lunes, 2 de febrero de 2015

EDUCACIÓN PARA LA MUERTE


Vivimos, pensamos, obramos, he aquí lo positivo: moriremos, esto no es menos cierto. Pero dejando la Tierra, ¿a dónde vamos? ¿Qué es de nosotros? ¿Estaremos mejor o peor? ¿Seremos o no seremos? Ser o no ser: tal es la alternativa, es para siempre o para nunca jamás, es todo o nada, viviremos eternamente o todo se habrá concluido para siempre. Todos sabemos que nacemos, - podemos crecer y envejecer – pero siempre nos morimos. Convivimos a diario con la idea de muerte en los medios de comunicación, en los fallecimientos de personas conocidas o de familiares. Sin embargo, tales sucesos siempre nos sorprenden como si no formaran parte de la naturaleza, como si ese no fuera el destino que nos espera a todos, y nos recusamos a hablar sobre el tema con la profundidad necesaria, en un intento hasta infantil de ignorarlo o alejarlo de nuestra realidad existencial.En este artículo, pretendemos reflexionar sobre las posibles razones que nos hacen actuar de esa manera y que nos llevan a temer a la muerte. Abordaremos datos científicos, filosóficos y religiosos para comprender esta falta de preparación para la muerte, tan común en el Occidente. E intentaremos ofrecer argumentos que expliquen que educarse para la muerte es esencialmente educarse para la vida. Reflexión filosófica sobre la muerte Según Izabel Petraglia y Cláudio Roberto Fontana Bastos, en el artículo “Muerte, Complejidad y Educación”, Sócrates decía que filosofar es aprender a morir. En su apología, Platón describe como Sócrates estimulaba a los ciudadanos de Atenas a fijarse en la perfección del alma y valorarla más que al cuerpo. Para él, la muerte era algo tan natural como la vida. La superación de la angustia y del miedo a la muerte libertaría al hombre. En el mismo artículo, sus autores dicen que la filosofía griega lograba enfrentar y aceptar la susceptibilidad del ser humano, camino a la muerte y Sócrates relacionaba la misión educacional al cuidado del alma a través del conocimiento de la verdad. Platón defendía la idea de que el alma seguía existiendo tras la muerte del cuerpo. Para él, el cuerpo era la cárcel del alma, así que morir nada más era que alcanzar la libertad. En la Edad Media, la muerte era un rito de pasaje de las cosas transitorias a las eternas. El moribundo la esperaba en su casa, acostado y mirando hacia arriba, donde estaba el cielo. Era una gran ceremonia pública en la que mujeres lloraban, se arrancaban los pelos y se rasgaban la ropa; sus gemidos eran como un ritual y la preocupación principal no era la muerte, sino la salvación del alma. La idea griega de la muerte que liberta, da lugar al terror de la condena del alma al infierno medieval y es posible que los escenarios infernales pintados por la Iglesia Católica en el Medievo hayan estimulado muchos hombres al materialismo en el período posterior. Y es esta concepción teológica medieval y la negación materialista intensificada en la Edad Moderna, las principales formadoras de los conceptos occidentales de muerte heredados por la Edad Contemporánea: por un lado los creyentes en la salvación o condena eternas; por otro los que creen que la muerte es el fin. Herculano Pires en “Educación para la Muerte” dice que el miedo a la muerte es el temor a la soledad y a la oscuridad, lo que fue agravado por los teólogos que “oficializaron leyendas del Infierno, Purgatorio y del Limbo, de las cuales no escapan siquiera los niños que se mueren sin bautizarse”. El autor recuerda que el Papa Pablo VI declaró que la Iglesia no sabe como es la vida después de la muerte. Sin embargo, la misma Iglesia Católica (además de otras) divulga ampliamente la idea aterradora del Infierno, aunque no confirma conocer su existencia. Tal concepción se justificaba en la Edad Media, cuando el comercio de las indulgencias era muy practicado, cuando la felicidad eterna estaba sometida al “relleno de los cofres dejados en la Tierra” por los fallecidos. Pero después de la Reforma y con el fin de la Edad Media, este modelo teológico se mostraba poco confiable para algunos. El Cielo, el Infierno y el Purgatorio La creencia en la condena eterna sería un argumento bastante comprensible para justificar el miedo a la muerte, dado que es bastante aterradora la imaginación de un lugar en llamas, donde almas se contraen y gimen desesperadas, bajo la visión de un dios sádico que a todo mira con indiferencia. “Por otro lado, las almas lánguidas y atormentadas en el purgatorio esperan su libertad dependiendo de la voluntad de los vivos para que rueguen o hagan rogar por ellas y no de sus esfuerzos para progresar.” ¡Felices son aquellas almas que conquistan su lugar en el Cielo! ¿Será cierto? ¿Qué felicidad gozaría una madre en el Cielo si allí no estuvieran sus hijos o su esposo amado? ¿Si supiera que ellos sufrirían castigos eternos mientras ella “descansaba eternamente y entonaba himnos de loas”? A nadie le gustaría estar en un Cielo y olvidar sus seres queridos. Y si nosotros, que somos tan imperfectos y egoístas, seríamos incapaces de hacerlo, ¿por qué Dios lo haría? También podemos preguntar cuáles serían los criterios que nos conducirían al Cielo, al Infierno o al Purgatorio. En la Edad Media, era la clase social; los religiosos “traficaban” indulgencias, vendían perdón a los ricos y los pobres estaban condenados. Una práctica que no es coherente con la justicia de Dios, por lo tanto, no puede ser aceptada como un criterio de condena o premiación. Otra condición para irse al Cielo es el bautismo, pero tampoco es valedero a los que nacieron y fallecieron antes de Cristo, y a los que fallecieron poco después de nacer. Otro problema serían los adeptos de otras religiones, cuyas prácticas no incluyen el bautismo y que además nunca escucharon hablar de Jesús. ¿Los condenaría Dios al Infierno? La Iglesia Católica manda al Limbo los niños que fallecieron antes de bautizarse. Pero ¿por qué no se van al Cielo ya que no hicieron el mal? O ¿por qué no se van al Infierno ya que no practicaron el bien? Otro requisito para conquistar el Cielo es el arrepentimiento. Una persona que ha sido muy mala durante toda su existencia se arrepiente sobre la hora de la muerte, es perdonada y se va al Cielo. Otra que se equivocó menos y falleció de modo instantáneo, sin tiempo para arrepentirse se va al Infierno. Y podríamos seguir disertando sobre ese tema que no es justo con la figura de Dios, Padre amoroso, soberanamente bueno, justo y misericordioso, tampoco explica de la mejor manera las cuestiones de la vida y post vida. Así que pasaremos a discutir sobre la teoría de la nada y sobre la existencia e inmortalidad del alma. La inmortalidad del Alma Sería extraño y hasta irónico que, en un Universo en que nada se pierde, que todo se transforma, el hombre fuese la única excepción perecedera, sujeto a desaparecer con su despojos. Kardec, en el libro “El Cielo y el Infierno”, diserta de manera muy clara sobre la idea de “la nada” y argumenta que sería muy aflictivo pensar que después de todo el esfuerzo que hacemos en la Tierra, de todo lo que aprendemos, simplemente desapareciéramos a causa de la muerte. Ello porque nos concentraríamos sólo en el presente y actuaríamos de manera egoísta, ya que nuestro objetivo sería únicamente disfrutar la vida. En realidad, la teoría de la nada es el extremo opuesto a la enseñanza autoproclamada cristiana de la muerte, la cual ya no responde a las preguntas esenciales del hombre racional moderno ni es justa con la figura del Cristo. Jesús ya nos había enseñado que nadie muere cuando su cuerpo espiritual se hizo visible entre los “vivos” después de su muerte y Pablo de Tarso afirmó que el cuerpo espiritual es el cuerpo de la resurrección ; aunque el Cristo sea siempre representado por algunos con las imágenes de un hombre muerto, colgado de la cruz y que muchos crean que los muertos resucitan en la carne. Una idea nada alentadora para aquellos que poseen cuerpos mutilados, debilitados o que tuvieron los cuerpos destrozados en la ocasión de la muerte. La curiosidad de saber si existe algo que sobrevive a la muerte del cuerpo físico no es una novedad. Desde hace mucho tiempo el hombre elabora preguntas relacionadas a su existencia, casi siempre en un aspecto religioso. Sin embargo, a partir del siglo XIX, este interés se ha intensificado y ampliado para el tema de la reencarnación. No solamente entre la gente común y creyente, sino entre figuras ilustres de la historia. Nos cuenta el estudioso espírita Carlos de Brito Imbassahy que en los años de 1944 y 1945, científicos italianos estudiaban lo que se llamó de bebé de probeta, pero dedujeron que no obtendrían éxito en la creación de los bebés porque no podrían crear un campo de energía presente en el vientre de las mujeres fértiles lo cual acompañaba el feto cuando él nacía. Agrega el estudioso que investigaciones modernas comprobaron que la formación fetal depende de este campo, que no pertenece a la madre, sino que actúa en su vientre y comanda la selección de espermatozoide que fecundará el óvulo. Treinta años después, suecos inventan un aparato capaz de detectar el campo energético de moribundos y descubrieron que tal campo los abandonaba cuando ellos fallecían. Además, los moribundos eran pesados antes y después de la muerte y concluyeron que este campo era el alma, dado que había una pequeña pérdida de peso corporal en razón de la muerte. En la actualidad, hay nuevas modalidades de investigaciones, como los casos de Experiencia de Casi Muerte, las visiones de los moribundos en el lecho de muerte, las experiencias fuera del cuerpo y la Transcomunicación Instrumental. Todas ellas reafirmando la supervivencia del alma y probando que los Espíritus se pueden comunicar. Ya no podemos rechazar las pruebas y reaccionar como personas ignorantes, como las que se negaron a creer que la Tierra era redonda y que giraba alrededor del sol, o que dificultaron la vida de Pasteur cuando menospreciaron su tesis de la existencia de seres microscópicos porque no los podían ver. No podemos ver los virus, las bacterias, el aire, algunos gases, el pensamiento, pero sabemos que existen por la manifestación de sus efectos. La existencia del alma también es un hecho. Los Fenómenos Espíritas La fenomenología espírita y la reencarnación también despertaron la atención de muchos científicos, sobre todo a partir de la mitad del siglo XIX. Allan Kardec fue el primero estudioso a hacer un trabajo organizado, meticuloso y lógico sobre los fenómenos espirituales. Sir Williams Crookes, considerado por muchos como el mayor científico de su época, investigó las facultades mediúmnicas de algunos médiums y pudo confirmar la veracidad de los hechos espirituales. A partir de esa época muchos intelectuales pasaron a estudiar tales fenómenos para desacreditarlos, sin embargo, se depararon con una verdad incontestable y se sumaron a la lista de creyentes. Otros los examinaron movidos por el espíritu científico. Charles Richet, catedrático en la Facultad de Medicina en París y Nóbel de Fisiología en 1913 se convenció. Alfred Rusell Wallace, co-autor de la Teoría de la Evolución, fundó una sociedad que se dedicaba a la experimentación espírita, después de ser materialista convicto. Cesare Lombroso, doctor en Psiquiatría y Antropología de la Universidad de Turín, fue un gran investigador del tema después de haber abrazado el Espíritu de su madre fallecida. Y podríamos seguir la gran lista de estudiosos y científicos: Camille Flammarion, astrónomo; Gustavo Geley, médico y filósofo; Carl Gustav Jung, discípulo de Freud; Albert de Rochas, director del Instituto Politécnico de París; Ernesto Bozzano, estudioso italiano que escribió varios libros con resultados de sus investigaciones; Hernani Guimarães Andrade, quien en su libro “Morte, uma luz no fim do túnel” relata experiencias de varios científicos realizadas en laboratorio que confirman la existencia del alma… Hay muchos nombres más, pero no es el objetivo de este estudio citarlos todos, más bien contar algo sobre sus investigaciones, las cuales contemplaban experiencias con la mediumnidad, con mensajes obtenidos por psicografía, psicofonía y audiencia; también estaban las materializaciones con la utilización de ectoplasma; las levitaciones, hipnosis y videncias. Y en 1975, el psiquiatra americano Raymond A. Moody Jr., presentó un trabajo serio sobre lo que llamamos de experiencia de casi muerte (ECM), comprobando científicamente que la muerte es sólo un cambio de estado de consciencia. En su libro “La Vida Después de la Vida”, el doctor Moondy relata casos de personas que se acercaron a la muerte clínica, cuyas almas se desprendieron relativamente del cuerpo, adquirieron significativa libertad y cuando volvieron al cuerpo, revelaron interesantes informaciones sobre la frontera entre la vida física y la espiritual. Las narraciones eran muy similares. Muchos veían túneles por donde transitaban, luces, recordaban toda su vida, se encontraban con familiares muertos y se deparaban con escenarios celestiales. Incluso personas no videntes que vivieron la estas experiencia cercana a la muerte, relataban visiones. El Dr. Melvin Morse también estudió casos semejantes, pero con niños que pasaron por graves accidentes y serias enfermedades y reunió muchos casos en el libro “Closer to the Light - Learning from the Children” (Más Cerca de la Luz - Aprendiendo con los niños). La psicóloga Kim Klark, quien forma parte del equipo del doctor Morse, trabajó en 1989 con un grupo de 121 niños entre 3 y 16 años en situación de riesgo de vida. Las experiencias vivenciadas por ellos no escaparon a la similitud observada antes y entre los interesantes casos investigados por la doctora, está el relato de Katie, una niña que le contó que durante su experiencia había ido a su casa en compañía de una muchacha, vio a su hermano estudiando y a su madre cocinando. Además, reconoció a todo el equipo médico que la cuidó cuando ella llegó al hospital inconsciente. La contribución de personas serias e dedicadas al estudio de la supervivencia del alma nos da la certeza de que la muerte no existe y que seguimos viviendo en otro plano cuando nuestro cuerpo físico muere, es de hecho muy consoladora, pero no nos permite vislumbrar la justicia divina, dado que no explica la causa de las muertes prematuras y los variados géneros de muerte, entre otras dudas que tenemos a nivel existencial. Las vidas sucesivas o la reencarnación es el eslabón que une el consuelo que nos ofrece la consciencia de la inmortalidad a la explicación lógica de la justicia divina. La Reencarnación La reencarnación no es una idea nueva, sino que forma parte de la creencia de muchas religiones orientales milenarias. A partir de 1857, con el lanzamiento de “El Libro de los Espíritus” por Allan Kardec, la reencarnación ganó nueva formulación, pasando de una creencia a una certeza fácilmente comprobable con argumentos lógicos. Estos argumentos presentados por los Espíritus y recopilados, clasificados, organizados, confrontados, comparados, discutidos y analizados por Allan Kardec, representan el lazo que nos vuelve a unir a Dios, dado que ahora podemos comparar las concepciones de muerte presentadas por las religiones occidentales (en que Cielo e Infierno son los protagonistas), a la idea de la nada, adoptada por materialistas convictos (contrarios al cuento de terror difundido ampliamente en la Edad Media), y concluir que ambas son muy pesimistas, poco consoladoras y nada razonables. A partir del trabajo investigativo del discípulo de Pestalozzi podemos estar seguros de que volveremos a encontrar nuestros seres queridos en esta y en otras vidas, en este y en otro plano, porque además de investigar el concepto de la reencarnación, Kardec nos relató la vida en el Mundo Espiritual, analizó la vida terrena y explicó la Ley de Causa y Efecto que determina las condiciones en las que viviremos encarnados (vivos) y desencarnados (muertos). Lo que explica que Cielo e Infierno son estados de consciencia que resultan de nuestras buenas o malas acciones. Y lo más importante es que no estamos condenados a ellos por toda la eternidad, sino que tenemos oportunidades de corregir nuestros errores en las diferentes existencias y por lo tanto, alcanzar niveles evolutivos más elevados. Es ésta la verdadera Justicia Divina. La que no condena eternamente a sus hijos por sus errores, tampoco premian aquellos que nada hicieron para ser privilegiados. La que explica porqué somos tan diferentes y porqué algunos viven más y mejor que otros. En este sentido, también tenemos importantes investigaciones científicas que corroboran las conclusiones de Kardec. El bioquímico y profesor de psiquiatría canadiense, Ian Stevenson se dedicó a estudiar la reencarnación durante más de 40 años. Examinó más de 3 mil casos de niños que parecían recordar hechos de sus vidas pasadas y recopiló registros médicos de marcas de nacimiento y deformaciones congénitas relacionadas al tipo de muerte narradas por los niños, además de analizar autopsias de las personas que ellos decían ser. El doctor Ian Stevenson no fue el único estudioso del asunto. La doctora Edith Fiore de los Estados Unidos tiene publicaciones sobre el tema. El doctor Gerald Netherton estudió más de 8 mil pacientes y de escéptico pasó a ser creyente. El doctor Brian Weiss es muy conocido por la publicación de libros sobre experiencias de regresión a vidas pasadas realizadas en su consultorio. Y podríamos citar muchos otros nombres de estudiosos del asunto, pero debemos volver al objetivo de este artículo: la educación para la muerte. Por qué educar para la muerte Finalmente llegamos al punto principal de este estudio, que es reflexionar sobre la preparación a lo inevitable: la muerte. Según Kardec, en un artículo de la Revista Espírita de febrero de 1865, la causa de aprensión de la muerte es el instinto de conservación que nos fue otorgado por la Providencia Divina y es necesaria en el proceso de aprendizaje en la Tierra. Sin embargo, esa aprensión es menos intensa cuando sabemos que el alma es inmortal y tenemos consciencia de la importancia de las sucesivas reencarnaciones como herramientas evolutivas. Ese nivel de consciencia sólo puede ser alcanzado a través de la educación. No la educación religiosa que prepara el hombre para conquistar el Cielo, sino la educación para la realidad que encara “nacimiento y muerte como fenómenos naturales de la vida, los cuales no deben ser confundidos con desgracia o castigo”, dado que solamente “los hombres matan para vengarse o cobrar deudas afectivas. Dios no mata, crea”. León Denis, en el libro “El Problema del Ser, del Destino y del Dolor” dice que “toda muerte es un parto, un renacimiento” y que todos nos reuniremos en lo Invisible. Y Hermínio C. de Miranda, en el libro “Nuestros Hijos Son Espíritus”, nos relata un interesante estudio sobre nacimiento y muerte realizado por la doctora Wambach . La psicóloga sometió varios pacientes a la regresión de memoria y les hizo preguntas previamente formuladas sobre su objeto de estudio. Un 90% de sus pacientes relataron que morir es bueno, pero nacer es muy desagradable. Una de las personas le dice incluso que “nacer se parece a una tragedia”. El resultado de las investigaciones de la doctora Wambach está totalmente de acuerdo con las pesquisas de ECM, ya que la mayoría de las personas que se aproximan a la muerte relatan sentir mucha paz, que sus dolores desaparecen, que viven una hermosa experiencia y que les resulta difícil regresar al cuerpo físico. Algunos incluso dicen ser orientados a regresar por algún familiar desencarnado o por un Espíritu de luz, pues por su voluntad, “se morirían” con tranquilidad. Otra conclusión de la psicóloga es que el Espíritu del niño se muestra como un ser adulto, “experimentado, consciente, dueño de gran conocimiento e involucrado” en sus proyectos de vida, “con metas, objetivos y propuestas” programadas. Eso reafirma las deducciones de la Doctrina Espírita y explica la muerte de niños, aclarando que ellos son Espíritus milenarios, tal vez más experimentados que sus padres. Su muerte supuestamente prematura forma parte de una programación reencarnatoria, la cual tiene como objetivo tanto su crecimiento espiritual como el de sus padres. Y la Doctrina Espírita desde hace mucho nos aclara que la muerte de niños pueden tener muchas explicaciones y a veces lo que puede parecer un injusticia bajo la concepción humana, puede representar una bendición para todos aquellos que están involucrados. Hay muchos ejemplos de casos como éste, pero citaremos solamente uno para nuestro esclarecimiento: En una familia espírita de considerable nivel espiritual, nació una niña cuyo Espíritu contaba con muchos equívocos de otras existencias. Cuando la criatura cumplió 8 años se enfermó gravemente y no había esperanza en la medicina para su caso; desencarnaría pronto. Su familia pidió orientación espiritual en la institución espírita donde concurría y allí le explicaron que el Espíritu de la niña había cometido suicidio en las últimas existencias y ahora desencarnaría antes de alcanzar la adolescencia para no intentarlo de nuevo y para completar un poco del tiempo de vida que ella había abreviado. La familia pidió a la misericordia divina una oportunidad de educarla bajo los postulados espíritas y estaba segura de que lograría evitar nuevo intento. Por los méritos espirituales de la familia, le fue concedido a la niña el período 10 años más. Sin embargo, cuando la criatura llegó a la adolescencia, se desvinculó de la familia, de los principios espíritas, se entregó a la drogadicción y se suicidó. Es una historia que nos conduce a profunda reflexión sobre la Bondad de Dios, la cual muchas veces nos resulta difícil comprender. Dios siempre actúa en nuestro beneficio y jamás permite desencarnaciones prematuras. Siempre volvemos al plano espiritual en el momento adecuado cuando aceptamos la acción de la naturaleza. Lo que no significa decir que debemos mantener la frialdad ante la muerte de un ser querido, de una criatura. La separación es siempre dolorosa porque todavía somos egoístas e no sabemos amar con desapego. Nos está permitido llorar por ellos, extrañarlos, tener cierta dificultad para reprogramar nuestra vida sin su presencia. No obstante debemos evitar la rebeldía contra los designios divinos y esforzarnos por comprender las necesidades evolutivas de nuestro ser amado que se fue. Además, debemos evitar los llamamientos angustiados, los cuales recaen sobre él, lo torturan, lo deprimen, lo hacen estancar en su camino de evolución o mantenerse entre nosotros intercambiando angustias en un círculo vicioso. El famoso médium brasileño Francisco Cândido Xavier fue un gran instrumento de consuelo a las familias “despojadas” de sus seres queridos por la desencarnación. A través de él, muchos Espíritus se manifestaron para ofrecer consuelo a sus familiares y sus pedidos más constantes eran para que dejaran de quejarse, de llorar, de rebelarse por ellos porque eso les hacía muy mal. Niños, jóvenes y mayores “muertos” les enviaban mensajes a los “vivos”, dándoles pruebas de la vida más allá de la tumba. Es muy reconfortante saber que el amor sigue igual, aunque estemos separados por una barrera física. Es que tenemos la certeza de que ellos se pueden comunicar con nosotros por el pensamiento, durante los sueños. Que pueden estar a nuestro lado en este momento, tocándonos la frente o depositándonos un beso en la mejilla. Lo podemos sentir si no estamos concentrados en nuestro dolor. Cuando pensamos en ellos con amor los podemos atraer hacia nosotros. Y no hace falta que vayamos al cementerio, pues ellos no están allí. Como nos dice Richard Simonetti en “¿Quién le teme a la muerte?”, “no vamos a transformar las necrópolis en salas de visita del más allá”. A ellos no les debe ser placentera la visión de su propio despojo. Invitémoslos a un lugar agradable, que les traiga lindos recuerdos y placer. Cuanto más reflexionemos sobre la muerte, más percibimos que educarnos para la muerte, es educarnos para la vida. Maria Julia Kovács del Instituto de Psicología de la Universidad de São Paulo, Brasil, ofrece interesantes sugerencias para la implantación de la Psicología de la Muerte en los diversos ambientes que forman parte de la vida humana. Propone la ampliación de la meta de la educación para la muerte, fundamentada en la búsqueda de la “rehumanización” de la muerte; que se discuta el tema en los colegios, hospitales, geriátricos y hogares; que los profesionales de la educación se preparen para orientar a sus alumnos en situaciones de “pérdida” de un familiar o amigo y a encarar la posibilidad de su propia muerte; y que los profesionales de la salud sepan como asistir a sus pacientes terminales y a las personas mayores para que enfrenten la muerte con más tranquilidad y sin traumas, como un proceso natural en la vida de los seres vivos. José Barros de Oliveira de la Universidad do Porto, en Portugal dice que “enseñar el arte de morirse bien o educar para morirse bien es educar para vivir bien”. Agrega que si la muerte forma parte de la vida, el tema debe formar parte del contenido “de una educación integral de la persona humana y de su destino”; no puede continuar “ausente de los ambientes educativos como la familia y la escuela”. Conocer a los mecanismos involucrados en el proceso de la muerte, tener la certeza de la supervivencia del alma, que reencontraremos a nuestros seres queridos, saber lo que nos espera más allá de la tumba es una manera de educarnos para la vida. Es que sabemos que por la Ley de Acción y Reacción, somos quienes programamos nuestras vidas en la materia y en el plano espiritual. Si tratamos de actuar bien durante la vida, regresaremos en buenas condiciones a nuestra vida de Espíritus y consolidaremos reencarnaciones menos dolorosas que nos proporcionarán más rápida evolución. Evitaremos el intento de fuga por el suicidio porque sabemos que nuestros sentimientos nos acompañan en Espíritus y no podremos escapar de los dolores y frustraciones, ni de todas las consecuencias que tal acción nos puede causar. No cometeremos el aborto por saber que el alma precede al Espíritu y estaríamos imponiendo obstáculo a la evolución de un Espíritu, además de saber que podríamos ser “víctimas” de su odio y persecución. No seremos conniventes con la eutanasia porque comprenderemos la importancia del desprendimiento lento para la reflexión del enfermo y por ende para su mejoría espiritual. Seríamos más desapegados de la riqueza y de la materia, lo que nos facilitaría reunir virtudes en vez de posesiones materiales y perfección estética. Entenderíamos la muerte de nuestros amores, cuando sus compromisos asumidos para esta vida hubieran acabado y el retorno a la vida espiritual les fuera necesario, sabríamos que empezarían una nueva e importante etapa en su existencia de Espíritu inmortal.

domingo, 1 de febrero de 2015

VEGETARIANISMO Y ESPIRITISMO


¡¡DESCÁRGATE LAS DIAPOSITIVAS DE LA CONFERENCIA  

"VEGETARIANISMO Y ESPIRITISMO"!!


AQUÍ NO SE TRATA DE IMPONER NADA A NADIE, CADA CUAL TIENE SU LIBRE ALBEDRÍO PARA DECIDIR, QUE SEA TU CONCIENCIA Y TU PROGRESO MORAL EL QUE DECIDA.


EN EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS DICE LO SIGUIENTE:

129. ¿Es un error que se alimente el hombre con la carne de los irracionales?
R. La ingestión de las vísceras de los animales es un error de enormes consecuencias, de lo cual derivan numerosos vicios de la nutrición humana. Es de lamentar semejante situación, incluso, porque si el estado de materialidad de la criatura exige la cooperación de determinadas vitaminas, esos valores nutritivos pueden ser encontrados en los productos de origen vegetal, sin la necesidad absoluta de los mataderos y frigoríficos.
Tenemos que considerar, sin embargo, la máquina económica del interés y de la armonía colectiva, en la cual tantos obreros fabrican su pan cotidiano. Sus piezas no pueden ser destituidas de un día para el otro, sin peligros graves. Consolemosno con la visión del porvenir, siendo justo trabajemos, dedicadamente, por el advenimiento de los tiempos nuevos en que los hombres terrestres podrán dispensar de la alimentación los despojos sangrientos de sus hermanos inferiores.”

Por lo tanto, Emmanuel afirma perentoriamente que “la ingestión de las vísceras de los animales es un error de enormes consecuencias”, pero admite que en aquel momento histórico en que la obra “El Consolador vio la luz (prefacio de 8 de marzo de 1940) no sería aconsejable y tampoco posible, en función de motivos socio-económicos y de las propias condiciones muy arraigadas, un cambio brusco de hábito alimenticio.

Muchos podrán argumentar que el propio Emmanuel recomendó a Chico Xavier que entre las opiniones de él y aquellas de Allan Kardec y de la codificación, que él escogiera la base doctrinaria del Espiritismo. Sin embargo, la problemática en cuestión no es tan trivial. Realmente, Emmanuel no está solo en este posicionamiento. 
La frase “La carne nutre la carne” es una
sentencia interesante 
André Luiz en “Los Mensajeros” (Capítulo 41, titulado “Entre Árboles” y Capítulo 42, denominado “Evangelio en el Ambiente Rural”) y “Misioneros de la Luz” (Capítulo 11, titulado “Intercesión”), así como Humberto de Campos en varias de sus obras dejan evidentes sus posiciones contrarios al uso de la carne como recurso alimentario. Para esos autores, el individuo consciente espiritualmente debería, como mínimo, disminuir el consumo de carne. Es interesante recordar que “Misioneros de la Luz” es considerado uno de los 10 libros más importantes espíritas del siglo XX, en una investigación recientemente divulgada que consideró la opinión de exponentes del movimiento doctrinario contemporáneo.


                                                    Descarga aquí la presentación EN PPS

EL ANGEL DEL BIEN

DESCÁRGATE YA EL NUEVO "EL ÁNGEL DEL BIEN"

Ya está aquí en último número de El Ángel del Bien!! Podéis encontrar la edición digital en www.elangeldelbien.com, que lo disfrutéis!!

Enero 2015

jueves, 29 de enero de 2015

Yo soy la persona que ella abortó

   Yo soy la persona que ella                        abortó

Gianna Jessen

“Soy adoptada. Tanto mi madre como mi padre biológicos tenían 17 años de edad. Ella tenía siete meses y medio de gestación cuando decidió acudir a la Federación Internacional de Paternidad Planificada (IPPF), que es la proveedora de abortos más grande del mundo, y allí le aconsejaron someterse a un aborto de término tardío de solución salina. Esta solución se inyecta en el vientre de la madre. El bebe traga la solución que le quema por dentro y por fuera. Entonces la madre da a luz a un bebé muerto en el plazo de 24 horas”.
“Pero para la sorpresa y el shock de todos, no nací muerta sino viva el 6 de abril de 1977, en una clínica abortista en el condado de Los Ángeles”.




“Lo fantástico de todo esto, del momento perfectamente oportuno de mi nacimiento, es que el abortista todavía no empezaba su tarea, así que ni siquiera tuvo la oportunidad de continuar con sus planes respecto a mi vida, es decir, la muerte.”
Son las palabras de Gianna Jessen, una joven norteamericana que sobrevivió a un aborto, en una conferencia testimonial que ofreció en Australia en el año 2008. 

sábado, 24 de enero de 2015

EL MAS ALLA DEL SUICIDA

                  Vivimos inmersos en un universo en el que no hay fronteras entre la dimensión física y la dimensión espiritual, donde estas co-existen y se ínterpenetran constantemente, produciéndose un intercambio permanente de energías, de vibraciones….en que la mente, tanto de encarnados como de desencarnados, genera constantemente pensamientos, atrayendo a otras entidades de acuerdo con la calidad moral de que se revisten los mismos y sintonizando con aquellas otras mentes que se mueven de la misma frecuencia y franja vibratoria, uniéndose dichos pensamientos, tanto si son buenos o malos, con aquellos otros pensamientos de las mismas características, que refuerzan y fortalecen,de esta forma, la psicoesfera mental, ya sea positiva o negativa, de cada uno de nosotros.



CONFERENCIA DE ALFREDO TABUEÑA





LA MUSICA EN EL MUNDO ESPIRITUAL


XXI Congreso Espírita Nacional “La música en el mundo espiritual; equilibrio para el alma” 

                    POR VICTOR RUANO


domingo, 11 de enero de 2015

DIARIO DE UN OBSESOR( Cap.1 y Cap2)



        ¡Tic-tic… tic-tic… tic-tic… tic-tic, tic-tic, tic-tic… tic, tic, tic, tic, tic!

        ¿Eh? ¿Cómo? Ah, sí, por fin sonó la alarma del reloj. Ya iba siendo hora, caramba, que me estaba aburriendo de tanta espera. Son las ocho en punto de la mañana. Por fin este desgraciado se despertará y podré retomar mi trabajo. ¡Maldito seas tú, Roberto y todos los de tu estirpe! Este es para mí el mejor momento del día, cuando te acabas de levantar, cuando tu mente está blanda como el barro fresco, moldeable. Es el instante ideal para depositar en ella mi mala huella a fin de que esta te acompañe a lo largo de toda la jornada. Pero ¡qué asco me das, examigo y excompañero! 

        Tantas fechas juntos disfrutando del trabajo en la oficina, compartiendo esfuerzos, consultándonos ambos las cuestiones más difíciles para sacar adelante nuestras respectivas tareas. Y cuando mejor iban las cosas, cuando todo parecía ir de maravilla, me apuñalaste por  detrás y me hiciste caer en la peor de las trampas que se puede tender a un amigo: la pérdida de la confianza, el golpe traicionero que no esperas, la falta de lealtad, la deshonestidad… No acabaría nunca si me pusiera a enumerarlas una a una. ¡Quién iba a decirlo! Pero estas cosas, aunque deploren la condición humana, ocurren y una vez que suceden, no cabe mirar hacia el otro lado sino que hay que responder rápido y con agresividad a la ofensa recibida, al bofetón que la indignidad y la cobardía de tu mejor colega te ha propinado en mitad del rostro. 

        ¡Dios, qué dolor, qué afrenta! Por si no lo sabes, yo no soy un estúpido y este Eusebio que te habla, que te observa y que te controla a cada segundo que transcurre, ha dejado de ser la persona tontorrona e inocente del pasado. Ya he espabilado lo suficiente y aunque no te lo creas, tú has sido el principal artífice del despertar de mi astucia, gracias a los palos que me diste por la espalda y que tanto sufrimiento me causaron. ¡Qué gran verdad es que se aprende tanto de los disgustos de la vida!

        Me obligaste a sentir pena de mí mismo, a compadecerme como una criatura indefensa y desdichada que lo perdió todo, pero mira bien que al final, la verdad siempre resplandece por más que la pretendieras esconder con tu infame actuación. Yo ya sospechaba algo, o quizá fuera el autoengaño lo que me mantenía a salvo de ahogarme en la propia laguna de mis pensamientos, o tal vez tuviera pánico a destapar un asunto al que no pretendía mirar ni de refilón. 

        ¡Ay, mi buena Carolina! Es cierto que yo fui el gran perjudicado por esta estafa emocional que me costó hasta la misma vida, pero mi amor, tú fuiste la gran damnificada por obra y gracia de este maldito embaucador de afectos. Él fue el que te dejó viuda y rota por dentro en mil pedazos. Llevábamos diez años felizmente casados como pareja ideal. Es verdad que no teníamos hijos pero no por imposición del destino sino simplemente porque no deseábamos que ninguna criatura interfiriera en nuestro idilio permanente. Cuando nos conocimos, nos sentíamos henchidos de ilusiones, esperanzados por un brillante futuro de pasiones amasadas que se estrechaban en el devenir de nuestros rumbos. 

        Bastaba tan solo una mirada entre nosotros para que tú me comprendieras a mí y yo te entendiera a ti. Eras una criatura celestial, tan vital, tan plena de los más blancos sentimientos que siempre había espacio en mis oraciones para dar gracias al cielo por haber permitido que te cruzaras en mi camino. Reconozco que en nuestra última etapa habíamos perdido un poco el encanto de esa magia que de continuo nos envolvía, pero por más indicios de los que yo pudiera sospechar, jamás me habría imaginado que ese traidor te iba a absorber tus más bellos pensamientos hasta introducirse en tus adentros y en el bosque de tus intimidades.

        Tú, mi flor que jamás se marchita, eras tan clara, tan transparente a las pupilas de mi alma, resplandecías tanto ante los ojos de la vida, que aunque ha pasado el tiempo aún confío en que puedas venir a mis brazos de nuevo, pues has de saber que te sigo queriendo como el primer día en el que trenzamos nuestras miradas y en el que supimos que estábamos hechos el uno para el otro.

        Mi dulce Carolina, tu nobleza ha resultado cercenada por las artimañas tejidas por la mente turbia de alguien que compartió conmigo sus secretos más recónditos. Y pensar que era él el que se mostraba tan sonriente y educado cuando el muy desgraciado ya te tenía entre sus brazos, él, que se mostraba tan atento y colaborador en la oficina ante mis requerimientos, cuando con una mano me ofrecía su amistad y con la otra clavaba una daga sobre mi garganta hasta romper mis venas.

        Debes perdonarme una y mil veces, mi amor. Quizás durante el último período no estuve lo suficientemente pendiente de ti; debería haber procedido con una mayor vigilancia, siendo más observador para darme cuenta de la taimada acción de ese bastardo que arruinó el curso de mi existencia sobre la tierra que pisábamos. Cuántas comidas de la empresa compartimos, cuántos momentos hablando de nuestros temas, de nuestras inquietudes. Y él tan complaciente, tan amable, y yo como un imbécil, sin saber que estaba urdiendo un plan que acabaría con mi matrimonio y hasta con mi aliento. Cuanto más lo pienso, más me maldigo, por mi estúpida irresponsabilidad que ahora, querida mía, ya ves, tan cara me ha costado.

        No te preocupes más, mi Carolina, que este ser tan perverso no va a escapar sin castigo. Yo sé cómo responder a su afrenta y sé cómo golpearle donde más le duele. He aprendido mucho en este período, he adelantado en conocimientos y ahora que estoy viendo  resultados gracias a mi persistente labor, no voy a desistir, no voy a abandonar mi tarea sino que le apretaré aún más hasta exprimirle todo el jugo de mala hiel que lleva dentro y  dejarle seco. Te prometo que no me detendré hasta destruirle, al igual que él hizo conmigo y con nuestra maravillosa relación. Ese es mi objetivo: quiero que sufra como yo, que pase por la angustia de sentirse traicionado, decepcionado, engañado. Eso es lo único que ocupa en la actualidad mi cabeza. No pararé hasta contemplar a este depravado arrodillarse ante mí pidiendo perdón por la infamia cometida.


        Todavía recuerdo el fatídico momento, aquel en el que se reflejó en mis pupilas la noche más oscura de mi alma, el instante supremo que me arrastró a mi propia aniquilación. Un buen amigo me avisó de que os había visto juntos en un hotel en las afueras de la ciudad. Quise evadirme de esa presión psicológica, la de no querer mirar al espejo de la realidad, pero debí entender que la advertencia tendría una buena razón de ser, porque el compañero que me pasó tal indicación era persona seria que jamás me había fallado y en la que tenía toda mi confianza.

        Finalmente, no pude resistirme al murmullo cada vez más creciente que en cuestión de minutos corroía mi pensamiento y decidí investigar por mi propia cuenta la terrible conjura denunciada. Con el miedo en el cuerpo y un nudo en mi garganta, me dirigí al lugar donde supuestamente os habíais reunido. Agazapado y sin descender del coche, te vislumbré, amada Carolina, en la lejanía de los cristales de la cafetería, sentada al lado de una mesa. Pero para mi sorpresa ¡estabas sola! Efectué un largo suspiro como dando gracias al cielo por si todo había resultado una bendita equivocación, pero de repente, acabada la fugaz ilusión, volví a agobiarme y me di cuenta de que no existía otro motivo para que tú permanecieras allí salvo porque hubieras concertado una cita con alguien.

         Pronto, mis peores presagios se vieron confirmados cuando logré entrever la larga silueta de ese infame hombre. Cuando al sentarse junto a ti te agarró la mano para a continuación darte un cálido beso en los labios, mi mundo se resquebrajó y un terremoto de magnitudes colosales provocó que la casa de mis sueños se hiciera añicos. Sentí la sangre circular por mis adentros a trompicones, como las aguas por una tubería que se inunda por primera vez.

        ¡Dios mío, cómo detesto mi cobardía! Ahora lo veo claro. ¿Por qué hay que llegar hasta estos extremos, incluso el de morir, para darte cuenta de ciertas cosas? No pudiendo resistir por más tiempo aquella denigrante escena que me  arañaba hasta hacer sangrar los pliegues de mi alma, decidí huir de la batalla y tomé la decisión más estúpida de mi existencia: escapar de allí.

        Tendría que haberme armado de valor, haber bajado del auto y acercarme al hotel, penetrar allí y aun dando el espectáculo, haberle propinado una soberana paliza y un brutal escarmiento a aquel falso amigo. Cómo hubiera cambiado el discurrir de mis días si en ese momento hubiera desenmascarado a la figura de ese judas. ¡Ay, qué desgraciada resultó mi actuación! Esfumarme entre las sombras en vez de intervenir con valentía, salir de allí en vez de enfrentarme al problema para acabar con él desde la raíz. Todos los días me sigo arrepintiendo por haber insertado la llave de contacto, encendido el vehículo y largarme sin dirección ni destino de aquel decorado tan perturbador.

        Ay, mi Carolina, tú solo conociste el resultado final de mi alocado proceder pero no los pormenores que me condujeron a un final tan nefasto. Al no poder soportar más la indignante película que desfilaba ante mi vista, me evadí y comencé a encadenar, en singular secuencia trágica, error tras error. Aquella espiral me trasladó en poco más de una hora a la otra orilla del mar donde ahora me encuentro.

        Atenazado por la herida mortal infligida a mi orgullo, no pasó ni un cuarto de hora cuando elegí parar en un motel al lado de la carretera. Ansiaba tomar algo para disipar la angustia que se arrastraba por mi cuerpo como una víbora que serpenteara por dentro de mí. Yo que solo había bebido en contadas ocasiones asociadas a fiestas o eventos extraordinarios, caí en la cuenta de que aquella era la ocasión perfecta para ingerir un trago que me aliviara, o dos, o tres… o los que hicieran falta. ¡Qué cruel fue mi reflexión para conmigo mismo! Cómo me acordaba de aquella tremenda frase atribuida a los borrachos: “beber para olvidar”. En aquella tarde, coloreada por los más oscuros nubarrones, pensé en que no me estaba embriagando para alejarme del recuerdo de lo que había presenciado sino para desaparecer de lo que más temía: mi propia conciencia. Cómo me odiab...continuará...a, cómo me despreciaba, cómo deseaba evaporarme de la vida allí mismo, sentado en el taburete de la barra y con mis codos apoyados sobre un frío mostrador… Por desgracia, se había activado el bucle infernal, esa espiral destructiva en la que te sientes traicionado por los demás y por el destino. Con la mirada perdida y el sonido del whisky cayendo por mi gaznate, se inició la cuenta atrás que te empuja a desertar de la misma existencia.

        No creo que permaneciera más de media hora en aquel establecimiento. Con el estómago vacío, pues salvo líquido nada sólido me entraba, sentí pronto los efectos del alcohol. Bajo una razón trastornada, un temporal de emociones se hizo cargo de mi entendimiento. Con ese valor inventado que te insuflan las copas, salí del bar cuando las sombras del crepúsculo se extendían ya por el cielo. Sin haber perdido aún la compostura, medio riendo, medio llorando, me dirigí a mi coche. Justo antes de abrir la puerta para introducirme en él, escuché a mis espaldas una voz intensa y melodiosa. Era un tono femenino y dulce que me interpeló como dándome una orden:

        - Espera, Eusebio. Escúchame solo un momento – dijo la desconocida.

        Me giré hacia atrás. Se trataba de una mujer hermosísima, envuelta en un vestido impecable y con gran equilibrio en todas sus facciones.

        - ¿Eh? ¿Quién eres tú? No te conozco y además ¿cómo sabes mi nombre? Jamás te había visto. ¿Qué quieres? Tengo prisa…

        - Solo pretendo consolarte, amigo, prevenirte ante lo que vas a hacer. Confía en mí, te he estado observando en la cafetería y me has dado la impresión de estar desesperado. Hablemos, volvamos a entrar y yo escucharé todo lo que tengas que contarme. Es mejor desahogarse ahora que no arrepentirse siempre. Dime una cosa ¿acaso prefieres conducir de noche y en tu estado?

        - ¿Cómo? Una desconocida no me va a decir a mí lo que tengo que hacer. ¿Quién te crees que eres? ¿Mi jefe? No estamos en la oficina, caramba, que ya soy un adulto, libre de tomar mis propias decisiones.






...continuará... con Cap 3.

domingo, 4 de enero de 2015

LOS ENEMIGOS DESENCARNADOS

    

LOS ENEMIGOS DESENCARNADOS
No siendo la muerte física el aniquilar de la vida, es natural que todos aquellos Espíritus que se transfieren de retorno para el mundo espiritual mantengan las características morales que  caracterizaban la individualidad.
Recuperando la lucidez después del deceso celular, vuelven  a la conciencia los mensajes que fueron  almacenados durante la trayectoria orgánica, auxiliándolos en la evocación de acontecimientos y hechos en los cuales participaron.
En algunas ocasiones no ocurre ese fenómeno en razón del estado de perturbación en el que se encuentran después del túmulo, manteniendo fijaciones enfermizas y conductas infelices.
Comprensiblemente, en el primer caso, resuenan con más facilidad  las impresiones vigorosas, aquellas que fuertemente herirán o dignificaran las emociones.
En ese capítulo, los sentimientos de animosidad que tipifican los Espíritus inferiores resurgen, llevándolos  a los procesos de angustia y resentimiento, que  procuran contornar mediante el esfuerzo a que se proponen contra aquellos que los afligieron y que permanecen en el viaje carnal.
Es comprensible que no poseyendo los tesoros morales de nobleza  ni de elevación, se dejan consumir por el odio, siendo llevados a las fuentes generadoras del sufrimiento que experimentan, en el caso, de las personas que se hicieron responsables por su desdicha.
Surgen, en esa fase, las vinculaciones psíquicas con los antiguos desafectos, aquellos que se tornaron motivo de su aflicción.
Reconociendo la razón del sufrimiento, sin, no en tanto, entender las causas profundas, aquellas que dicen respecto a la Justicia Divina, cara al conocimiento de la reencarnación y su  ley de Causa y Efecto, se convierten en inclementes cobradores de lo que suponen  ser deudas por ellos contraídas.
Disponiendo de movilidad y fijándose mentalmente al adversario mediante la afinidad moral, se inicia el doloroso proceso de obsesión, que tanto se presenta en forma de surto patológico, en el área de los disturbios psicológicos de conducta y de emoción, bien como en lenta y perversa inspiración enfermiza que termina por transformarse en trastorno más grave.
Cuando no se encuentran lucidos, son igualmente atraídos, en razón de la ley de sintonía existente entre deudor y cobrador, proveniente de la convivencia espiritual en las mismas fajas de inferioridad en el que se movimentan los encarnados y los desencarnados.
No sienta ninguna duda en cuanto a la influencia ejercida por los Espíritus en la convivencia con las criaturas humanas, especialmente con aquellas de naturaleza permisiva y vulgar, cruel e indiferente, en razón del estado moral en que aun se encuentran.
Pululan alrededor del planeta billones de seres espirituales en un estado primario de evolución, aguardando  la oportunidad de  reencarnar de nuevo, ya que se encuentran en un estado de penuria y de sufrimiento por la cual se transforma en parásitos dependientes de energías especificas,  que exploran y usurpan de los seres humanos que se les asemejan.
De ese modo, aquellos que se sienten perjudicados  de alguna forma, tiene mayor facilidad en inmiscuirse en la economía mental  y emocional de aquellos que consideran sus adversarios por los prejuicios que les han causado, persiguiéndolos  de manera consciente o no.
Los enemigos desencarnados constituyen un factor de desequilibrio en la sociedad terrestre que debe ser tomado en cuenta por los estudiosos del comportamiento y de las directrices sociológicas.
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El mundo espiritual es preexistente al físico, real y fundamental de donde vienen las poblaciones humanas para donde retornan mediante el vehículo de la desencarnación.
El objetivo esencial de la desencarnación es propiciar el desenvolvimiento intelecto moral del Espíritu en su trayectoria evolutiva.
Poseyendo el psiquismo divino embrionario, en cada etapa del proceso de crecimiento se les desdoblan facultades y funciones adormecidas que se agigantaran a través de la eternidad, hasta que sea alcanzada la plenitud.
No obstante, los atavismos que permanecen como tendencias para repetir los gravámenes y conceptos erróneos a los que están acostumbrados, ejercen mayor predominancia  en la naturaleza de todos, aunque el Deotropismo que lo atrae  en la dirección fecunda y original de su casualidad.
La elección de conducta que define el rumbo de  la ascensión o de la caída, a fin de permanecer en el obscurantismo en relación a la verdad o en el esfuerzo dignificantes  del auto iluminación.
Cuando se esfuerza por el buen proceder, prosiguiendo en la vivencia de las reglas de la moral y del bien, liberándose de los grilletes de los vicios, más fácilmente alcanza  los niveles elevados de armonía  interior y los planos espirituales de felicidad, donde pasa a habitar.  Todavía, cuando se compromete en la acción del mal, es inducido a reescribir las paginas aflictivas que quedaron en la retaguardia, rescatando los delitos   practicados a través del sufrimiento o mediante las acciones de beneficencia que lo dignifican.
En razón de la comodidad moral y de pereza mental, se sitúa, no raro, en la incerteza, en la indiferencia en relación al engrandecimiento  o complaciéndose en las sensaciones nefastas, cuando podría elegir las emociones superiores para auxiliarse y para socorrer a aquellos a quien hay perjudicado, reparando los males  que fueron generados mediante los contribuciones  de amor educativo ofrecidos.
Los enemigos desencarnados, de ese modo, se vinculan a los seres humanos atraídos por las afinidades morales, por los sentimientos del mismo tenor, por las conductas extravagantes que se permiten.
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Nunca  desperdicies la oportunidad de ser aquel que cede en  contiendas inútiles  como perniciosas; de perder, en el campeonato de la insensatez, a fin de ganar en la paz interior; de servir con devoción, aunque otros se sirvan, explorando la bondad de su prójimo;  de ofrecer comprensión y compasión en toda y cualquier circunstancia que se te deparen; de edificar el bien donde te encuentres, en la alegría o en la tristeza, en la abundancia o en la escasez; de ofrecer esperanza, aun mismo cuando reine el pesimismo y la crueldad llevando a  al desanimo y a la indiferencia; de ser aquel que ama, a pesar de  las circunstancias perversas; de silenciar el mal, a fin de referirte aquello que contribuya a favor de la fraternidad; de perdonar, aun mismo aquello y a aquel que, aparentemente  no merezcan perdón; de enseñar correctamente aunque predomine la prepotencia, y por esa razón mismo…
Nunca te canses de confiar en Dios, sea cual sea la situación en la que te encuentres.
Vistiendo la coraza de la fe y esgrimiendo  el equipo del amor, tus enemigos desencarnados no encontraran campo emocional ni vibratorio en ti para instalar sus matrices obsesivas, permitiéndote seguir en paz, cantando  la alegría de vivir e iniciando la Era Nueva de felicidad en la Tierra.
Joanna de Ángelis

Página psicografiado por el  médium Divaldo P. Franco, en la sesión mediúmnica  la noche 28 de febrero del 2005, en el Centro Espirita Camino de Redención, en Salvador de Bahía.
Traducido al español por: M. C. R