen de la inspiración; ellos obran sobre el alma y por el corazón. Vosotros lo sabéis: las manifestaciones físicas son producidas por Espíritus inferiores, y éstas son de este número. Sin embargo, como lo he dicho, los Espíritus buenos también pueden tomar esa apariencia corporal con un objetivo útil; he hablado en general.

10. ¿Pueden en este estado volverse visibles o invisibles a voluntad? –Resp. Sí, ya que ellos pueden desaparecer cuando quieren.

11. ¿Tienen un poder oculto superior al de los demás hombres? –Resp. Ellos no tienen más que el poder que les da su categoría como Espíritus.

12. ¿Tienen necesidad real de alimentarse? –Resp. No; el cuerpo no es un cuerpo real.

13. Sin embargo el joven de Londres no tenía un cuerpo real, y entretanto almorzó con sus amigos y les dio un apretón de manos. ¿En qué se convirtió la alimentación ingerida? –Resp. Antes de darles un apretón de manos, ¿dónde estaban los dedos que estrechan? ¿Comprendéis que el cuerpo desaparezca? ¿Por qué no podéis concebir que la materia también desaparezca? El cuerpo del joven de Londres no era una realidad, puesto que él estaba en Boulogne; era, por lo tanto, una apariencia; sucedía lo mismo con el alimento que parecía ingerir.

14. Si se tuviese a un ser semejante entre nosotros, ¿sería un bien o un mal? –Resp. Sería preferentemente un mal; además, no se pueden adquirir grandes conocimientos con esos seres. Nosotros no podemos deciros demasiado; esos hechos son excesivamente raros y nunca tienen un carácter de permanencia, especialmente las apariciones corporales instantáneas, como la de Bayonne.

15. El Espíritu familiar protector, ¿toma algunas veces esta forma? –Resp. No; ¿no dispone él de las cuerdas interiores? Las toca más fácilmente de lo que lo haría bajo una forma visible y si lo tomásemos como uno de nuestros semejantes.

16. Preguntan si el conde de Saint-Germain no pertenecía a la categoría de los agéneres –Resp. No; era un hábil mistificador.

La historia del joven de Londres –relatada en nuestro número de diciembre– es un hecho de bicorporeidad o, dicho de otro modo, de doble presencia, que difiere esencialmente de aquel que abordamos. El agénere no tiene cuerpo vivo en la Tierra; solamente su periespíritu toma una forma palpable. El joven de Londres era perfectamente vivo; mientras que su cuerpo dormía en Boulogne, su Espíritu –envuelto por el periespíritu– fue a Londres, donde tomó una apariencia tangible.

Un hecho casi análogo nos es personal. Mientras estábamos apaciblemente en nuestra cama, uno de nuestros amigos nos vio varias veces en su casa, aunque con una apariencia no tangible, sentado a su lado y conversando con él como de costumbre. Una vez nos vio con bata, otras veces con gabán. Transcribió nuestra conversación y nos la comunicó al día siguiente. Ésta era, como bien se lo supone, concerniente a nuestros trabajos predilectos. Con miras a hacer una experiencia nos ofreció refrescos, y he aquí nuestra respuesta: «No tengo necesidad de ellos, ya que no es mi cuerpo que está aquí; vos lo sabéis, por lo tanto no hay ninguna necesidad de produciros una ilusión».

Una circunstancia bastante singular se presentó en esta ocasión. Ya sea por predisposición natural o como resultado de nuestros trabajos intelectuales –serios desde nuestra juventud, y podríamos decir desde la infancia–, el fondo de nuestro carácter 4 siempre ha sido de una extrema seriedad, incluso en la edad en la que no se piensa sino en los placeres. Esta preocupación constante nos da un aspecto de frialdad, incluso de mucha frialdad; es al menos lo que a menudo se nos reprocha; pero bajo este aparente aspecto glacial, el Espíritu siente quizá más vivamente que cuando se encuentra expansivo exteriormente. Ahora bien, en nuestras visitas nocturnas a nuestro amigo, éste se quedó sorprendido por vernos bastante diferente: éramos más efusivo, más comunicativo, casi alegre. Todo respiraba en nosotros la satisfacción y la calma del bienestar. ¿No es esto un efecto del Espíritu desprendido de la materia?  

Enrique Eliseo Baldovino
henrique@foz.net


1 La teoría de las apariciones a la que Kardec alude se encuentra, entre otras referencias, en la RE dic. 1858–I: Apariciones, págs. 321-324. Los fenómenos extraños a los que el Codificador también remite están referidos en la RE ene. 1859–III: El Duende de Bayonne, págs. 11 a 18, y tb. en la RE dic. 1858–IV : Fenómenos de bicorporeidad, pág. 328. (RE feb. 1859 –II : Los agéneres, pág. 36.)

2 RE abr. 1858 –V +: El Sr. Home – Tercer artículo, págs. 117-119.  (RE feb. 1859–II : Los agéneres, pág. 36.)

3 Sobre este asunto véanse, en el conmovedor volumen de El Evangelio según el Espiritismo, los capítulos XXV, 5º, y XXVII, 8º. Allan Kardec, en su extraordinario libro La Génesis, cap. XIV: Los fluidos – Apariciones - Transfiguraciones, realiza sobre el tema amplias referencias a la Revue Spirite en dos Notas de su Autoría (ítems 36 y 37), que a continuación transcribimos [colocando entre corchetes el nombre de los artículos que no constan en el original francés de La Génesis].

Nota de Kardec al ítem 36: «Ejemplos de apariciones vaporosas o tangibles y de agéneres: Revista Espírita de enero de 1858, pág. 24 [Visiones ]; –octubre de 1858, pág. 291 [ Fenómeno de aparición]; –enero de 1859, pág. 11 [El Duende de Bayonne]; –febrero de 1859, pág. 36 [Los agéneres]; –marzo de 1859, pág. 80 [Plinio el Joven – Carta de Plinio el Joven a Sura]; –agosto de 1859, pág. 210 [ Un Espíritu servicial]; -noviembre de 1859, pág. 303 [Advertencias del Más Allá – El oficial de Crimea]; –abril de 1860, pág. 117 [Variedades – Aparición tangible]; –mayo de 1860, pág. 150 [Variedades – El bibliotecario de Nueva York]; –julio de 1861, pág. 199 [Una aparición providencial]; –abril de 1866, pág. 120 [Una visión de Pablo I], y los detalles completos de El labrador Martin, presentado a Luis XVIII, diciembre de 1866, pág. 353 [El labrador Thomas Martin y Luis XVIII].»

Nota de Kardec al ítem 37: «Ejemplos de apariciones de personas vivas: Revista Espírita, diciembre de 1858, págs. 328 a 331 [Fenómenos de bicorporeidad]; – febrero de 1859, pág. 41 [Mi amigo Hermann]; – agosto de 1859, pág. 197 [Objetos en el Más Allá], y noviembre de 1860, pág. 356 [María de Ágreda – Fenómeno de bicorporeidad]». Cf. tb. la N. del T. 290 del año 1858. (RE feb. 1859 –II: Los agéneres, pág. 39.)

4 Estas palabras históricas, proferidas por el propio Allan Kardec, expresan su noble e inconfundible carácter [cf. las N. del T. 17, 32, 59, 65, 68, 109, 198 y 294 del año 1858 y la N. del T. Nº 54 de 1859] y sus elevados ideales de vida. Es de notarse que son muy raras las veces en que el Codificador habla de sí mismo, y cuando lo hace es siempre con un claro objetivo de estudio doctrinario, como lo es en este caso personal de aparición de personas vivas [cf. N. del T.  Nº 23 de 1859, 2º]. Es por eso que remitimos más específicamente a la N. del T. 59 (de 1858), y en especial al segundo párrafo, donde se encuentra un relato similar a éste, en el cual P.-G. Leymarie –amigo, discípulo y fiel colaborador y continuador de la Obra del maestro de Lyon– describe en otro contexto el carácter de afectuosa bonhomía, gentileza y bondad de Allan Kardec, cultivado en la intimidad de su convivencia. Posiblemente sea aquél el amigo visitado en Espíritu, a quien el Codificador se refería en este hecho particular. La fuente bibliográfica de dicha nota del traductor es la Biographie d’Allan Kardec (Biografía de Allan Kardec) [86 a], de Henri Sausse (Lyon, Francia, 1852 – Étoile [Drôme], 26/02/1928) [6 n] – su primer biógrafo –, que transcribe emocionantes pasajes escritos por Leymarie sobre Kardec, encontrados por Sausse entre la antigua correspondencia (documentos manuscritos) de Pierre-Gaëtan Leymarie, después de su desencarnación en 1901. (RE feb. 1859–II´:Los agéneres, pág. 41.)



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