viernes, 20 de noviembre de 2015

La importancia de la reencarnación para la evolución del espíritu

reecarnarEl alma (Espíritu) después de residir temporalmente en el Espacio, renace en la condición humana, trayendo consigo la herencia, buena o mala, de su pasado; renace como niño, reaparece en la escena terrestre para representar el nuevo acto del drama de su vida, pagar las deudas que contrajo, conquistar nuevas capacidades que le han de facilitar la ascensión y acelerar la marcha hacia delante. La ley de los renacimientos explica y completa el principio de la inmortalidad. La evolución del ser indica un plan y un fin. Ese fin, que es la perfección, no puede realizarse en una sola existencia, por más larga que sea. Debemos ver en la pluralidad de las vidas del alma (reencarnación) la condición necesaria de su educación y de sus progresos. (10)
La doctrina de la reencarnación, es decir, la que consiste en admitir muchas existencias sucesivas para el Espíritu, es la única que corresponde a la idea que formamos de la justicia de Dios para con los hombres que se hallan en condición moral inferior, la única que puede explicar el futuro y firmar nuestras esperanzas, pues nos ofrece los medios de rescatar nuestros errores por nuevas pruebas. La razón nos la indica y los Espíritus la enseñan. (3)
Mientras tanto, no todas las almas tienen la misma edad, ni todas subirán con el mismo paso sus períodos evolutivos. Unas recorren una carrera inmensa y se aproximarán ya del apogeo de los progresos terrestres; otras mal comenzarán su ciclo de evolución en el seno de las humanidades. Estas son las almas jóvenes, emanadas hace menos tiempo del foco Eterno (…) Llegadas a la humanidad, tomarán lugar entre los pueblos salvajes o entre las razas bárbaras que pueblan los continentes atrasados, las regiones desheredadas del Globo. Y, cuando al fin, penetran en nuestras civilizaciones, fácilmente se dejan reconocer por la falta de desembarazo, de aptitud, por su incapacidad para todas las cosas y, principalmente, por sus pasiones violentas. (11) Así, en el encadenamiento de nuestras estaciones terrestres, continúa y se completa la obra grandiosa de nuestra educación, el moroso edificar de nuestra individualidad, de nuestra personalidad moral.
Es por esa razón que el alma tiene que reencarnar sucesivamente en los medios más diversos, en todas las condiciones sociales; tiene que pasar alternadamente por las pruebas de la pobreza y riqueza, aprendiendo a obedecer para después mandar. Precisa de las vidas oscuras, vidas de trabajo, de privaciones para acostumbrarse a renunciar a las vanidades materiales, a despegarse de las cosas frívolas, a tener paciencia, a adquirir la disciplina del Espíritu. Son necesarias las existencias de estudio, las misiones de dedicación, de caridad, por vía de las cuales se ilustra la inteligencia, y el corazón se enriquece con la adquisición de nuevas cualidades; después vendrán las vidas de sacrificio por la familia, por la patria, por la Humanidad. Son necesarias también la prueba cruel, crisol donde se funden el orgullo y el egoísmo, y las situaciones dolorosas, que son el rescate del pasado, la reparación de nuestras faltas. (12)
Las encarnaciones y las reencarnaciones no ocurren sólo en el planeta Tierra: las vivimos en diferentes mundos. Las que aquí pasamos no son las primeras, ni las últimas; son, no obstante, de las más materiales y de las más distantes de la perfección. (3) Para mejor decir, la encarnación carece de límites precisamente trazados, si tuviéramos en vista sólo el envoltorio que constituye el cuerpo del Espíritu, dado que la materialidad de ese envoltorio disminuye en la proporción que el Espíritu se purifica. En ciertos mundos más adelantados que la Tierra, él ya es menos compacto, menos pesado y menos grosero y, por consiguiente, menos sujeto a vicisitudes. En grado más elevado, es diáfano y casi fluídico. Va desmaterializándose de grado en grado y acaba por confundirse con el Espíritu. (1)
2.Evidencias de la reencarnación
Las pruebas (evidencias) de la reencarnación se basan, esencialmente:
a) en la regresión de la memoria, que puede efectuarse por una fuerza de sugestión hipnótica, de relajamiento profundo o de recordación espontánea de existencias anteriores, sin que se identifique, aparentemente, una causa para justificarla. En este último caso, la recordación tanto puede darse en el sueño común como en el estado de vigilia;
b) en los dictados mediúmnicos, en que el médium es capaz de transmitir revelaciones sobre existencias anteriores – propias o de otras personas;
c) en las ideas innatas y en los niños prodigio, que avalan las bases científicas de la hereditariedad.
Mientras tanto, nos vamos a detener en los hechos y, para esto, citaremos a continuación, pruebas encontradas en los anales de las experiencias humanas: Juliano, el Apóstata, se recordaba de haber sido Alexandre de Macedonia. El gran poeta Lamartine declaraba, en su Viaje al Oriente, haber tenido reminiscencias muy claras. He aquí su testimonio:
No tenía en Judea ni Biblia, ni agenda de viajes, ni nadie que me pudiese dar el nombre de los lugares, la denominación antigua de los valles y de las montañas; reconocí, desde luego, el valle de Terebinto y el campo de batalla de Saúl. (…) En Sephora, señalé con el dedo y dije el nombre de una colina, en lo alto de la cual había un castillo en ruinas, como el lugar probable del nacimiento de la Virgen (…) Excepto el valle del Líbano, nunca encontré en Judea un lugar o cualquier cosa que no fuese para mí como un recuerdo. (7)
El escritor francés Méry recordaba haber hecho la guerra de las Gálias y haber combatido en Germania con Germanicus (…) Se llamaba, entonces, Minius. (8) El americano Edgar Cayce, a pesar de ser un devoto y ortodoxo protestante, tenía la facultad de entrar en trance espontáneo, en el cual revelaba conocimientos muy por encima de su nivel habitual en estado de vigilia. (13) Durante el trance él no solamente diagnosticaba males físicos y espirituales, también revelaba hechos de existencias anteriores de las personas que lo buscaban, y de sí mismo. Con relación a las pruebas de la reencarnación por medio de dictados mediúmnicos, Gabriel Delanne, en el libro La Reencarnación, cita algunos ejemplos. Escogemos sólo uno, que es relatado a través de una carta:
Mí querido Dr. Delanne.
Pide el amigo que le sean comunicados los hechos tendentes a probar la reencarnación (…)
En agosto de 1886, hicimos una sesión de evocación, en el curso de la cual se presentó, al principio por la tiptología, y después, a nuestro pedido, por la escritura medianímica, una entidad que mis padres perdieron, aún de poca edad (…) Aseguraba que esperaba, para reencarnar, el nacimiento de mi primer hijo, especificando que sería niño y vendría dentro de 18 meses. No se esperaba un niño. Ahora, en febrero de 1888, nacía nuestro hijo mayor, que recibió el nombre de Allan, en la fecha prevista, con el sexo predicho. E. B. Reyle – 2, Alle du Levrier. Le Vernet, Seine-et-Oise. (9)
Con relación a los niños prodigio o a personas portadoras de ideas innatas, busquemos respuestas en El Libro de los Espíritus. Allan Kardec preguntó a los Espíritus Superiores: ¿Cuál es el origen de las facultades extraordinarias de los individuos que, sin estudio previo, parecen tener la intuición de ciertos conocimientos, o de las lenguas, del cálculo etc.? (4) Los Espíritus dieron la siguiente respuesta: Recuerdo del pasado, progreso anterior del alma, pero que ella no tiene conciencia. ¿De Dónde queréis que vengan tales conocimientos? El cuerpo cambia, el Espíritu, no obstante, no cambia, aunque cambie de ropaje. (4)
En la cita de más arriba, encontramos una evidencia más de la reencarnación: la de las ideas innatas. La historia nos revela innumerables ejemplos de genios, de sabios, de hombres valerosos, cuyos padres, o incluso los hijos, no fueron grandiosos como ellos. Algunos de esos Espíritus fueron niños prodigio que, ofreciendo pruebas de que vivieron otras existencias, en el pasado, consiguieron poner en duda las leyes científicas de la hereditariedad. No se niega la evidencia de la hereditariedad física o genética. La herencia moral o intelectual jamás es transmitida de padres a hijos. Varios sabios nacieron en medios oscuros; es el caso de Comte, Espinosa, Kepler, Kant, Bacon, Young, Claude Bernard etc. (5) Otros tuvieron, en los descendientes, personas comunes o incluso mediocres. Péricles procreó dos tontos (…) Sócrates y Temístoles sólo tuvieron hijos indignos. Entre los romanos se ve lo mismo. Cicerone y su hijo; Germánico y Calígula, Vespasiano y Domiciano; el gran Marco Aurelio tuvo por hijo a un furioso – Cómodo. En la Historia Moderna, el hijo de Enrique IV, como los de Luis XIV, de Cromwell, de Pedro el Grande, como los de La Fontaine, de Crebillón, de Goethe y de Napoleón eran otros ejemplos. (6)
La pluralidad de las existencias, cuyo principio Cristo estableció en el Evangelio, sin todavía definirlo como a muchos otros, es una de las más importantes leyes reveladas por el Espiritismo, pues le demuestra la realidad y la necesidad para el progreso. Con esta ley, el hombre explica todas las aparentes anomalías de la vida humana; las diferencias de posición social; las muertes prematuras que, sin la reencarnación, tornarían inútiles al alma las existencias breves; la desigualdad de aptitudes intelectuales y morales, por la ancianidad del Espíritu que más o menos aprendió y progresó, trayendo al nacer, lo que adquirió en sus existencias anteriores. (2)