lunes, 3 de agosto de 2015

NUESTROS HERMANOS MENORES


ARTICULO DE:
MARINA SILVA

Cuando mi hermana y yo éramos niñas nos regalaron un perro, era un cachorro. Le dimos la mamadera cuando se despertaba por la madrugada, lo cuidamos con afecto y atención. Billy creció, fuerte, sano y era muy cariñoso con los miembros de la familia. Me acuerdo que nos levantábamos muy temprano para ir a trabajar y ese amigo fiel nos acompañaba a cada uno hasta la parada del colectivo todos los días.

Pasados algunos años, tuve un sueño muy triste. Soñé que alguien me disparaba con un arma, Billy saltó delante de mí, protegiéndome. El tiro le atravesó el corazón y mi pobre amigo se murió en mis brazos, mientras yo lloraba con desesperación, gritando su nombre y pidiéndole que por favor despertara.

Me desperté gritando y llorando. Sentía mucha angustia y una fuerte presión en el pecho. Me levanté de un salto y fui a ver cómo estaba mi querido Billy. Dormía tranquilo, sin enterarse de mi pánico.

Luego de esa pesadilla me preocupé mucho por mi perrito, pero con el paso del tiempo olvidé el sueño y la vida siguió como siempre.

Después de más o menos tres meses de ese episodio, un día nos levantamos y nuestro compañero fiel ya no nos siguió. Sufrió un paro cardíaco y desencarnó, dejándonos a todos tristes y nostálgicos.

Recordé el sueño y supe que de algún modo trataron de prepararme, de avisarme.

En esa época aún no conocía la Doctrina Espírita y no podía aceptar que mi querido amigo se había ido, que nos había abandonado. Ya no jugaríamos ni compartiríamos momentos felices.

Ya no quise tener mascotas, tampoco hablar del tema.

Pero luego de conocer el Espiritismo volví a recordar mi alegre Billy y comencé a preguntarme qué era de su espíritu, si lo volvería a encontrar, si estaba bien…

La realidad es que cuando tenemos una mascota creamos un vínculo afectivo con ella y cuando llega el momento de la separación por el proceso natural de la muerte, nos angustia ignorar lo que le pasará y si algún día la volveremos a ver.

Durante mucho tiempo dejé mis preguntas en suspenso, pues no hay muchas informaciones confirmadas sobre la vida espiritual de los animales. Hay hipótesis, noticias aisladas, experiencias personales, hechos que todavía necesitan ser estudiados, evaluados, antes de concluirlos como ciertos o equivocados.

Sin embargo, hace poco tiempo, recibimos una persona en nuestra Casa Espírita que nos preguntó sobre el tema, recibimos mails de hermanos de otras naciones que deseaban saber sobre el alma de los animales, si hay un cielo especial para ellos, si la eutanasia en los animales puede ser considerada una práctica lícita, si consumir carne es perjudicial, porqué los animales sufren, cuáles son las consecuencias imputadas a las personas que maltratan a los animales, cómo se da el proceso de desencarnación, reencarnación y evolución de los animales, entre otras preguntas… Así que nos pareció haber llegado el momento de investigar un poco más y compartir el resultado de nuestras investigaciones con otras personas que tienen los mismos cuestionamientos.

Por ser un tema bastante amplio, nos es imposible abordarlo en sus varios matices en un único artículo, así que nos propusimos fragmentarlo, comentar algunos de los puntos y presentar los demás en las próximas ediciones.

Por lo pronto, podemos afirmar que los animales son nuestros hermanos menores, son seres que poseen alma e inteligencia rudimentaria relacionada con la vida material, ya son seres individualizados pero no guardan la consciencia de serlo, evolucionan constantemente, pero no hay expiación para ellos, ya que tampoco tienen el libre albedrío como para elegir y responsabilizarse por las consecuencias de sus elecciones, ni el conocimiento de la vida moral. (1)

En la Revista Espírita de septiembre de 1865, Kardec publica un artículo que explica que primero nos es necesario comprender nuestra propia alma, antes de que tratemos de entender la de los animales. Profundizando el conocimiento el hombre podrá hacer comparaciones, “ensayar teorías”, confirmar o no “nuevas observaciones” y, mediante su propio esfuerzo e inteligencia, logrará alcanzar su objetivo. (1865, 363).

Leemos aún en dicha publicación que los Espíritus no hacen revelaciones que nos corresponde descubrir a través del trabajo y del estudio. Primero aceptamos la idea de que existe “un punto de encuentro entre la animalidad y la Humanidad”, pero las conclusiones finales deben fundamentarse en argumentos que no permiten dudas. (364, 365).

En este primer artículo analizaremos el consumo de carne, ya que si consideramos que los animales son nuestros hermanos menores, el hecho de alimentarnos de carne nos hace reflexionar y quizás volver a elaborar nuestra dieta alimentaria, pues que tal consumo implica en sacrificar la vida de un ser que ya posee individualidad, que siente, que sufre, que ya es capaz de manifestar cierto afecto rudimentario.

Por otro lado, podemos recordar la pregunta 723 de “El Libro de los Espíritus”:

“El comer carne ¿es, en el hombre, contrario a la ley natural?”

“- En vuestra constitución física, la carne nutre a la carne, de lo contrario el hombre se debilita. (…). Por tanto, debe nutrirse según su organismo lo requiere.”
Y en la pregunta que sigue los Espíritus nos dicen que el abstenerse de comer carne sólo es meritorio cuando es serio y útil, sin hipocresía.

Hay personas cuyo organismo necesita consumir carne o se debilita, otras pueden vivir muy bien sin ella y que lo hacen porque ya comprendieron el respeto que se debe tener a nuestros hermanos menores, lo que torna su abstención útil y meritoria.

En la Revista Espírita de diciembre de 1863, el Espíritu Lamennais explica que el olvido de la carne ayuda en la meditación y en la oración, sin embargo “sería necesaria una naturaleza más espiritualizada” que la nuestra como para abstenernos.

De todos modos, el citado Espíritu afirma que podemos ser buenos cristianos y buenos espíritas aunque comamos carne, siempre que observemos el equilibrio. (518, 519).

En “El Consolador”, Emmanuel dice:

“Consolémonos con la visión del porvenir, siendo justo trabajar dedicadamente por el advenimiento de los tiempos nuevos en que los hombres terrestres podrán rechazar alimentarse de los despojos sangrientos de sus hermanos inferiores.” (Preg. 43)
En el capítulo 4 del libro “Misioneros de la Luz”, el Espíritu André Luiz recomienda el no consumo de carne y en el capítulo 11 de la misma obra el autor espiritual describe el terrible ambiente de los mataderos, donde muchos desencarnados infelices “se tiraban sobre los borbotones de sangre viva, como si procurasen beber el líquido con sed devoradora”. El instructor Alexandre le dice que tal escena no es diferente de nuestro desequilibrio alimentario cuando estamos encarnados.

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Los argumentos que defienden la abstención de la dieta carnívora son muy razonables porque a nadie se le ocurre, por ejemplo, alimentarse de su mascota, dado que entre el hombre y su amigo animal existe un vínculo de afecto, lo que nos permite concluir que solamente el amor hacia los animales en general nos convencerá a adoptar una dieta vegetariana. Sin esa conquista, la abstinencia de la carne, exceptuando casos de preferencias y de enfermedades, sería una hipocresía.

Otra conclusión plausible es la evolución del hombre, pues sabemos que a medida que progresamos, la materia de nuestro cuerpo pasa a ser más sutil y por ende, la alimentación también debe ser más leve, rechazando la carne.

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En síntesis, el consumo de carne todavía refleja nuestra condición de Espíritus inferiores y por eso aún es una necesidad de muchos organismos densos. A medida que despertemos nuestra consciencia hacia conocimientos más elevados, ya no sacrificaremos la vida de nuestros hermanos menores, sino que los ayudaremos en su evolución, como maestros amorosos y respetuosos de la Creación Divina.