jueves, 5 de diciembre de 2013

LA TRIBULACIÓN DE UN ESPÍRITA DESENCARNADO


Por primera vez después de su desencarnación, Eustaquio se manifestaba por medio de la psicofonía mediúmnica, en el grupo de trabajo al que estuvo vinculado durante 25 años, en las labores de Caridad. ¡Euforia y emoción!...El compañero desencarnado fue un abnegado servidor y gran amigo de todos.
Queridos míos – saluda, emocionado, el visitante, por la psicofonía mediúmnica.- 
Grande es mi alegría, de vuelta a nuestra convivencia. Aun no estoy en plena posición de mis fuerzas, ni entrenado para este intercambio. Puedo adelantar, mientras tanto, que todo lo que aprendimos con nuestra amada Doctrina Espírita es la expresión de la realidad, principalmente en lo que se refiere al servicio del Bien, que es sublime siembra para la Vida Eterna, favoreciendo un retorno feliz a la Espiritualidad. Aunque poco es lo que hice, recibí preciosas compensaciones… Después de una ligera pausa, Eustaquio imprime un leve trazo de tristeza en sus palabras, diciendo:

Entre tanto, mi situación espiritual no es de las mejores, por cuanto si algo realicé en beneficio del semejante, fui muy descuidado en relación a mi propio Espíritu. Es relativamente fácil trabajar por el bien ajeno; difícil es impedir el mal en nosotros mismos. No hay dificultad en orar por alguien, visitar enfermos, pronunciar palabras de confort y estímulo, atender al necesitado… Difícil es contener la irritación, evitar la maledicencia, ejercitar el perdón, abortar la mala palabra… ¡Semejantes impulsos están muy arraigados en nuestro corazón! Y están los vicios… ¡Increíble! No llevo la cuenta de las manifestaciones que presencié de entidades desencarnadas lamentando los excesos en la mesa, los desequilibrios, el alcohol, el tabaco, los tóxicos… ¡Y heme aquí a engrosar el coro de los atormentados del Más Allá, porque jamás llevé en serio las advertencia contenidas en aquellos dolorosos apuntes!...
Mira, Eustaquio, no te tortures
.- dijo conciliador el compañero Breno.- Al final, nadie es perfecto…
Sí, ya lo sé, ya lo sé… Todos tenemos flaquezas, pero, ante las bendiciones del conocimiento espírita, está la obligación de combatirlas. En cuanto permanecemos en la oscuridad, nadie nos puede criticar si tropezamos, pero cuando la luz se hace, nos cabe mirar por donde andamos. Nada puedo hacer sino lamentar el tiempo perdido, pero ustedes permanecen en la lucha. Aprovechen las oportunidades; no pierdan tiempo, aprendan a analizarse, miren dentro de sí mismos, miren lo que debe ser cambiado y háganlo, a fin de no recibir decepciones idénticas a las mías… El título de servidor del Evangelio es importante: habilitarnos a muchas bendiciones, pero solamente como discípulos auténticos de Cristo estaremos construyendo, realmente, nuestra felicidad. Eso pide no sólo el movimiento de nuestras manos por la promesa de la Fraternidad, sino, sobre todo, de nuestra voluntad, a trillar con decisión arduos caminos del perfeccionamiento espiritual.
El amigo desencarnado se despidió y la reunión fue cerrada. En aquella noche no hubo, como de costumbre, comentarios sobre la manifestación. Todos meditaban, impresionados, sobre las graves advertencias recibidas, sintiendo que si desencarnasen en aquel día no estarían en mejor situación.
 

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El conocimiento espírita es una bendición de esclarecimiento y orientación, amenizando las amarguras de la existencia humana y estimulándonos al movimiento por la Fraternidad, donde cogemos bendiciones de las flores de la Esperanza y frutos dadivosos de trabajo ennoblecedor… 
Pero representa también, intransferibles aumentos de responsabilidad en el campo del perfeccionamiento individual, partiendo del principio evangélico de que mucho será pedido a aquel que mucho recibió. 

Autor: Richard Simonetti, Brasil