jueves, 4 de febrero de 2016

REENCARNAR NO ES FACIL

Espiritismo, enseñanza que llega a nuestras vidas para abrirnos la puerta al porvenir, para enseñarnos que los que nos abandonan sólo dejan de ser visibles a nuestros ojos físicos, pero no a los del espíritu, siempre sensible a las sugestiones de aquellos que nos quieren y que desde el espacio nos cuidan.

LA MUERTE NO EXISTE

Vivimos, pensamos, obramos, he aquí lo positivo: moriremos, esto no es menos cierto. Pero dejando la Tierra, ¿a dónde vamos? ¿Qué es de nosotros? ¿Estaremos mejor o peor? ¿Seremos o no seremos? Ser o no ser: tal es la alternativa, es para siempre o para nunca jamás, es todo o nada, viviremos eternamente o todo se habrá concluido para siempre. Todos sabemos que nacemos, - podemos crecer y envejecer – pero siempre nos morimos. Convivimos a diario con la idea de muerte en los medios de comunicación, en los fallecimientos de personas conocidas o de familiares. Sin embargo, tales sucesos siempre nos sorprenden como si no formaran parte de la naturaleza, como si ese no fuera el destino que nos espera a todos, y nos recusamos a hablar sobre el tema con la profundidad necesaria, en un intento hasta infantil de ignorarlo o alejarlo de nuestra realidad existencial.En este artículo, pretendemos reflexionar sobre las posibles razones que nos hacen actuar de esa manera y que nos llevan a temer a la muerte. 

EL SUICIDIO SE PUEDE PREVENIR


El viejo Testamento de la Biblia nos presenta dos cosas de suicidio legendarios. Esos suicidios ciertamente merecen un análisis más detallado, por parte de todos aquellos que sean estudiosos del Antiguo Testamento. Queremos evocarlos, en esta oportunidad, para que podamos sacar provecho de esas lecciones.
Uno de los casos terribles de suicidio presentado en el Antiguo Testamento Judaico, en la Biblia, es el suicidio del legendario Sansón. Después de ciego, después de traicionado por la esposa Dalila, el acaba por derrumbar las columnas del edificio bajo el cual estaba y desencarna por suicidio. Es el gran primer suicidio presentado en el Antiguo Testamento Bíblico. Luego después, encontramos el suicidio del rey Saúl, después de tener aquel contacto con la médium de Endor, conforme nos es narrado en uno de los libros de Reyes, en que el vio el viejo amigo Samuel, tubo de Samuel informaciones a través de esa sensitiva, de esa médium. Samuel le dice que, si el resuelve enfrentar a los filisteos que estaban con sus ejércitos acampados alrededor de Israel, dentro de poco tiempo, el y su familia estarían en el más allá. Y la primera cosa que hace el rey Saul, fue desatender la propuesta del amigo, con el cual él quería hablar, desacato el ejército filisteo y entro en guerra. Dentro de algún tiempo, Jonatán, Abinadad y Melquisua, sus hijos, habían sido muertos por los filisteos. El, acompañado por el soldado, en los campos destrozados, coge la lanza del soldado y destruye la propia vida física, cumpliendo aquello que Samuel le había dicho a través de la señora de Endor.
Tenemos esos dos suicidios y verificamos que cualquier suicidio es, por sí mismo, muy lamentable. Pero, cuando llegamos al Nuevo Testamento de la Biblia judaica, vamos a encontrar el gran suicidio de Judas Iscariote. Después de haber engañado profundamente, al cometer la traición contra el amigo, contra Jesús Cristo, vendiendo la información sobre El, por treinta monedas, Judas acaba por ahorcarse y eso establece una nueva tragedia en el cuerpo del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento Bíblico. De ese modo, comenzamos a pensar en lo que viene a ser propiamente el suicidio.
Sin hablar de las cuestiones culturales, como haraquiri, en Japón, como la muerte a lo bonzo en Vietnam, cuando se ponen combustible sobre el cuerpo, prendiendo fuego y mueren en la posición de loto, encontramos suicidio por desesperación. A las personas desesperadas, amotinadas en su intimidad, a las personas incrédulas de la vida, incrédulas de la sociedad, incrédulas de la humanidad, apelan para ese acto extremo, que es el más grave acto que alguien comete delante de las leyes cósmicas, delante de las leyes de la conciencia o si queremos, delante de las Leyes de Dios.
Por causa de eso, hay que evaluar la impropiedad del suicidio. Ese hecho que lleva a las personas a suponer que están huyendo de los problemas, que están huyendo de la vida, provocándoles una frustración sin tamaño. Porque la muerte del cuerpo físico nos puede retirar, y nos retira de hecho, del cuerpo físico, pero no nos retira de la esencia de la vida. Nosotros, seres espirituales, somos vivientes perpetuos. Una vez que llevamos en nosotros ese germen del Creador, esa genética del Creador, que es eterno, nosotros somos inmortales. Nuestra eternidad recibe el nombre de inmortalidad, porque nosotros tuvimos comienzo en el amor de Dios.
¿Por qué matarnos si sabemos que la muerte de hecho, la muerte esencial no existe? Matamos el cuerpo físico que es carnal, compuesto por células y, de allí a poco, ellas se deshacen en el quimismo del suelo en plena naturaleza. Jamás conseguiremos, con la práctica del suicidio, huir de la vida. La vida esencial es un patrimonio del alma, es un patrimonio del Espíritu, por eso dejaremos el cuerpo, pero el suicidio nunca nos retirara de la vida.
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Una vez que nadie consigue evadirse de la vida, no hay menor sentido en matarse. Comprendemos el caos patológico, las personas enfermas mentales, enfermos psiquiátricos, las personas en desespero, queriendo huir de sí mismas, pero no tiene ningún sentido. Esa es una puerta falsa. Más, al final de cuentas, estamos hablando de ese suicidio en que la criatura toma un arma de fuego, un arma blanca, toma de una poción venenosa, o se lanza de algún terrado, que le proponga o que le permita o que le facilite el suicidio. Con todo, existen otras consideraciones sobre el suicidio que podemos hacer. Porque Freud, Sigmund Freud, al analizar la cuestión del suicidio establece algo muy interesante para el psicoanálisis: Toda criatura, dice él, que es capaz de suicidarse, es capaz de matar.
Las personas, en tesis, que se matan, en verdad ellas quieren matar a alguien. Delante de la imposibilidad, por cualquier razón, ellos se matan para así inculpar a alguien. Es muy común las personas al matarse, que dejen billetes, cartas, echan la culpa a un tercero, echan la culpa a la sociedad. De ese modo, comenzamos a percibir que, de hecho, el suicida en esos casos, desearía hacer daño a otras personas. En la imposibilidad, el se autodestruye y culpa a esas personas, como si desease dejar el peso de sus actos bajo la responsabilidad de terceros. Pero, todas las veces que pensamos en el suicidio, vemos que el suicidio es la quema de nuestra energía vital.
Siempre que actuamos de tal forma que quemamos nuestra energía vital de manera indebida, estamos cometiendo un acto suicida. Entonces, es suicida aquel que come demasiado, que no come para vivir, más que vive para comer. Es un acto de suicidio porque él está destrozando energías físicas, energías que deberían servirle de por vida. Son suicidas los fumadores, por más inocentes que sean. No importa que sea mi hijo, mi madre, mi padre o yo mismo. Si estoy ingiriendo substancias químicas, que van corroyendo mi vitalidad, mi fluido vital, soy un suicida potencial, suicida involuntario, si no lo sé, más suicida voluntario si lo sé pues aquello me provoca la muerte poco a poco.
Son suicidas los alcohólicos, por más inocente que sea la bebida, pero la continuidad nos lleva a quemar las energías vitales. Ninguno estará en el infierno o estará cometiendo un pecado por tomar un vaso de vino, por tomar una cerveza, no en tanto, el hábito, la continuidad, eso va haciendo que el organismo pierda su tonalidad, pierda tono vital, para dar cuenta de esa substancia indebida que la criatura ingiere varias veces durante mucho tiempo.
Es por causa de eso, que tenemos que pensar en la irritación: cuantas veces nos sumergimos en ese pantano de la irritación, de la cólera. También es una actitud suicida. Cada vez que nos irritamos, cada vez que entramos en ese círculo de la perturbación emocional, quemamos nuestro fluido vital, vamos destrozando poco a poco nuestra vitalidad y, obviamente, ese es un gesto suicida. Cuando comenzamos a maquinar la destrucción de los otros, maquinar alguna cosa que yo pueda comprometer a los otros, maquinar algo en que yo pueda perturbar a los otros, no estoy haciendo otra cosa sino que destruirme, porque lo que hace mal a la gente, dice Jesús Cristo, es lo que sale de la gente, es lo que sale de la boca del alma, porque somos responsables por eso. De esa manera, nada de pensar en el suicidio, nada de adoptar posturas suicidas.
Lo más importante es amar la vida, sea ella como fuere, sea ella cual fuere, más la vida. Agradezcamos a Dios por la honra de estar en la tierra. ¿Cometemos un error, vamos a ser sometidos a la execración pública? No hay problema. Vamos a llorar, vamos a sufrir, pero luego el sol brillara otra vez. ¿Estamos debiendo dinero, altas sumas? No hay problema, vamos a resolver esto. De aquí a poco yo trabajo, de aquí a poco yo consigo. Nada de matarnos. ¿Estamos enfrentando un problema de salud grave? Nada de matarnos, porque luego más, si la muerte natural no sobrevive, estaremos curados y, si ella sobrevive, estaremos curados en definitivo. Por esto, matarnos nunca, la muerte provocada por nosotros no nos llevara a otro lugar que no sea el conflicto de conciencia y la necesidad del retorno para el necesario rescate de la reeducación.