viernes, 12 de septiembre de 2014

¿Por qué Dios se llevó a mi hijo?


Pocas personas sabían hasta ahora que recientemente pasé por momentos difíciles. Pero, como todo lo que nos ocurre, alegre o triste, nos sirve de aprendizaje, decidí compartirlo porque sé que muchas mujeres, madres, han atravesado o atraviesan situación similar.
Hace poco supe que estaba embarazada y la noticia me llenó de alegría y esperanzas, ya que desde hace cierto tiempo anhelaba la bendición de ser madre. No obstante, la alegría no duraría mucho, a las siete semanas de embarazo sentía mucho dolor y sabía que algo andaba mal. Ya no sentía la misma conexión inicial que tenía con mi bebé y mi cuerpo daba indicios de que el embarazo no seguía su curso natural. Además, en mi íntimo sabía que el final no sería como yo lo deseaba. Le hablé a su Espíritu, le pregunté si seguía conmigo, y si así era que, por favor, me hiciera saber porque estaba muy afligida. Me contestó con un dolor leve en la parte inferior derecha de mi abdomen. Sentí una mezcla de alivio y miedo. Sabía que seguía allí, pero algo raro pasaba.
Fui al médico y me pidieron hacer una ecografía urgente. En plena ecografía escuché por primera vez el corazoncito de mi bebé, pero al ver la fisonomía del médico, supe que también sería la última vez. Mi hija (yo sabía que era una niña) estaba ubicada en mi trompa derecha, por lo que el embarazo no podría avanzar. Me someterían a una cirugía para interrumpirlo.
Jamás sentí sensaciones tan contradictorias en mi vida. La emoción de escuchar su corazoncito por primera vez se mezclaba a la triste realidad que me tocaría aceptar. Aunque en mi íntimo yo sabía desde el principio que no sería madre en esa oportunidad, algo dentro de mí esperaba que no fuera cierto y yo trataba de engañarme, pero la realidad no es algo que se pueda ignorar.
Me internaron un día antes de la operación y cuando estaban por llevarme al quirófano, sentí que mi pequeñita estaba muy asustada. No podría explicar cómo lo sentía, pero lo sentía. Y aunque yo también tenía un torbellino de sentimientos, traté de tranquilizarme y tranquilizarla hablándole mentalmente. Si Dios nos permitía pasar por algo así era para que aprendiéramos algo y porque había una causa justa. Su papá y yo le rogamos a Dios que amparara a su Espíritu y que nos diera la fortaleza necesaria para afrontar la situación.
Después de la cirugía, en la cual también me tuvieron que sacar la trompa derecha, volví a casa con un gran vacío. Permanecí algunos días en mi casa terminando de tejer toda las ropitas y mantas que había empezado apenas supe del embarazo.
Tejía y trataba de trabajar el dolor y el vacío que sentía. Gracias a Dios jamás me rebelé. Mi llanto fue de nostalgia de lo poco que convivimos, las emociones en los momentos de oraciones (le encantaban) y hasta los latidos del corazoncito durante breves segundos; nostalgia de lo que no viviríamos...
Estoy muy agradecida a Dios por conocer el Espiritismo y por haber comprendido sus enseñanzas que me permitieron atravesar, y seguir atravesando, algo tan doloroso sin desesperación o bronca. Reconozco que hay razones por las cuales pasamos por dicha experiencia y me gustaría llevar este consuelo y entendimiento a madres y familias que “perdieron” a sus hijos amados.
Como lo dije, tuve la dicha de ser conocedora de la vida espiritual, sus leyes, lógica y misericordia, pero lamentablemente pocas familias cuentan con semejantes informaciones a la hora de afrontar algo tan difícil como el fallecimiento de un ser querido, especialmente el de un hijo. En casos así, es difícil comprender por qué lo que consideramos lógico parece ser desafiado, es decir, todos creen que el orden natural de la vida es que los padres fallezcan antes que sus hijos.
Cuando dicha lógica aparente victimiza a una familia sin bases espirituales sólidas, es común que aparezcan las preguntas, principalmente “¿por qué?”, una rebeldía hacia Dios también puede invadir el íntimo de los padres desesperados. ¿Cómo comprender y aceptar que un hijo fallezca antes de sus padres? ¿Por qué un niño muere?
Para contestar a estas y a otras preguntas, echaremos mano de las enseñanzas espíritas, expuestas en las obras básicas de la codificación y de los ejemplos traídos en obras subsecuentes idóneas.
En “El Libro de los Espíritus”, Allan Kardec les pregunta a los Espíritus “¿Por qué la vida suele interrumpirse en la infancia?”, a lo que ellos le contestan:
“La duración de la vida del niño puede ser, para el Espíritu que está encarnado en él, el complemento de una existencia interrumpida antes del término debido, y su muerte suele ser una prueba o una expiación para los padres.” 1
André Luiz nos enseña que “los hombres y las mujeres que corrompieron sus propios centros genésicos por la delincuencia emotiva o por los crímenes reiterados del aborto provocado” en otra existencia, “se endeudaron con la Eterna Justicia” y se recuperan a través del amparo a los Espíritus que reencarnan “destinados” a la muerte prematura. 2
Por otra parte, cuando alguien provoca su desencarnación, termina por provocar también un gran impacto en su íntimo, “bajo un traumatismo profundo”. Su mente atraviesa “indescriptibles flagelaciones, que van de la inconsciencia discontinua a la locura completa”, que se enseñorean de esas mentes torturadas” por el remordimiento. Ante tal situación, su Espíritu necesita rehabilitarse a través de una breve reencarnación con fines terapéuticos. 3
Es así, por la unión de hijos que necesitan dicha terapia y padres carentes de reparaciones, que la Ley Divina se manifiesta y permite que el equilibrio se restablezca.
Obviamente, no podemos encajar todos los casos de muertes prematuras en estos dos casos. Los citamos a modo de ejemplo, como para explicar que todo lo que nos ocurre en la vida tiene una causa justa y es el resultado de nuestras propias actitudes y elecciones.
Veamos otro ejemplo, presentado en el libro “Mi vida en gestación”, cuyo protagonista y narrador es el Espíritu Caio Mário, quien cuenta su experiencia personal en un caso de desencarnación en la infancia. Dice que su desencarnación sería triste y precipitada en la concepción de los encarnados, pero no era casualidad el hecho de que serviría para suavizar el corazón de Adamastor, su padre, que se recusaba a tener otro hijo mientras Caio Mário vivía. Incluso el nacimiento de Caio le había costado mucho esfuerzo, ya que Adamastor, “por razones egoístas”, prefería vivir solo con su esposa, sin la presencia de hijos. La llegada de Caio Mário le suavizó el corazón y su partida venció sus resistencias. Su hijo, a lo largo de los diez años que duró su encarnación, fue la representación del amor y de la amistad, sentimientos que Adamastar “jamás había conocido totalmente”. Pero con la superación de dicha resistencia, otros hijos vendrían. 4 Caio Mário reencarnó por amor, para auxiliar principalmente a su padre, para enseñarle el valor de una familia, el amor verdadero, sin egoísmo. Tal enseñanza empezó con el nacimiento de su hijo pero solo pudo ser completada con la desencarnación del mismo.
 Caio Mário relata las razones de su corta reencarnación, pero concluye que hay muchísimas y elevadas razones que pueden determinar la desencarnación de un niño o un adolescente, y “en el plano espiritual, esa interrupción siempre es vista con optimismo. (...) Le permite, en la mayoría de las veces, un saldo positivo al Espíritu que retorna. Es una de las pruebas más difíciles que los padres suelen enfrentar y, si lo hacen con resignación, pueden proporcionar un gran progreso a la pareja y a los familiares”, aunque la mayoría “aún no lo entienda de ese modo”. 5
En el prefacio del libro “Niños en la Ultratumba”, el Espíritu Emmanuel también nos deja sus lecciones, explica que “el Espíritu en evolución puede solicitar, en plena consciencia, ciertas experiencias o ser inducido” a desencarnar en la infancia para su propio beneficio. Aclara que es común que un individuo renazca para desempeñar algunas tareas, las cuales pueden llevarle pocos decenios o aún ser trasladas de una a otra existencia, como en “cuotas marcadas de tiempo”. Orienta que la desencarnación de niños debe ser comprendida desde el punto de vista de la inmortalidad y de la reencarnación. 6
Comprendida tal como nos lo orienta Emmanuel, la muerte aparentemente prematura no parece ser tan cruel e injusta como muchos pueden suponer y sería bueno reflexionar sobre el tema antes de avanzar en nuestros estudios.
Es lo que hace Kardec, en “El Libro de los Espíritus”, cuando escribe: 7
“Si el hombre tuviese una sola existencia, (...) ¿cuál sería el mérito de la mitad de la especie humana que muere a temprana edad, para disfrutar sin esfuerzo de la dicha eterna? (...) Por otra parte, no es racional considerar a la infancia como un estado normal de inocencia. ¿No vemos niños que al nacer parecen traer consigo la astucia, la falsedad, la perfidia y hasta el instinto del robo y del homicidio, pese a los buenos ejemplos que los rodean? (...) ¿De dónde viene esa perversidad precoz, si no es de la inferioridad del Espíritu (...)? Los viciosos, lo son porque sus Espíritus han progresado menos. (...)”
Por lo que podemos concluir, aunque se utilice de un cuerpo infantil o joven, el Espíritu puede tener una larga existencia, la cual no se limita a la actual. Un Espíritu viejo, por así decirlo, cada vez que necesita reencarnar, debe obedecer las leyes naturales, pasando por el período embrionario, alcanzando la infancia y, a veces, la juventud, la edad adulta y la vejez.
La cantidad de tiempo que permanecerá en la Tierra, ocupando un cuerpo físico, va a depender de las tareas que deberá desarrollar aquí. Algunas le exigirán muchos años, otras, pocos días.
Es importante, además, meditar sobre la misericordia divina, oculta en casos de desencarnación infantil, la cual, en la mayoría de las veces, no sabemos comprender ni aceptar.
Citamos un caso de estos en el artículo “Educación para la muerte”, publicado en laRevista Espírita Mies de Amor, n° 2 8, pero lo recordaremos para mejor comprender dicha misericordia.
En una familia espírita de considerable nivel espiritual, nació una niña cuyo Espíritu contaba con muchos equívocos de otras existencias. Cuando cumplió 8 años, se enfermó gravemente y no había esperanza en la medicina para su caso; desencarnaría pronto. Su familia pidió orientación espiritual en la institución espírita donde concurría y allí le explicaron que el Espíritu de la niña había cometido suicidio en las últimas existencias y ahora desencarnaría antes de alcanzar la adolescencia para no intentarlo de nuevo y para completar un poco del tiempo de vida que había abreviado voluntariamente. La familia rogó por una oportunidad de educarla bajo los postulados espíritas y estaba segura de que lograría evitar nuevo intento. Por los méritos espirituales de la familia, le fue concedido a la niña un período de 10 años más. Sin embargo, cuando la niña llegó a la adolescencia, se desvinculó de la familia, de los principios espíritas, se entregó a la drogadicción y se suicidó.
En este caso, lamentablemente, ese Espíritu no pudo avanzar como se esperaría y postergó la reparación y el aprendizaje para más adelante. Nos deja una lección: no siempre lo que creemos ser lo mejor así lo es. Dios todo lo sabe y a todos nos conoce. Sabe a qué pruebas nos podemos someter con posibilidades de obtener éxito o de fracasar.
La misericordia divina intercedió, dándole una encarnación corta para que no se comprometiera aún más ante las Leyes Divinas. Cuando ella así lo dispone es para que del período reducido resulte un beneficio. Nos cuesta entenderlo y, por nuestro egoísmo, deseamos atar a nuestros seres queridos a la Tierra sin reflexionar en las razones por las cuales Dios tiene otros planes para ellos, sin pensar que la sabiduría divina trata de evitar un mal mayor.

¿Dónde y cómo están nuestros hijos que fallecieron?

 Decíamos que nos cuesta aceptar la desencarnación de un ser querido, principalmente la de un hijo. Queremos tenerlo a nuestro lado, aunque no sepamos si estarían mejor así.
A través de las enseñanzas espíritas, aprendemos que la muerte no es un castigo, sino una liberación, el regreso a nuestro hogar verdadero.
En “El Libro de los Espíritus” encontramos una analogía muy didáctica acerca de dicha liberación y regreso. Dice que la muerte es como dos amigos que están en la cárcel. Ambos serán liberados, pero en diferentes momentos. ¿Sería caritativo sentirnos mal si nuestro amigo es liberado antes de nosotros? ¿No sería egoísta desear que siguiera sufriendo las penas del cautiverio solo para no dejarnos solos? ¿Qué decir de otro amigo, cuya salud debilitada le exige cambiarse de país para sentirse mejor? Estaríamos separados físicamente, pero podríamos mantener correspondencia y sabríamos que estaba bien. ¿Sería justo pretender que él se quedara con nosotros e ignorara su estado de salud? 9
Así es la muerte. Nos permite abandonar la “cárcel” del cuerpo, pesado y limitado para que seamos libres. No nos separa definitivamente de nuestros afectos porque el amor no tiene límites y podemos mantener fluida comunicación, aunque en distinto nivel.
Para saber dónde están los desencarnados y cómo nos podemos comunicar con ellos, entendamos algunos puntos fundamentales antes.
Cuando el Espíritu de un niño muere a temprana edad, recomienza una nueva existencia. 10 Sin embargo, el liberarse de su envoltura carnal, no quiere decir que recobra su lucidez de inmediato. Eso va a depender de los lazos existentes en el cuerpo físico y el Espíritu.11
El alma se desprende gradualmente del cuerpo “y con una lentitud muy variable según los individuos. En algunos es bastante rápido (...), se da en unas pocas horas”. En otros, puede durar horas, semanas y hasta meses. 12Cuando el individuo posee cierta preparación espiritual, o no tiene apego a lo material (cosas y personas), los lazos se rompen más rápidamente y el Espíritu recobra la lucidez también con más facilidad. De lo contrario, el desprendimiento es más lento y la recuperación de la lucidez se torna más difícil.
La agilidad o la lentitud del Espíritu en desprenderse o recuperar la lucidez, también determinará hacia donde va.
Que quede claro que no hablamos de cielo e infierno, como se verá a continuación.
El libro “Entre la Tierra y el Cielo” 13, podemos leer informaciones detalladas acerca de la presencia de niños en el Plano Espiritual. La instructora Blandina explica que no siempre el Espíritu de un niño asume el comando mental de sí mismo. Cuando eso ocurre, puede “desprenderse fácilmente de las exigencias de la forma, y supera las dificultades de la desencarnación prematura. Dice:
“Tenemos el conocimiento de grandes almas, que han renacido en la Tierra durante un muy breve plazo, simplemente con el objetivo de despertar a los corazones queridos para la conquista de valores morales, e inmediatamente después de haber prestado ese servicio, recuperan el aspecto que les era habitual. No obstante, para la gran mayoría de los niños que desencarnan, el camino no es el mismo. (...) A eso se debe, que no podamos prescindir de los períodos de recuperación, para quien se aparta del vehículo físico en la fase infantil (...). La variación de ese tiempo va a depender de la aplicación personal del aprendiz (...).”
En ese libro, detalla, además, las instituciones espirituales que reciben a esos Espíritus, cuidándolos y orientándolos con amor.
Ahora que ya entendemos mejor en qué situación se encuentran y su estado de lucidez, hablaremos sobre la comunicación, la cual depende del grado de lucidez del desencarnado.
 El conocido y reconocido médium Francisco Cândido Xavier (Chico Xavier), antes de su desencarnación, fue un importante vehículo de comunicación entre encarnados y desencarnados. A través de su facultad mediúmnica, los seres queridos desencarnados enviaban noticias y consuelo a los que habían quedado en la Tierra.
Sus mensajes son fuente de fe, esperanza y conocimiento. En ellos, comprenderemos mejor ciertos conceptos expuestos en este artículo, además de ampliarlos.
Empecemos con la carta de Hélio Ossamu Daikuara, cariñosamente llamado de Tiaminho. Nació el 23 de enero de 1975 y desencarnó, atropellado por un auto, el 25 de enero de 1980, a los 5 años recién cumplidos. Un año después de su desencarnación, escribe una carta direccionada a su familia contándole la razón por la cual desencarnó tan pronto y en circunstancias tan dolorosas. Presentaremos una versión de algunos fragmentos, ya que el mensaje original está en portugués. 14
Querido papá Hélio y querida mamá Sayoko, estamos aquí, más juntos y comprensiblemente más ajustados los unos con los otros por el redescubrimiento de mí mismo.
En los últimos meses vengo adquiriendo un crecimiento más amplio (...) con respecto a mis recuerdos de vidas anteriores en las cuales estuvimos unidos.
El abuelo Torao me asiste siempre, desde que regresé a la Vida Espiritual.
Me duele recordar que un día fui obligado a determinar que tú, [papá], practicara el Hara-kiri [suicidio ritual de origen japonés que consiste en abrirse el vientre con un arma blanca], como forma de condena en un proceso brutal en que la verdad no apareció en el tiempo debido. Creí que habías cometido un peculado en nuestros negocios, pero supe demasiado tarde que el robo había sido obra de un hermano consanguíneo.
El remordimiento me persiguió por el resto de mis días.
Desencarnado, en el Plano Espiritual, aguardé la oportunidad de reencarnar como tu hijo para sufrir igual condena.
Con la asistencia de quienes nos aman, renací para amarlos cada día más en la condición de hijo. Una vez sufrida la misma condena que te había impuesto, volví con una alegría inmensa al Plano Espiritual.
Agradezco a la Providencia del Señor que nos perdona y nos permite rescatar los errores pasados con amor y fe.
El amor cubre los errores humanos y la prueba de eso es que aquí estoy, agradecido por la oportunidad de confesarlo.
Mis padres queridos, reciban toda mi alma, con todo el jubiloso reconocimiento del hijo, siempre muy feliz y agradecido,
Tiaminho
Esta carta es un ejemplo claro de la desencarnación “prematura” como forma de reparación elegida por el propio Espíritu para tranquilizar su consciencia, además nos presenta un Espíritu cuya lucidez fue recobrada muy rápidamente. Tiaminho demuestra un discernimiento de la vida actual y de, por lo menos, una vida pasada. Vale decir que esta es la quinta carta enviada por él. Su Espíritu está bien, feliz y amparado en un buen lugar.
Todavía citaremos otras cartas de otros Espíritus, pero antes es importante saber que las comunicaciones casi nunca son tan palpables, lo que no quiere decir que no ocurran. Veamos lo que dice el citado libro “Entre la Tierra y el Cielo” acerca de otra forma de comunicación, mucho más común: la que ocurre durante el sueño.
Hay un relato de una madre que se duerme, su Espíritu se desprende parcialmente de su cuerpo físico y va al encuentro de su hijito desencarnado. El encuentro es conmovedor, pero, al regresar al cuerpo físico y a la vida material, mucho de lo que vio y oyó queda olvidado: 15
Se observa que el Espíritu de la madre al volver a la Tierra y “al yuxtaponerse con el cerebro físico”, pierde “la claridad mental”. Algo recuerda del paseo por el Mundo Espiritual, pero a través de impresiones que se desvanecen rápidamente. Solamente la imagen de su hijo permaneció nítida en su memoria.
Nos enseñan en la obra citada que muy pocas personas son capaces de guardar un recuerdo definido, la mayoría no soportaría la nostalgia que dicho recuerdo ocasionaría y que podría inducirlos a la muerte. “Mientras nos encontramos dentro del envoltorio terrenal, el contacto con el mundo de los Espíritus no puede superar cierto límite, a fin de que nuestra alma no pierda el interés de luchar dignamente mientras el cuerpo se lo permita.” Solo nos queda lo suficiente para reconfortarnos y convencernos de que nuestro ser querido nos aguarda en la vida mayor.
En el mismo libro, leemos un caso de Julio, un niño que desencarna y que, al contrario de Tiaminho, no presenta indicios de lucidez. Se había suicidado en otra existencia y en esta, es inducido a la muerte por su madrastra, aunque tampoco en esa existencia ofrece resistencia al hecho. Julio reencarna como hijo de su madrastra para que ambos puedan reparar sus errores, ya que, una vez más, desencarnará en la infancia y su madrastra sabrá qué se siente cuando un hijo desencarna y sanará los males que sufre como resultado de su remordimiento.
Los instructores explican que el caso de Julio es sencillo, pero doloroso. Sería una prueba breve, pero imprescindible. “Deberá padecer el angustioso deseo de quedarse en la Tierra”, pero, por haber cometido suicidio dos veces, “le corresponde experimentar por dos veces la frustración de sus actuales expectativas, a fin de que conceda mayor valor a la bendición que significa la vida terrenal.” 16
Podemos ver que las desencarnaciones en la infancia ocurren por causas justas y con un objetivo específico de impulsar el crecimiento espiritual de todos los involucrados. Pero, para que tal crecimiento se dé, es necesario que sepamos extraer de ellos el aprendizaje esencial, aunque nos sea muy difícil y doloroso.
Rebelarnos o desesperarnos no nos devolverá a nuestros hijos, tampoco nos aliviará el dolor, sino todo lo contrario. Como dijimos, hay muchísimas comunicaciones espirituales que llegaron de la mano del médium Chico Xavier. En ellas, hay una temática que se repite en reiteradas cartas: Que sus padres no sufran, ya que su dolor alcanza a sus hijos de forma muy penosa, principalmente cuando todavía no recuperaron la debida lucidez y el dominio de sí mismos.
Marcos Hideo Hayashi, quien desencarnó a los 12 años en un accidente de auto, con sus dos hermanos menores, João Batista Hayashi, de 11 años y Sheila Tieko Hayashi, de 7 años, se comunicó con sus padres después de diez meses de la desencarnación. Tal como lo hicimos con la carta de Tiaminho, presentaremos una versión en español de algunos fragmentos.
 Mi querida mamá, mi querido papá. Les pido la bendición.
Estoy con el abuelo Joaquim, quien me trajo para escribirles. Él me está ayudando, pero mi pensamiento tropieza en las ganas de llorar.
Papá nos enseñó a ser fuertes, pero es tanto el dolor a ser superado que no tengo fuerzas.
Quiero decirte, mamá, que confíes en Dios y en la vida.
Les ruego que no se dejen dominar por el sufrimiento.
Desde que desperté aquí, escucho los gritos de su corazón, las palabras que no dices, las oraciones afligidas y lágrimas que nadie en la Tierra puede ver.
Mamá, de no ser por la nostalgia y tu voz y la de papá dentro de mí, yo diría que todo está bien.
Estamos en un parque para niños. Somos sometidos a tratamientos, ejercicios, lecciones y mucho cariño. Amorosas enfermeras nos cuidan como madres.
Reposamos, pero sus voces nos alcanzan por todos los medios.
Mamá, no llorarías con tanta angustia si vieras como nuestra querida Sheila se cae de la aflicción por querer irse hacia donde estás.
Tengo la cabeza afligida, una emoción invade mi cerebro y me marea, pero el abuelo Joaquim me dice que todo estará bien cuando ustedes estén más fuertes.
Mamá, no guardes nuestras pertenencias. Dáselas a otros niños. Las lágrimas son fuerzas de Dios, pero deben ser oraciones de gratitud y amor, paz y fe.
Un día estaremos juntos, pero no pretendas venirte como quien fuerza la entrada en una casa desconocida. Poco a poco entenderemos las razones de lo que ocurrió.
No se quejen. Cultivemos la nostalgia en la iglesia del amor al prójimo. Aquí hay muchos padres de niños desamparados que sufren en el mundo, pero sé que tú, mamá, los asistirá tal como sus padres nos asisten aquí.
Bendigan a sus hijos que estamos aquí, pero que contamos con ustedes para fortalecernos.
En nombre de mis hermanos y mío, les dejo nuestro beso de respeto y amor,
Marcos
Esta carta es muy conmovedora y el tema central es el dolor provocado por los padres a sus hijos. En ella no se nota el mismo nivel de lucidez demostrada por Tiaminho, por ejemplo. Todo lo contrario, los niños demuestran no lograr desatarse del lazo que los prenden a su hogar terreno y no por su voluntad, sino por las voces de sus padres que no dejan de llamarlos con desesperación.
En otra carta, de Jair Presente, un joven que desencarnó a los 25 años, dirigida a su familia, él expresa que está en una buena situación, pero sufre mucho por las actitudes de sus familiares. Les dice que sus lágrimas lo prenden y que estará con ellos en las mismas condiciones en la que ellos estén con él. Fuertes, lo fortalecerán. Desanimados, lo desalentarán. Su memoria no funciona bien porque está atada a los recuerdos de ellos, tal como un globo esclavizado. Les pide auxilio. Que lo ayuden a ver y oír en donde está y no donde están ellos, para que pueda recobrar su lucidez. Las voces de la casa le llegan y su pensamiento no sale de donde lo mantienen cautivo. Les ruega que vivan y sean felices para que él también lo pueda ser. Dice esperar ponerse bien, pero que sus padres son las palancas que necesita para recomponerse. 18
A través de las palabras de Jair, queda claro la importancia de los buenos pensamientos, de las oraciones para que nuestros hijos puedan estar tranquilos. Los llamamientos los confunden y les provocan sufrimientos.
Ante tal situación, es interesante reflexionar sobre algunas palabras de los Espíritus que nos pueden ayudar a ver que la desencarnación de un hijo puede no ser tan horrible comparada a otras situaciones que los pueden alcanzar:
“La muerte del cuerpo no siempre es lo peor que nos puede suceder. ¡Cuántas veces los padres tienen la obligación de acompañar la muerte moral de los hijos, caídos en el crimen o en los vicios, que no consiguen frenar!”19
Al tener un hijo desencarnado necesitamos trabajar nuestro dolor para que estén bien y lo estarán. Tuvimos muchas pruebas en este artículo. Sabemos que cerraron un ciclo y están listos para empezar otro, mucho mejor. No obstante, al ver un hijo cometer crímenes o involucrarse en vicios, sabemos que está sembrando dolores futuros y que pasará mucho tiempo antes de que pueda comenzar un ciclo mejor. ¿Qué nos parece más importante, tener un hijo vivo pero infeliz y causante de la infelicidad ajena? ¿O tenerlo físicamente lejos, pero bien, feliz? Nuestro grado de egoísmo o de amor tendrá la respuesta a dicha pregunta. El egoísmo elegirá mantenerlos con nosotros, aunque en lamentables circunstancias. El amor sabrá comprender que lo mejor es que estén bien pese a nuestra nostalgia y dolor.
En una carta, Bianca Jassé Cunha, una niña que desencarnó a los seis años, hace que su madre reflexione al decirle que fue mejor desencarnar que quedar en la Tierra como un ser inútil. 20
Bianca dice, además, que su madre la sienta ya que las fronteras entre los dos mundos no permiten que la vea, lo que revela una gran lucidez de un Espíritu que desencarnó a temprana edad.
Bianca está en lo cierto. Puedo afirmar con seguridad que podemos sentir la presencia de nuestros hijos. En realidad, muy pronto pude sentir a mi hija junto a mí. La sentí y la siento muchas veces y siempre que eso da, estoy en un momento de equilibrio y oración. De lo contrario, nunca sucede.
Los Espíritus que participaron en la edificación de la Doctrina Espírita afirman lo mismo y con sus palabras queremos concluir este artículo, con el objetivo de llevar consuelo a las madres cuyos corazones se hallan heridos por la separación física transitoria de sus amados hijos y les recomendamos la lectura del capítulo completo. 21
 “Madres, sabed que vuestros amados hijos están cerca de vosotras. Así es, están muy cerca. Sus cuerpos fluídicos os envuelven, sus pensamientos os protegen, y el recuerdo que de ellos conserváis los embriaga de alegría. No obstante, vuestros dolores infundados también los afligen, porque denotan falta de fe y constituyen una rebelión contra la voluntad de Dios.”
“Vosotros, que comprendéis la vida espiritual, escuchad los latidos de vuestro corazón, que llama a esos seres queridos, y si rogáis a Dios que lo bendiga, sentiréis tan intenso consuelo que se secarán vuestras lágrimas; sentiréis aspiraciones tan grandiosas que os mostrarán el porvenir prometido por el soberano Señor.”

Marina Silva