sábado, 17 de noviembre de 2012

MEDIUMNIDAD EN LOS NIÑOS




1 - Divaldo, películas como "Sexto Sentido" retratan el caso de niños con mediumnidad ostensiva. ¿Cuándo podríamos identificar el caso de un "niño médium"? 

El Espiritismo es una ciencia experimental y todos los casos, a fin de merecer credibilidad, deben pasar por el tamiz de la observación, del estudio y de la confirmación.

Sin duda, en el período lúdico, el niño tiene la imaginación muy rica y crea imágenes, hechos fantasiosos, que tienen que ver con su propio desarrollo psicológico.

De este modo, cuando un niño informa que ve seres espirituales, la mejor metodología es la observación, acompañando sus narrativas con tranquilidad y confiriéndolas con la realidad.

A través de la conversación natural y sin disfraces, se debe explicarle que dicho caso es verdadero y que debe mantenerse perfectamente tranquilo, evitando la generación de miedos injustificables o de deslumbramientos innecesarios.

 2 – ¿Qué deben hacer los padres cuando detectan que su hijo es un "niño médium"? ¿Pueden llevarlo a la evangelización, sesión mediúmnica, tomar pase, etc.?

 Los padres que perciban mediumnidad en sus hijos aún niños, deben considerar el fenómeno como natural, conduciéndolos a los estudios de la evangelización espírita infanto-juvenil, recurriendo a los pases, cuando hubiera necesidad, manteniendo el estudio del Evangelio en el hogar y orientándolos con naturalidad.

Una buena sugerencia es evitar que los niños participen en reuniones mediúmnicas de cualquier naturaleza, puesto que, encontrándose en fase de desarrollo psicológico y sin discernimiento para las profundas consecuencias de la mediumnidad, la prisa por educar la facultad puede ocasionar graves daños en el comportamiento infantil.

 3 – ¿Cómo deben actuar los dirigentes de los Centros Espíritas cuando reciben niños médiums en su institución? ¿Cómo CONDUCIRLOS correctamente?

 La actitud más compatible con la metodología educacional propuesta por la Doctrina es conducir a actividades de evangelización espírita, a conversación saludable de orientación moral y espiritual.

4 – Muchos niños afirman que hablan con un "amigo invisible", ¿se trata de mediumnidad?

 Desde que exista comunicación entre un encarnado y otro desencarnado, estamos ante un fenómeno mediúmnico. En este caso, constatamos, cuando es auténtica la información infantil, que se trata de un intercambio de esta naturaleza.

 5 – En Hechos, 2:17 vemos la afirmativa de Jesús: "Y en los últimos días, dice Dios, derramaré algo de mi espíritu sobre toda clase de carne, y sus hijos y sus hijas profetizarán, y sus jóvenes verán visiones y sus viejos soñarán sueños;" Observamos, hoy en día, muchos niños con actitudes y sensibilidad espiritual; ¿estamos en estos tiempos mencionados en el evangelio?

 ¿Se trata del surgimiento de una nueva generación de Espíritus reencarnando con mediumnidad elevada?


 Nos encontramos en los denominados días anunciados por las Escrituras. Esta profecía de Joel, repetida por Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, es uno de los más bellos argumentos de anuncio de la mediumnidad generalizada, eliminando los viejos conceptos de don, privilegio, concesión especial, y conduciéndola a la realidad de conquista intelecto-moral del Espíritu en su proceso de evolución.

En todas las épocas siempre hubo niños médiums, y ahora, en la gran transición de mundo de pruebas y expiaciones para el mundo de regeneración, Espíritus de otra dimensión reencarnan en la Tierra, a fin de adelantar este proceso iluminativo.

Allan Kardec, en "La Génesis", en el capítulo XIV, se refiere a esta nueva generación.

Psicólogos, psicoterapeutas, educadores modernos se sorprenden con muchos de los niños actualmente reencarnados, lo que viene dando margen a estudios profundos, algunos de los cuales resultaron en las indebidas denominaciones de niños índigo y cristal, así como de otros con diversos trastornos que vienen siendo cuidados de manera especial, en los cuales se ocultan fenómenos espirituales variados.

 6 – ¿Los niños médiums pueden sufrir obsesión?

 Claro que sí, porque infantil es solamente el cuerpo. Los Espíritus que habitan los cuerpos son viajeros del tiempo y del espacio, portadores de títulos de ennoblecimiento y de graves débitos para con las Leyes Divinas. Es natural que estando incursos en delitos, experimenten desde la infancia la presencia de sus cobradores entonces desencarnados.

 7 – En los Estados Unidos, los fenómenos de Hydesville, contaron con la participación de niños médiums: las hermanas Fox y en el trabajo de la Codificación Espírita en Francia, Allan Kardec contó con la colaboración de diversos niñas médiums como las hermanas Baudin. ¿Por qué sucedió? 

Estas jóvenes que participaron en los fenómenos de Hydesville y de la codificación del Espiritismo eran mayores de 13 años, encontrándose en la adolescencia. Pienso que los nobles guías de la humanidad las prefirieron, con el objetivo de demostrar que no eran ellas las responsables por las profundas respuestas que daban a las preguntas que les eran formuladas, en vista de la falta de cultura y de conocimientos generalizados.

Además, estando con el inconciente actual liberado de impresiones perturbadoras, eran más fácilmente conducidas por los desencarnados que utilizaron sus facultades.

 8 – ¿Los niños médiums, cuando se convierten en adultos, continuarán siendo médiums?

 Siendo la mediumnidad una facultad orgánica que el cuerpo reviste de células, prosigue durante el desarrollo infanto-juvenil, edad adulta, provecta hasta la desencarnación, pudiendo sufrir alteraciones, bloqueos e inclusive pérdida, como enseña el noble Codificador. Normalmente, los niños médiums prosiguen en el ejercicio de la facultad cuando alcanzan la edad de la razón, lo que sucedió, por lo menos, con aquellos que quedaron conocidos y prosiguieron en la labor mediúmnica.

 9 – Finalmente, ¿podría contarnos su experiencia como niño médium y cómo fue útil en su vida actual?

 Conviviendo con los Espíritus desde los cuatro años y medio de edad, nunca me perturbé con su asistencia en el período infantil. Solamente, más tarde, cuando comencé a identificar aquellos que eran portadores de sentimientos malos y perversos, fue que experimenté conflictos y aflicciones.

Gracias al conocimiento del Espiritismo y a su estudio sistematizado, he podido mantenerme en equilibrio posible, a través de los tiempos, marchando en dirección del amor inefable del Padre.

> Faro, Portugal, 9 de diciembre de 2008.

 Entrevista concedida a Luis Hu Rivas para La Revista Espírita en español.

Práctica y peligros de la Mediumnidad





Después de haber negado durante mucho tiempo la realidad de los fenómenos espíritas, algunos de sus contradictores, ya vencidos por la evidencia, cambian ahora de táctica y nos dicen: Sí, el Espiritismo es una verdad, pero la práctica de él está llena de peligros.

No puede negarse que el Espiritismo ofrece ciertos peligros para los imprudentes que, sin estudios previos y sin preparación, sin método y sin una eficaz protección se entregan a la investigación de lo oculto. Haciendo de la experimentación un juego, una diversión frívola, no logran más que atraerse los elementos inferiores del Mundo Invisible, cuyas influencias fatalmente sufren.

No obstante, se ha hablado de estos peligros con marcada exageración. Naturalmente que, como en todo, es bueno tomar ciertas precauciones. La Física, la Química, la Medicina exigen prolongados estudios, y el ignorante que sin preparación alguna pretendiese manejar sustancias químicas, tóxicas o explosivas, expondría a serios peligros su salud y aun su propia vida. No hay en este mundo una sola cosa que no sea buena o mala, según el uso que de ella se haga. En todo caso, es injusto hacer notar el lado malo de las prácticas espíritas sin señalar, al mismo tiempo, los beneficios que de las mismas se extraen, los cuales son mucho más importantes que los abusos y las decepciones.

No hay progreso ni descubrimiento que no haya realizado con algún peligro para el hombre. Si los pueblos, desde los tiempos más antiguos, no se hubieran atrevido a cruzar los mares porque la navegación ofrecía grandes riesgos, ¿qué hubiera sucedido? La humanidad, fraccionada en mil familias, hubiera vivido confinada en los continentes, desaprovechando los beneficios inmensos que logra ahora con los viajes y el comercio. El Mundo Invisible es también un vasto océano profundo, sembrado de escollos, pero también lleno de riquezas y de vida. Tras el velo del Más Allá se agita una multitud innumerable que tenemos mucho interés de conocer, pues en ella está depositado el secreto de nuestro porvenir. De ahí la necesidad de estudiar y explorar ese Mundo Invisible, requiriendo la contribución de las fuerzas y los recursos inagotables que encierra, tan ricos y poderosos, que los de la Tierra han de parecernos cada día más escasos y mezquinos.

Por otra parte, aun suponiendo que nosotros pudiésemos desinteresarnos del Mundo Invisible, no por eso dejaría él de interesarse por nosotros. Su acción sobre la humanidad es constante, estamos sometidos a sus influencias y sugerencias. Quererlo ignorar, es quedarnos voluntariamente desarmados ante él. Mientras que, mediante un estudio metódico, aprendemos a atraer sobre nosotros las fuerzas bienhechoras, los auxilios y las influencias buenas que contiene; aprendemos a alejar a las fuerzas nefastas, reaccionando contra ellas por medio de la voluntad y la plegaria. Todo depende de la manera cómo se empleen y la dirección que se imprima a nuestras fuerzas mentales. ¡Cuántos y cuántos males, cuya causa no conocemos, dado que ignoramos estas cosas, podrían evitarse por medio de un estudio profundo y consciente del Mundo Invisible!

La mayoría de los neuróticos y de los alucinados, que trata sin éxito alguno la Medicina oficial, no son más que enfermos de obsesión, susceptibles de ser curados por medio de las prácticas espíritas y magnéticas.

Dios ha puesto al h
ombre en medio de un océano de vida, de un mar inagotable de fuerzas y de potencias, dándole además la inteligencia, la razón y la conciencia para que aprenda a conocer y conquistar esas fuerzas, utilizándolas en su bien. Por medio de este constante ejercicio llegaremos a desarrollar completamente nuestro Ser, estableciendo su imperio sobre la Naturaleza, el dominio del pensamiento sobre la materia, el reino del Espíritu sobre el mundo.

Es ése el más sublime y elevado objetivo que podemos dar a nuestras existencias. En vez de apartar de él al hombre, enseñémosle a caminar a su encuentro sin ninguna duda. Estudiemos, escrutemos el Universo en todos sus maravillosos aspectos, bajo todas sus formas. El saber es el bien supremo, pues de la ignorancia provienen todos los males.



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MOZART Y LA VIDA EN JUPITER


“En el planeta donde vivo, Júpiter, la música está por todas partes: en el murmullo del agua, en el ruido de las hojas, en el canto del viento. Las flores murmuran y cantan; todo produce sonidos melodiosos. ¡La Naturaleza es tan admirable! Todo nos inspira el deseo de estar con Dios.(...)
No tenemos instrumentos: son las plantas y los pájaros los coristas. El pensamiento compone, y los oyentes disfrutan sin audición musical, sin el recurso de la palabra, y eso a una distancia inconmensurable. En los mundos superiores esto es aún más sublime”.                   
                                                                                                                                                                                                         Mozart

La descripción de Mozart sobre el lugar en que vive, en el mundo espiritual, es como su música: sublime, poderosa, plena de sensibilidad. Desencarnado sesenta y seis años antes del lanzamiento de El Libro de los Espíritus, Mozart, en tanto, está muy presente en la Historia del Espiritismo. Además de haber sido evocado por Allan Kardec, dictó un fragmento de sonata a un médium y dibujó su casa en Júpiter diseñada por el Espíritu Bernard Palissy.

En la Revue Spirite de mayo de 1858, Allan Kardec publicó dos comunicaciones mediúmnicas espíritas del compositor austriaco. En ellas, Wolfgang Gottlieb Mozart está plenamente identificado, con sus preferencias, su amor por la música, su alegría transbordante, su gratitud a la vida, su emoción al hablar de Dios.

En los textos publicados en la sección «Conversaciones Familiares Más Allá de la Tumba» de la Revue Spirite, Mozart responde inicialmente a veinte y ocho cuestiones formuladas por quienes lo evocaron. De estas, apenas las tres últimas versan sobre su personalidad. En las otras, él responde a preguntas generales sobre la vida en el mundo espiritual. Y, observa Kardec, sus palabras guardan notable concordancia con las respuestas dadas por otros Espíritus, inclusive las contenidas en El Libro de los Espíritus.

La segunda evocación – que el Codificador supone que había sido hecha por un músico – expone aún mejor la personalidad encantadora de Mozart. Es allí que él habla sobre la música en el mundo en que vive. Bondadoso y gentil, anima al amigo encarnado y se dispone a inspirarlo. Se despide diciendo que se sentirá feliz si fuera evocado por músicos, pues desea contribuir para el progreso de todos.

Además de esas dos comunicaciones, Kardec publica en la Revue Spirite un artículo llamado «Música de Ultratumba»; Mozart acababa de dictar al médium Bryon-Dorgeval un fragmento de la sonata. El médium pidió a diversos artistas que oyesen la pieza, sin indicarles el origen. Todos en ella reconocieron, sin alguna duda, el cuño del compositor de «La Flauta Mágica».

El trecho de la sonata fue ejecutado en la sesión de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas del 8 de abril de 1859. En presencia de numerosos conocedores, la sonata fue ejecutada por la señorita de Davans, ex-alumna de Frederic Chopin. La pianista ejecutó antes una sonata de Mozart, compuesta cuando encarnado. «Todos fueron unánimes en reconocer no sólo la perfecta identidad del género, sino la superioridad de la composición espírita», escribió Kardec. Seguidamente, ella tocó un trecho de Chopin y el Codificador aprovechó la ocasión para evocar a los dos compositores. Ambos acudieron: Mozart con su alegre personalidad; Chopin entristecido y sombrío.

En aquella noche memorable, Mozart no sólo reconoció como de su autoría el fragmento de sonata, sino que elogió a Bryon-Dorgeval: «El médium que me sirvió de intérprete es un amigo que no me traicionó». Y declaró preferir el fragmento de sonata que hizo desencarnado a la que compuso en la Tierra. «La dulzura y el encanto en él (mediúmnico) están más vivos y más tiernos», explicó.

Pero ante la pregunta sobre la música en el mundo en que vive, él informa que los hombres tendrían dificultad de comprenderla, ya que les falta el sentido para ello. «En vuestra Tierra, vosotros hacéis la música; aquí, toda la naturaleza hace oír sonidos melodiosos». Luego, delante de la platea, el compositor desencarnado se rehúsa a ser sometido a pruebas: «¿Podrías tocar, tú mismo el piano?», preguntó Allan Kardec, a lo que Mozart respondió: «Sin duda podría, mas no quiero; es inútil». El Codificador indica, en la ocasión, que los Espíritus serios no se someten a pruebas. Las dos últimas frases del diálogo son puro divertimiento. Por un lado, Kardec provoca levemente al compositor: «Sin embargo, eso sería,  un poderoso motivo de convencimiento (tocar el piano)». Pero Mozart escapa con una salida típica de su genio: «¿Acaso no estáis convencidos?». (Lea la sesión integra en la página 22). El fragmento de sonata dictada por Mozart fue publicado por la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas y los interesados podían adquirirla en las oficinas de la Revue Spirite, en la Galerie d´Orléans 31, al costo de 2 francos. Copias de la sonata estaban entre las publicaciones espíritas quemadas en el Auto de Fe de Barcelona (por la Iglesia Católica), el 9 de octubre de 1861.

En agosto de 1858, también en la Revue Spirite, Mozart volvió a ser noticia. En el artículo intitulado: «Las Habitaciones del Planeta Júpiter», el médium y teatrólogo francés Victorien Sardou escribió sobre los diseños mediúmnicos que había recibido. Entre ellos está el de la casa de Mozart. Sardou responde a las críticas sobre la tesis de que habría vida en Júpiter y es elogiado por Kardec. «El autor de esa interesante descripción es uno de esos adeptos fervorosos y esclarecidos que no temen confesar francamente sus creencias, y se coloca encima de la crítica de personas que no creen en nada de aquello que sale del círculo de sus ideas. Ligar su nombre a una doctrina nueva, desafiando los sarcasmos, es un coraje que no es dado a todo el mundo, y felicitamos al señor V. Sardou por tenerlo. Su trabajo revela el escritor distinto que, aunque joven aún, ya conquistó un lugar honroso en la literatura, y une al talento de escribir, los profundos conocimientos de sabio; nueva prueba que el Espiritismo no recluta entre los ineptos y los ignorantes», escribió el Codificador.

En el mes siguiente, Kardec publicó las consideraciones de uno de los lectores de la revista sobre el diseño. La carta de ese lector, que había notado que Victorien Sardou no percibiera algunos detalles del grabado, fue comentado por el Codificador: «Insertamos con mucho agrado esa observación, en cuanto ella prueba hasta que punto el pensamiento del médium permaneció extraño a la confección del dibujo».




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Entrevista al Espíritu del Duende de Bayonne




Los agéneres

En varias ocasiones hemos dado la teoría de las apariciones y la hemos recordado en nuestro último número, a propósito de los extraños fenómenos que hemos relatado. Para una mejor comprensión de lo que sigue, remitimos a nuestros lectores a los mismos.1

Todos saben que en el número de las manifestaciones más extraordinarias producidas por el Sr. Home, estaba la aparición de manos –perfectamente tangibles– que cada uno podía ver y palpar, que apretaban y estrechaban, y que de repente ofrecían el vacío cuando se las quería agarrar de sorpresa.2 Éste es un hecho positivo que se ha producido en varias circunstancias, atestado por numerosos testigos oculares. Por más extraño y anormal que parezca, lo maravilloso cesa de serlo desde el instante en que puede dársele una explicación lógica; entonces, entra en la categoría de los fenómenos naturales, aunque de un orden bien diferente de aquellos que se producen ante nuestros ojos y con los cuales es preciso tener cuidado para no confundirlos. En los fenómenos usuales podemos encontrar puntos de comparación, como el ciego que se daba cuenta del resplandor de la luz y de los colores por el sonido de la trompeta, pero no de las similitudes; es precisamente la manía de querer asimilar todo a lo que conocemos que causa tantos desengaños en ciertas personas; imaginan que pueden operar sobre esos elementos nuevos como sobre el hidrógeno y el oxígeno. Ahora bien, ahí está el error; esos fenómenos están sometidos a condiciones que escapan al círculo habitual de nuestras observaciones; ante todo es preciso conocerlas y ajustarse a ellas si se quiere obtener resultados. Sobre todo es necesario no perder de vista ese principio esencial –verdadera clave de la bóveda de la ciencia espírita– de que el agente de los fenómenos vulgares es una fuerza física, material, que puede ser sometida a las leyes del cálculo, mientras que en los fenómenos espíritas ese agente es constantemente una inteligencia que tiene voluntad propia y que no podemos someter a nuestros caprichos.

¿Había en esas manos carne, piel, huesos y uñas reales? No, evidentemente; no era más que una apariencia, pero de tal índole que producía el efecto de la realidad. Si un Espíritu tiene el poder de volver visible y palpable cualquier parte de su cuerpo etéreo, no hay razón para que no pueda hacerlo igualmente con otros órganos. Por lo tanto, supongamos que un Espíritu extienda esta apariencia a todas las partes del cuerpo, creeremos ver a un ser semejante a nosotros, obrando como nosotros, mientras que no será sino un vapor momentáneamente solidificado. Tal es el caso del Duende de Bayonne. La duración de esta apariencia está sometida a condiciones que nos son desconocidas; sin duda, depende de la voluntad del Espíritu, que puede producirla o hacerla cesar a gusto, pero en ciertos límites que no siempre está libre de transponer. Al ser interrogados sobre este tema, así como sobre todas las intermitencias de cualquier manifestación, los Espíritus siempre han dicho que ellos obran en virtud de un permiso superior.

Si la duración de la apariencia corporal es limitada para ciertos Espíritus, podemos decir que en principio ella es variable y puede persistir mayor o menor tiempo; que puede producirse en todos los tiempos y a toda hora. Un Espíritu, cuyo cuerpo fuese enteramente visible y palpable, tendría para nosotros toda la apariencia de un ser humano; podría conversar con nosotros, sentarse en nuestro hogar como cualquier persona, porque para nosotros sería como uno de nuestros semejantes.

Hemos partido de un hecho patente –el de la aparición de manos tangibles– para llegar a una suposición que es su consecuencia lógica; y sin embargo no la habríamos expuesto si la historia del niño de Bayonne no nos hubiese puesto en el camino, al mostrarnos su posibilidad. Interrogado sobre ese punto, un Espíritu superior ha respondido que, en efecto, se pueden encontrar seres de esta naturaleza, sin que lo sospechemos; agregó que esto es raro, pero que es factible. Como para que nos entendamos es preciso que demos un nombre para cada cosa, la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas los llama agéneres, indicando así que su origen no es el resultado de una generación. El siguiente hecho, que ha ocurrido recientemente en  París, parece pertenecer a esta categoría:
Una pobre mujer estaba en la iglesia de Saint-Roch (San Roque), y oraba a Dios para que la ayudase en su aflicción. A la salida de la iglesia, en la rue Saint-Honoré (calle San Honorato), ella encontró a un señor que la abordó diciéndole: «Mi buena señora, ¿estaríais contenta de encontrar trabajo?» –«¡Ah! Mi buen señor, dijo ella, ruego a Dios para que me lo haga encontrar, porque soy muy desgraciada». –«¡Pues bien! Id a tal calle, en tal número; preguntad por la señora T...; ella os lo dará». Después de decir esto, continuó su camino. La pobre mujer se presentó rápidamente en la dirección indicada. –«En efecto, tengo un trabajo para mandar hacer, dijo la señora en cuestión, pero como todavía no se lo he dicho a nadie, ¿cómo ha sido que me habéis venido a procurar?» Entonces la pobre mujer, al ver un retrato colgado en la pared, dijo: –«Señora, ha sido ese señor quien me ha enviado.» –«¡Ese señor! Replicó espantada la señora; pero no es posible: ése es el retrato de mi hijo, muerto hace tres años». –«Yo no sé cómo esto ha sucedido, pero os aseguro que es ese señor que acabé de encontrar al salir de la iglesia, donde yo había ido a orar a Dios para que me asistiera; me abordó y fue él mismo quien me envió aquí».
Según lo que acabamos de ver, nada habría de sorprendente en que el hijo de aquella señora, en Espíritu, haya aparecido con su forma corporal a la pobre mujer para prestarle un servicio –cuya plegaria sin duda él había escuchado– y para indicarle la dirección de su madre. ¿En qué se transformó después? Indudablemente en lo que era antes: un Espíritu, a menos que haya juzgado oportuno mostrarse a los otros bajo la misma apariencia, al continuar su paseo. Esta mujer habría así encontrado a un agénere con el cual había conversado. Pero entonces, se dirá, ¿por qué no se presentó a su madre? En esas circunstancias los motivos determinantes de los Espíritus nos son completamente desconocidos; ellos obran como mejor les parece o, mejor dicho, como ya lo dijeron: en virtud de un permiso sin el cual no pueden revelar su existencia de una manera material. Además, se comprende que su visión hubiera podido causar a la madre una peligrosa emoción; ¿y quién sabe si no se presentó a ella durante el sueño o de otro modo? Y, por otro lado, ¿no era ése un medio de revelarle su existencia? Es más que probable que él haya sido un testigo invisible de la conversación entre ambas damas.

El Duende de Bayonne no nos parece que deba ser considerado como un agénere, por lo menos en las circunstancias en que se ha manifestado, porque para la familia él siempre ha tenido el carácter de un Espíritu, carácter que nunca ha buscado disimular: ése era su estado permanente, y las apariencias corporales que ha tomado sólo eran accidentales, mientras que el agénere propiamente dicho no revela su naturaleza, y a nuestros ojos no es más que un hombre común; si fuera necesario, su aparición corporal puede ser de larga duración para poder establecer relaciones sociales con uno o con varios individuos.

Hemos pedido al Espíritu san Luis para que consienta esclarecernos sobre esos diferentes puntos, respondiendo a nuestras preguntas.

1. El Espíritu Duende de Bayonne ¿podría mostrarse corporalmente en otros lugares y a otras personas como lo ha hecho con su familia? –Resp. Sí, sin duda.

2. ¿Depende esto de su voluntad? –Resp. No exactamente; el poder de los Espíritus es limitado: sólo hacen lo que les está permitido hacer.

3. ¿Qué habría sucedido si él se hubiera presentado ante una persona desconocida? –Resp. Habría sido tomado por un niño común. Pero os diré una cosa: a veces existen en la Tierra Espíritus que han revestido esta apariencia, y que se los toma por hombres.

4. ¿Pertenecen esos seres a los Espíritus inferiores o superiores? –Resp. Ellos pueden pertenecer a ambas categorías; estos son hechos raros, de los cuales tenéis ejemplos en la Biblia.3

5. Raros o no, basta que sean posibles para merecer atención. ¿Qué ocurriría si, al tomar a un ser semejante por un hombre común, le hicieran una herida mortal? ¿Sería muerto? –Resp. Desaparecería súbitamente, como el joven de Londres. (Ver el número de diciembre de 1858: Fenómenos de bicorporeidad.)

6. ¿Tienen ellos pasiones? –Resp. Sí, como Espíritus, tienen las pasiones de los Espíritus según su inferioridad. Si algunas veces toman un cuerpo aparente es para gozar las pasiones humanas; si son elevados, lo hacen con un objetivo útil.

7. ¿Pueden procrear? –Resp. Dios no lo permitiría; sería contrario a las leyes que Él ha establecido en la Tierra; éstas no pueden ser alteradas.

8. Si un ser semejante se presentase ante nosotros, ¿habría un medio de reconocerlo? –Resp. No, a no ser por su desaparición, que se hace de una manera inesperada. Es el mismo hecho que el del transporte de muebles desde la planta baja hasta el desván, hecho que habéis leído al principio.

Nota – Alusión a un hecho de esta naturaleza relatado al comienzo de la sesión.

9. ¿Cuál es el objetivo que puede llevar a ciertos Espíritus a tomar este estado corporal? ¿Es preferentemente para el mal o para el bien? –Resp. A menudo para el mal; los Espíritus buenos se valen de la inspiración; ellos obran sobre el alma y por el corazón. Vosotros lo sabéis: las manifestaciones físicas son producidas por Espíritus inferiores, y éstas son de este número. Sin embargo, como lo he dicho, los Espíritus buenos también pueden tomar esa apariencia corporal con un objetivo útil; he hablado en general.

10. ¿Pueden en este estado volverse visibles o invisibles a voluntad? –Resp. Sí, ya que ellos pueden desaparecer cuando quieren.

11. ¿Tienen un poder oculto superior al de los demás hombres? –Resp. Ellos no tienen más que el poder que les da su categoría como Espíritus.

12. ¿Tienen necesidad real de alimentarse? –Resp. No; el cuerpo no es un cuerpo real.

13. Sin embargo el joven de Londres no tenía un cuerpo real, y entretanto almorzó con sus amigos y les dio un apretón de manos. ¿En qué se convirtió la alimentación ingerida? –Resp. Antes de darles un apretón de manos, ¿dónde estaban los dedos que estrechan? ¿Comprendéis que el cuerpo desaparezca? ¿Por qué no podéis concebir que la materia también desaparezca? El cuerpo del joven de Londres no era una realidad, puesto que él estaba en Boulogne; era, por lo tanto, una apariencia; sucedía lo mismo con el alimento que parecía ingerir.

14. Si se tuviese a un ser semejante entre nosotros, ¿sería un bien o un mal? –Resp. Sería preferentemente un mal; además, no se pueden adquirir grandes conocimientos con esos seres. Nosotros no podemos deciros demasiado; esos hechos son excesivamente raros y nunca tienen un carácter de permanencia, especialmente las apariciones corporales instantáneas, como la de Bayonne.

15. El Espíritu familiar protector, ¿toma algunas veces esta forma? –Resp. No; ¿no dispone él de las cuerdas interiores? Las toca más fácilmente de lo que lo haría bajo una forma visible y si lo tomásemos como uno de nuestros semejantes.

16. Preguntan si el conde de Saint-Germain no pertenecía a la categoría de los agéneres –Resp. No; era un hábil mistificador.

La historia del joven de Londres –relatada en nuestro número de diciembre– es un hecho de bicorporeidad o, dicho de otro modo, de doble presencia, que difiere esencialmente de aquel que abordamos. El agénere no tiene cuerpo vivo en la Tierra; solamente su periespíritu toma una forma palpable. El joven de Londres era perfectamente vivo; mientras que su cuerpo dormía en Boulogne, su Espíritu –envuelto por el periespíritu– fue a Londres, donde tomó una apariencia tangible.

Un hecho casi análogo nos es personal. Mientras estábamos apaciblemente en nuestra cama, uno de nuestros amigos nos vio varias veces en su casa, aunque con una apariencia no tangible, sentado a su lado y conversando con él como de costumbre. Una vez nos vio con bata, otras veces con gabán. Transcribió nuestra conversación y nos la comunicó al día siguiente. Ésta era, como bien se lo supone, concerniente a nuestros trabajos predilectos. Con miras a hacer una experiencia nos ofreció refrescos, y he aquí nuestra respuesta: «No tengo necesidad de ellos, ya que no es mi cuerpo que está aquí; vos lo sabéis, por lo tanto no hay ninguna necesidad de produciros una ilusión».

Una circunstancia bastante singular se presentó en esta ocasión. Ya sea por predisposición natural o como resultado de nuestros trabajos intelectuales –serios desde nuestra juventud, y podríamos decir desde la infancia–, el fondo de nuestro carácter 4 siempre ha sido de una extrema seriedad, incluso en la edad en la que no se piensa sino en los placeres. Esta preocupación constante nos da un aspecto de frialdad, incluso de mucha frialdad; es al menos lo que a menudo se nos reprocha; pero bajo este aparente aspecto glacial, el Espíritu siente quizá más vivamente que cuando se encuentra expansivo exteriormente. Ahora bien, en nuestras visitas nocturnas a nuestro amigo, éste se quedó sorprendido por vernos bastante diferente: éramos más efusivo, más comunicativo, casi alegre. Todo respiraba en nosotros la satisfacción y la calma del bienestar. ¿No es esto un efecto del Espíritu desprendido de la materia?  

Enrique Eliseo Baldovino
henrique@foz.net


1 La teoría de las apariciones a la que Kardec alude se encuentra, entre otras referencias, en la RE dic. 1858–I: Apariciones, págs. 321-324. Los fenómenos extraños a los que el Codificador también remite están referidos en la RE ene. 1859–III: El Duende de Bayonne, págs. 11 a 18, y tb. en la RE dic. 1858–IV : Fenómenos de bicorporeidad, pág. 328. (RE feb. 1859 –II : Los agéneres, pág. 36.)

2 RE abr. 1858 –V +: El Sr. Home – Tercer artículo, págs. 117-119.  (RE feb. 1859–II : Los agéneres, pág. 36.)

3 Sobre este asunto véanse, en el conmovedor volumen de El Evangelio según el Espiritismo, los capítulos XXV, 5º, y XXVII, 8º. Allan Kardec, en su extraordinario libro La Génesis, cap. XIV: Los fluidos – Apariciones - Transfiguraciones, realiza sobre el tema amplias referencias a la Revue Spirite en dos Notas de su Autoría (ítems 36 y 37), que a continuación transcribimos [colocando entre corchetes el nombre de los artículos que no constan en el original francés de La Génesis].

Nota de Kardec al ítem 36: «Ejemplos de apariciones vaporosas o tangibles y de agéneres: Revista Espírita de enero de 1858, pág. 24 [Visiones ]; –octubre de 1858, pág. 291 [ Fenómeno de aparición]; –enero de 1859, pág. 11 [El Duende de Bayonne]; –febrero de 1859, pág. 36 [Los agéneres]; –marzo de 1859, pág. 80 [Plinio el Joven – Carta de Plinio el Joven a Sura]; –agosto de 1859, pág. 210 [ Un Espíritu servicial]; -noviembre de 1859, pág. 303 [Advertencias del Más Allá – El oficial de Crimea]; –abril de 1860, pág. 117 [Variedades – Aparición tangible]; –mayo de 1860, pág. 150 [Variedades – El bibliotecario de Nueva York]; –julio de 1861, pág. 199 [Una aparición providencial]; –abril de 1866, pág. 120 [Una visión de Pablo I], y los detalles completos de El labrador Martin, presentado a Luis XVIII, diciembre de 1866, pág. 353 [El labrador Thomas Martin y Luis XVIII].»

Nota de Kardec al ítem 37: «Ejemplos de apariciones de personas vivas: Revista Espírita, diciembre de 1858, págs. 328 a 331 [Fenómenos de bicorporeidad]; – febrero de 1859, pág. 41 [Mi amigo Hermann]; – agosto de 1859, pág. 197 [Objetos en el Más Allá], y noviembre de 1860, pág. 356 [María de Ágreda – Fenómeno de bicorporeidad]». Cf. tb. la N. del T. 290 del año 1858. (RE feb. 1859 –II: Los agéneres, pág. 39.)

4 Estas palabras históricas, proferidas por el propio Allan Kardec, expresan su noble e inconfundible carácter [cf. las N. del T. 17, 32, 59, 65, 68, 109, 198 y 294 del año 1858 y la N. del T. Nº 54 de 1859] y sus elevados ideales de vida. Es de notarse que son muy raras las veces en que el Codificador habla de sí mismo, y cuando lo hace es siempre con un claro objetivo de estudio doctrinario, como lo es en este caso personal de aparición de personas vivas [cf. N. del T.  Nº 23 de 1859, 2º]. Es por eso que remitimos más específicamente a la N. del T. 59 (de 1858), y en especial al segundo párrafo, donde se encuentra un relato similar a éste, en el cual P.-G. Leymarie –amigo, discípulo y fiel colaborador y continuador de la Obra del maestro de Lyon– describe en otro contexto el carácter de afectuosa bonhomía, gentileza y bondad de Allan Kardec, cultivado en la intimidad de su convivencia. Posiblemente sea aquél el amigo visitado en Espíritu, a quien el Codificador se refería en este hecho particular. La fuente bibliográfica de dicha nota del traductor es la Biographie d’Allan Kardec (Biografía de Allan Kardec) [86 a], de Henri Sausse (Lyon, Francia, 1852 – Étoile [Drôme], 26/02/1928) [6 n] – su primer biógrafo –, que transcribe emocionantes pasajes escritos por Leymarie sobre Kardec, encontrados por Sausse entre la antigua correspondencia (documentos manuscritos) de Pierre-Gaëtan Leymarie, después de su desencarnación en 1901. (RE feb. 1859–II´:Los agéneres, pág. 41.)



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ENTREVISTA AL ESPIRITU SAN LUIS



Instrucciones dadas por el Espíritu San Luis a Allan Kardec

Uno de nuestros corresponsales nos ha escrito lo siguiente:

«En el mes de septiembre último, una embarcación menor, que hacía la travesía de Dunkerque a Ostende, fue sorprendida por un temporal durante la noche; el pequeño barco naufragó, y de las ocho personas que lo ocupaban, cuatro perecieron; las otras cuatro, entre las cuales me encontraba yo, consiguieron mantenerse sobre la quilla. Permanecimos toda la noche en esa horrible posición, sin otra perspectiva que la muerte, que nos parecía inevitable y de la cual sentimos todas las angustias. Al amanecer, el viento nos había empujado hacia la costa, y pudimos alcanzar la tierra a nado.

«¿Por qué en ese peligro, igual para todos, sólo cuatro personas han sucumbido? Notad que, por mi parte, es la sexta o la séptima vez que escapo de un peligro tan inminente, y más o menos en las mismas circunstancias. Soy realmente llevado a creer que una mano invisible me protege. ¿Qué he hecho para esto? No sé gran cosa, no tengo importancia ni utilidad en este mundo y no me jacto de valer más que los otros; lejos de eso: había entre las víctimas del accidente un digno eclesiástico – modelo de virtudes evangélicas – y una venerable hermana de la congregación de San Vicente de Paúl, que iban a cumplir una santa misión de caridad cristiana. La fatalidad parece desempeñar un gran papel en mi destino. ¿No estarían allí los Espíritus para alguna cosa? ¿Sería posible obtener de ellos una explicación al respecto, preguntándoles, por ejemplo, si son ellos los que provocan o desvían los peligros que nos amenazan?...»

De conformidad con el deseo de nuestro corresponsal, dirigimos las siguientes preguntas al Espíritu San Luis, que consiente en comunicarse con nosotros todas las veces que hay instrucciones útiles para dar.

1. – Cuando un peligro inminente amenaza a alguien, ¿es un Espíritu el que dirige el peligro? Y cuando la persona escapa del mismo, ¿es otro Espíritu el que lo desvía?

Resp. – Cuando un Espíritu se encarna, elige una prueba; al elegirla se traza una especie de destino que no puede impedir más, una vez que a la misma se ha sometido; hablo de las pruebas físicas. Al conservar su libre albedrío sobre el bien y el mal, el Espíritu es siempre dueño de soportar o de rechazar la prueba; un Espíritu bueno, al verlo flaquear, puede venir en su ayuda, pero no puede influir en él adueñándose de su voluntad. Un Espíritu malo, es decir, inferior, mostrándole y exagerándole un peligro físico, puede hacerlo vacilar y asustarlo, pero la voluntad del  Espíritu encarnado no queda por ello menos libre de toda traba.

2. – Cuando un hombre está a punto de perecer por accidente, parece que el libre albedrío no interviene en nada. Por lo tanto, interrogo si es un Espíritu malo el que provoca este accidente, siendo de cierto modo su agente; y, en el caso en que escape del peligro, pregunto si un Espíritu bueno ha venido en su ayuda.

Resp. – El Espíritu bueno o el Espíritu malo no pueden sino sugerir pensamientos buenos o malos, según su naturaleza. El accidente está marcado en el destino del hombre. Cuando tu existencia ha sido puesta en peligro, es una advertencia que tú mismo has deseado, a fin de desviarte del mal y de volverte mejor. Cuando escapas de ese peligro, todavía bajo la influencia del mismo, piensas de manera más o menos firme en volverte mejor, según la acción más o menos firme de los Espíritus buenos. Al sobrevenir el Espíritu malo (digo malo sobrentendiendo el mal que aún hay en él), piensas que escaparás del mismo modo a otros peligros y dejas nuevamente desencadenar tus pasiones.

3. – La fatalidad que parece presidir a los destinos materiales de nuestra existencia, ¿aún sería, pues, el efecto de nuestro libre albedrío?

Resp. – Tú mismo has elegido tu prueba: cuanto más ruda sea y mejor la soportes, más te elevas. Aquellos que pasan su existencia en la abundancia y en la satisfacción humana son Espíritus débiles que permanecen estacionarios. De esta manera, el número de desafortunados aventaja en mucho al de los felices de este mundo, teniendo en cuenta que los Espíritus buscan, en su mayoría, la prueba que les será más fructífera. Ellos perciben muy bien la futilidad de vuestras grandezas y de vuestros goces. Además, la existencia más feliz es siempre agitada, siempre movida, aunque más no sea por la ausencia del dolor.

4. – Entendemos perfectamente esta doctrina, pero eso no nos explica si ciertos Espíritus tienen una acción directa sobre la causa material del accidente. Supongamos que en el momento en que un hombre pasa por un puente, éste se derrumbe. ¿Quién ha llevado al hombre a pasar por ese puente?

Resp. – Cuando un hombre pasa por un puente que debe romperse, no es un Espíritu el que lo lleva a pasar por ese puente: es el instinto de su destino el que lo conduce.

5. – ¿Quién ha hecho romper el puente?

Resp. – Las circunstancias naturales. La materia tiene en sí misma las causas de su destrucción. En el caso tratado, el Espíritu, teniendo necesidad de recurrir a un elemento extraño a su naturaleza para mover fuerzas materiales, más bien ha de recurrir a la intuición espiritual. De este modo, si ese puente debía romperse, ya que el agua había desunido las piedras que lo componen y el óxido había corroído las cadenas que lo suspenden, el Espíritu – decía – insinuará más bien al hombre para pasar por ese puente, en lugar de hacer romper otro bajo sus pasos. Además, tenéis una prueba material que os adelantaré: cualquier accidente sucede siempre naturalmente, es decir, que las causas que se vinculan unas a otras, lo conducen insensiblemente.

6. – Tomemos otro caso en el que la destrucción de la materia no sea la causa del accidente. Un hombre mal intencionado me da un tiro; la bala me roza, pero no me alcanza. ¿La habría desviado un Espíritu benévolo?

Resp. – No.

7. – ¿Pueden los Espíritus advertirnos directamente de un peligro? He aquí un hecho que parecería confirmarlo: Una mujer salía de su casa y seguía por el bulevar. Una voz íntima le dijo: Detente, vuelve a tu casa. Ella titubea. La misma voz se hace escuchar varias veces; entonces, ella volvió sobre sus pasos; pero, cambiando de parecer, se dijo: ¿Qué he de hacer en mi casa? Seguiré; sin duda, es un efecto de mi imaginación. Entonces ella continuó su camino. A algunos pasos de allí, una viga que se desprendió de una casa la golpea en la cabeza y la deja caída sin conocimiento. ¿Qué era esa voz? ¿No era un presentimiento de lo que iba a suceder a esa mujer?

Resp. – Era la voz del instinto; además, ningún presentimiento tiene tales caracteres: son siempre vagos.

8. – ¿Qué entendéis por la voz del instinto? 

Resp. – Entiendo que el Espíritu, antes de encarnarse, tiene conocimiento de todas las fases de su existencia; cuando éstas tienen un carácter saliente, conserva una especie de impresión en su fuero interno, y esta impresión, al despertarse cuando el momento se aproxima, se vuelve presentimiento.

Allan Kardec -  Marzo 1858


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EL SACERDOTE MEDIUM:El cura de ars




Los hechos demuestran que el cura de Ars tenía conciencia de las circunstancias en las que sus consultantes abandonarían este mundo y, todos al menos, el momento cuando lo abandonarían. Antes de enumerar algunos de estos hechos, no está de más decir algunas palabras sobre sus facultades de sanador y a las cuales había pensado acudir el conde de Tourdonnet.

El cura de Ars, en efecto, tenía la reputación no usurpada, de curar. Uno de sus biógrafos, verdadero descendiente de su familia, se ha expresado así: «Él encomendaba todos los enfermos a Santa Filomena, y su prescripción era hacer una novena; oraba con ellos, los bendecía, les imponía las manos varias veces, y redirigía a la pequeña santa todos los honores de la curación».

Uno de esos casos se recuerda muy particularmente, considerando su carácter extraño. Está descrito en un relato con fecha del 31 de Agosto de 1864, por la señorita Claudine Venet de Virégneux, cantón de San Galmier, en la Loire. Como consecuencia de una fiebre cerebral había quedado completamente sorda y ciega. Tuvo la primera fiebre en 1850. Cierto día ella se encontraba en Ars, delante de la puerta de la iglesia. El cura no la había visto jamás y tampoco se la habían recomendado. Al pasar al lado de ella, la toma por la mano y la conduce a la sacristía; tan pronto como la bendice, ve y escucha. «Tus ojos han sido curados, le dice el cura, pero seguirás sorda por unos doce años más». Tan pronto se aleja el sacerdote, la señorita Venet comprende que sus oídos se cierran nuevamente. De hecho ella no escuchó más nada hasta el 18 de Enero de 1862, día en que se encuentra totalmente curada. (1)

He aquí, mientras tanto, varios hechos relacionados con visiones de muertes.

La señora baronesa de Belvey señala que la familia de la señorita Hedwige Moizin, de Bourg, se oponía a su vocación monacal. La joven hija fue a consultar al cura de Ars, que le dijo: «Consuélate, todas tus penas habrán desaparecido dentro de un año.» Al finalizar el año, la señorita Moizin moría. (2)

Otro caso, el de la Señorita Bernard, de Fareins quería ser religiosa. El cura de Ars declara que así sería, pero no ella sino su hermana que estaba casada. La predicción se realiza poco después, como consecuencia de la viudez de esta señora. La señorita Bernard, que vivía con sus padres, cae muy enferma y suplica que traigan al señor Vianney «¿Voy a morir?» pregunta ella, (era el mes de junio). No, mi pequeña, no enseguida, tú vivirás hasta la asunción. La joven hija murió ese día. (3)

La señorita de los Garets reporta el siguiente hecho relacionado con su hermano Joanny, hijo del alcalde de Ars. En 1855, Joanny de los Garets, joven oficial que el señor J. B. Vianney amaba mucho, se preparaba para partir a la guerra de Crimea. Se le pidió al cura que viniera para que bendijera la espada del joven. Habiendo llegado al umbral del salón y viendo a Joanny, quien no veía al cura, junta las manos y murmura: «¡Pobre pequeño! Una bala…, una bala…» Las palabras fueron escuchadas por una de las hermanas del oficial, la señora de Montbriant y varias personas que lo rodeaban. El 18 de Junio, en el asalto a la torre de Malakoff, Joanny de los Garets fue herido por una bala y murió tres días más tarde. (4)

El cura de Ars parece haber previsto muy bien su muerte, así como había previsto la de muchos otros. Catherine Lassagne, su vecina y criada habitual, cita a este respecto, varios hechos precisos.

Antes de la fiesta de Corpus Christi en 1858, se le había ofrecido al cura una bella cinta para sostener la custodia. «No la utilizaré más de dos veces,» dijo él. En 1859, en efecto, estaba tan débil que no volvió a utilizar la custodia sino, únicamente en el momento de la bendición. En la fiesta de todos los Santos envía a Catherine al castillo de Cibeins, «para cobrar una renta de veinte francos diarios que le habían donado por caridad.» Esta será la última vez, dijo él, un poco indeciso; después con un tono seguro, repite: Sí, será la última vez.

Etiennette Durié, habitante de Ars muy allegada al cura, regresó el 18 de julio de Louvesc. «Este es mi último año, le dijo el señor J. B. Vianney, me quedan pocos días de vida.

«Pero, mi padre,  ¿Cuándo vas a morir?»  «Si no es a final de este mes, lo será al comienzo del otro». «¿Cómo sabré el día si no me lo quieres decir?» Alguien te lo dirá; tú estarás en mi entierro y habrás pasado la última noche en mi lecho de muerte».

Y como Etiennette Durié volvió a preguntar «No, mi niña, tú no lo sabrás sino hasta cuando estés allí pues, tendrías muchas penas, pero te enterarás a su debido tiempo».

Ella salió de Ars el 22 de Julio para Roanne. Llegó doce horas más tarde a esta ciudad y se encontró con el padre Vadon que le anuncia la enfermedad del cura. Regresa inmediatamente y llega a las cinco de la tarde a donde el señor cura J. Vianney, que había muerto en la noche. (1) Había caído en cama para no levantarse más, el 29 de Julio.

Hay otros fenómenos muy interesantes que se le atribuyen al cura de Ars, y habrían pasado ignorados a no ser por el estudio que se ha hecho de sus facultades mediúmnicas. Parece haber sido médium de aportes, si se consideran ciertos hechos fortuitos ocurridos en el trigo de su granero en un momento particularmente oportuno, y tal vez, de ingreso de dinero.

Victorien Sardou recibió con agrado las rosas que caían de su techo. Pero la prudencia extrema se impone en un trabajo que sólo encuentra documentación en la hagiografía * Así que no insistiremos más sobre ese punto.
Por el contrario, tenemos todas las garantías para establecer, que el pobre cura de Ars, como él se autodenominaba, fue víctima durante una gran parte de su vida de su propia mediumnidad, transformando la casa cural en una verdadera casa encantada. Durante treinta y cuatro años, desde 1824 a 1858, provoca muy a pesar suyo, las más diversas manifestaciones. Naturalmente él las atribuía y las hacía atribuir al demonio, al que le había dado para su uso personal el nombre familiar, de «grappin»( * ).

Las manifestaciones comenzaron durante el invierno de 1824 a 1825. Cada noche el cura escuchaba rasgar las cortinas de su lecho que se encontraban en estado normal, a la mañana siguiente el señor J. Vianney piensa que son las ratas, pero cuanto más sacudía las cortinas para buscar las ratas, más intensos se sentían los ruidos. En medio de la noche, bien pronto los golpes suenan contra las puertas, los gritos retumbaban en el patio. El cura temía permanecer solo. Se vio en la necesidad de pedir la ayuda de un carretero de la ciudad, André Verchère, quien nos ha dejado los relatos de los hechos a los cuales el asistió (2). André Verchère era en ese entonces un joven fuerte y gallardo de 28 años.

Después de varios días el señor Vianney escuchó en el patio un ruido extraordinario. Una tarde, nos encontramos y me dijo: «No sé si son los ladrones… podría usted venir a dormir en la casa del cura».

«Muy agradado, señor cura, iré a buscar mi fusil».

«Llegada la noche me fui para la casa del cura. Conversé animadamente con él hasta las diez. «Vamos a acostarnos,» dijo finalmente. Me cede su habitación y él se pasa a la del lado. No pude dormir. Transcurrida una hora, escuché sacudir violentamente la empuñadura y el picaporte de la puerta que comunica con el patio. Al mismo tiempo, contra la misma puerta resonaban los golpes de un mazo, mientras que en el curato se escuchaba el sonido atronador como el rodar de un carruaje.

«Tomé mi fusil y precipitadamente abrí la ventana. Miré y no vi a nadie. La casa se estremece durante cerca de un cuarto de hora. Las piernas me temblaban y me sentí así durante ocho horas. Desde que comenzó el ruido, el señor cura había encendido una lámpara. Vino hacia mí.

-    ¿Escuchó?, me preguntó.

-    Usted se ha dado cuenta que yo he escuchado, puesto que me levanté y tomé mi fusil.

-    El presbítero se estremeció como si la tierra hubiese temblado.

-    ¿Ha sentido miedo? Me pregunta el señor cura.

-    No, dije yo, no he sentido miedo pero he sentido temblar mis piernas. El cura va a desplomarse.

-    ¿Qué cree usted que es?

-    Yo creo que es el diablo.

«Cuando el ruido hubo cesado, nos recostamos nuevamente. El señor cura volvió en la tarde siguiente y me pidió que volviera con él. Yo le respondí: «Ya he tenido bastante» (1).

Ante la negativa del cochero, el señor J. Vianney se dirige al alcalde, autoridad de Ars, quien le envía a su hijo, Antoine, de 26 años y al jardinero del castillo, Jean Cotton, de 24 años. Los dos jóvenes pasaron una docena de noches con el cura y no escucharon nada. Sin embargo, relata Jean Cotton, que en cierto momento percibió un ruido semejante al que produciría la hoja de un cuchillo golpeando con toques rápidos sobre una jarra de agua. Catherine Lassagne escuchó el mismo ruido en varias ocasiones y en diversas circunstancias.

Margarita Vianney, hermana del cura, una noche después de acostar al presbítero, escuchó a su hermano partir para la iglesia a una hora temprana de la mañana. Instantes antes del amanecer, cerca de su lecho, escuchó un ruido muy fuerte como si cinco o seis hombres hubiesen golpeado con fuertes golpes sobre la tabla del armario. Alertada, pero sin haber descubierto nada al respecto, ella se vuelve a acostar; el ruido se repite. Presa del pánico se levanta de un golpe y corre a la iglesia a encontrarse con su hermano.

La señorita Marie Ricolier, vecina del cura, percibió los ruidos desde su casa. Amiel, estucador en Montmerle, dijo al hotelero de Ars, François Pertinand: «No comprendo como el cura se acuesta allí donde se producen ruidos tan atemorizantes. Yo viví varias noches allí cuando hacía las estatuas para el cura Vianney.

Denis Chaland de Boulignex, estudiante de filosofía, vino un día, en 1838, para confesarse y fue recibido en la habitación del cura. «En medio de su confesión, declara, un barullo general se produce en la habitación, en el reclinatorio así como en el resto de cosas. Nunca más vuelve a confesarse con el cura de Ars. El mismo Denis Chaland, diez años más tarde, sería pensionado como maestro de escuela en Ars. Algunas tardes, la curiosidad era más fuerte, e iría con sus discípulos a pegar la oreja en la puerta del cura. Los niños escucharon, varias veces, una voz gutural que decía: «¡Vianney, Vianney!»

En 1842, el mariscal de los porteros del Napoly, de la gendarmería de Messimy, vino muy tarde a la curia de Ars. Era la medianoche y se encontraba a la entrada de la puerta, cuando escuchó los mismos llamados repetidas veces.
El cura de Ars declararía por su propia voluntad, que el diablo había traído su lecho para su habitación. En 1826, el ruido se había repetido en otras curias, durante una misión a Montmerle, el demonio se había arrastrado a través del cuarto donde él dormía y donde se encontraba el lecho del cura. Ahora bien, recordemos que el señor J.Vianney no era profeta entre sus paisanos, durante ese tiempo ni después. El éxodo de sus fieles de Ars, el conocimiento que tenían los curas de la poca cultura de su hermano, así como su género de vida y otras cosas más, también lo indispusieron en ese sentido. Algunos le escribieron cartas muy desagradables, otros lo insultarían desde el púlpito; todos le hacían el ridículo, por lo menos. Se burlaban con ganas de la historia de Montmerle.

El invierno siguiente, durante el jubileo que se predicaría en San Trivier, en Moignand, el cura de Ars fue invitado para prestar su concurso. Desde las primeras tardes se produjeron los rumores insólitos en la curia de San Trivier, usualmente tranquila. Los colegas del cura de Ars alojados bajo su mismo techo lo llenaron de reproches. Tan pronto se acostaba comenzaban los ruidos en su habitación. «Es el «grappin,» respondía él. Pero los demás rehusaban creerle, naturalmente. «Usted no come, no duerme, eso está dentro de su cabeza; las ratas caminan dentro de su cerebro». Una noche cuando las críticas eran más fuertes, se escuchó el sonido parecido al de un carruaje muy cargado. El cura tiembla, la casa parecía venirse abajo. Todo el mundo se levanta aterrorizado. Allí se encontraban el cura de Saint Trivier, el señor Grangier, el señor Benoît, su vicario, un soldado anciano, el abate Chevalon, misionero de la diócesis y el sirviente Denise Lanvis. Se produjo tal estrépito que el vicario creía que asesinarían al cura de Ars. Todos corrieron valerosamente, hacia la habitación y vieron al señor J. Vianney tranquilamente acostado en su lecho, que se había rodado hacia el centro de la pieza. (1)

Los fenómenos de esta naturaleza, que no tenemos razón de poner en duda, ¿producidos mucho tiempo después, no harán creer a otros en todo menos en el demonio? El presbítero de Ars, el de San Trivier, no concuerdan en lo sucedido, por ejemplo, en la villa Constantina, de la cual nos habla el preocupado Camilo Flammarion, y el señor J. Vianney, ¿no sería el pariente psíquico más cercano de la joven Marie Pascarel? (2) Para terminar, decimos que en su vida encontramos una historia como un pintura, similar al de la casa de Auvergne, sin olvidar el incendio espontáneo el cual parece haber sucedido en esa misma casa. (3); en fin, decimos que su presbítero extrañamente se parece al pastor anglicano Russel Wallace. (4)

Fue un hombre valeroso, un buen asceta, muy puro, muy recto, que la iglesia católica beatificó el 8 de enero de 1905, y lo proclama santo el 31 de marzo de 1925. El fue, pues bien, muy a su pesar y en contra de su voluntad, si él lo hubiera sabido, un médium de los mejor dotados, de los más diversos y más destacados. No queremos pensar que él creyera legítimo culpar al Espiritismo y a los espíritas, y desear, si no es demasiado tarde para esto, que en su región natal algún espíritu curioso, instruido y deseoso de saber y de hacerse conocer, tome como pretexto este estudio para resaltar la verdadera fisonomía.

Edmond Sylvain
Tomado de «La Revue Spirite 58»


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