miércoles, 26 de septiembre de 2012

EL GUIA ESPIRITUAL



             EL GUIA ESPIRITUAL


Ya sea que se le llame guía espiritual, ángel de la
guarda o hasta ser de luz, esta entidad ejerce sobre
nosotros una suerte de fascinación y nos hacemos
muchas preguntas respecto a ella. Un día u otro, la
vida nos lleva a pensar en él y queremos saber más.
Impalpables, invisibles, inaccesibles, imaginados unas
veces como querubines, aureolados o alados, otras
más aterradores en forma de djinns, gnomos o genios
según los países y las tradiciones, estos seres parecen
compartir nuestra vida desde la noche de los tiempos.
Todavía hoy, ¿no se dice del recién nacido que es un
angelito? ¿No se evoca, cuando se escapa de una
catástrofe, la protección de una buena estrella o de
un ángel guardián? Para algunos, los ángeles son
entidades intermedias entre Dios y los hombres. No
pueden reencarnar y vivir como seres humanos. Y a la
inversa, un ser humano no podrá convertirse nunca en
un ángel.
¿Quiénes son ellos realmente, y qué relaciones tienen
con el hombre? ¿Cuál es su papel? ¿Cómo puede uno
encontrarse con ellos? Y qué pasa durante nuestra
desencarnación, ¿siguen ellos guiándonos en el más
allá? Es lo que vamos a descubrir juntos a la luz de la
filosofía espírita.
EL GUÍA A TRAVÉS DE LA HISTORIA
El guía espiritual es un espíritu que nos acompaña
y nos aconseja a todo lo largo de nuestra vida. Con
frecuencia es denominado “ángel de la guarda” por
las diferentes corrientes religiosas o espirituales. En el
judaísmo, los ángeles guiaron a Abrahán y ayudaron
a Moisés a ir hacia la Tierra Prometida. Los hebreos
creían que para un hombre era imposible ver a Dios
frente a frente sin morir. Por interés de credibilidad,
reemplazaron entonces todos los pasajes donde el
hombre veía a Dios, por pasajes donde el hombre se
encontraba con un ángel enviado por Dios.
Para los cristianos, fue el arcángel Gabriel quien anunció
a María que engendraría a Jesús. Fueron igualmente los
ángeles quienes hicieron rodar la piedra que sellaba la
tumba del Cristo y le acompañaron al cielo. La Biblia no
menciona nunca explícitamente el término “guardián”.
Los ángeles están representados en pinturas en todas
las mezquitas y escuchan las oraciones de los fieles. El
arcángel Gabriel, el mismo que se le apareció a María,
inspiró a Mahoma en la escritura del Corán.
En el hinduismo y el budismo se encuentran
igualmente personajes angelicales. Sin embargo, ellos
superan las divisiones entre las grandes religiones y
quieren ser guías. Generalmente son representados
bajo una forma humana. Son los mensajeros de Dios
que aparecen en diversos lugares. Etimológicamente,
la palabra ángel significa “mensajero”.
En la Edad Media, fueron los artistas quienes volvieron
casi obligatorias las alas, para mostrar que desafiaban
las leyes de la gravedad y que flotaban en el aire.
Eso permitía igualmente diferenciarlos de los seres
vivientes. En la misma época, los teólogos, queriendo
ordenar el mundo de los ángeles, crearon el concepto
de los nueve coros de ángeles, ordenados en círculos
concéntricos alrededor del mundo de Dios. En el
centro se encuentran los serafines, incorruptibles, cuya
esencia es el amor, vienen luego los querubines cuya
esencia es el saber y por fin, en la periferia, cerca del
mal y de los hombres, que son los pecadores de este
mundo cósmico, se encuentran los arcángeles y los
ángeles.
Hasta el siglo XIV, se pensaba que había un ángel para
todo, las estaciones, los planetas, la poesía… Varios
hechos notables participaron en la declinación de
la creencia en los ángeles protectores, tales como la
peste negra en los años 1347 a 1352 que diezmó cerca
de la mitad de la población europea mientras ésta
veía a los ángeles como protectores. Y a lo largo del
Renacimiento, con el desarrollo de los conocimientos
del sistema solar (Copérnico) y de las ciencias en
general, surgió la duda.
Sin embargo, a través la historia pueden encontrarse
rastros de su presencia. Juana de Arco afirmaba haber
oído voces celestiales de las santas Catalina y Margarita
y del arcángel san Miguel que le pedían ser piadosa,
liberar al reino de Francia del invasor y conducir al
delfín al trono.
La leyenda dice que George Washington vio un
ángel que le contó la historia de su país. Los ángeles
formaban parte de su fe y de sus creencias.
Durante la primera guerra mundial, numerosos
soldados dieron testimonio de haber visto ángeles a
su lado en los momentos más duros.
EL GUÍA Y LA FILOSOFÍA ESPÍRITA
Gracias a los contactos con el más allá desde el siglo
XIX, se comprende entonces que lo que se llamaba
“ángeles de la guarda” son de hecho los espíritus
de personas difuntas. Allan Kardec en El Libro de los
Espíritus, escrito en 1857, dedica todo un capítulo
a los ángeles guardianes, espíritus protectores que
llamamos “guías”. Vamos a descubrir quiénes son
realmente los guías y cuál es su función. Ya sea en El
Libro de los Espíritus u hoy en día a través de los mensajes
recibidos, podemos decir que la protección es una
ley indispensable para todos, estemos encarnados o
desencarnados.
El espíritu que guía es más evolucionado que
su protegido, tanto en el plano moral como en
el intelectual. Pero es ante todo alguien a quien
hemos conocido en el curso de nuestras diversas
reencarnaciones y con quien tenemos afinidades (un
pariente, un amigo de ruta o de combate…). Nos
es cercano, nos ama. Es el espíritu que espera por
nosotros, que nos ve vivir y nos acompaña a todo lo
largo de nuestra vida.
¿Tenemos siempre el mismo guía? La regla no es
absoluta. Podemos tener un guía durante cierto
tiempo y luego cambiar. El guía puede ser el mismo a
lo largo de toda nuestra encarnación y si es necesario
durante varias vidas. Por múltiples razones, el espíritu
también puede suspender su función de guía. Puede
necesitar reencarnar para su propia evolución o
para cumplir otra misión en el más allá, lo cual no le
permitirá asumir más su papel. Entonces, otro guía
tomará su lugar.
Palabras de un espíritu que responde a la pregunta:
¿Qué es el guía? “… un espíritu que ve a su protegido
en todos los instantes de su existencia, un espíritu que lo
sigue, un espíritu que lo conduce, un espíritu que sugiere el
camino que precisaría seguir, un espíritu que se regocija,
un espíritu que llora, un espíritu que transita todos los
sentimientos de su protegido porque le acompaña sin
cesar y sin descanso…”

EL ENCUENTRO CON EL GUÍA


Cada vez que un guía puede manifestarse a su
protegido, lo hace no sólo con alegría y felicidad sino
sobre todo con amor, diciendo por ejemplo: “Soy
tu guía y soy feliz por ello. Compartamos juntos este
sentimiento de ser, de durar y de dar, pues tenemos un
largo camino y un trabajo que cumplir. Te protejo, te amo
y te sigo…”

Además de la sesión espírita, hay otras circunstancias
que permiten el encuentro con nuestro guía sin que
nos demos cuenta. La más corriente, aunque natural
e indispensable para nuestro equilibrio, es lo que se
llama “la desincorporación nocturna”. Durante nuestro
sueño, nuestro espíritu va a abandonar el cuerpo,
gracias al periespíritu, para ir al encuentro del más
allá y más particularmente al encuentro del guía. Para
comprender bien el fenómeno de la desincorporación
nocturna, escuchemos las explicaciones del espíritu:
“… El sueño es una pequeña muerte cotidiana que
permite a cada uno captar las energías espirituales
para comprender mejor la vida física. Así pues,
cada noche, los espíritus humanos parten hacia el
más allá al encuentro de sus guías y de numerosos
desencarnados. Aunque el recuerdo de este viaje
sea ocultado por las barreras del inconsciente, los
conocimientos y los estados espirituales adquiridos
tienen una influencia cierta sobre el comportamiento
del individuo…

Numerosas personas dan testimonio de haber sido
advertidas de un peligro por una señal o una voz
interior. Y a menudo, hacen referencia a su ángel
guardián. El propio Allan Kardec, da testimonio en
El Libro de los Médiums de haber sido alertado por
golpecitos cuando trabajaba en un libro. Al día
siguiente, tuvo la oportunidad de hacer la pregunta
durante una sesión de espiritismo y el espíritu guía
le respondió que efectivamente, él buscaba hacerle
comprender que cometía errores en su trabajo y le
indicó cuáles.
Durante una NDE o EMI (experiencia de muerte
inminente), numerosas personas dan testimonio,
después de haber sido reanimadas de un coma
profundo o de una muerte clínica, de haber encontrado
a un ser de luz al que con frecuencia relacionan con su
guía. Manifiestan haber sentido un gran calor, un amor
inmenso y una sensación de paz y serenidad frente a
este ser.
No siempre es fácil descubrir la presencia del guía,
ya sea durante nuestras desincorporaciones, por el
sueño o por diversas señales. Sin embargo, no habría
que pensar que el guía decide por el protegido. Él
sigue, cuida y trata de insuflar buenas decisiones. Sin
embargo, no siempre está seguro de ser escuchado.
Eso depende de la receptividad, de la conciencia y del
estado de ánimo del protegido.
Ciertos guías quizás nunca entren en contacto con sus
protegidos. Demasiado apegados a las dificultades de
vivir, ya sea debido a su situación personal (malestar,
depresión…), ya sea a un contexto desfavorable
(guerra, hambre, violencia social…) o por inferioridad
espiritual. Otros, a pesar de una relativa consciencia
y contactos regulares con sus guías, permanecerán
sordos a los consejos y con frecuencia se dejarán
arrastrar a la facilidad y la renuncia por un orgullo
demasiado pronunciado.
EL PAPEL DEL GUÍA AL MOMENTO DE LA MUERTE Y
EN EL MÁS ALLÁ
El papel del guía no se detiene con nuestra muerte; los
espíritus nos explican que cuando desencarnamos y
llegamos al más allá al final del túnel, nuestro guía está
allí para recibirnos: “… De manera general, es pues el guía
quien va a recibir en el rellano del más allá al espíritu que
acaba de desencarnar. Esa acogida es tranquilizadora,
se hace para impulsar progresivamente al recién llegado
hacia las esferas de lo invisible, para acostumbrarlo a su
solo habitáculo periespiritual, para acostumbrarlo a esta
inmaterialidad…”

Precisemos que esto se refiere a los espíritus que han
pasado el túnel sin conocer la turbación. Muchas
personas que dejan la Tierra y su envoltura carnal
conocen el sentimiento de turbación de manera
más o menos fuerte. En efecto, las muertes brutales
(accidente, asesinato, suicidio…), ocasionan una
profunda turbación. La psicología del espíritu, su
carácter, sus faltas, sus creencias religiosas, su forma
de percibir la muerte y su nivel de evolución, llevan
igualmente a un estado de turbación. Veamos el caso
de un espíritu que ha conocido la turbación y de
alguna manera se siente perdido en el más allá y le
cuesta trabajo comprender lo que ve:
“… Es un espíritu que cuando ha llegado al más allá
parece perdido. Es un espíritu que, en el punto de partida,
ha errado un poco por los lugares de su última vida. Es
como si hubiera sido ayudado. Lo veo como empujado y
encontrarse un poco atontado (las cadenas fluídicas han
sido establecidas). Ahora lo veo delante de mí. Parece
bien. Dice gracias. Me dice que es ayudado por su guía
que no lo abandona jamás. Me hace pensar en un niño
pequeño refugiado en los brazos protectores de una
persona afectuosa. Es un espíritu que aún no es capaz de
hacer elecciones. Es guiado en su totalidad”
.
Después de la acogida en el más allá, el guía conserva
su función y permanece cerca de su protegido. Le
permitirá comprender su nueva condición de espíritu
y le hará descubrir el más allá. Juntos, guía y protegido
harán una suerte de balance sobre la vida que acaba
de pasar, sin juicio pero de manera objetiva y sincera.
EL PAPEL DEL GUÍA EN EL MOMENTO DE LA
REENCARNACIÓN
Luego llega el momento de pensar en la reencarnación.
Sobre los consejos del guía, elegiremos el momento, el
lugar y eventualmente la misión de nuestra próxima
reencarnación. En el más allá, el espíritu vive liberado
de las coacciones de la materia y tomar la decisión de
reencarnar no es trivial. Pueden sobrevenir temores y
angustias. Es por ello que es muy importante para salir
bien de su futura reencarnación, escuchar los consejos
de su guía. Un espíritu que reencarne demasiado
rápido y sin escuchar los consejos de su protector
podría conocer “un accidente de reencarnación” que
podría traducirse, por ejemplo, en un hándicap físico
o en un malestar psicológico.
CONCLUSIÓN
Es importante tomar consciencia de que muy cerca
de ustedes, hay un amigo seguro y abnegado, que
cuida, que sostiene, que ayuda y que ama. Piensen
entonces en él, aunque no conozcan su nombre, eso
no es lo más importante; él sentirá el llamado y tratará
de responder. En la noche, justo antes de dormir,
piensen en él para facilitar el contacto durante la
desincorporación nocturna. Ábranse a su amor y harán
de su guía, un guía feliz.

EL ANGEL DE LA GUARDA




Ángeles de la guarda. Espíritus protectores, familiares o simpaticos

489. ¿Hay Espíritus que se apegan a un individuo en particular, con
el objeto de protegerlo?
- Sí, el hermano espiritual. Es el que llamáis Espíritu bueno o
genio bueno.
490. ¿Qué se ha de entender por “ángel de la guarda”?
- El Espíritu protector de un orden elevado.
491. ¿Cuál es la misión del Espíritu protector?
- La de un padre para con sus hijos: conducir a su protegido
por la buena senda, ayudarle con sus consejos, consolarlo en sus
aflicciones, sostener su valor en las pruebas de la vida.
492. El Espíritu protector ¿está apegado al individuo desde el
nacimiento de éste?
- Desde su nacimiento hasta su muerte, y con frecuencia le
sigue después de ella en la vida espíritu, e incluso durante muchas
existencias corporales, porque tales existencias no son sino fases
muy cortas con relación a la vida del Espíritu.
493. La misión del Espíritu protector ¿es voluntaria u obligatoria?
- El Espíritu está obligado a velar por vosotros porque aceptó
esa tarea, pero le cabe elegir a aquellos seres que le son simpáticos.
Para unos es un placer. Para otros, una misión o deber.
493 a. Al dedicarse a una persona determinada ¿renuncia el Espíritu
a proteger a otras?
- No, pero lo hace con ellas de una manera menos exclusiva.    Allan Kardec
494. El Espíritu protector ¿está inevitablemente unido al ser
confiado a su guarda?
- Con frecuencia suele suceder que ciertos Espíritus abandonen
su posición para cumplir diversas misiones. Pero en tal caso son
sustituidos.
495. El Espíritu protector ¿abandona a veces a su protegido, cuando
éste se muestra rebelde a sus consejos?
- Se aleja de él si comprueba que sus consejos son inútiles y
que la voluntad del individuo es proclive a someterse al influjo de los
Espíritus inferiores. Pero de ningún modo lo abandona por entero,
sino que siempre se hace escuchar. Entonces es el hombre quien
cierra sus oídos. Y el Espíritu vuelve tan pronto como se le llama.
Una doctrina hay que debiera convertir a los más incrédulos,
por su encanto y dulzura: es la del ángel de la guarda. Pensar que
tenéis junto a vosotros a seres que os son superiores y que están
permanentemente ahí para aconsejaros y sosteneros, para ayudaros a
ascender la áspera montaña del bien; que son amigos más seguros y
abnegados que las amistades más íntimas susceptibles de ser
contraídas en esta Tierra, ¿no es acaso una idea muy confortadora?
Tales seres se encuentran allí por orden de Dios. Él les ha puesto
cerca de vosotros y ahí permanecen por amor a Él, cumpliendo a
vuestro lado una bella aunque penosa misión. Sí, sea donde fuere que
os halléis, él estará con vosotros: prisiones, hospitales, antros del
vicio, soledad, nada de esto os separa de ese amigo a quien no podéis
ver pero cuyos más tiernos impulsos y sabios consejos siente y
escucha vuestra alma.
¿Por qué no conocéis mejor esta verdad? ¡Cuántas veces os
ayudaría en los instantes de crisis! ¡Cuántas veces os salvaría de los
malos Espíritus! ... Pero en el día supremo este ángel del bien tendrá
que manifestaros: “¿No te lo dije? Y tú no lo has hecho. ¿No te
señalé el abismo? Y tú te despeñaste por él. ¿No te hice escuchar en
tu conciencia la voz de la verdad? Y ¿no seguiste, en cambio, los
consejos de la mentira?” ¡Ah! Interrogad a vuestros ángeles de la
guarda. Estableced entre ellos y vosotros esa tierna intimidad que
entre los mejores amigos reina. No penséis en ocultarles nada,
porque ellos tienen la vida de Dios y no podréis engañarlos. Pensad
en el porvenir: tratad de avanzar por ese camino, y con ello vuestras
pruebas serán más cortas, vuestras vidas más dichosas
A aquellos que pensaran que es imposible para los Espíritus
realmente elevados sujetarse a una tarea tan laboriosa y de todos los
instantes, les diremos que nosotros influimos sobre vuestras almas
aun estando a muchos millones de leguas de vosotros. Porque para
nosotros el espacio nada significa, y aunque residamos en otro
mundo nuestros Espíritus conservan su relación con el vuestro.
Disfrutamos de facultades que no estáis en condiciones de
comprender, pero tened la certeza de que Dios no nos ha impuesto
una tarea que exceda a nuestras energías, y que no os ha abandonado
a vosotros mismos en la Tierra sin amigos ni amparo. Cada ángel de
la guarda tiene su protegido, por el cual vela, como vela un padre por
su hijo, y es feliz cuando le ve marchar por el buen camino. En
cambio, solloza si son desdeñados sus consejos.
No temáis cansarnos  con vuestras preguntas. Antes bien,
permaneced siempre en relación con nosotros. Seréis con ello más
fuertes y más dichosos. Son esas comunicaciones de cada hombre
con su Espíritu familiar las que hacen médiums a todos los
individuos, médiums ignorados en la hora actual, pero que se
manifestarán más adelante, y se derramarán como un océano sin
límites para rechazar la incredulidad y la ignorancia. Hombres
instruiros: instruid… Hombres talentosos: educad a vuestros
hermanos… No os imagináis qué obra cumpliréis de ese modo: la
obra de Cristo, la que Dios os impone. ¿Por qué os ha concedido
Dios inteligencia y conocimientos si no es para que hagáis partícipes
de ellos a vuestros hermanos, a fin de hacer que avancen por la senda
de la felicidad y de la ventura eterna?
SAN LUIS. SAN AGUSTÍN.
La doctrina de los ángeles de la guarda, que velan por sus
protegidos a despecho de las distancias que separan los mundos,
no tiene nada que deba sorprender. Por el contrario, es grande y
sublime. ¿No vemos acaso en la Tierra a un padre que vela por
su hijo, aunque esté lejos de él, ayudándolo con sus consejos por
correspondencia? ¿Qué habría de extraño, pues, en que los
Espíritus puedan guiar a aquellos a quienes toman bajo su protección, de un mundo a otro, puesto que para ellos la distancia
que separa los mundos es menor que la que, en la Tierra, separa
los continentes? ¿No disponen ellos, además, del fluido universal,   
que liga a  todos los mundos, tornándolos solidarios: vehículo
inmenso de la transmisión de los pensamientos, así como el aire
es para nosotros el vehículo de la transmisión del sonido?
496. El Espíritu que abandona a su protegido, al no hacerle ya bien,
¿puede hacerle mal?
- Los buenos Espíritus jamás hacen el mal. Dejan que lo
comentan aquellos otros que toman su lugar. Entonces acusáis
vosotros a la mala suerte de los infortunios que os agobian, cuando
en realidad vuestra es la culpa.
497. El Espíritu protector ¿puede dejar a su protegido a merced de
un Espíritu que podría tener malas intenciones hacia él?
- Los Espíritus malos suelen unirse para neutralizar la acción
de los buenos. Pero si el protegido lo quiere, contará con toda la
fuerza del Espíritu bueno. De no ser así, éste quizá encuentre a
alguien a quien ayudar, aprovechando la oportunidad para ello
mientras aguarda el momento de regresar junto a su protegido.
498. Cuando el Espíritu protector permite que su protegido se
extravíe en la vida, ¿sucede esto por impotencia suya para luchar
contra otros Espíritus que son malévolos?
- No se trata de que no pueda, sino que no quiere, puesto que
su protegido sale de las pruebas más perfecto y más instruido. Lo
asiste con sus consejos, mediante los buenos pensamientos que le
sugiere pero que, por desgracia, no siempre son escuchados. Sólo la
debilidad, indolencia y el orgullo del hombre dan fuerza a los
Espíritus malos. Su poder sobre vosotros procede únicamente del
hecho de que no les oponéis resistencia.
499. El Espíritu protector ¿está constantemente con su protegido?
¿No existe alguna circunstancia en que, sin abandonarlo, lo pierda de
vista?
- Existen circunstancias en que la presencia del Espíritu protector
junto a su protegido no es necesaria.
500. ¿Llega el momento en que el Espíritu no tiene ya necesidad del
ángel de la guarda?
- Sí, cuando ha alcanzado el grado en que puede guiarse a sí mismo,
así como llega el momento en que el escolar ya no necesita maestro.
Pero no ocurre ello en vuestra Tierra
501. ¿Por qué la acción de los Espíritus sobre nuestra vida es oculta
y por qué, cuando nos protegen, no lo hacen de una manera
ostensible?
- Si contarais con tal apoyo no obraríais por vosotros mismos,
y vuestro propio Espíritu no progresaría. Para que pueda él adelantar
necesita experiencia y a menudo es preciso que la adquiera a sus
expensas. Es menester que emplee sus fuerzas, sin lo cual sería como
un niño al que no permiten que camine solo. La acción de los
Espíritus que os quieren está siempre bien regulada, de modo de
dejaros ejercer vuestro libre albedrío, por cuanto si no tuvierais
responsabilidad no avanzaríais en el camino que debe conduciros
hacia Dios. Al no ver el hombre a su sostén, se confía en sus propias
fuerzas.  No obstante, su guía vela por él, y de tiempo en tiempo le
advierte que desconfíe del peligro.
502. El Espíritu protector que consigue llevar a su protegido por la
buena senda ¿experimenta por ello algún bien para sí mismo?
- Es un mérito que se le toma en cuenta, ya sea para su propio
adelanto o bien para su felicidad. Es dichoso cuando ve que sus
esfuerzos son coronados por el buen éxito. Triunfa con esto, así
como un preceptor triunfa con los buenos logros de su alumno.
502 a. Si no obtiene un resultado positivo, ¿es responsable de ello?
- No, puesto que hizo lo que de él dependía.
503. El Espíritu protector que ve a su protegido seguir el camino
falso a pesar de sus advertencias, ¿siente pena por eso? ¿No es este
hecho un motivo de perturbación para su felicidad?
- Sufre por esos errores, y los lamenta. Pero la aflicción no
equivale a las angustias de la paternidad terrestre, porque él sabe que
el mal tiene remedio y que lo que no se hace hoy se hará mañana.
504. ¿Podemos saber, en todos los casos, el nombre del Espíritu
protector o ángel de la guarda?
- ¿Cómo queréis saber nombres que para vosotros no existen?
¿Creéis, pues, que no haya entre los Espíritu más que los que
conocéis?
504 a. ¿Cómo invocarlo, entonces, si no le conocemos?
- Dadle el nombre que queráis: por ejemplo, el de un Espíritu
superior, al que profeséis simpatía o veneración. Vuestro Espíritu
protector acudirá a ese llamado. Porque todos los Espíritus buenos
son hermanos y se asisten mutuamente
505. Los Espíritus protectores que adoptan nombres conocidos ¿son
siempre realmente los de las personas que llevaban esos nombres?
- No, sino de Espíritus que les son simpáticos y que con
frecuencia vienen por mandato suyo. Os hacen falta nombres:
entonces, ellos toman uno que os inspire confianza. Así vosotros,
cuando no podéis cumplir en persona una misión, enviáis a otro que
actúa en vuestro nombre.
506. Cuando nos hallemos en la vida espírita ¿reconoceremos a
nuestro Espíritu protector?
- Sí, porque muchas veces ya le conocíais antes de vuestra
encarnación.
507. ¿Todos los Espíritus protectores pertenecen a la clase de
Espíritus superiores? ¿Puede haber entre aquéllos los  que
pertenezcan a grados intermedios? Un padre, por ejemplo, ¿podrá
llegar a ser el Espíritu protector de su hijo?
- Es posible, pero la protección supone cierto grado de
elevación, y un poder o virtud suplementaria concedida por Dios. El
padre que protege a su hijo puede ser él mismo asistido por un
Espíritu más elevado.
508. Los Espíritus que han dejado la Tierra en buenas condiciones
¿pueden siempre proteger a aquellos a quienes aman y que les
sobreviven?
- Su poder está restringido en mayor o menor grado. La
posición en que se hallan no les deja siempre toda la libertad de
acción.
509. Los hombres en estado salvaje o de inferioridad moral ¿poseen
asimismo sus Espíritus protectores? Y en caso afirmativo ¿son esos
Espíritus de un orden tan elevado como los que asisten a los hombres
muy adelantados?
- Cada hombre tiene un Espíritu que vela por él, pero las
misiones son relativas a su objeto. No daréis un profesor de filosofía
a un niño que está aprendiendo a leer. El progreso del Espíritu
familiar sigue al del Espíritu protegido. Aun teniendo un Espíritu
superior que vele por vosotros, podéis por vuestra parte pasar a ser el
protector de un Espíritu que os sea inferior, y los progresos que le
ayudéis a lograr cooperarán a vuestro propio adelanto. Dios no pide
al Espíritu más de lo que corresponda, según sus fuerzas y el grado
que haya alcanzado.
510. Cuando el padre que asiste a su hijo reencarna, ¿sigue velando
por él?
- Es más difícil, pero en un instante de desprendimiento ruega
a un Espíritu simpático que le ayude en esa misión. Por lo demás, los
Espíritus sólo aceptan aquellas misiones que puedan llevar a feliz
término.
El Espíritu encarnado, sobre todo en los mundos en que la
existencia es material, está demasiado sometido a su cuerpo para
poder consagrarse por entero a otro, es decir, asistirlo personalmente.
De ahí que los que no son lo bastante elevados sean ellos mismo
ayudados por Espíritus que les son superiores, de manera que si uno
falta por cualquier causa, es sustituido por otro.
511. Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a
cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar
entre el bien y el mal?
- “Unido” no es la palabra exacta. Bien es verdad que los
malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando
se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un
individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el
hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno
y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el
individuo entregue.
512. ¿Podemos tener muchos Espíritus protectores?
- Cada hombre tiene siempre Espíritus simpáticos más o
menos elevados que le profesan afecto y por él se interesan, como
existen también otros que lo secundan en el mal.
513. Los Espíritus simpáticos ¿obran en virtud de una misión?
- A veces pueden desempeñar una misión temporaria, pero casi
siempre no son solicitados sino por la similitud de pensamientos y
sentimientos, así en el bien como en el mal.
513 a. ¿De ello parece resultar que los Espíritus simpáticos pueden
ser buenos o malos?
- Sí, el hombre encuentra siempre Espíritus que con él
simpatizan, sea cual fuere su carácter.
514. Los Espíritus familiares ¿son los mismos Espíritus simpáticos
y Espíritus protectores?  
- Hay muchos matices en la protección y en la simpatía.
Dadles los nombres que queráis. En cuanto al Espíritu familiar, es
más bien el amigo de la casa.
De las explicaciones expuestas y de las observaciones
consignadas acerca de la naturaleza de los Espíritus que se
apegan al hombre, es posible deducir lo que sigue:
El Espíritu protector, ángel de la guarda o genio bueno, es
aquel cuya misión consiste en seguir al ser humano en la vida y
ayudarle a progresar. Es siempre de una naturaleza superior
respecto de la de su protegido.
Los Espíritus familiares se apegan a ciertas personas
mediante vínculos más o menos duraderos, con miras a serles
útiles dentro del límite de sus posibilidades, con frecuencia
bastante limitadas. Son buenos, pero a veces poco adelantados e
incluso un tanto frívolos. Se ocupan de buena gana de detalles
concernientes a la vida íntima y sólo obran por orden o con el
permiso de los Espíritus protectores.
Los Espíritus simpáticos son aquellos que se sienten
atraídos por nosotros a causa de afectos particulares y de cierta
semejanza de gustos y sentimientos, en el bien tanto como en el
mal. La duración de sus relaciones está casi siempre subordinada
a las circunstancias.
El genio malo es un Espíritu imperfecto o perverso, que se
acerca al hombre con el propósito de desviarlo del bien. Pero
obra por propio impulso y no en virtud de una misión. Su
tenacidad depende de las mayores o menores facilidades de
acceso que encuentre. El hombre es siempre libre de atender su
voz o desoírla.
515. ¿Qué debemos pensar de esas personas que parecen apegarse a
ciertos individuos para empujarlos inevitablemente a su perdición o,
por el contrario, guiarlos por el recto camino?
- Sí, algunas personas ejercen sobre otras una especie de
fascinación, que pareciera irresistible. Cuando esto sucede para el
mal, se trata de Espíritus malos de los cuales se sirven otros malos
Espíritus con el objeto de subyugar mejor a su víctima. Dios puede
permitirlo para probaros.
516. Nuestro genio bueno y nuestro genio malo ¿podrían encarnar,
a fin de acompañarnos en la vida de una manera más directa?
- Esto a veces ocurre. Pero a menudo también encomiendan
esa misión a otros Espíritus encarnados que les son simpáticos.
517. ¿Hay Espíritus que se apegan a una familia entera con el
objeto de protegerla?
- Ciertos Espíritus se ligan a los miembros de una misma
familia que viven juntos y están unidos por el afecto, pero no creáis
en la existencia de Espíritus protectores del orgullo de los linajes o
castas.
518. Puesto que los Espíritus son atraídos hacia los individuos por
sus simpatías, ¿lo son igualmente hacia las reuniones de personas,
por causas particulares?
- Los Espíritus acuden con preferencia a los lugares donde hay
semejantes suyos. En estos sitios se hallan más cómodos y están más
seguros de que se les escuchará. El hombre atrae hacia él a los
Espíritus en virtud de sus tendencias, ya se encuentre solo o forme un
todo o ente colectivo, como pueden serlo una sociedad, una ciudad o
un pueblo. Hay, pues, sociedades, ciudades y pueblos que son
asistidos por Espíritus más o menos elevados, según el carácter y las
pasiones en ellos dominantes. Los Espíritus imperfectos se alejan de
aquellos que les rechazan. De lo que resulta que el perfeccionamiento moral de un todo colectivo, así como el de los individuos aislados,
tiende a ahuyentar a los malos Espíritus y atraer a los buenos, los
cuales alientan y mantienen el sentimiento del bien en las masas, de
la manera que los otros pueden inspirar en ellas las bajas pasiones.
519. Las aglomeraciones de personas, tales como sociedades,
ciudades y naciones, ¿tienen sus Espíritus protectores especiales?
- En efecto, porque esos conglomerados constituyen
individualidades colectivas que marchan movidas por un objetivo
común y que necesitan de una dirección superior.
520. Los Espíritus protectores de las masas ¿son de una naturaleza
más elevada que aquellos otros que se apegan a los hombres
aislados?
- Todo es conforme al grado de adelanto, así de las
muchedumbres como de los individuos.
521. Ciertos Espíritus ¿pueden coadyuvar al progreso de las artes al
proteger a los seres humanos que de ellas se ocupan?  
-  Hay Espíritus protectores especiales y que asisten a aquellos
que los invocan, cuando los juzgan dignos de esto. Pero ¿qué queréis
que hagan con los que creen ser lo que no son? No pueden lograr que
los ciegos vean ni que los sordos oigan.
Los antiguos habían hecho de esos Espíritus divinidades
especiales. Las Musas no eran otras que la personificación
alegórica de los Espíritus protectores de las ciencias y artes, de la
misma manera que designaban ellos con los nombres de lares y
penates a los Espíritus protectores de la familia. Entre los
modernos, las artes, las diversas industrias, las ciudades y
comarcas tienen también sus patronos o protectores, que no son
sino Espíritus superiores, pero bajo nombres diferentes.
Puesto que cada hombre tiene sus Espíritus simpáticos, de
ello resulta que, en los  todos colectivos, la generalidad de los
Espíritus simpáticos están en relación con la generalidad de los
individuos; que los Espíritus extraños son atraídos hacia aquéllos
por la identidad de gustos y pensamientos; en suma, que tales
aglomeraciones de personas (así como ocurre con los individuos
aislados) están más o menos bien rodeadas, asistidas e influidas,
según sea la naturaleza de los pensamientos de la multitud.
En los pueblos, las causas de atracción de los Espíritus son
las costumbres y hábitos, el carácter dominante y, sobre todo, las
leyes, porque el carácter de una nación se refleja en el conjunto
de sus leyes. Los hombres que hacen que reine entre ellos la
justicia están combatiendo el influjo de los malos Espíritus. En
todas partes donde la legislación apoye las cosas injustas,
contrarias a la humanidad, los Espíritus buenos estarán en
minoría y la muchedumbre de los malos que allí afluyen
mantienen a la nación en sus ideas y paralizan las influencias
bienhechoras de carácter parcial, que se pierden en la multitud,
como una espiga aislada en medio de las malezas. Estudiando las
costumbres de los pueblos, o de todo conglomerad humano, es
fácil formarse, pues, una idea de la población oculta que
interviene en sus pensamientos y acciones.

LOS ANGELES GUARDIANES 1




LOS ÁNGELES GUARDIANES

Aun en esta descreída época y entre la vorágine de nuestra  civilización, a
despecho de la ciencia dogmática  puede
hallar quienquiera que se tome el trabajo de fijar la atención en ellos, numerosos
ejemplos de mediación protectora, inexplicable desde el punto de vista del
materialismo. A fin de darle al lector prueba de ello, resumiré brevemente unos cuantos
ejemplos de los referidos por escritores veraces, y además otros dos de que adquirí
noticia directa.
Circunstancia muy atendible en estos recientes ejemplos es que, según parece, la
mediación tuvo casi siempre por objeto proteger o salvar a la infancia.
Hace pocos años sucedió en Londres un interesante caso relacionado con la salvación de
un niño en un terrible incendio que estalló cerca del barrio de Holborn, destruyendo por
completo dos casas. Las llamas habían tomado tal incremento antes de advertirse el
siniestro, que los bomberos se vieron precisados a dejar que el fuego devorase las casas,
convirtiendo todos sus esfuerzos a localizar el incendio y poner en salvo a los
moradores. Lograron salvarlos a todos excepto dos: una vieja que murió asfixiada por el
humo, antes de que los bomberos pudiesen auxiliarla, y un niño de cinco años de quién
nadie se había acordado entre la turbación y pánico que a los inquilinos les causara la
voz de fuego. Sin embargo, semejante olvido tenía su fundamento psicológico, porque
el niño no habitaba de ordinario en aquella casa, sino que obligada su madre a ir a
Colchester para asuntos de familia, lo había confiado aquella noche a la hospitalidad de
una parienta suya que era precisamente inquilina de una de las casas incendiadas. Así
es, que cuando todos estuvieron en salvo y los edificios envueltos en llamas, se acordó
la pobre mujer con espanto del niño cuya guarda le habían confiado. Viéndose
impotente de volver a la casa y llegar hasta la alcoba del niño, prorrumpió en
desesperado llanto; pero un bombero resolvióse entonces a intentar un supremo
esfuerzo, y enterado por la inquilina de la exacta situación de la alcoba, penetró
heroicamente por entre aquel infierno de fuego y humo. A los pocos minutos reaparecía
con el niño sano y salvo, sin el más leve chamusqueo.
El bombero refirió que la alcoba estaba ardiendo y con la mayor parte del suelo
hundido, pero que las llamas, contra su natural propensión, retorcían sus lenguas hacia
la ventana de modo tal que jamás lo había él notado en su larga experiencia del oficio,
dejando enteramente intacto el rincón donde estaba la cama del niño, aunque ya se veían
medio quemadas las vigas del techo. Dijo también que había encontrado al niño presa
del natural terror, pero que al acercarse a él con serio peligro de su vida (y esto lo
declaró el bombero repetidas veces), vió una figura como de ángel «gloriosamente albo
y resplandeciente, inclinado sobre la cama en actitud de cubrir al niño con la colcha».
Estas últimas fueron sus propias palabras. Añadió después que no había sido víctima de
alucinación alguna, porque el ángel estaba rodeado de un nimbo de luz y pudo verle
distintamente por unos cuantos segundos, antes de que desapareciese al acercarse el
salvador a la cama del niño.
Otra circunstancia curiosa de este suceso fue que, aquella misma noche, la madre del
niño no pudo conciliar el sueño en su alojamiento de Colchester, viéndose
continuamente atormentada por la tenaz idea de que a su hijo le amenazaba una
desgracia. Tan persistente fue el presentimiento, que por último se levantó para
impetrar fervientemente del Cielo que protegiese al niño y le salvase del peligro que
sobre él se cernía. La intervención fue así evidentemente lo que un cristiano llamaría
“escucha de una plegaria”; lo que ocurrió aquí fue que el interno desbordamiento del amor maternal constituyó la
fuerza aprovechada por uno de nuestros protectores invisibles para salvar al niño de
espantosa muerte.
Otro caso de milagrosa protección a la infancia ocurrió en las riberas del Támesis, cerca
de Maidenhead, pocos años antes del ya referido.
Esta vez el peligro no provino del fuego, sino del agua. Tres pequeñuelos, que, si mal
no recuerdo, vivían en el pueblo de Shottesbrook o cerca de allí, fueron a dar un paseo
con su aya por la margen del remolque. De pronto, en una revuelta se les echó encima
un caballo que remolcaba una lancha y en la confusión del atropello dos de los niños se
adelantaron hacia el lado izquierdo de la soga y tropezando en ella cayeron al río. El
barquillero, al percatarse del accidente, se abalanzó con intento de salvarlos, pero
asombrado vid que como por milagro flotaban sobre el agua, moviéndose suavemente
hacia la orilla. Esto fue lo que el barquillero y el aya presenciaron; pero los niños
refirieron acordemente que “un hermoso joven de resplandeciente blancura” había
estado junto a ellos en el agua, sosteniéndolos y guiándolos hacia la orilla. La hija del
barquillero, que a los gritos del aya acudió desde su choza, dijo en corroboración del
relato de los niños, que también ella había visto como «una hermosa señora» los
conducía hacia la orilla.
Sin conocer todos los pormenores del caso expuesto, es imposible asegurar qué especie
de protector era este ángel, pero la opinión más razonable se inclina a suponerle un ser
humano de adelantado perfeccionamiento que actuaba en el plano astral, según veremos
más tarde al discurrir sobre este asunto, desde el punto de vista de los protectores con
preferencia al de los protegidos.
El conocido sacerdote Dr. John Mason Neale, cita un caso en el que se echa de ver más
distintamente la acción protectora. Cuenta el reverendo Mason que un hombre recién
enviudado fue de visita con sus niños a la casa de campo de un amigo. Era la casa vieja,
estaba aislada, y en la planta baja había largos y oscuros corredores por donde los niños
acostumbraban a jugar placentera mente al escondite.
Pero en aquella ocasión quisieron subir al primer piso con gravedad de personas
mayores, y dos de ellos dijeron que, al pasar por uno de loscorredores, se les había
aparecido su madre, mandándoles retroceder. Examinado el lugar del suceso,
evidencióse que de subir los niños unos cuantos peldaños más, se hubiesen caído
a un patio descubierto, interpuesto en su camino. La aparición de su madre los salvó así
de una muerte segura.
En este ejemplo parece indudable que la misma madre estaba celando todavía por sus
hijos desde el plano astral(mundo espiritual), y que (según ha sucedido en algunos otros casos) su intenso
deseo de preservarlos del peligro en que tan descuidadamente iban a perecer, le dio la
facultad de manifestarse visible y auditivamente por un instante, a sus hijos; o tal vez
sólo la de sugerirles la idea de que la veían y escuchaban. Es posible también que
cualquier otro protector, para no amedrentar a los niños, tomase la figura de la madre;
pero la hipótesis más racional es atribuir la mediación a los efectos del siempre vigilante
amor maternal sutilizado al cruzar los dinteles de la muerte; porque este amor, uno de
los más santos y abnegados sentimientos humanos, es también uno de los más
persistentes en los planos suprafísicos. No sólo cuida y vela por sus hijos la madre que
mora en los niveles inferiores del plano astral(umbral), y por consiguiente en roce con la tierra,
sino que aun después de remontarse a las celestiales esferas, mantiene sin desmayo el
pensamiento en sus hijos, y la opulencia de amor que derrama sobre las imágenes
que de ellos forja, constituye un potísimo desbordamiento de fuerza espiritual que fluye
sobre sus pequeñuelos, todavía sujetos a las condiciones de este mundo inferior,
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rodeándolos de vívidos núcleos de bienhechora energía que bien pudieran considerarse
como verdaderos ángeles de la guarda
No hace muchos años, la hija menor de un obispo anglicano salid a pasear con su madre
por las calles de la ciudad en donde vivían, y al cruzar inadvertidamente de una a otra
acera, la niña fue atropellada por los caballos de un carruaje que embocaba por la
esquina. Viéndola su madre entre las patas de los animales, abalanzóse con el natural
temor de que hubiese recibido grave daño; pero la niña se levantó ilesa del suelo,
diciendo: «¡Oh mamá! No me he hecho daño, porque un alguien, vestido de blanco,
evitó que los caballos me pateasen, ahuyentando de mí todo temor.»
Un caso ocurrido en el condado de Buckingham cerca de Burnham Beeches es notable
por haber persistido durante bastante tiempo la manifestación física del auxilio
espiritual. En los ejemplos anteriores, la intervención fue de pocos momentos, mientras
que en el que vamos a referir duró el fenómeno más de media hora.
Dos niños de un modesto colono se quedaron a jugar en la solana mientras que sus
padres y los mozos de labranza estaban en el campo ocupados en las faenas de la
recolección. Los chicuelos, ansiosos de corretear por el bosque, se alejaron demasiado
de la casa y no dieron con el camino de vuelta. Cuando los fatigados padres regresaron
al oscurecer, echaron de menos a los niños, y después de buscarlos infructuosamente
por las casas vecinas, enviaron a los jornaleros en pesquisas por distintas direcciones.
Sin embargo, toda la exploración resultó inútil, volviéndose al cortijo con afligido
semblante; pero entonces vieron a lo lejos una luz extraña que se movía lentamente a
través de los campos lindantes con la carretera. La luz tenía la forma de una esfera de
hermoso color dorado, enteramente diferente de la de los relámpagos, permitiendo
distinguir a los dos niños que todavía correteaban por el campo iluminado por la
prodigiosa claridad. Los padres y sus criados acudieron inmediatamente al paraje
indicado, persistiendo la luz hasta que, reunidos con los niños extraviados, se
desvaneció en tenebrosa oscuridad.
Lo sucedido fue que al llegar la noche y viéndose perdidos, erraron los niños por el
bosque después de pedir socorro a gritos durante algún tiempo, hasta que al fin el sueño
los rindió al pie de un árbol. Luego, según ellos mismos dijeron, los despertó una
hermosísima señora que llevaba una lámpara y que, cogiéndolos de la mano, los iba
encaminando a casa cuando sus padres los encontraron. Por más que los niños
dirigieron algunas preguntas a la aparición, ésta no hizo más que sonreír sin pronunciar
palabra. Los dos niños demostraron tal convencimiento en el relato, que no hubo medio
de quebrantar su fe en lo que habían visto. Digno de mención es, sin embargo, que
aunque todos los circunstantes vieron la luz y pudieron distinguir perfectamente los
árboles y plantas que caían dentro del círculo de iluminación, para ninguno de ellos,
sino para los niños, fue visible la aparición.