Los autistas se manifiestan, del lado de aquí con algunas actitudes como; movimientos repetitivos, automatizados, aparentemente inconscientes, como dar vueltas a sí mismos, agitar las manos, hacer girar indefinidamente una rueda de un juguete, accionar repetidamente un interruptor de la luz y cosas parecidas, como si quisiera mantener la mente ocupada con rutinas sin importancia que los distraiga para no aprender cosas nuevas. Para no salir de su auto encarcelamiento. La ciencia está de acuerdo en catalogar estás manifestaciones como típicas del autista. En determinados casos el autista puede agredir y auto-agredirse, como rechazo a ese cuerpo que no acepta, aunque le sirve de refugio. Es doloroso ver como estas criaturas se encierran en sí mismas, cuando otras, la mayoría, se muestran encantadoras, divertidas y manifestando su deseo de expresión lingüística, que en el autista no se da de forma normal, pues es el lenguaje una de las incapacidades de ellos.
A los científicos, aunque no a todos, les falta algo importantísimo para comprender el comportamiento autista: el componente espiritual. Para la Dr. Helen Wambach PhD en psicología, “la actitud de no envolvimiento asumida por el autista podría ser atribuida a un rechazo de su propia reencarnación”. Ella no pudo dedicarse más a fondo en esta hipótesis de la reencarnación, no consiguió éxito en este terreno. Parece resultar de una actitud consciente, deliberada, bien planeada y cuidadosamente ejecutada, lo que nos hace suponer una lúcida inteligencia actuando entre bastidores. Quien no acepta el componente espiritual, cree que las deficiencias mentales derivan de insuficiencia cerebral. La persona es autista no porque tiene el cerebro dañado, sino tiene el cerebro dañado porque no quiso o no consiguió transmitirle a el, en el
periodo crítico de la formación, los comandos mentales necesarios para su correcto desarrollo, pero tales comandos no son generados por el cerebro, ellos sólo transitan por sus circuitos. Los impulsos que los provocan vienen del espíritu acoplado a ese cuerpo. Hay en los bastidores una voluntad específica, de la cual el cuerpo no es más que el instrumento ejecutador. Y hablando del tema espiritual, de la voluntad y realidad espiritual, ¿existiría detrás de todos esos aspectos éticos o para hablar más claro de aquella realidad, implicaciones Kármicas? Por desgracia aún está lejos el día que la ciencia admita la realidad espiritual, que es el eslabón que les falta para comprender todos los problemas mentales y físicos. El autista puede ser un espíritu que no acepta vivir en un cuerpo físico, o que se esconde en el por varias razones, como el sentimiento de culpa. Se refugia en su fortaleza y no quiere salir de ella, o no quiere admitir responsabilidades y compromisos a cumplir. Sólo si tuviésemos acceso a su ficha cármica, podríamos comprender las causas ya que los efectos los estamos viendo. Lo cierto es que tanto el autista, como todos los que tienen trastornos mentales, están basados en vidas anteriores. En dramas tremendos. No olvidemos la Ley de Causa y Efecto, que se ejecuta inexorablemente para nuestra evolución. Muchos espíritus que reencarnan no están dispuestos a admitir errores cometidos, muchos llegaron a un grado tal de maldad, de rebeldía, que al reencarnar, los efectos de esos conflictos, tarde o temprano aparecen, y aparecen muchas veces en trastornos graves de la mente. El autista es un ser preexistente, por lo tanto acogido a la ley de Acción y Reacción. Ya vivió muchas vidas y trae un bagaje riquísimo de experiencias. No es una hoja en blanco, sin pasado. No desea reencarnar o al menos, no en el momento en que se programa su reencarnación que puede ser de forma compulsiva, por las necesidades que él tenga para progresar. Si se les dejase a su libre albedrío muchos espíritus no querrían volver a nacer nunca más, entre ellos muchos autistas, pues tienen registrado en su disco duro “espíritu”, los traumas de vidas anteriores, los dolores que provocó y se provocó, la reminiscencia de actos que lo avergüenzan y, viéndose en un cuerpo material, se niega a admitir vivir del lado de aquí, de ahí que se refugia en su fortaleza, y de ella muy pocos salen, y aún saliendo, nunca se mostraran como personas “normales”, pues tienen los registros cármicos de su pasado que los
perturban. Incluso muchos tienen alucinaciones terribles, que no son otra cosa que una mediumnidad sin definir ni educar, dado el desinterés del autista y la dificultad de trabajar con ellos. No les interesan las personas con las que van a convivir, no les interesa ningún tipo de relacionamiento con los demás, de ahí su incapacidad de lenguaje, de comunicación. Su rechazo a cumplir sus compromisos kármicos serán tenidos en cuenta, en una nueva reencarnación, donde posiblemente él si quiera relacionarse con el mundo de aquí fuera, y no le sea posible conseguirlo, con lo cual vivirá en su fortaleza, sin poder hacer nada para salir de ella. Dios nos ama y nos educa, pese a nuestra rebeldía.
Articulo de:
Isabel Porras