sábado, 28 de septiembre de 2019

                                Células madre, Ciencia y Espiritismo





¿Cuándo empieza la vida?
El ítem 344 de “El libro de los Espíritus” pregunta:
¿En qué momento se une el alma al cuerpo?
La unión comienza en la concepción, pero no es completa hasta el momento del nacimiento. Desde el instante de la concepción, el Espíritu designado para  habitar tal cuerpo, se une a él por un lazo fluídico, que se va estrechando poco a poco, hasta que el niño nace. El grito que lanza entonces anuncia que pertenece al número de los vivientes y servidores de Dios.

El ítem 353 de “El libro de los Espíritus” trata de lo siguiente:
No estando completa y definitivamente consumada la unión del Espíritu y del cuerpo sino después del nacimiento, ¿puede considerarse al feto como dotado de alma?
El Espíritu que debe animarlo existe en cierto modo fuera de él y propiamente hablando, no tiene, pues, un alma, puesto que la encarnación está sólo en vías de operarse; pero está ligado al alma que lo debe poseer.

André Luiz nos explica, por la orientación de Alexandre en “Misioneros de Luz”, que la encarnación sólo se completa al cabo de los siete años de edad, aunque empieza en la concepción, o sea, en el momento de la fecundación del óvulo materno por el espermatozoide paterno; en ese momento se inicia el “continuum”, con la creación del cuerpo físico orquestado por el espíritu descrito por Allan Kardec; o como dijo el Dr. Hernani Gimaraes Andrade, por el Modelo Organizador Biológico (MOB); o también según el biólogo inglés Dr. Ruper Sheldrake, por su campo de resonancia mórfica.

https://pixabay.com/es/c%C3%A9lulas-humana-m%C3%A9dica-la-biolog%C3%ADa-1872666/
https://pixabay.com/es/esperma-fertilizaci%C3%B3n-embarazo-956480/
https://pixabay.com/es/embarazo-mam%C3%A1-futura-madre-2700659/

  • Debemos respetar la vida humana bajo cualquier circunstancia y condición;
  • Todos los seres humanos deben tener los mismos derechos;
  • La vida humana comienza en el momento de la fecundación.
https://pixabay.com/es/embri%C3%B3n-fiv-icsi-infertilidad-1514192/
https://pixabay.com/es/fiv-fertilidad-infertilidad-icsi-1514174/
https://pixabay.com/es/v%C3%ADa-l%C3%A1ctea-universo-persona-1023340/


En 1827 Karl Ernst van Baer demostró, 150 años después del descubrimiento del espermatozoide, que el inicio de la vida se da en el momento de la fecundación, tanto que en 1869, el Papa Pio IX propuso que sería un deber de la Iglesia, defender el embrión humano desde el momento de la concepción. Actualmente la ciencia no ha hecho más que reforzar este concepto pasando a ser una verdad científica, puesto que no puede ser negado ni contradicho, sino confirmado hasta el momento. En 2002 la Dra. Magdalena Zernica-Goetz demostró que la primera división del cigoto no ocurre por casualidad, sino que ésta define nuestro destino y todas las características que vamos a desarrollar, reforzando aun más el concepto de periespíritu, MOB o bien Campo Biomórfico.

Siendo así, no podríamos tener otra actitud que la de respetar al individuo como un ser encarnado desde la fecundación y generación de la célula original (el cigoto), evitando otras interpretaciones que podrían abrir el tema sobre el momento en que somos o no un ser encarnado, lo que ha conducido a muchos compañeros de doctrina a discutir equivocadamente sobre los derechos del embrión.

Sabemos también, por la propia descripción de rencarnación de Segismundo, relatada en el libro “Misioneros de Luz”, psicografiado por Chico Xavier, que la unión fluídica entre la madre y el ser reencarnante, se produce incluso antes de la fecundación y que el proceso de unión al cigoto completa la instalación de la interfaz “físico-etérica”, dando comienzo la rencarnación.

Si en un laboratorio unimos un óvulo y un espermatozoide, con las técnicas disponibles, conseguiremos el desarrollo de un embrión, pero no tendremos la certeza de que sea viable hasta el momento de implantarlo en el útero.

Creemos que esta dificultad se produce, entre otros motivos, por la ausencia de un espíritu reencarnante unido a estos embriones, con la consecuente ausencia de un MOB, o que vuelve inviable la diferenciación celular y la organización espacial del nuevo cuerpo en desarrollo, interrumpiendo el proceso biológico.

La “maquinaria” celular, el alto grado de fluido vital de las células embrionarias y el automatismo celular consecuente a estos dos factores, pueden garantizar el desarrollo inicial de este embrión, antes que sea necesario el inicio de la diferenciación celular, incluso con la ausencia de un espíritu reencarnante.

De este modo es teóricamente viable aceptar que muchos de los embriones concebidos “in vitro” no están dotados de espíritus reencarnantes, sin embargo, este razonamiento no puede asegurar que en este tipo de fecundación no ocurra la unión con el espíritu, o que únicamente sucedería en el momento del implante en el útero, cosa que desconocemos que sea posible o no que pueda suceder.

En el programa “Pinga Fogo” [Nota del traductor: “Está que quema”, programa de entrevistas basados en temas populares polémicos] con Chico Xavier, el mayor médium de todos los tiempos, recuperado por “Vídeo Espírita”, y preguntado sobre la fertilización “in vitro” de los llamados “bebés probeta” que surgieron en aquella época, deja bien claro que la encarnación en laboratorio, ocurre en el momento de la fertilización y se aprecia que el proceso sucede más fácilmente, al no existir la interferencia del periespíritu materno.

Clasificar todos los embriones concebidos “in vitro” como un grupo de células desprovistas de espíritu no es tan sólo una suposición, sino también algo bastante improbable y arbitrario. Puesto que cerca del 25% de estos embriones se desarrollarán con normalidad al ser implantados en un útero, podemos suponer que el porcentaje de embriones encarnados es semejante, o sea que un cuarto de los embriones posee espíritus unidos por fuertes lazos fluídicos.


Como hemos visto, todavía no podemos saber o afirmar cuándo un determinado embrión contiene un espíritu reencarnante o no, sin embargo, creo que no falta mucho para contar con los recursos para conseguirlo. Siendo gracias a la verificación de la reprogramación epigénica, que fue explicada en el trabajo del Dr. Kevin Eggan y que puede significar la unión de un nuevo espíritu; o bien por la identificación de los campos biomagnéticos utilizándose futuros aparatos con esta capacidad, como por ejemplo, el Tensionador Espacial Magnético (TEM) que fue ideado por el Dr. Hernani Gimarães Andrade, o bien gracias a otros que aparecerán en el futuro a partir del conocimiento científico de estos campos biomórficos. Hasta entonces, sin poder probar si existe o no un ser reencarnante unido a aquel embrión, debemos tratarlos todos del mismo modo, o sea, en caso de duda se debe estar siempre a favor de la vida.

Ante este hecho, ante la imposibilidad de afirmar, basándose en los conocimientos doctrinarios, si existe o no un espíritu en determinado embrión y por no ser éste, en general, el parámetro usado por la sociedad para tomar las decisiones éticas, creo que nos queda consultar a la ciencia y a sus conceptos clásicos para cada caso en cuestión. Debemos buscar en la embriología la respuesta a nuestra pregunta ¿es el embrión un ser vivo?

Antes de continuar con esta argumentación, debe quedar claro que desde el punto de vista de la biología y de la legalidad hasta nuestros tiempos, no existe ninguna diferencia entre el embrión “in vivo” e “in vitro”, por tanto, lo que consideramos sobre uno debemos considerarlo sobre el otro.

Buscando en los libros de embriología encontramos, en el primer capítulo de “Embriología clínica” de Keith L Moore, la definición de cigoto como “una célula resultante de la fertilización de un ovocito por un espermatozoide y es el inicio de un ser humano”.
Ante esta afirmación compartida por la gran mayoría de embriólogos desde 1827 con Karl Ernst van Baer, desde el momento de la fecundación ya existe un ser humano vivo que, consecuentemente, debe ser respetado y preservado como tal, sin dar cabida a ninguna “fisura” en este concepto, igual que se ha hecho en pro de otros intereses, que no los de la ética y la dignidad humana.


El uso de embriones

Dicho esto, ponemos sobre la mesa el debate sobre un poderoso argumento, reflotado a la superficie por utilitaristas y materialistas, quienes defienden el sacrificio de los embriones en nombre de las vidas que serán rescatadas con el avance de la prometedora terapia con células madre (CM).
Debemos considerar un primer punto antes de adentrarnos en los hechos relacionados con las investigaciones actuales en este campo, punto éste que nos remite a otra cuestión ética:

¿Existen unas vidas que valen más que otras? ¿Es lícito eliminar una vida para salvar o ayudar a otras?

Los utilitaristas pueden pensar que sí, que un embrión que no se parece a un ser humano, sino que es más parecido a una ameba o ente similar, podría ser destruido sin problemas, para que pudiéramos ver a parapléjicos caminando, o a víctimas de accidentes cardiovasculares rehabilitados, o pacientes borrándose de las listas de espera por un trasplante; en un poderoso alegato que conmueve y convence, pues “únicamente los religiosos más radicales podrían estar en contra del avance de la ciencia que traería tantos beneficios a la humanidad, simplemente por imponer sus dogmas irracionales”. ¿Acaso todo se resume a eso?

Invito a analizar esta polémica bajo otra perspectiva: si determinada persona fuera más valiosa que otra, entonces sería lícito sacrificar a prisioneros y asesinos para que donasen sus órganos, beneficiando aproximadamente a seis personas cada uno, además de disminuir los gastos del Estado con el sistema penitenciario. El argumento utilitarista justifica también los avances realizados en neurología por el Dr. Mengele, quien utilizaba las personas que iban a “morir de todos modos” para realizar sus experimentos en seres humanos. No olvidemos que los nazis creían que los judíos tenían menos valor que los arios.


Es posible que el lector encuentre mis valoraciones muy dramáticas, pero es extremadamente importante, en favor de la coherencia y la verdad, que podamos establecer los conceptos básicos sobre cuándo empieza la vida, sobre su valor y a partir de ahí ser siempre coherentes con estos conceptos, inflexibles en cuanto a las bases regidas por ellos, evitando argumentos superficiales y oportunistas sobre la cuestión, para crear la permisividad que están buscando muchos.

Según comenta el Profesor Alberto Oliva: “La creciente transformación del conocimiento científico alerta sobre el riesgo de las biotecnologías, las cuales están para tratar al hombre no como un fin en sí mismo, sino como un medio”. El utilitarismo nos retrotrae al dicho romano: “Tu muerte es mi vida”.

Estamos frente a una cuestión de principios fundamentales, o sea:



Únicamente estos preceptos primordiales, establecidos ya desde hace mucho tiempo, pueden orientar nuestras decisiones sobre las cuestiones bioéticas, sino, perderemos todos los límites que deben orientar la buena ciencia, pues ésta debe estar al servicio del hombre y no al revés.

Para concluir este primer punto argumental, me gustaría citar la pregunta 359 de “El libro de los Espíritus”:
En caso de que corriese peligro la vida de la madre a consecuencia del nacimiento del niño, ¿es un crimen sacrificar al niño para salvar a la madre?
Es preferible sacrificar al ser que no existe y no al que existe.

Si los espíritus respondieran que el niño no existe como ser vivo, o bien que su espíritu no está unido al embrión o al cuerpo del feto, estarían contradiciendo sus propias instrucciones en las respuestas a las preguntas 344, 345, 353, 356 y 358 del mismo libro; por tanto debemos entender que esta respuesta es idéntica a la postura de la propia ética médica cuando postula que, la única situación en que es lícito el aborto, es cuando se tiene que escoger entre la vida de la madre o la del niño; pero nunca podríamos hacer extensible este concepto a los embriones, congelados o no, los cuales no están provocando ningún tipo de riesgo a nadie y por tanto, no es necesario que sean sacrificados.


Las investigaciones con células madre

Las células madre son células no diferenciadas, o sea, células con potencial para transformarse en cualquier otro tipo de tejido especializado del organismo, como, por ejemplo, una célula del músculo cardíaco, una neurona, una célula hepática, etc.
Podemos obtener este tipo de células de los embriones, las células madre embrionarias (CME), o de nuestro propio organismo, las células madre adultas (CMA) presentes en todos nuestros tejidos, principalmente en la médula ósea.

Cuando el Dr. James Thomson, de la universidad de Wisconsin, aisló por primera vez una CME en 1998, se pensaba que las CMA no tendrían la misma versatilidad que las CME y que su vitalidad sería inferior, por ello, teóricamente las CME fueron designadas como la mejor opción para el desarrollo de técnicas terapéuticas; mientras tanto se ha ido avanzando mucho en la investigación con las CMA comprobándose que éstas tienen una gran versatilidad, pues ya se pueden producir células incluso con la misma versatilidad que las embrionarias a partir de las CMA, también llamadas Células Pluripotenciales Inducidas (CPI o IPC en inglés) resultando más dóciles que las CME al prestarse fácilmente a cultivos y manipulaciones en laboratorio, lo cual es extremadamente importante para el desarrollo de cualquier técnica terapéutica; además pueden ser obtenidas del propio paciente, evitando todos los problemas generados por el rechazo de los implantes celulares.

Las CPI se están revelando como la gran sorpresa en el entorno médico. El primer trabajo con las CPI fue realizado en ratones por el investigador alemán, el Dr. Rudolf Jaenisch, del prestigioso Instituto Whitehead de Estados Unidos y el investigador del mismo grupo del Dr. Kevin Eggan, citado anteriormente. Este estudio pionero fue publicado en la revista Cell en mayo de 2005, en que la supresión de determinados transcriptores genéticos produjo estas células pluripotenciales a partir de células adultas.

En la universidad de Kyoto, el Dr. Shinya Yamanaka y el Dr. Kazutoshi Takahashi, experimentando con cuatro factores de transcripción (Oct4, c-Myc, Klf4 y Sox2), consiguieron esta conversión en células de ratón y lo publicaron en la revista Cell en agosto de 2006.

En noviembre de 2007, tanto las revistas Cell como Science publicaron simultáneamente los trabajos del equipo de Kyoto y del equipo del Dr. James Thomson de la Universidad de Wisconsin en Madson en EUA, anunciando el éxito en la transformación de fibroblastos humanos obtenidos de la piel, en CPI que posteriormente fueron transformadas en neuronas por inducción química.

Más recientemente, en un experimento liderado por el austríaco Marius Werning, realizado en EUA en 2008, sanó ratones con la enfermedad de Parkinson, usando neuronas producidas a partir de fibroblastos humanos por la técnica de la supresión genética.
A pesar de estos importantes avances, esta tecnología aún tiene que superar serios problemas de seguridad, pues depende de la acción de un retrovirus (pariente del virus del SIDA) para introducir los genes supresores que reprogramarán las células adultas para transformarlas en CPI y dos de los cuatro genes supresores utilizados son oncogenes, o sea, genes cancerígenos que podrían producir tumores. Las investigaciones siguen su curso con grandes avances.

Las CPI apenas son un ejemplo de la versatilidad de las CMA. Sobre este tema, la Dra. Alice Teixeira Ferreira de la UNIFESO/EPM, nos enseña:
“La verdad es que se asume esto (que las CME son más versátiles que las CMA) basado en el desarrollo embrionario, aunque este hecho no fue demostrado hasta hoy por una cuestión de metodología: no existe una tecnología que permita distinguir todos los tipos de células del organismo humano. Trabajo con cultivos de células desde hace 20 años y trato con estos problemas reiteradamente”.

Hasta el momento, todos los resultados positivos conseguidos con células madre, fueron obtenidos con las CMA o con las CPI. Uno de los motivos más obvios de tales resultados es que las células son obtenidas del propio paciente, de este modo y en la mayoría de los casos, no son rechazadas por el organismo. Las investigaciones con células embrionarias, a pesar de tener, en teoría, mayor potencial de diferenciación, no han aportado buenos resultados en los estudios ya realizados. La revista Lancet del 10 de julio muestra un artículo de Allegrucci y col, donde afirman que las células madre de embriones congelados, están muy lejos de ser la más perfecta fuente de CM para terapia, a parte de que fueron observados casos de teratomas, un tipo de cáncer extremadamente invasivo y grave.

En realidad, las células embrionarias son parecidas a las células cancerígenas pues se multiplican rápidamente y cuando se diferencian mueren en seguida y no se renuevan. Estas células no consiguen fijarse a los nichos de células madre adultas presentes en el organismo, los cuerpos embrionarios injertados son rechazados inmunológicamente y si son injertados en animales inmunosuprimidos, acaban generando cáncer de carácter embrionario.

Un grupo coreano comandado por el Dr. Woo Hwang, publicó en la importante revista Science, en mayo de 2005, un trabajo que anunciaba el tan esperado “éxito” con el cultivo de CME. Se trataba de un cultivo celular que, así como el propio autor admitía, fue conseguido de casualidad, o sea, que no se sabía ni cómo ni por qué había sucedido. Es necesario saber que los cultivos del Dr. Hwang se habrían obtenido a través de la clonación humana, para rápidamente, usar estos embriones como donantes de células, siendo éste un aspecto ético a tomar en consideración. En diciembre de 2005 la propia Science, anunció que el trabajo era un fraude y que ni siquiera se consiguieron los resultados publicados.

Hay consenso entre los investigadores del área, en que el uso de embriones congelados, debido a un proceso llamado metilación del ADN al cual son sometidos, dificulta aún más cualquier tipo de tentativa de generar cultivos, siendo un paso fundamental para el inicio de los futuros trabajos sobre el uso terapéutico de estas células. Para tener una idea, en el auto-trasplante de CMA obtenidas de la médula ósea, se utiliza en torno a un billón de CM por mililitro, inyectándose 40 mililitros de un concentrado de estas células en la región afectada a través de un catéter introducido en la arteria femoral, como en los casos de infarto de miocardio o de mal de Chagas (trabajos publicados por el Dr. Dohmman del Hospital Pro-Cardíaco, en Rio de Janeiro y del Dr. Ricardo Ribeiro dos Santos, en Bahía). Podemos concluir pues que el número de CME obtenidas por los coreanos, aun siendo cierto, resultaría irrisorio e inútil para las necesidades terapéuticas necesarias.


En una entrevista en la revista Médico Reporter del 13 de octubre de 2004, la profesora Alice Teixeira Ferreira ya alertaba sobre las dificultades que han sido descritas sobre las investigaciones con CME: “[…] el grupo del Dr. Murdoch de la Universidad de Newcastle en Reino Unido, que es uno de los 5 equipos de investigación que han recibido la autorización para la investigación de las CME, en su trabajo publicado en la revista Reproduction, en septiembre de 2004: 128(3),259-67) afirman:

- los cultivos continuados de CME en un estado indiferenciado necesitan la presencia de una capa de células de ratones y de hormonas del crecimiento liberados por las mismas, existiendo el riesgo de transferencia de patógenos (virus o bacterias causantes de enfermedades). En caso contrario éstas empiezan a diferenciarse descontroladamente, generando una mezcla de diferentes tejidos, perdiendo su tan promulgada característica de pluripotencialidad
- las CME presentan una alta inestabilidad genómica y durante el crecimiento a largo plazo presentan modificaciones funcionales inesperadas
- cuando las CME son inyectadas en las extremidades posteriores de ratones inmunosuprimidos generan tumores embrionarios (teratomas) en el 50% de los animales.

La Dra. Alice continúa: “Estos descubrimientos muestran que estos investigadores no entienden nada de Biología Celular, pues nosotros, que llevamos investigando en esta área desde hace 15 años con cultivos de células, hemos sufrido todos estos problemas con las llamadas células de linaje, obtenidas de tumores o no diferenciadas y eternalizadas”.

La cuestión que se formula en este momento es: ¿por qué dividir la atención y los recursos entre dos tipos de terapia, o sea, con CMA y CME, si apenas el primero ha aportado resultados alentadores, además de no violar ningún precepto ético?

La doctora Líliam Piñero Eça, investigadora de la UNIFESP afirma: “El futuro de la ciencia está en las células madre adultas desde 2001 y en el estudio de los factores epigenéticos, pues las células embrionarias, por el momento, causan cáncer y rechazo”.

Cientos de científicos investigadores de las CME, se reunieron en Washington DC en junio de 2005, declarando en aquel evento el poco éxito de sus investigaciones y reconociendo que se habían gastado millones de dólares intentando desarrollar sus experimentos sin éxito. El Dr. James Thomson, pionero en el aislamiento de células madre embrionarias, admitía que sus méritos fueron exagerados y que no había indicios de una posibilidad terapéutica con dichas células.


En la práctica

Asistimos a la votación de la ley de bioseguridad en Brasil envuelta en una “presión social” que, en mi opinión, fue creada sistemáticamente por una exposición asimétrica del tema por los medios de comunicación mal informados. Creo que la opinión pública no fue debidamente informada sobre esta cuestión; se puede ver en televisión a portadores de deficiencias físicas llorando, emocionados, por la aprobación de la ley, lo que muestra hasta qué punto estaban ilusionados, porque las posibilidades teóricas se presentaron como certezas, algunos investigadores llegaron a determinar plazos de entre 2 a 5 años para la obtención de resultados prácticos, pero puesto que no se sabe si estos objetivos podrán ser alcanzados, cuanto más establecer un tiempo para que esto ocurra.

La ciencia no puede prever resultados, pues ésta trata precisamente de explorar lo desconocido. Hipótesis consideradas válidas durante muchos años, se han demostrado falsas. Trabajar para el desarrollo de la ciencia es una obligación de todos, estudiar todas las posibilidades de progreso dentro de unos límites éticos también, pero no se pueden garantizar resultados, principalmente cuando estas promesas crean falsas expectativas en personas tan sufridas, manipulando sus esperanzas.

Se creó una peligrosa ilusión sobre este tema y consecuentemente se extendió una opinión equivocada. El argumento de salvar vidas con pedazos de células que irían “a la basura” es inmoral, minimizando y deshumanizando el embrión; incluso los embriones congelados de más de 3 años de antigüedad serían inviables, dato evidentemente falso; frente a casos profusamente publicados en los medios, de embriones con ocho e incluso trece años en congelación que, al ser implantados en los úteros de sus madres, acabaron siendo normales y sanos.

Lo más preocupante en relación a este tema es que se ha abierto un gran precedente, pues ahora el embrión que no es respetado y es desclasificado como ser humano, posibilitará tomar como lícito también el aborto, para más inri los grupos pro-aborto han intensificado mucho sus campañas, iniciando una cruzada para la legalización del aborto de los anencéfalos. El Ministerio de Salud de Brasil llegó a establecer normas para facilitar el aborto a víctimas de violaciones, sin exigir ningún tipo de prueba de los hechos, intentando eximir al médico de cualquier responsabilidad legal, abriendo una brecha para la institucionalización del aborto generalizado.

Puesto que el embrión congelado no está vivo, ¿por qué el embrión uterino sí lo está? 
El saber popular sobre lo que es un cigoto, un embrión o un feto es muy pobre, facilitando las campañas a favor del aborto.


Actualmente algunos médicos defienden la interrupción del embarazo en fetos portadores de cualquier anomalía, incluso con síndrome de Down. ¿Dónde vamos a parar? ¿Cuál es el límite ético que se impondrá?

Lo que se cuestiona ahora no es el beneficio para la ciencia, sino el beneficio para la humanidad, que puede no ser la misma cosa, pues en términos científicos, toda y cualquier posibilidad de estudio o investigación siempre es beneficiosa, pues aporta conocimiento, aunque este conocimiento sea la constatación de que no es posible conseguir las metas inicialmente trazadas por esta línea de investigación; mientras debemos tomar en consideración las cuestiones éticas, puesto que los fines no justifican los medios.

Deberíamos estar discutiendo la reglamentación sobre la producción de embriones con fines reproductivos como se ha hecho ya en Italia e Inglaterra; y el hecho de no usarlos, o de que estos serán descartados de cualquier modo, no puede ser excusa para el uso de los mismos con fines científicos.

Lo que debe quedar bien claro es que un embrión es considerado, por la propia ciencia materialista, como un ser humano vivo, por tanto debe ser respetado como tal.

Comprendemos la preocupación lícita de algunos hermanos de doctrina, que temen asumir posiciones que puedan obstruir el avance de la ciencia, penalizando importantes avances para la humanidad; tal como ocurre con muchas religiones, que impregnadas en sus dogmas, llegan al punto de prohibir el uso de importantísimas y fundamentales tecnologías como el uso de sangre y derivados, por ejemplo; sin embargo no creo que sea recomendable abandonar preceptos básicos o, peor aún, adaptarlos para poder aceptar determinadas situaciones que la ciencia nos proporciona: ni tanto ni tan calvo.

No existe fanatismo o radicalismo cuando analizamos los datos científicos disponibles y bajo la visión de la moral espírita, nos posicionamos contra el uso de las células embrionarias, creyendo que se trata de una postura coherente con la doctrina que acogemos, evitando precipitarnos.

Sin querer ser prepotente, pero a raíz de la carta abierta publicada por la AME-Brasil (Asociación Médica Espírita de Brasil), con ocasión del MEDNESP de 2005, diría que son precisamente los médicos espíritas, los más destacados al expresar su opinión sobre este tema, pues se trata de un tema técnico el cual exige un conocimiento específico que va más allá del doctrinario.

El mundo evoluciona constantemente, pues este es nuestro inexorable destino; crearemos tecnologías cada vez más importantes, mientras, debemos escoger el precio que estamos dispuestos a pagar por ello, debemos escoger el camino que debemos seguir.

No abramos las puertas al genocidio del aborto por la deshumanización del ser humano, no dejemos que se instale la clonación humana para proveer de células embrionarias, la creación de una nueva modalidad de crimen, el “aborto probeta”, reflexionemos sobre las posibilidades apoyándonos en los datos que nos ofrece la ciencia y en las enseñanzas de Jesús y no permitamos el uso de embriones humanos, pues estaríamos incurriendo nuevamente en un grave error, generando un nuevo y devastador karma colectivo.

El uso de las CME humanas no es necesario para el avance de la ciencia en este momento, creo que por los trabajos desarrollados con las CMA y ahora con las CPI conseguiremos grandes conquistas y el estudio de los factores epigenéticos, acabarán por conducirnos al concepto de “Modelo Organizador Biológico”, el periespíritu; nos traerá la posibilidad de, por ejemplo, diseñar órganos en laboratorio a partir de células del propio paciente, para un auto-trasplante, fundando la “ingeniería de órganos y tejidos”, o mejor aún, induciendo la proliferación de estas células en el propio organismo enfermo evitando la etapa de laboratorio.


A pesar de nuestro optimismo y entusiasmo, no perdamos la serenidad ni evitemos la seguridad en el avance de la ciencia, pues no debemos emitir un juicio ético de aquello que no conocemos completamente.

Tengamos confianza y dedicación en los estudios y en el desarrollo de las CMA y de las CPI, dominando cada vez más y mejor sus posibilidades, y en cuanto a esto, mucha prudencia y responsabilidad.

Fíjese lo que nos proveyó Emmanuel, a través de las manos de Francisco Cándido Xavier, mucho antes de que surgieran las posibilidades que actualmente discutimos:
“El hombre deseó recursos para abrir caminos con facilidad y la divina providencia le suscitó la idea de reunir arena y nitroglicerina, de cuya mezcla se creó la dinamita. La comunidad se benefició del descubrimiento, sin embargo, cierta facción creó con ésta, una bomba destructora de vidas humanas.

El hombre pidió vehículos que le hicieran vencer el espacio, ganando tiempo y el amparo divino le ofreció los pensamientos necesarios para la construcción de modernas máquinas de conducir y transportar. Estas bendiciones conllevan progreso y renovación para todos los sectores de las adquisiciones planetarias, mientras, aparecen aquellos que no respetan las leyes de circulación, creando procesos dolorosos de sufrimiento y agravando débitos y rescates, en los principios de causa y efecto.

El hombre pidió el apoyo contra la soledad psicológica y la Eterna Bondad, a través de la ciencia le concedió el telégrafo, la radio, el televisor, aproximando las colectividades e integrándolos bajo el mismo ambiente cultural de perfeccionamiento. A pesar de ello, junto a estos nobles proyectos, aparecen aquellos que se valen de tan altos instrumentos de comunicación y solidaridad para la diseminación de la discordia y la guerra.

El hombre imploró medidas contra el dolor y la Compasión Divina le envió la anestesia, favoreciendo el tratamiento y el requilibrio del campo orgánico. A raíz de estas concesiones, no faltan aquellos que transforman los medicamentos de la paz y misericordia en tóxicos de deserción y delincuencia.

El hombre pidió la desintegración atómica, bajo la necesidad de conseguir más fuerza, con el fin de comandar el progreso, y la desintegración atómica está en el mundo, ignorándose el precio que pagará el Orbe Terrestre, hasta que esa conquista sea respetada lejos de cualquier apelo a la destrucción.

Es fácil darse cuenta cómo Dios siempre concede al hombre las posibilidades y ventajas que la inteligencia humana puede pedir a la Sabiduría Divina. Por eso mismo, las calamidades que surjan en los caminos de la evolución en el mundo, no suceden obviamente bajo la responsabilidad de Dios”.

Autor: Dr. Décio Iandoli Júnior, es médico cirujano, doctor en medicina por la UNIFESP-EPM; profesor titular de Fisiología de los cursos de Biología, Fisioterapia y Farmacia de UNISANTA en Santos, S.P.; profesor responsable de la disciplina de Salud y Espiritualidad del curso de Gerontología de esta misma universidad; profesor del Departamento de Cirugía de la Facultad de Ciencias Médicas de Santos; actual presidente de la Asociación Médico-Espírita de Santos y colaborador del Centro Espírita Dr. Luiz Monteiro de Barros en Santos, S.P.; autor de los libros “Fisiología Transdimensional”, “Ser Médico y Ser Humano”, “La Reencarnación como Ley Biológica” y “Un hombre detrás del Espejo”, editados por la FE editora periodística.


por Dr. Décio Iandoli Jr.


Traducido por Silver Chiquero