viernes, 10 de julio de 2015

EL AUTISMO


Vamos a tratar el tema del autismo haciéndonos dos preguntas. 1ª ¿Qué es el autismo? 2ª ¿Cómo actúan los autistas? E intentar exponer las causas del autismo desde el enfoque espírita.
El autismo es un desorden del desarrollo del funcionamiento cerebral relativamente frecuente, afectando a dos o cinco individuos de cada diez mil. Según la ciencia, el cuadro clínico está marcado por una relación grave de la interacción social y del lenguaje verbal y no verbal. Además hay que resaltar que, la mayoría de los autistas se van revelando como tales, antes de los tres años. El retraso mental no se da en todos, pues hay autistas que revelan capacidades prodigiosas, como la música, las matemáticas y la memorización. La ciencia nos dice que “Algunos casos de autismo son consecuencia de infecciones en el periodo intra-uterino, de dolencias genéticas o malformaciones”. Sin embargo la mayoría tienen una causa desconocida. El autismo presenta el extraño síndrome de comportamiento que compone un complicado cuadro de aislamiento y soledad. El autismo nos hace imaginar una pirámide solitaria, inexpugnable, cerrada sobre sí misma. Bruno Betterheim la veía como una “fortaleza vacía”. Alrededor de ella se concentran una pequeña multitud inquietante de personas queriendo entrar para convencer a la persona que vive dentro a aceptar el mundo en que vivimos aquí fuera. El Dr. Darold Treffer, sumergiéndose en el enigma paralelo de los idiot-savants o sabios autistas, dio con los pasajes ignorados que lo llevaron al entendimiento, aún imperfecto, limitado, pero revelador del extraño síndrome de aquellas geniales personas cuyos Q.I.s. se revelan paradójicamente tan bajos. En Vida de un autista, uno de los pocos libros brasileños sobre el tema, Nilton Salvador narra “una saga real y victoriosa contra lo desconocido”, vivido por él y su esposa para luchar milímetro a milímetro en conseguir llegar al áspero camino que los llevase al interior de su hijo Germano, autista.
Barry Neil Kaufman (A miracle to Believe in – Milagro para creer), recuerda que el autismo ha sido “tradicionalmente considerado una subcategoría de la esquizofrenia infantil, a despecho de que más recientemente han sido vistos como una situación de avería cerebral”. También Temple Grandin nos dice al caracterizar el autismo (Thinking in Picture – Pensando en Imágenes), como “desorden neurológico que revela claras anormalidades cerebrales”, añadiendo después que “a despecho del hecho de que la mayoría de los casos de autismo tengan una fuerte base genética no se descubrió ningún gen específicamente responsable por la disfunción. Hay por una parte un desorden cognitivo y en otro un desorden en el procesamiento sensorial”. Vamos viendo como la ciencia enfrenta el autismo. Ahora vamos a ver cómo actúan los autistas. Hay mucha información al respecto de este asunto, pero vamos a intentar resaltar lo más importante. 
Los autistas se manifiestan, del lado de aquí con algunas actitudes como; movimientos repetitivos, automatizados, aparentemente inconscientes, como dar vueltas a sí mismos, agitar las manos, hacer girar indefinidamente una rueda de un juguete, accionar repetidamente un interruptor de la luz y cosas parecidas, como si quisiera mantener la mente ocupada con rutinas sin importancia que los distraiga para no aprender cosas nuevas. Para no salir de su auto encarcelamiento. La ciencia está de acuerdo en catalogar estás manifestaciones como típicas del autista. En determinados casos el autista puede agredir y auto-agredirse, como rechazo a ese cuerpo que no acepta, aunque le sirve de refugio. Es doloroso ver como estas criaturas se encierran en sí mismas, cuando otras, la mayoría, se muestran encantadoras, divertidas y manifestando su deseo de expresión lingüística, que en el autista no se da de forma normal, pues es el lenguaje una de las incapacidades de ellos.
El autista no muestra interés por nada, nada de lo que traspase su frontera del lado de aquí. Él necesita sentirse en su territorio personal. No permite invasiones, ni se muestra a través de las grietas de su fortaleza. Es como si nos quisiera decir “dejadme en paz”, sin poder utilizar la expresión verbalmente. Entre los pocos casos de autistas que traspusieron la fortaleza, está Dona Williams que, sin llegar a estar totalmente curada o recuperada, ella  consideraría más tarde, con mejor nivel de lucidez, “mí mundo” y el otro lado, donde quedaba “el mundo”. Barry Neil Kaufman habla sobre la necesidad de “construir un puente si es que pretendemos llegar al segregado mundo de los autistas”. Ellos no se muestran nada interesados en venir a nuestro mundo, a nuestro encuentro. Parece que el autista no tenga conocimiento de lo que ocurre a su alrededor. Hay pues en la mente del autista, una nítida distinción, aunque inconsciente, entre mí mundo y el de los otros. Cualquier esfuerzo, cualquier lucha por alcanzarlos, penetrar la fortaleza, obtener alguna reacción, es recibido con una estudiada indiferencia, a veces hasta hostilidad. El autista huye de cualquier relación con los demás e incluso la negación de un simple contacto visual, se agarra a lo que le es familiar, su rutina, a los objetos que mueve indefinidamente. El no quiere innovaciones; cuanto menos contactos con la vida en el mundo, mejor.
A los científicos, aunque no a todos, les falta algo importantísimo para comprender el comportamiento autista: el componente espiritual. Para la Dr. Helen Wambach PhD en psicología, “la actitud de no envolvimiento asumida por el autista podría ser atribuida a un rechazo de su propia reencarnación”. Ella no pudo dedicarse más a fondo en esta hipótesis de la reencarnación, no consiguió éxito en este terreno. Parece resultar de una actitud consciente, deliberada, bien planeada y cuidadosamente ejecutada, lo que nos hace suponer una lúcida inteligencia actuando entre bastidores. Quien no acepta el componente espiritual, cree que las deficiencias mentales derivan de insuficiencia cerebral. La persona es autista no porque tiene el cerebro dañado, sino tiene el cerebro dañado porque no quiso o no consiguió transmitirle a el, en el 

periodo crítico de la formación, los comandos mentales necesarios para su correcto desarrollo, pero tales comandos no son generados por el cerebro, ellos sólo transitan por sus circuitos. Los impulsos que los provocan vienen del espíritu acoplado a ese cuerpo. Hay en los bastidores una voluntad específica, de la cual el cuerpo no es más que el instrumento ejecutador. Y hablando del tema espiritual, de la voluntad y realidad espiritual, ¿existiría detrás de todos esos aspectos éticos o para hablar más claro de aquella realidad, implicaciones Kármicas? Por desgracia aún está lejos el día que la ciencia admita la realidad espiritual, que es el eslabón que les falta para comprender todos los problemas mentales y físicos. El autista puede ser un espíritu que no acepta vivir en un cuerpo físico, o que se esconde en el por varias razones, como el sentimiento de culpa. Se refugia en su fortaleza y no quiere salir de ella, o no quiere admitir responsabilidades y compromisos a cumplir. Sólo si tuviésemos acceso a su ficha cármica, podríamos comprender las causas ya que los efectos los estamos viendo. Lo cierto es que tanto el autista, como todos los que tienen trastornos mentales, están basados en vidas anteriores. En dramas tremendos.  No olvidemos la Ley de Causa y Efecto, que se ejecuta inexorablemente para nuestra evolución. Muchos espíritus que reencarnan no están dispuestos a admitir errores cometidos, muchos llegaron a un grado tal de maldad, de rebeldía, que al reencarnar, los efectos de esos conflictos, tarde o temprano aparecen, y aparecen muchas veces en trastornos graves de la mente. El autista es un ser preexistente, por lo tanto acogido a la ley de Acción y Reacción. Ya vivió muchas vidas y trae un bagaje riquísimo de experiencias. No es una hoja en blanco, sin pasado. No desea reencarnar o al menos, no en el momento en que se programa su reencarnación que puede ser de forma compulsiva, por las necesidades que él tenga para progresar. Si se les dejase a su libre albedrío muchos espíritus no querrían volver a nacer nunca más, entre ellos muchos autistas, pues tienen registrado en su disco duro “espíritu”, los traumas de vidas anteriores, los dolores que provocó y se provocó, la reminiscencia de actos que lo avergüenzan y, viéndose en un cuerpo material, se niega a admitir vivir del lado de aquí, de ahí que se refugia en su fortaleza, y de ella muy pocos salen, y aún saliendo, nunca se mostraran como personas “normales”, pues tienen los registros cármicos de su pasado que los 
perturban. Incluso muchos tienen alucinaciones terribles, que no son otra cosa que una mediumnidad sin definir ni educar, dado el desinterés del autista y la dificultad de trabajar con ellos. No les interesan las personas con las que van a convivir, no les interesa ningún tipo de relacionamiento con los demás, de ahí su incapacidad de lenguaje, de comunicación. Su rechazo a cumplir sus compromisos kármicos serán tenidos en cuenta, en una nueva reencarnación, donde posiblemente él si quiera relacionarse con el mundo de aquí fuera, y no le sea posible conseguirlo, con lo cual vivirá en su fortaleza, sin poder hacer nada para salir de ella. Dios nos ama y nos educa, pese a nuestra rebeldía.  


Articulo de:
                    Isabel Porras