miércoles, 6 de mayo de 2015

UN OBSESOR EN EL CENTRO ESPÍRITA

                                     
                                    UN OBSESOR EN EL CENTRO ESPÍRITA
En un centro espírita famoso y muy frecuentado, Raimundo estaba iniciando los trabajos de desobsesión. Raimundo, como buen adoctrinador espírita desde hace más de 30 años, hizo una oración de apertura y pidió a Jesús que ayudase a liberar a todos los hermanos que viniesen a la sala de desobsesión del sufrimiento que atravesaban.
Raimundo vio al médium incorporar a un espíritu que decía estar en el umbral, sufriendo mucho por culpa de la rabia y resentimiento que sentía de un adversario. Raimundo inició entonces los procedimientos de la desobsesión clásica y dijo que el espíritu debería perdonar al adversario, pues la ley del amor es nuestra salvación.
El espíritu incorporado, con mirada penetrante, dijo:
– ¿Y por qué debo confiar en ti?
– Mira hermano – dijo Raimundo – Estamos aquí en un centro espírita, donde las enseñanzas de Jesús se practican. Nosotros aquí ayudamos a todos los espíritus sufrientes y necesitados.
– ¿Y también te ayudas a ti mismo, o sólo piensas en ayudar a los demás? Preguntó el espíritu. Raimundo quedó sorprendido con la pregunta, pero como adoctrinador experimentado sabía que no podía caer en las artimañas de los obsesores, y dijo:
– Hermano… no estamos aquí para hablar de mí. Tú estás en el umbral y necesitas ayuda. ¿No quieres salir del umbral?
– Sí, quiero. – dijo el obsesor – Sólo me pregunto cómo existen tantas personas viviendo en el nivel o en el estado umbralino y no lo perciben, incluso estando encarnados. Pues a fin de cuentas, como tú mismo enseñas en tus charlas aquí en el centro, el umbral es un estado de conciencia y no un lugar o espacio físico. Algunos espíritus viven en el umbral porque no consiguen desprenderse de la rabia y resentimiento que sienten de un enemigo. Pero tú, Raimundo, ¿perdonas a todas las personas? ¿No sientes también rabia y resentimiento de alguien?

Raimundo se estaba irritando con el obsesor. Estaba pensando en una respuesta, pero el espíritu completó:
– ¿No es verdad que también sientes rabia y resentimiento de tu ex-mujer, que te traicionó con uno de tus amigos hace aproximadamente 10 años? ¿No es verdad que hasta hoy no consigues perdonarlos?
Raimundo se asustó con aquellas palabras. “¿Cómo podía el espíritu saber eso?” pensó. Comenzó a sentir rabia del obsesor, y no muy confiado, dijo:
– No voy a entrar en tu encerrona. Tú como obsesor experimentado debes atacar a las personas en sus puntos débiles. Por lo tanto, que sepas que…
– ¿Yo soy un obsesor, Raimundo? – preguntó el espíritu interrumpiendo a Raimundo. – Yo me pregunto si todos nosotros no somos un poco obsesores de las personas que decimos amar, pero que en el fondo las intentamos controlar y ganar su afecto a la fuerza. ¿No es verdad que tú has sido casi un obsesor de tu hija adolescente? ¿Cuántas veces al día la llamas preguntando dónde está? ¿Cuántas veces le prohibiste que saliera con chicos? ¿Cuántas veces interrumpiste la libertad de tu pequeña por culpa de los propios miedos e incertezas que guardas dentro de ti? Puedes estar siendo un gran obsesor encarnado de ella y ni percibirlo…
Raimundo quedó atónito con aquellas revelaciones. Aquel espíritu parecía saberlo todo sobre él, y estaba allí desnudando sus defectos uno a uno. Raimundo todavía no quería dar el brazo a torcer y se quedó con más rabia. Decidió hacer una oración, diciendo:
– Señor Jesús, pido que tu equipo conduzca a este hermano perturbado a un lugar de tratamiento en el plano espiritual. El espíritu dijo:
– ¿Por qué me llamas hermano, si en este momento quieres, en verdad, apretarme el cuello? ¿De qué vale hacer una oración a Jesús con toda esa rabia que casi sobresale de ti? No, Jesús no te va a atender en este momento… Necesitas, Raimundo, parar de huir de tus problemas y emociones, mirar hacia las impurezas de tu ser, y parar de creer que es el otro siempre el sufridor y que tu eres el “salvador”. En verdad, todos nosotros necesitamos ayuda, todos somos sufrientes en mayor o menor grado. Y orientar a otro a practicar aquello que nosotros mismos no realizamos en nuestra vida es, nada más y nada menos, que hipocresía. Es de la hipocresía que el ser humano necesita liberarse… Enseñar aquello que practica, o apenas practicar, sin necesitar orientar a los demás a hacer aquello que nosotros mismos no hacemos. Cuando se vive a vida espiritual, no necesitamos estar enseñándola a otros, nuestros actos ya demuestran los principios que deseamos transmitir…
Raimundo sintió unas inmensas ganas de llorar y se desmoronó llorando… El espíritu incorporado se le acercó. Colocó las manos en su hombro y dijo:
– Calma mi hermano. Necesitabas esta terapia de choque para poder verte a ti mismo y parar de ver los defectos solamente en los demás. Necesitabas también parar de verte como el “salvador” y a los demás como “sufrientes”, pues ello no es nada más que una forma de orgullo y soberbia; es una forma de sentirse superior y de ver a los demás como inferiores. Llora, saca todo esto que sientes hacia fuera, haz una revisión de esos puntos que yo te presenté, y a partir de ahora podrás convertirte en un verdadero ser humano, renovado, y listo para ayudar al prójimo, realizando la verdadera caridad… Y esa vez, sin hipocresía.
Raimundo, después de algunos minutos de lloro intenso, miró hacia el espíritu y preguntó:
– ¿Quién eres?
El espíritu miró hacia Raimundo con todo el amor y cariño y dijo:
– Hijo mío, ¿no pediste a Jesús, en tu oración de apertura de los trabajos, que liberase a los espíritus de esta sala del sufrimiento? Entonces hijo mío, Jesús me pidió que viniese aquí y te mostrara todo esto a ti, para que pudieses verte a ti mismo, salir del “umbral” de tu mente, y liberarte de todo aquello que te causa sufrimiento. Soy un enviado de Jesús, y a partir de ahora, tú serás un nuevo hombre…
Raimundo lloró todavía más. Agradeció inmensamente a Dios y a Jesús aquella sagrada lección de autoconocimiento… Después de ese episodio, se tornó una persona mucho mejor…
Autor: Hugo Lapa