miércoles, 2 de enero de 2013

LA TURBACIÓN



En El Libro de los Espíritus de Allan Kardec que contiene
los principios fundamentales de la doctrina espírita
sobre la inmortalidad del alma, se aborda el paso de
la vida al fallecimiento pues éste es inherente a cada
espíritu que pasa del estado físico al estado espiritual.
Es lo que se llama turbación.
He aquí lo que podemos leer en El Libro de los Espíritus
de Allan Kardec: “En el momento de la muerte, primero
todo es confuso; el alma necesita algún tiempo para
reconocerse; está como aturdida, y en el estado de
un hombre que sale de un profundo sueño y busca
darse cuenta de su situación. La lucidez de las ideas
y la memoria del pasado le vuelven a medida que
se borra la influencia de la materia de la que acaba
de desprenderse, y se disipa la suerte de niebla que
oscurece sus pensamientos.
La duración de la turbación que sigue a la muerte es muy
variable; puede ser de algunas horas, así como de varios
meses y hasta de muchos años. La menos larga es la de
aquellos que en vida se han identificado con su estado
futuro, porque entonces comprenden inmediatamente
su posición.
La turbación presenta circunstancias particulares
según el carácter de los individuos y sobre todo según
el tipo de muerte. En las muertes violentas, por suicidio,
suplicio, accidente, apoplejía, heridas, etc., el espíritu
está sorprendido, asombrado, y no cree estar muerto;
lo sostiene con obstinación; sin embargo ve su cuerpo,
sabe que es el suyo, y no comprende que esté separado
de él; se acerca a las personas a las que tiene cariño, les
habla y no entiende por qué no le oyen. Esta ilusión dura
hasta el desprendimiento completo del periespíritu;
sólo entonces el espíritu se reconoce y comprende que
ya no forma parte de los vivos.
Este fenómeno se explica fácilmente. Sorprendido de
improviso por la muerte, el espíritu queda aturdido
por el brusco cambio que se ha operado en él; para
él, la muerte es todavía sinónimo de destrucción, de
aniquilamiento; ahora bien, como piensa, ve y oye, a su
parecer no está muerto; lo que aumenta su ilusión, es
que se ve un cuerpo semejante al anterior por la forma,
pero cuya naturaleza etérea aún no ha tenido tiempo
de estudiar; lo cree sólido y compacto como el primero;
y cuando se le llama la atención sobre ese punto, se
asombra al no poderse palpar.
Este fenómeno es análogo al de los sonámbulos
incipientes que no creen que estén dormidos. Para
ellos, el sueño es sinónimo de suspensión de las
facultades; ahora bien, como piensan libremente y ven,
consideran que no están dormidos. Ciertos espíritus
presentan esta particularidad, aun cuando la muerte
no les haya llegado inopinadamente; pero está siempre
más generalizada entre los que, aun estando enfermos,
no pensaban en morir. Se ve entonces el singular
espectáculo de un espíritu que asiste a su entierro
como al de un extraño, y habla de él como de algo que
no le incumbe, hasta el momento en que comprende
la verdad.
La turbación que sigue a la muerte no tiene nada de
penoso para el hombre de bien; es tranquila y en todo
semejante a la que acompaña un despertar apacible.
Para aquel cuya conciencia no es pura, está llena de
ansiedad y de angustias que aumentan a medida que
se reconoce.
En los casos de muerte colectiva, se ha observado que
todos los que perecen al mismo tiempo no siempre
se vuelven a ver inmediatamente. En la turbación que
sigue a la muerte, cada uno va por su lado, o no se
preocupa sino de los que le interesan”.
Comprobamos pues que este cambio de estado induce
inexorablemente la turbación del espíritu que, después
de todo, es sólo pasajera. Pero hay muchos espíritus
que por diversas razones permanecen largo tiempo en
turbación. El traumatismo ocasionado por la forma
de desencarnación como una muerte violenta por
accidente, un crimen, un suicidio, la guerra, etc., puede
llevar a un espíritu a permanecer en un sufrimiento
psicológico y físico que correspondería a sus últimos
instantes vividos antes de la desencarnación.
Hay otra circunstancia que puede sumergir igualmente
a un espíritu en ese estado de turbación. El apego a
sus bienes materiales le lleva a buscar sus referencias
terrenales y a permanecer en su entorno pasado, es
lo que explica las manifestaciones fantasmales y de
desplazamientos de objetos en los casos de casas
encantadas.
A través de las múltiples preguntas hechas a los
espíritus, recogidas y ordenadas por Allan Kardec,
nos enteramos de que la turbación puede durar
desde algunas horas hasta varios años, que no hay en
absoluto un límite asignado al estado de erraticidad,
pero que aun cuando pueda prolongarse muchísimo
tiempo, tampoco es perpetuo. Tarde o temprano, el
espíritu volverá a empezar una nueva existencia que
le permita proseguir el curso de su evolución.
Algunos de estos espíritus no tienen conciencia de
su desencarnación. Piensan que todavía están vivos.
Desgraciadamente, esa ilusión puede prolongarse
en el tiempo, aunque el tiempo en el más allá de la
materia ya no tiene la misma consistencia. Su más
allá corresponderá entonces a sus pensamientos y
se expresará de manera imaginaria en sus propias
proyecciones mentales. En los casos de muertes
violentas, el tiempo para estos espíritus se detiene y se
convierte para ellos en un eterno presente. El choque
brutal que ha conllevado la sorpresa engendrará
miedos, angustias y sufrimientos. El planeta Tierra es
una esfera inferior y los espíritus que la dejan, en su
gran mayoría no pueden conocer la serenidad y la paz
cuando llegan al mundo de lo invisible.
La conciencia espírita comprometida hoy en día en
la liberación del bajo astral de su turbación y de su
maldad, permitirá así a la humanidad librarse de una
parte de sus males, a estos espíritus cobrar conciencia
de su estado espiritual y en consecuencia a muchos
hombres en la Tierra no sufrir más de ciertos
daños procedentes de lo invisible. Ciertos espíritus
pueden estar conscientes de su muerte, pero siguen
perturbados y perdidos, porque no encuentran en el
más allá lo que se les había enseñado o inculcado. Su
más allá no corresponde a la imagen que se habían
hecho y entonces eso provoca en ellos la turbación.
Podemos decir que en la mayoría de esos casos,
el guía espiritual no puede llegar hasta el espíritu
turbado de su protegido, que no lo percibe, no lo
oye o, por temor, rehúsa escucharle. El espíritu que
se queda en el entorno humano, está entonces cerca
de nuestras vibraciones materiales; son pues los
fluidos humanos, los pensamientos y las oraciones
humanas, los que lo liberan de su entorpecimiento
para impulsarlo hacia su más allá. Desde siempre el
espiritismo ha demostrado que todas las oraciones,
cualquiera que sea su naturaleza religiosa, todos los
buenos pensamientos sinceros, son otros tantos
fluidos dirigidos hacia los desencarnados del astral,
y eso para beneficio de ellos. Eso quiere decir pues,
que todos los hombres y mujeres del planeta Tierra
y que no son espíritas, pero sin embargo creen sinceramente
en la vida más allá de la muerte, envían
buenos pensamientos a sus muertos. Esos pensamientos
no pueden menos que llegar a esas almas
en dificultad, y hacerles el mayor bien.
Hoy en día, dentro de nuestro trabajo espírita,
enseñamos a quien quiera escuchar, que la cadena
fluídica es una acción de amor que debería poder
realizarse para todo fallecido en un último acompañamiento
espiritual al momento de la inhumación.
Podemos ayudar pues a nuestros queridos difuntos
haciendo cadenas de pensamiento, llamadas en
lenguaje espírita cadenas fluídicas.
La cadena fluídica consiste en emitir un pensamiento,
una oración colectiva hacia un pariente recientemente
fallecido, para ayudarlo a franquear el paso
representado por un túnel que lo conducirá en el
más allá hacia su guía y hacia aquellos que ha conocido
y amado, y que le han precedido en la muerte.
Enfrentado a la muerte, ante el fallecimiento de un
pariente, hay una acción simple y determinante al
alcance de todos. Cualquiera que desee actuar por
el pensamiento, puede formar una cadena fluídica
rodeándose de por lo menos dos personas. Tomándose
de las manos, los miembros del grupo forman
un círculo y piensan en la liberación del alma del
fallecido durante unos cuatro a cinco minutos, y uno
de los participantes rompe de golpe la cadena. Una
música apropiada puede acompañar también esta
oración para mantener el recogimiento. Se debe
pensar con fervor en el impulso del espíritu hacia su
más allá, en su encuentro con su guía espiritual. Esta
acción puede ser repetida dos o tres veces los días
que siguen. Evidentemente los participantes deben
ser informados de algunas nociones sobre la turbación,
y también deben cumplir ese acto de pensamiento
con toda sinceridad.
Además, la sesión de liberación permitirá ayudar a un
espíritu o a un grupo de espíritus a alcanzar el más allá,
para proseguir un camino de vida en plena conciencia
y con toda serenidad. A través de un médium, sensible
a las vibraciones de la turbación o del mal, el espíritu
lo envolverá y así expresará, por su intermedio, sus
dolores, sus heridas y sus arrepentimientos. La fuerza
de pensamiento de los participantes y el diálogo de
amor que se mantendrá con él, le permitirán tomar
conciencia progresivamente de su estado, si se trata
de un espíritu en turbación, o de tomar conciencia de
sus faltas, si se trata de un espíritu perverso.
Al final de la sesión, el espíritu, cualquiera que sea,
abandonará el cuerpo mediúmnico más ligero, más
sereno y así podrá llegar hasta su guía espiritual
que lo aguarda y lo espera. Comienza entonces
para todos esos espíritus una nueva perspectiva que
hasta entonces desconocían. A partir de allí podrán
considerar un regreso a la materia para proseguir así
su evolución teniendo plena conciencia de su libre
albedrío que podrán ejercer y hacer así las elecciones
apropiadas a sus deseos para su futura vida.
La comunicación espírita también ha permitido
comprender mejor y analizar mejor lo que podía ser
la turbación. Ciertos espíritus se han manifestado en
sesión espírita y nos han participado lo que vivían
y sentían. Lo más frecuente es que su turbación
corresponda a los traumatizantes últimos instantes
vividos o hasta a su estado de ánimo.

FENOMENOS DE APORTES




99. Este fenómeno ofrece una particularidad bastante singular, y es que ciertos médiums tan sólo lo obtienen en estado de sonambulismo; y esto se explica fácilmente. Hay en el sonámbulo un desprendimiento natural, una especie de aislamiento del Espíritu y del periespíritu que debe facilitar la combinación de los fluidos necesarios. Tal es el caso de los aportes de que hemos sido testigos. Las preguntas siguientes se dirigieron al Espíritu que los produjo, pero sus respuestas se resienten alguna vez por su insuficiencia; las hemos sometido al Espíritu Erasto, mucho más ilustrado desde el punto de vista teórico, quien las ha completado con observaciones muy juiciosas. El uno es el artesano, el otro el sabio, y la misma comparación de estas dos inteligencias es un estudio instructivo, porque prueba que no basta ser Espíritu para comprenderlo todo.
1. Os ruego nos digáis ¿por qué los aportes que hacéis solo se producen en el sueño magnético del médium?
Esto proviene de la naturaleza del médium; los hechos que yo produzco cuando el mío está dormido, podría igualmente producirlos en estado de vigilia con otro médium.
2. ¿Por qué hacéis esperar tan largo tiempo el aporte de los objetos y por qué excitáis la codicia del médium, irritando su deseo de obtener el objeto prometido?
Este tiempo me es necesario a fin de preparar los fluidos que sirven para el aporte; en cuanto a la excitación, a veces solo es para divertir a las personas presentes y a la sonámbula .
Observación de Erasto. – El Espíritu que ha contestado no sabía más; no se da cuenta del motivo de esta ansiedad que le aguijonea instintivamente sin comprender el efecto; cree divertir, mientras que en realidad provoca sin pensarlo mayor emisión de fluido; ésta es la consecuencia de la dificultad que presenta el fenómeno, dificultad siempre más grande cuando no es espontánea, sobre todo con ciertos médiums.
3. ¿La producción del fenómeno tiende a la naturaleza especial del médium o podría producirse por otros médiums con más facilidad y prontitud?
La producción tiende a la naturaleza especial del médium y solo puede producirse con naturalezas correspondientes; pera la prontitud, la costumbre que adquirimos, correspondiendo a menudo con el mismo médium nos es de gran utilidad.
4. La influencia de las personas presentes ¿contribuye en algo?
Cuando hay incredulidad y oposición se nos puede molestar mucho; mejor queremos hacer nuestras pruebas con creyentes y personas versadas en el Espiritismo; pero no quiero decir por eso que la mala voluntad pueda paralizarnos completamente.
5. ¿Dónde habéis ido a tomar las flores y los confites que habéis traído?
En los jardines tomo las flores que me gustan.
6. ¿Y los confites? ¿El confitero se habrá apercibido de que le faltaban?
Yo los tomo donde quiero; el confitero no lo ha notado porque he puesto otros en su lugar.
7. Pero los anillos tienen un valor, ¿en dónde los habéis cogido? ¿Acaso habéis causado algún daño al que se los habéis tomado?
Las he tomado en parajes desconocidos para todos y de manera que nadie pueda experimentar ningún perjuicio.
Observación de Erasto. – Creo que el hecho está explicado de una manera insuficiente en razón de la capacidad del Espíritu que ha respondido. Sí; puede haber en eso un mal real de causa, pero el Espíritu no ha querido pasar por haber tomado alguna cosa. Un objeto no puede ser reemplazado sino por un objeto idéntico, de la misma forma, del mismo valor; consecuentemente, si un espíritu tenía la facultad de substituir un objeto semejante por aquel que toma, no tendría razón para tomarlo, y debería dar aquel que sirve para substituirlo.
8. ¿Es posible el traer flores de otro planeta?
No, esto no me es posible.
(A Erasto). ¿Otros Espíritus tendrían este poder?
No, esto no es posible, en razón de la diferencia de los centros ambientes.
9. ¿Podríais traer flores de otro hemisferio, de los trópicos, por ejemplo?
Desde el momento que estén sobre la Tierra, puedo.
10. Los objetos que habéis traído ¿podríais hacerlos desaparecer y llevároslos?
Del mismo modo que los he hecho venir puedo llevarlos por mi voluntad.
11. ¿La producción del fenómeno de los aportes os causa alguna dificultad, algún embarazo?
No nos causa ninguna dificultad, cuando tenemos el permiso; podría causárnoslos muy grandes si quisiéramos producir estos efectos sin estar autorizados para eso.
Observación de Erasto. – No quiere confesar su dificultad aunque sea real, puesto que está forzado a hacer una operación, por decirlo así, material.
12. ¿Cuáles son las dificultades que encontráis?
Ninguna otra sino malas disposiciones fluídicas que pueden sernos contrarias.
13. ¿Cómo traéis el objeto? ¿lo cogéis con las manos?
No; lo envolvemos en nosotros mismos.
Observación de Erasto. – No explica claramente su operación, porque no envuelve el objeto con su propia personalidad; pero como su fluido personal es dilatable, penetrable y expansible, combina una parte de este fluido con una parte del fluido animalizado del médium, y en esta combinación oculta y transporta el objeto causa del aporte. No está, pues, en lo justo al decir que lo envuelve en sí mismo.
14. ¿Aportaríais con la misma facilidad un objeto de un peso considerable, de 50 kilogramos, por ejemplo?
El peso nada tiene que ver para nosotros; aportamos flores porque pueden ser más agradables que un peso voluminoso.
Observación de Erasto. – Justamente: puede aportar 100 o 200 kilogramos en objetos, porque el peso que existe para vosotros es nulo para él, pero tampoco en esto se sabe dar cuenta de lo que pasa. La masa de los fluidos combinados es proporcionada a la masa de los objetos; en una palabra, la fuerza debe estar en razón de la resistencia; de donde se sigue que si el Espíritu sólo aporta una flor o un objeto ligero es porque muchas veces no encuentra en el médium o en sí mismo los elementos necesarios para un esfuerzo más considerable.
15. ¿Hay algunas veces desapariciones de objetos cuya causa se ignora, y que serían obra de los Espíritus?
Esto acontece muy a menudo, más a menudo de lo que pensáis, y podría remediarse rogando al Espíritu que vuelva a traer el objeto desaparecido.
Observación de Erasto. – Esto es verdad; pero algunas veces lo que ha sido quitado es bien quitado; porque hay objetos que no vuelven a encontrarse en casa, que frecuentemente se llevan muy lejos. Sin embargo, como el sacar los objetos exige casi las mismas condiciones fluídicas que los aportes no puede tener lugar sino con ayuda de médiums dotados de facultades especiales; así es que cuando alguna cosa desaparece, hay más probabilidad de que sea la consecuencia de vuestro aturdimiento que obra de los Espíritus.
16. ¿Hay efectos que se miran como fenómenos naturales, y que se deben a la acción de ciertos Espíritus?
Vuestros días están llenos de estos hechos que no comprendéis, porque no os habéis ocupado de ellos, pero con un poco de reflexión lo veríais claramente.
Observación de Erasto. – No atribuyáis a los Espíritus lo que es la obra de la Humanidad; pero creed en su influencia oculta constante, que hace nacer alrededor de vosotros mil circunstancias, mil incidentes necesarios para el cumplimiento de vuestros actos, de vuestra existencia.
17. Entre los objetos aportados ¿los hay que pueden ser fabricados por los Espíritus, esto es, producidos espontáneamente por las modificaciones que los Espíritus pueden hacer sufrir al fluido o al elemento universal?
Para mí no, porque no tengo el permiso; sólo lo puede un Espíritu elevado.
18. ¿Cómo habéis introducido el otro día estos objetos, puesto que la habitación estaba cerrada?
Los he hecho entrar conmigo envueltos, por decirlo así, en mi sustancia; para vosotros esto no tiene más explicación.
19. ¿Cómo habéis hecho volver visibles estos objetos que eran invisibles un instante antes?
He quitado la materia que los envolvía.
Observación de Erasto. – No es la materia propiamente dicha la que los envuelve, sino un fluido tomado la mitad del periespíritu del médium, la otra mitad del de el Espíritu que opera.
20. (A Erasto). ¿Un objeto puede ser aportado a un paraje perfectamente cerrado, en una palabra, el Espíritu puede espiritualizar un objeto material, de manera que pueda penetrar la materia?
Esta cuestión es compleja. Para los objetos aportados, el Espíritu puede hacerlos invisibles pero no penetrables; él no puede romper la agregación de la materia, lo que sería la destrucción del objeto. Este objeto hecho invisible puede traerlo cuando quiere y no desprenderse de él sino en el momento conveniente para hacerle aparecer. En cuando a los objetos que nosotros componemos, es otra cosa; como no introducimos sino los elementos de la materia, y que estos elementos son esencialmente penetrables, puesto que nosotros mismos penetramos y atravesamos los cuerpos más condensados, con tanta facilidad como los rayos solares atraviesan las vidrieras, podemos perfectamente decir que hemos introducido el objeto en un paraje por cerrado que sea; pero es solamente en este caso.

Allan Kardec