miércoles, 14 de noviembre de 2012

Un Espíritu que no se creía muerto




Articulo Traducido por: Isabel Porras

Uno de nuestros subscriptores, del departamento de Loiret, buen médium escribiente, escribió lo que sigue sobre varios hechos de aparición que le fueron personales.

"No queriendo dejar en el olvido ninguno de los hechos que vienen en apoyo de la Doctrina Espírita, vengo a comunicaros nuevos fenómenos, de los cuales soy la testigo y el médium, y que, como lo reconoceréis, concuerdo perfectamente con todo lo que publicasteis en vuestra Revista sobre los diversos estados de los Espíritus tras su separación del cuerpo.

"Hace cerca de seis meses, me ocupaba de comunicaciones Espíritas con varias personas, cuando me vino el pensamiento de preguntar si, entre los asistentes, se encontraba algún médium vidente. El Espíritu respondió afirmativamente y, designándome, añadió: Tú ya lo eres, pero en un grado débil, y solamente durante tu sueño; más tarde tu temperamento se modificará de tal forma, que te harás un excelente médium vidente, pero poco a poco, y primero solamente durante el sueño.

"En el curso de este año, tuvimos el dolor de perder tres de nuestros parientes. Uno de ellos, que era mi tío, me apareció, algún tiempo tras su muerte, durante mi sueño; tuvo conmigo una larga conversación, y me condujo al lugar que habita, y que me dijo ser el último escalón conduciendo a la morada de la felicidad eterna.

 Tuve la intención de daros la explicación de lo que admiré en esa morada incomparable, pero habiendo consultado mi Espíritu familiar a ese respecto, me respondió: La alegría y la felicidad que experimentasteis podrían influenciar el relato que harías de las maravillosas bellezas que admiraste, y tu imaginación podría crear cosas que no existen. Espera que tu Espíritu esté más tranquilo. Me detuve, pues, para obedecer a mí guía, y no me ocuparé sino de dos otras visiones que son más positivas. Os reportaré solamente las últimas palabras de mi tío. Cuando admiraba aquello que me era permitido ver, él me dijo: Vas ahora a volver a la Tierra.

Yo le supliqué que me concediera aún algunos instantes. -No, dijo, son cinco horas, y debes retomar el curso de tu existencia. En el mismo instante desperté, y las cinco horas sonaron en mi reloj.
"Mi segunda visión fue la de uno de los dos parientes fallecidos este año. Era un hombre virtuoso, amable, buen padre de familia, buen cristiano, y, aunque enfermo hace mucho tiempo, murió casi  súbitamente, y tal vez en el momento en que menos en eso pensaba.

Su rostro tenía una expresión indefinible, seria, triste y feliz a la vez. Él me dijo: Expío mis faltas; pero tengo una consolación, continúo  viviendo en medio de mi mujer y de mis hijos, y les inspiro buenos pensamientos; orad por mí.

"La tercera visión es más característica, y me fue confirmada por un hecho material; es la del tercer pariente. Era un excelente hombre, pero vivo, violento, imperioso con los sirvientes, y sobre todo dando otra medida a los bienes de este mundo; demasiado escéptico, se ocupaba más de esta vida que de la futura. Algún tiempo tras su muerte, vino por la noche y se puso a sacudir mis cortinas con impaciencia, como para despertarme. ¿Cómo, le dije, estás? - Sí; vine a buscarte, porque eres el único que puede responderme. Mi mujer y mis hijos partieron para Orleáns; quise seguirlos, pero nadie quiso obedecerme. Le dije a Pierre para hacer mis paquetes, pero no me escuchó; nadie me dio atención.

Si pudieras venir a colocar los caballos en otro transporte y hacer mis paquetes, me prestarías gran servicio, porque podría ir a reencontrar a mi mujer en Orleáns. - ¿Pero no puedes hacerlo tú mismo? - No, porque no soy nada elevado', desde el sueño que experimenté durante mi enfermedad, cambié mucho; no sé más donde estoy; tengo una pesadilla. - ¿De dónde vienes? - De B... - ¿Es del castillo? - ¡No! Me respondió con un grito de horror, y llevando la mano a la frente, ¡es del cementerio! -

Tras un gesto de desesperación, añadió: ¡Mi querido amigo, diga a todos mis parientes que oren por mí, porque soy muy infeliz! – Después de esas palabras se fue, y lo perdí de vista. Cuando él vino a buscarme y sacudir mis cortinas con impaciencia, su figura expresaba una horrible alucinación. Cuando le pregunté lo que había hecho para agitar mis cortinas, él que nada podía levantar, me respondió bruscamente: ¡Con mí soplo! "Al día siguiente supe que su mujer y sus hijos, efectivamente, habían partido para Orleáns.
Esta última aparición es sobre todo notable en aquello que la ilusión, que lleva a ciertos Espíritus a creerse aún vivos, se prolongó en este mucho más tiempo de lo que en casos análogos.

 Muy comúnmente, ella no dura sino algunos días, mientras que aquí, tras más de tres meses, él no se creía aún muerto. Del resto, la situación es perfectamente idéntica a la que observamos muchas veces. Él ve todo como durante su vida; quiere hablar, y queda sorprendido por no ser escuchado; él vaga, o cree vagar, en sus ocupaciones habituales. La existencia del periespíritu está aquí demostrada de un modo resaltado, abstracción hecha de la visión.

 Una vez que se cree vivo, él se ve, pues, es un cuerpo semejante al que dejó; ese cuerpo actúa como el otro lo haría; para él nada parece cambiado; solamente aún no estudió las propiedades de su nuevo cuerpo; él lo cree denso y material como el primero, y se espanta por nada poder levantar. Encuentra, sin embargo, en su situación, alguna cosa extraña de la cual no se da cuenta: cree estar bajo el imperio de una pesadilla; toma la muerte por un sueño; es un estado mixto entre la vida corpórea y la vida Espírita, estado siempre penoso y lleno de ansiedad, y que tiene de uno y de otro. Como dijimos en otra parte, es la consecuencia, casi constante, de muertes instantáneas, tales como las que ocurren por suicidio, apoplejía, suplicio, combate, etc.

Sabemos que la separación del cuerpo y del periespíritu se opera gradualmente, y no de modo brusco; comienza antes de la muerte, cuando esta llega por la extinción natural de las fuerzas vitales, sea por la edad, sea por la enfermedad, y sobre todo en aquellos que, cuando vivos, presienten su fin, y se identifican por el pensamiento con su existencia futura, de tal suerte que en el instante del último suspiro ella está casi completa.

Cuando la muerte sorprende, de improviso, un cuerpo lleno de vida, la separación no comienza sino en este momento, y no acaba sino poco a poco. Mientras exista un lazo entre el cuerpo y el Espíritu, este estará en la perturbación, y si entra bruscamente en el mundo de los Espíritus, siente una sacudida que no le permite reconocer inmediatamente su situación, no más que las propiedades de su nuevo cuerpo; es preciso que él intente de algún modo, y es eso  que lo hace creerse aún en este mundo.

Además de las circunstancias de muerte violenta, hay otras que hacen más tenaces los lazos del cuerpo y del Espíritu, porque la ilusión, de la cual hablamos, se observa igualmente en ciertos casos de muerte natural, y es cuando el individuo vivió más de la vida material que de la vida moral.
Se concibe que su apego a la materia lo retenga aún tras la muerte, y prolonga así la idea de que nada tiene que cambiar para él. Tal es el caso de la persona que acabamos de hablar.

Notemos la diferencia que hay entre la situación de esa persona y del segundo pariente: uno quiere aún mandar; cree tener necesidad de sus maletas, de sus caballos, de su transporte, para ir a reencontrar a su mujer; no sabe sin embargo que, como Espíritu, puede hacerlo instantáneamente, o, mejor dicho, su periespíritu es aún tan material que él lo cree sujeto a todas las necesidades del cuerpo. El otro, que vivió la vida moral, que tuvo sentimientos religiosos, que se identificó con la vida futura, aunque sorprendido con más improvisión que el primero, ya está desconectado; dijo que vive en medio de su familia, pero sabe que es un Espíritu; habla a su mujer y a sus hijos, pero sabe que es por el pensamiento; en una palabra, no hay más ilusión, mientras que el otro aún está en la perturbación y en las angustias.

 Él tiene de tal modo el sentimiento de la vida real, que vio a su mujer y sus hijos partir, y que partieron con efecto el día indicado, lo que ignoraba su pariente a quien apareció. Por otro lado, notemos una palabra muy característica de su parte, y que pinta bien en su posición. La de esta pregunta: ¿De dónde vienes? Respondió primero por el nombre del lugar donde habitaba; después a esta ¿Es del castillo? ¡No! Dijo con pavor, es del cementerio. Ahora, eso prueba una cosa, es que, no estando completo el desligamiento, una especie de atracción existía, aún, entre el Espíritu y el cuerpo, lo que hizo decir que vino del cementerio; pero en ese momento parece comenzar a comprender la verdad; la propia cuestión parece colocarlo en el camino llamando su atención para los despejos, por eso pronunció esa palabra con terror.

Los ejemplos de esta naturaleza son muy numerosos, y uno de los más importantes es el del suicidio de la Samaritana, que reportamos en nuestro número de junio de 1858. Ese hombre, evocado varios días tras su muerte, afirmaba, también, estar aún vivo, y decía: Sin embargo, siento los gusanos que me roen, como hicimos observar en nuestra relación, eso no era un recuerdo, una vez que durante la vida no era roído por los gusanos; era, pues, el sentimiento de la actualidad, una especie de repercusión transmitida del cuerpo al Espíritu, por la comunicación fluídica que aún existía entre ellos. Esta comunicación no se traduce siempre de igual manera, pero es siempre más o menos penosa, y como un primer castigo para aquel que mucho se identificó, durante su vida, con la materia.

Que diferencia con la tranquila, la serenidad, la dulce quietud de aquellos que mueren sin remordimiento, con la conciencia de haber empleado bien el tiempo de su estancia en este mundo, ¡de aquellos que no se dejaron dominar por sus pasiones! El pasaje es corto y sin amargura, porque la muerte es para ellos el retomo del exilio para su verdadera patria. ¿Está ahí una teoría, un sistema? No, es el cuadro que nos ofrecen, todos los días, nuestras comunicaciones del más allá de la tumba, cuadro cuyos aspectos varían al infinito, es donde cada uno puede encontrar una enseñanza útil, porque cada uno en él encuentra ejemplos que puede aprovechar, si quiere darse al trabajo de consultarlo; es un espejo donde puede reconocerse quién no está invidente por el orgullo.
http://amanecerespirita.blogspot.com.es/