sábado, 17 de noviembre de 2012

MOZART Y LA VIDA EN JUPITER


“En el planeta donde vivo, Júpiter, la música está por todas partes: en el murmullo del agua, en el ruido de las hojas, en el canto del viento. Las flores murmuran y cantan; todo produce sonidos melodiosos. ¡La Naturaleza es tan admirable! Todo nos inspira el deseo de estar con Dios.(...)
No tenemos instrumentos: son las plantas y los pájaros los coristas. El pensamiento compone, y los oyentes disfrutan sin audición musical, sin el recurso de la palabra, y eso a una distancia inconmensurable. En los mundos superiores esto es aún más sublime”.                   
                                                                                                                                                                                                         Mozart

La descripción de Mozart sobre el lugar en que vive, en el mundo espiritual, es como su música: sublime, poderosa, plena de sensibilidad. Desencarnado sesenta y seis años antes del lanzamiento de El Libro de los Espíritus, Mozart, en tanto, está muy presente en la Historia del Espiritismo. Además de haber sido evocado por Allan Kardec, dictó un fragmento de sonata a un médium y dibujó su casa en Júpiter diseñada por el Espíritu Bernard Palissy.

En la Revue Spirite de mayo de 1858, Allan Kardec publicó dos comunicaciones mediúmnicas espíritas del compositor austriaco. En ellas, Wolfgang Gottlieb Mozart está plenamente identificado, con sus preferencias, su amor por la música, su alegría transbordante, su gratitud a la vida, su emoción al hablar de Dios.

En los textos publicados en la sección «Conversaciones Familiares Más Allá de la Tumba» de la Revue Spirite, Mozart responde inicialmente a veinte y ocho cuestiones formuladas por quienes lo evocaron. De estas, apenas las tres últimas versan sobre su personalidad. En las otras, él responde a preguntas generales sobre la vida en el mundo espiritual. Y, observa Kardec, sus palabras guardan notable concordancia con las respuestas dadas por otros Espíritus, inclusive las contenidas en El Libro de los Espíritus.

La segunda evocación – que el Codificador supone que había sido hecha por un músico – expone aún mejor la personalidad encantadora de Mozart. Es allí que él habla sobre la música en el mundo en que vive. Bondadoso y gentil, anima al amigo encarnado y se dispone a inspirarlo. Se despide diciendo que se sentirá feliz si fuera evocado por músicos, pues desea contribuir para el progreso de todos.

Además de esas dos comunicaciones, Kardec publica en la Revue Spirite un artículo llamado «Música de Ultratumba»; Mozart acababa de dictar al médium Bryon-Dorgeval un fragmento de la sonata. El médium pidió a diversos artistas que oyesen la pieza, sin indicarles el origen. Todos en ella reconocieron, sin alguna duda, el cuño del compositor de «La Flauta Mágica».

El trecho de la sonata fue ejecutado en la sesión de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas del 8 de abril de 1859. En presencia de numerosos conocedores, la sonata fue ejecutada por la señorita de Davans, ex-alumna de Frederic Chopin. La pianista ejecutó antes una sonata de Mozart, compuesta cuando encarnado. «Todos fueron unánimes en reconocer no sólo la perfecta identidad del género, sino la superioridad de la composición espírita», escribió Kardec. Seguidamente, ella tocó un trecho de Chopin y el Codificador aprovechó la ocasión para evocar a los dos compositores. Ambos acudieron: Mozart con su alegre personalidad; Chopin entristecido y sombrío.

En aquella noche memorable, Mozart no sólo reconoció como de su autoría el fragmento de sonata, sino que elogió a Bryon-Dorgeval: «El médium que me sirvió de intérprete es un amigo que no me traicionó». Y declaró preferir el fragmento de sonata que hizo desencarnado a la que compuso en la Tierra. «La dulzura y el encanto en él (mediúmnico) están más vivos y más tiernos», explicó.

Pero ante la pregunta sobre la música en el mundo en que vive, él informa que los hombres tendrían dificultad de comprenderla, ya que les falta el sentido para ello. «En vuestra Tierra, vosotros hacéis la música; aquí, toda la naturaleza hace oír sonidos melodiosos». Luego, delante de la platea, el compositor desencarnado se rehúsa a ser sometido a pruebas: «¿Podrías tocar, tú mismo el piano?», preguntó Allan Kardec, a lo que Mozart respondió: «Sin duda podría, mas no quiero; es inútil». El Codificador indica, en la ocasión, que los Espíritus serios no se someten a pruebas. Las dos últimas frases del diálogo son puro divertimiento. Por un lado, Kardec provoca levemente al compositor: «Sin embargo, eso sería,  un poderoso motivo de convencimiento (tocar el piano)». Pero Mozart escapa con una salida típica de su genio: «¿Acaso no estáis convencidos?». (Lea la sesión integra en la página 22). El fragmento de sonata dictada por Mozart fue publicado por la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas y los interesados podían adquirirla en las oficinas de la Revue Spirite, en la Galerie d´Orléans 31, al costo de 2 francos. Copias de la sonata estaban entre las publicaciones espíritas quemadas en el Auto de Fe de Barcelona (por la Iglesia Católica), el 9 de octubre de 1861.

En agosto de 1858, también en la Revue Spirite, Mozart volvió a ser noticia. En el artículo intitulado: «Las Habitaciones del Planeta Júpiter», el médium y teatrólogo francés Victorien Sardou escribió sobre los diseños mediúmnicos que había recibido. Entre ellos está el de la casa de Mozart. Sardou responde a las críticas sobre la tesis de que habría vida en Júpiter y es elogiado por Kardec. «El autor de esa interesante descripción es uno de esos adeptos fervorosos y esclarecidos que no temen confesar francamente sus creencias, y se coloca encima de la crítica de personas que no creen en nada de aquello que sale del círculo de sus ideas. Ligar su nombre a una doctrina nueva, desafiando los sarcasmos, es un coraje que no es dado a todo el mundo, y felicitamos al señor V. Sardou por tenerlo. Su trabajo revela el escritor distinto que, aunque joven aún, ya conquistó un lugar honroso en la literatura, y une al talento de escribir, los profundos conocimientos de sabio; nueva prueba que el Espiritismo no recluta entre los ineptos y los ignorantes», escribió el Codificador.

En el mes siguiente, Kardec publicó las consideraciones de uno de los lectores de la revista sobre el diseño. La carta de ese lector, que había notado que Victorien Sardou no percibiera algunos detalles del grabado, fue comentado por el Codificador: «Insertamos con mucho agrado esa observación, en cuanto ella prueba hasta que punto el pensamiento del médium permaneció extraño a la confección del dibujo».




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