domingo, 19 de abril de 2015

Amelia Gabriela Boudet


En esta publicación hacemos
referencia, principalmente, al trabajo de la mujer dentro de los valores de la Doctrina Espírita, no podríamos dejar de mencionar a Amelia Gabriela Boudet, esposa de Allan Kardec (Hipólito León Denizard Rivail). Una mujer que tuvo una presencia fundamental en
la codificación del Espiritismo.
Amelia era conocida en su época
como Madame Rivail. Nació en Thiais, Sena, el 23 de noviembre de 1795, hija de Julián Luis Boudet, propietario y antiguo notario,
y de Julia Seat de Lacommbe. Después de
cursar la primaria, se mudó con la familia a
París, continuando sus estudios en la Escuela Normal, donde se graduó
como profesora de primaria. Profesora de Letras y Bellas Artes, culta e inteligente, demostrando mucha vivacidad e interés por los estudios desde la infancia, fue autora de tres obras: Cuentos primaverales, 1825, Nociones de diseño, 1826, y Lo esencial en Bellas Artes, 1828.
El 5 de febrero de 1832, se casó con Allan Kardec. Nueve años más
joven que Amelia, pero, Kardec en ningún momento se preocupó por esa
diferencia, que en ella pasaba desapercibida, debido a su jovialidad física
y espiritual. Asociándose al esposo, Amelia se dedicó también a apoyar-
lo en el trabajo desarrollado en el Instituto técnico, fundado por Kardec
poco después de concluir sus estudios con Pestalozzi, en Iverdum. Es im-
portante observar que fue a partir de 1833 cuando se instituyó en Francia
la enseñanza primaria, por fuerza de la Ley Guizot. En el año 1835, Ame-
lia y Kardec, ante serias dificultades, fueron obligados a cerrar las acti-

vidades del Instituto Técnico. Mientras Kardec trabajaba como contable
para diversas empresas comerciales, Amelia se dedicaba, durante el día,
a la preparación de los cursos gratuitos que comenzaron a dar –de 1835 a
1840– en su propia residencia, por falta de recursos para implantarlos en
otro local. Apoyando a Kardec en los proyectos que emprendía, Amalia
colaboró para que su obra pedagógica ganase volumen y calidad, siendo
adoptada por la Universidad de Francia, reproduciéndose en decenas de
ediciones. Con ese trabajo, fue posible que el matrimonio alcanzase una
posición económica satisfactoria, dando respaldo a Kardec para iniciar,
en 1855, una investigación sobre los fenómenos sobrenaturales de las me-
sas giratorias, que fueron en la época, una verdadera novedad continental.
Después del lanzamiento de El libro de los Espíritus, el 18 de abril
de 1857, Kardec fundó la Sociedad parisiense de estudios espíritas con
sede en su residencia. Envuelto en tramas de injurias y calumnias, Kardec
enfrentó todos los obstáculos contando siempre con el apoyo de Amelia,
comprensiva y tierna con él, segura de la inmensa grandeza y responsabi-
lidad que representaba el trabajo del marido.
El día 31 de marzo de 1869, cuando Kardec, a los 64 años, partía
hacia el mundo espiritual, Amelia fue capaz de mantener la serenidad y
la dignidad, que se esperaba de ella. Ante una multitud de más de mil
personas, en el día de los funerales de su esposo, se mantuvo serenamen-
te contemplativa, observando con respeto y admiración las palabras de
aquellos que se despedían de él.
Compareciendo a todas las reuniones donde era invitada, después
de la desencarnación de Kardec, Amalia continuó presidiendo la sesión
realizada anualmente en el Día de los Muertos, durante el cual varios ora-
dores transmitían enseñanzas sobre la desencarnación y la vida espiritual.
Tomando para sí las responsabilidades del esposo desencarnado,
se empeñó, junto a los fieles discípulos de Kardec, en crear, según los
planes del Codificador, la Sociedad Anónima del Espiritismo, entidad que
llevó adelante la divulgación doctrinaria, la administración de la Revista
Espírita y de la librería.
En 1871, P. G. Leymarie, médium y colaborador incansable, asu-
mió esas tareas, ante la necesidad de reposo que su avanzada edad exi-

gía de Amelia. El 18 de octubre de 1873, la razón social de la entidad
fue cambiada a Sociedad para la continuación de las Obras Espíritas de
Allan Kardec, atendiendo a las sugestiones de aquellos que entendían que
así se caracterizaba mejor el objetivo propuesto inicialmente.
Hasta el final de su vida, Amelia atendía en particular a aquellos
que recurrían a ella en busca de una palabra de consuelo y esclarecimien-
to. El 21 de enero de 1883, a las cinco horas de la madrugada, aún lúcida
y amable, a los 87 años de edad, Amelia regresó a la patria espiritual. Sin
contar con herederos directos, pues Amelia y Kardec no tuvieron hijos,
los bienes de la pareja fueron destinados, en testamento, a la Sociedad
para la continuación de las Obras Espíritas de Allan Kardec. No obs-
tante el empeño de una parienta, y de sus hijos, en el intento de anular su
voluntad, nada consiguieron, en virtud de la decisión de la justicia, que
consideró soberana la decisión de Amelia, destinando a dicha entidad el
patrimonio acumulado en esa existencia.
El día en que fue sepultada, junto al dolmen de Allan Kardec, en
el cementerio Père–Lachaise, a doce kilómetros de su residencia, durante
la ceremonia sencilla y natural, Leymarie habló de improviso, recordan-
do el gran valor de Amalia, afirmando que las ediciones El libro de los
Espíritus y la Revista Espírita, se debieron, en gran parte, a su esfuerzo
personal, insistencia y perseverancia. Es cierto que el encuentro de Ame-
lia con Allan Kardec se debió a un compromiso asumido en la espirituali-
dad, en función de la grandiosa misión que les correspondería emprender
a ambos. Ese encuentro de almas fue la alianza bendita que reforzó en
ambos la disposición y la fe para sobrepujar los innumerables obstáculos,
sirviendo, para la posteridad, como ejemplo de firmeza, determinación,
lealtad y amor.