Por primera vez en su actual vida, Juan se vio inmerso en un trance inolvidable e imposible de arrinconar en su memoria. Instintivamente, miró hacia abajo y se contempló enderezado. Pudo ver sus pies sobre el suelo, sus piernas, observó sus manos girándolas y poniéndolas al revés como para cerciorarse de que eran realmente las suyas. Con sus manos palpó su cuerpo y le extrañó el tacto tan singular que advertía. Parecía la piel como algo más blanda, más transparente y sedosa y si apretaba mucho hasta llegaba a atravesarla aunque sin sentir ningún tipo de dolor. En efecto, era él, como silueta extraída del lecho donde descansaba tranquilamente su parte física. En esos momentos, una idea le vino al pensamiento. ¿Cómo era posible que estuviera razonando si su cerebro estaba a dos metros de distancia encajado en la cabeza? Nunca antes había experimentado con tal convicción toda la enseñanza mostrada por su mentor cuando le decía que era realmente el espíritu el que reflexionaba, el que guiaba al sujeto, aunque durante la vida material se valiera del cerebro para realizar dicha función. Pero claro, aquello no era una experiencia material, lo corpóreo se hallaba tendido al abrigo de una ligera manta y sin embargo... podía pensar, analizar, discurrir... Le vino al recuerdo aquel concepto del “doble etérico” tan frecuente en libros sobre viajes astrales y esoterismo pero rápidamente cayó en la cuenta, al recordar el adiestramiento de su ángel, que se trataba de su parte “periespiritual” la que ahora podía notar. Se había separado al fin de su cuerpo y seguía tan vivo como que cavilaba intensamente sobre tal cuestión. Se sentía muy ligero, como si su peso se hubiera reducido y tocándose otra vez, no halló el tacto habitual de la carne sino una sensación parecida a la de una energía en movimiento aunque sin poder precisar de qué se trataba ya que nunca antes había pasado por esta situación. Al levantar más sus ojos, su mirada tomó la dirección de su cama y allí pudo contemplar perfectamente la forma de su organismo, tan relajado, tan inmóvil salvo el leve movimiento que insuflaba la respiración en aquel pecho cubierto. Pretendió tocar los pies que asomaban por encima de la manta pero al intentar cogerlos se dio cuenta que los atravesaba, que no podía asirlos entre sus dedos. Sin pensarlo, dio un paso hacia atrás como intentando tomar distancia frente a aquella visión extraordinaria, advirtiéndose algo asustado, pero entonces y en medio de aquel desconcierto que no acababa de asimilar sintió una mano posarse sobre su hombro. Se giró y respiró profundamente al reconocer la figura de su espíritu protector.
El verdadero ESPIRITISMO no tiene nada que ver con echar cartas,amuletos,adivinar,ni rituales, ni se lee el futuro, ni astrologia,ni supersticciones,ni nada por el estilo. El verdadero ESPÍRITA tan solo busca su transformación moral y el trabajo interior, luchando por conseguir el despertar de la conciencia. El Espiritismo es la ciencia que trata de la naturaleza, origen y destino de los espíritus y de sus relaciones con el mundo corporal. El espiritismo nos ayuda a conocer el mundo invisible que nos rodea y en medio del cual vivimos, las leyes que lo gobiernan, sus relaciones con el mundo visible, la naturaleza y el estado de los seres que lo habitan y, en consecuencia, el destino del hombre después de la muerte, es una auténtica revelación en el sentido científico de la palabra. El espiritismo no es NINGUNA RELIGIÓN,es una ciencia puramente filosófica. El propósito máximo del Espiritismo es el de llevar un mensaje que provoque el Adelantamiento Espiritual a la humanidad, mediante la "Moralización".La mediumnidad ha existido desde los tiempos más remotos, no es lo mismo una mediumnidad equilibrada que una mediumnidad desequilibrada.
Blog de Espiritismo La Reencarnación.El Mundo de los Espíritus.La Filosofia Espirita. La Mediumnidad.Los Conocimientos de los Espíritus. Estudio de las Obras de Allan Kardec.La Inmortalidad del alma.El estudio de sí mismo.La transformación moral.El trabajo interior. Experiencias fuera del cuerpo físico en otros planos.
domingo, 15 de noviembre de 2015
APRENDIENDO A SALIR DEL CUERPO
Por primera vez en su actual vida, Juan se vio inmerso en un trance inolvidable e imposible de arrinconar en su memoria. Instintivamente, miró hacia abajo y se contempló enderezado. Pudo ver sus pies sobre el suelo, sus piernas, observó sus manos girándolas y poniéndolas al revés como para cerciorarse de que eran realmente las suyas. Con sus manos palpó su cuerpo y le extrañó el tacto tan singular que advertía. Parecía la piel como algo más blanda, más transparente y sedosa y si apretaba mucho hasta llegaba a atravesarla aunque sin sentir ningún tipo de dolor. En efecto, era él, como silueta extraída del lecho donde descansaba tranquilamente su parte física. En esos momentos, una idea le vino al pensamiento. ¿Cómo era posible que estuviera razonando si su cerebro estaba a dos metros de distancia encajado en la cabeza? Nunca antes había experimentado con tal convicción toda la enseñanza mostrada por su mentor cuando le decía que era realmente el espíritu el que reflexionaba, el que guiaba al sujeto, aunque durante la vida material se valiera del cerebro para realizar dicha función. Pero claro, aquello no era una experiencia material, lo corpóreo se hallaba tendido al abrigo de una ligera manta y sin embargo... podía pensar, analizar, discurrir... Le vino al recuerdo aquel concepto del “doble etérico” tan frecuente en libros sobre viajes astrales y esoterismo pero rápidamente cayó en la cuenta, al recordar el adiestramiento de su ángel, que se trataba de su parte “periespiritual” la que ahora podía notar. Se había separado al fin de su cuerpo y seguía tan vivo como que cavilaba intensamente sobre tal cuestión. Se sentía muy ligero, como si su peso se hubiera reducido y tocándose otra vez, no halló el tacto habitual de la carne sino una sensación parecida a la de una energía en movimiento aunque sin poder precisar de qué se trataba ya que nunca antes había pasado por esta situación. Al levantar más sus ojos, su mirada tomó la dirección de su cama y allí pudo contemplar perfectamente la forma de su organismo, tan relajado, tan inmóvil salvo el leve movimiento que insuflaba la respiración en aquel pecho cubierto. Pretendió tocar los pies que asomaban por encima de la manta pero al intentar cogerlos se dio cuenta que los atravesaba, que no podía asirlos entre sus dedos. Sin pensarlo, dio un paso hacia atrás como intentando tomar distancia frente a aquella visión extraordinaria, advirtiéndose algo asustado, pero entonces y en medio de aquel desconcierto que no acababa de asimilar sintió una mano posarse sobre su hombro. Se giró y respiró profundamente al reconocer la figura de su espíritu protector.