sábado, 11 de enero de 2020

LA MADRE Y EL HIJO

La madre y el hijo (Revista Espírita marzo 1863)

La madre y el hijo (Revista Espírita marzo 1863)

La madre y el hijo (Revista Espírita marzo 1863)
Dentro de una cuna reposaba un bello ángel
Todo rosa y blanco, que cantando acunaban;
Su joven madre, de dulce mirar de Arcángel,
¡Ebria de amor sobre ese infante velaba!…
¡Oh! ¡Qué bello es el hijo de mis cariños!…
Duerme, querido hijo, tu madre está cerca de ti…
¡Al despertar tus primeras caricias
Y tus besos, amigo, serán para mí!…
¡Oh! ¡Qué bello es!… Dios mío, tomad mi vida
Si debéis arrebatarme este hijo…
¡Guardádmelo, Señor, os lo ruego!…
Ya su boca ha murmurado: ¡¡¡Mamá!!!…
Esa palabra tan tierna… esa palabra que se espía,
Como a la primavera un rayo de sol…
Esa palabra de amor cuya suave armonía
¡Cuando se escucha nos hace soñar con el cielo!…
¡Oh! De sus brazos cuando me rodean;
Cuando sobre mi seno siento batir su corazón,
Soy feliz, y mi alma ebria
De vuestros electos comparto el bienestar…
Lo es todo para mí… ¡Este hijo, es mi sueño!
Vivir por él… toda en él, es mi destino.
De mi amor la vivificante savia
¡¡¡De esa cuna debe alejar la muerte!!!…
Pronto, Dios mío, sostenido por su madre
¡Lo veré dar sus primeros pasos!…
¡Oh! Día dichoso… qué impaciente espero…
¡Temo siempre que no llegue!
Y además, en mi dulce esperanza,
Lo veo grande, homenajeado, virtuoso,
Habiendo guardado de su tímida infancia
La pureza que debe tornarlo feliz.
¡Oh! ¡Qué bello es!… ¡Dios mío, tomad mi vida
Si la desgracia debe golpear este niño!
A mi amor, dejadlo, os lo ruego,
Ya su boca ha murmurado: ¡¡Mamá!!…
¡Pero está frío… y sus labios han palidecido!
¡Despiértate, querido hijo de mi corazón!
Ven sobre el seno que te dio la vida…
¡¡Está helado… tiemblo y tengo miedo!!
¡Ah! ¡ya está! ¡ha dejado de vivir!
¡Desgracia sobre mí! ¡porque ya no tengo hijo!
Dios sin piedad… de rabia estoy ebria…
¡No sois un Dios justo y poderoso!
¿Qué os ha hecho este ángel de inocencia
Para arrebatarlo tan pronto a mi amor?…
¡Abjuro aquí toda santa creencia!
Y bajo vuestra mirada voy a morir a mi vez…
. . . . . . . . . . .
“¡Madre!… ¡soy yo!… es mi alma desprendida
Que el Eterno devuelve a tu lado.
Maldice, madre mía, una rabia insensata;
¡Vuelve a Dios… te traigo la Fe!
Inclínate ante la decisión del Maestro.
Madre culpable, en un pasado lejano…
Hiciste morir al hijo que diste a nacer:
¡Dios te pune!… ¡doblégate bajo su mano!
Toma, coge este libro; calmará tu pena.
Este libro santo… dictado por los Espíritus,
Si lo lees… oh madre, puedes estar segura
¡¡¡Que un día en el cielo volverás a ver tu hijo!!!”
Tu ángel de la guarda