viernes, 14 de febrero de 2014

EL ALMA SEGUN FLAMMARION


Los Espíritus y el Espiritismo”, que el gran astrónomo hizo
publicar en la Revista Francesa, de febrero/1863. La materia es una
exposición de la historia y de los principios del Espiritismo relatando las
primeras manifestaciones en América, su introducción en Europa y su
conversión en doctrina filosófica.
Reproducimos aquí, interesante artículo y a la vez entrevista del
afamado escritor E. Percy Noel, Publicado en el Diario Excélsior, del 3 de
septiembre de 1924 (México). Su título es: Cómo es el Alma, según
Flammarion.
“La más inesperada impresión que se recibe de Flammarion, es la de
su gran sinceridad y falta de pretensión. Siempre fue así. Nunca procuró
títulos, ni honores; no quiere que lo conozcan como sabio.
Hace algún tiempo le preguntó una señora en qué basaba ciertas
previsiones astronómicas.
–Fue una idea que se me ocurrió– dijo. Respuesta digna del profundo
filósofo que es.
Otro día, me decía, bajo la cúpula del Observatorio de Juvisy:
–Nunca encontré razones para que la ciencia se oculte bajo sombrío
manto. Siempre la amé por la belleza que nos revela. ¡Oh! ¡El estudio!
Jamás ambicioné otra cosa que poder estudiar.
El público juzga que sus libros acerca del cielo se leen con el placer
de una novela. No obstante, su exposición, es la de la más exacta de las
ciencias.
Se puede decir, que en ellos está basada el alma de este hombre
encantador, irradiando simpatía, con 80 años de edad, ojos llenos de
dulzura, modesto, con su enmarañada cabellera blanca, sobre todo en los
momentos en que muestra su tesoro.
En la cúpula del telescopio, se detuvo ante un mapa de la Luna y me
dijo con una sonrisa:
–Vea ahora mis propiedades– y marcó con el dedo un punto en el
mapa, cierta mancha de la Luna a la que los astrónomos dieron el nombre
de Flammarion.
–Pero– agregó con su inalterable sonrisa –, no es bueno hablar de
propiedades en estos días, cuando los impuestos son tan elevados.
El primer trabajo científico de Flammarion fue un tratado de
matemática sobre las dimensiones de las estrellas, escrito a los 20 años,
cuando estaba empleado en el Observatorio de Luxemburgo. Fue el primer
sabio que enunció la idea de saber si Marte está habitado, problema al que
consagró más de sesenta años de estudios científicos, que se tradujeron en
varios mapas del planeta, los cuales cada año se tornan más completos.
Sus estudios sobre la muerte y sus misterios datan también de
muchos años, pero no tienen el mismo carácter que sus trabajos sobre
astronomía. Es el resultado secundario de su concentración en el estudio
de los cuerpos celestes, de sus incansables esfuerzos para penetrar con la
vista el espacio y para aprender los secretos guardados por la distancia.
Después de llegar a ser un astrónomo competente, añadió al estudio
de lo visible en los cielos un profundo interés por el misterio de los espíritus
invisibles. Sólo en los últimos años consagró mucho de su tiempo a ese
asunto, seleccionando el mejor material que logró acumular en cincuenta
años, sacando sus conclusiones de las pruebas más indiscutibles:
“La Iglesia nos dice que el cielo, el infierno y el purgatorio son las
moradas de los Espíritus. Aunque aceptemos eso, nada impide que
busquemos más. Las investigaciones acerca de la naturaleza del alma
después de la muerte y su existencia deben hacerse siguiendo el mismo
método que se emplea en las demás investigaciones de carácter científico,
esto es, sin prejuicios, sin ideas preconcebidas y procurando colocarnos
fuera de toda influencia sentimental o religiosa.
Después de las investigaciones que practiqué, animado de ese estado
espiritual, declaro que existen las manifestaciones post mortem. Baso esta
aserción en hechos que desafío al más escéptico de mis contradictores a
explicar, sin admitir ninguna acción de parte de los muertos.
Muchos de los hechos que cito aquí, se hallan tan bien demostrados,
que están fuera de toda duda, y los que niegan o son ignorantes o carentes
de lógica.
No fue sin que yo lo provocase que él se expresó en términos tan
enérgicos. Procuré hacer que hablase con la mayor amplitud y logré
resumir así sus conclusiones.
El alma existe como ser real, independiente del cuerpo. Está dotada
de facultades que son, todavía, desconocidas para la ciencia humana.
Puede operar a distancia telepáticamente, sin la intervención de los sentidos.
Existe un elemento psíquico, activo de naturaleza que, nos es oculta.
Las observaciones más incontestables no dan lugar a dudas de que,
en ocasión de la muerte, el alma opera a una distancia de kilómetros sobre
la mente de los vivos, haciéndoles oír ruidos demostrativos y presentándoles
el espejismo de la persona moribunda.
Hay varias proposiciones que me siento autorizado a formular como
definitivamente establecidas:
Los seres humanos fallecidos y a los que se acostumbra llamar
muertos, continúan existiendo después de la disolución del organismo
material.
Existen en una substancia invisible e intangible, que nuestros ojos no
ven, que nuestras manos no pueden tocar y que nuestros sentidos no
pueden apreciar en las condiciones normales.
En general no se muestran ni se manifiestan. Su forma de existencia
es muy diferente de la nuestra. A veces actúan sobre nuestra mente, y en
ciertos casos, pueden demostrar su supervivencia. Cuando influyen sobre
nuestra mente y nuestro cerebro, los vemos como los conocimos, con sus
ropas, sus modos, su personalidad. Es una percepción de alma a alma. No
son alucinaciones, ni visiones imaginarias. Son realidades. Lo invisible se
hace visible.
En gran número de casos, las apariciones de los muertos no son
intencionales. La persona muerta parece continuar con sus hábitos, errando
alrededor de los lugares en que vivió, o no muy lejos de su tumba. Mas, la
distancia nada importa a los Espíritus. Las ondas etéreas emanan del alma
y se transforman en cuadros para el cerebro receptor que vibra en sintonía
con ellos.
Las apariciones y manifestaciones son relativamente frecuentes en
las horas que siguen al fallecimiento; su número disminuye con el
transcurso del tiempo.
Las almas separadas de los cuerpos conservan su mentalidad
terrestre durante largo tiempo. Los católicos, con frecuencia, piden
oraciones.
Verificamos que la muerte no existe. Es una evolución. Es la puerta
de la vida.
–¿Y dónde están las almas?– Pregunté. –¿Qué hacen? ¿Son felices?
“–Son de acuerdo con lo que hicieron en esta vida.
El karma de los teósofos es una realidad. Los seres que viven sólo
para lo que es material y sólo por la materia, no gozarán de los placeres del
Espíritu. Los sibaritas de la carne se sentirán desencantados. Los sensuales
pasarán a través de una evolución largo tiempo retardada. El progreso
espiritual no es el mismo para todos. Las reencarnaciones se relacionan con
los valores intelectuales y morales. La atmósfera está llena de nómadas
inconscientes y tal vez de la mayoría de los millares de seres humanos que
mueren diariamente.
Al abandonar la vida terrena el alma no se torna angélica. La muerte
no puede convertir al hombre en omnisciente. El alma, ya lo vimos, no se
transforma al día siguiente de la muerte. La guillotina es incapaz de
transformar un bandido en santo.
¿El cielo? Es el espacio universal, la vía láctea en la que nuestro
planeta es una aldea perdida. No hay alto ni bajo en el Universo, que es
inconmensurable. Con respecto a la leyenda de los eternos sufrimientos del
infierno, difícilmente vemos que pueda concebir eso, la razón humana.
Después el astrónomo nos mostró el camino del parque que rodea
el Observatorio. Había allí un pinar plantado por el emperador de Brasil.
Por fin se detuvo en un prado, en forma de estrella, donde yace
sepultada su esposa.
–Ésta es mi tumba– dijo en tono nostálgico. –¡Aquí, entre los
árboles, en esta soledad del silencio!
Cuando regresaba a París, leí la dedicatoria del libro que me
ofreciera: Después de la Muerte.

Decía: “De parte del perpetuo estudiante C. Flammarion”.”