domingo, 3 de febrero de 2013

VAMPIRISMO



La sesión de desarrollo mediúmnico, según deduje de la
conversación sostenida entre los amigos encarnados, había sido
muy pobre en resultados para ellos. Pero no había sucedido lo
mismo en nuestro ambiente, donde se podía ver enorme satisfacción
en todas las fisonomías, comenzando por Alejandro, que se
mostraba jubiloso.
Los trabajos habían durado más de dos horas y en efecto,
aunque me conservase retraído, ponderando las enseñanzas
obtenidas en aquella noche, observé en cada detalle, el intenso
esfuerzo realizado por los trabajadores de nuestra esfera. Muchos
de ellos, en gran número, no solo asistían a los compañeros
terrestres, sino que atendían también a largas filas de entidades de
nuestro plano que se hallaban sufriendo.
Alejandro, el dedicado instructor, se movió de mil maneras.
Y tocando la tecla que más me impresionara, en el círculo de
observaciones del noble concierto de servicios, aproximándose a
mí, afirmó satisfecho:
–Gracias al Señor, tuvimos una noche feliz. Hemos tenido
mucho trabajo contra el vampirismo.
¡Oh! El vampirismo era la tesis que me preocupaba. Había
visto los más extraños bacilos de naturaleza psíquica,
completamente desconocidos en la microbiología más avanzada.
No tenían la forma esférica de las cocáceas, ni el tipo de bastoncito
de diversas bacterias. No obstante, formaban también colonias
densas y terribles. Había reconocido su ataque a los elementos
vitales del cuerpo físico, actuando con mayor potencial destructivo
sobre las más delicadas células.
¿Qué significaba aquél mundo nuevo? ¿Qué agentes serían
aquellos, caracterizados por indefinible y pernicioso poder?
¿Estarían todos los hombres sujetos a su influencia?
No me contuve. Expuse al orientador, francamente, mis dudas
y temores.
Alejandro sonrió y consideró:
–¡Muy bien! ¡Muy bien! Usted vino a observar trabajos de
mediumnidad y está buscando su lugar como médico. Es natural.
Si estuviera especializado en otra profesión, habría identificado
otros aspectos del asunto en análisis.
Y para alentarme fraternalmente, añadió:
–Usted demuestra buena preparación ante la medicina
espiritual que espera por sus estudios.
Después de una larga pausa, prosiguió explicando:
–Sin referirnos a los murciélagos succionadores, el vampiro
entre los hombres, es el fantasma de los muertos, que se retira
del sepulcro en altas horas de la noche, para alimentarse con la
sangre de los vivos. No sé quien es el autor de semejante
definición, pero, en el fondo, no está equivocada. Apenas cumple
considerar que, entre nosotros, vampiro es toda entidad ociosa
que se vale, indebidamente, de las posibilidades ajenas y
tratándose de vampiros que visitan a los encarnados, es necesario
reconocer que ellos atienden a sus siniestros propósitos a cualquier
hora, siempre que encuentren oportunidad en la estructura carnal
de los hombres.
Alejandro hizo un ligero intervalo en la conversación, dando
a comprender que expusiera lo preliminar de más serios
esclarecimientos y continuó:
–Usted no ignora que, en el círculo de las enfermedades
terrestres, cada especie de microbios tiene su ambiente preferido.
El pneumococo se aloja habitualmente en los pulmones; el bacilo
de Eberth se localiza en los intestinos donde produce la fiebre
tifoidea; el bacilo de Klebs se sitúa en las mucosas donde provoca
la difteria. En condiciones especiales del organismo, proliferan
los bacilos de Hansen o de Koch. ¿Cree usted que semejantes
formaciones microscópicas se circunscriben a la carne transitoria?
¿No sabe que el macrocosmos está repleto de sorpresas en sus
variadas formas? En el campo infinitesimal, las revelaciones
obedecen al mismo orden sorprendente. André, amigo mío, las
enfermedades psíquicas son mucho más deplorables. La patología
del alma está dividida en cuadros dolorosos. La cólera, la
intemperancia, los desvíos del sexo, los vicios de varios matices,
forman creaciones inferiores que afectan profundamente la vida
íntima. Casi siempre el cuerpo enfermo denota una mente
enfermiza. La organización fisiológica, según conocemos en el
campo de los estudios terrestres, no va más allá del vaso de barro,
dentro del molde preexistente del cuerpo espiritual. Alcanzado el
molde en su estructura por los golpes de las vibraciones inferiores,
inmediatamente, el vaso las reflejará.
Comprendí a dónde deseaba llegar el instructor. Entretanto,
sus consideraciones relacionadas a las nuevas expresiones
microbianas, daban ocasión a ciertas indagaciones. ¿Cómo encarar
el problema de las formas iniciales? ¿Se encuadraba la afección
psíquica en el mismo cuadro sintomatológico que conociera, hasta
entonces, para las enfermedades orgánicas en general? ¿Habría
contagio en las molestias del alma? ¿Sería razonable que fuera así
en la esfera en la que los fenómenos patológicos de la carne ya no
deberían existir? Afirmaba Virchov que “el cuerpo humano es un
país celular, en el que cada célula es un ciudadano, constituyendo
la enfermedad una lucha entre ciudadanos, provocada por la
invasión de elementos externos”. De hecho, la criatura humana
debe luchar, desde la cuna, contra diversas flagelaciones climáticas,
entre venenos y bacterias de variados orígenes. ¿Cómo explicar,
ahora, el nuevo cuadro que se enfrentaba a mis escasos
conocimientos?
No pude retener la curiosidad. Recurriendo a la admirable
experiencia de Alejandro, pregunté:
–Amigo mío, ¿cómo se verifican los procesos mórbidos de
ascendencia psíquica? La afección, ¿no resulta del asedio de las
fuerzas exteriores? En nuestro dominio ¿cómo explicar la cuestión?
¿Es la perversión de la personalidad espiritual la que produce las
creaciones vampirísticas, o son éstas las que avasallan el alma,
imponiéndole ciertas enfermedades? En esta última hipótesis,
¿podríamos considerar la posibilidad del contagio?
El orientador me escuchó con atención y aclaró:
–Primero la siembra, después la cosecha; y tanto las semillas
de trigo como las de cualquier mala hierba, encontrando tierra
propicia, producirán a su modo y en la misma pauta de
multiplicación. En esa respuesta de la Naturaleza al esfuerzo del
labrador, tenemos simplemente la ley. Usted está observando el
sector de las larvas con justificable admiración. No tenga duda
alguna. En las molestias del alma, como en las enfermedades del
cuerpo físico, antes de la afección, existe el ambiente. Las acciones
producen efectos, los sentimientos generan creaciones, los
pensamientos dan origen a formas y consecuencias de infinitas
expresiones. Y en virtud de que cada Espíritu representa un universo
en sí, cada uno de nosotros es responsable por la emisión de las
fuerzas que lanzamos en circulación, en las corrientes de la vida.
La cólera, la desesperación, el odio y el vicio, ofrecen campo a
peligrosos gérmenes psíquicos en la esfera del alma. Y, tal como
acontece en el terreno de las enfermedades del cuerpo, el contagio
es aquí un hecho consumado desde el momento en que la impresión
o la necesidad de lucha establecen ambiente propicio entre
compañeros de un mismo nivel. Naturalmente, en el campo de la
materia densa, esa ley funciona con violencia, mientras que entre
nosotros, se desenvuelve con las modificaciones naturales. Además,
no puede ser de otro modo, ya que usted no ignora que muchas
personas cultivan vocación por el abismo. Cada vicio particular
de la personalidad, produce las formas sombrías que le son
consecuentes, y éstas, como las plantas inferiores que se arrastran
por el suelo, por enviciamiento del responsable, se extienden a las
regiones próximas en las que no predomina el espíritu de vigilancia
y de defensa.
Evidenciando extrema prudencia en el examen de los hechos
y advirtiéndome en contra de cualquier concepción indigna en el
ámbito de apreciaciones sobre la Obra Divina, agregó:
–Sé que su perplejidad es enorme; no obstante, usted no puede
olvidar nuestra condición de viejos reincidentes en el abuso de la
ley. Desde el primer día de razón en la mente humana, la idea de
Dios creó principios religiosos, sugiriéndonos las reglas del buen
vivir. Con todo, a medida que se refinan conocimientos
intelectuales, parece que el hombre, tiene menos respeto por las
dádivas sagradas. Con rarísimas excepciones, los padres terrenales
son los primeros centinelas viciados, actuando en perjuicio de los
hijitos. Comúnmente, a los veinte años, en virtud de la inercia de
los vigías del hogar, la mujer es una muñeca y el hombre un maniquí
de futilidades enfermizas, mucho más interesados en adornarse y
lucirse que en el esclarecimiento de los maestros; cuando alcanzan
lo alto de la montaña del casamiento, son, muchas veces, personas
excesivamente ignorantes o demasiado desviadas. Corresponde aun
reconocer que nosotros mismos, en todo el curso de las experiencias
terrestres, en la mayoría de las ocasiones, fuimos campeones del
endurecimiento y de la perversidad contra nuestras propias fuerzas
vitales. Entre abusos del sexo y de la alimentación, desde los años
más tiernos, no hacíamos otra cosa que desarrollar las tendencias
inferiores, manteniendo hábitos malignos. ¿Serían, pues, de
admirar, tantas molestias del cuerpo y tantas degeneraciones
psíquicas? El Plano Superior jamás niega recursos a los necesitados
de todo orden y valiéndose de las pequeñas oportunidades, auxilia
a los hermanos de la humanidad en la restauración de sus
patrimonios, ya sea cooperando con la Naturaleza o inspirando el
descubrimiento de nuevas fuentes medicinales y reparadoras. Por
nuestra parte, al despojarnos de los fluidos groseros a través de la
muerte física, a medida que nos elevamos en comprensión y en
capacidad, nos transformamos en auxiliares directos de las
criaturas. Pero, a pesar de ello, la maraña de la ignorancia es todavía
muy densa. Y el vampirismo mantiene considerable expresión,
porque si el Padre es sumamente misericordioso, es, también,
infinitamente justo. Nadie podrá confundir sus designios, y la
muerte del cuerpo, casi siempre sorprende al alma en terrible
condición parasitaria. De ese modo, la promiscuidad entre
encarnados indiferentes a la Ley Divina y los desencarnados que
han sido indiferentes a ella, es muy grande en la superficie terrestre.
Absolutamente faltos de preparación y habiendo vivido mucho más
de sensaciones animalizadas que de sentimientos y pensamientos
puros, las criaturas humanas, más allá de la sepultura, prosiguen
en muchísimos casos imantadas a los ambientes familiares que
alimentaban su campo emocional. Una dolorosa ignorancia que
les aprisiona los corazones repletos de particularidades,
encarcelados en el magnetismo terrestre, engañándose a sí mismos
y fortaleciendo sus antiguas ilusiones. Los infelices que cayeron
en semejante condición de parasitismo sirven de alimento habitual
a las larvas que usted observó.
–¡Dios mío! –exclamé, fuertemente asombrado.
Alejandro, atentamente, aclaró:
–Semejantes larvas, son portadoras de vigoroso magnetismo
animal.
Y observando tal vez que muchas y torturantes indagaciones
se entrechocaban en mi cerebro, el instructor consideró:
–Naturalmente que la fauna microbiana en análisis no será
servida en bandejas; bastará que el desencarnado se agarre a los
compañeros de la ignorancia todavía encarnados, cual hierba dañina
a los gajos de los árboles, para que pueda succionarles la sustancia
vital.
No conseguía disimular el asombro que me dominaba.
–¿Por qué tanta extrañeza? –preguntó el cuidadoso
orientador–, ¿qué hacíamos nosotros cuando nos hallábamos en la
esfera de la carne? ¿No se mantenían nuestras mesas a costa de
carne y vísceras de bovinos y de aves? Con el propósito de buscar
recursos proteicos, exterminábamos incontables pollos y carneros,
lechones y cabritos. Chupábamos los tejidos musculares, roíamos
los huesos. No satisfechos con matar a los pobres seres que nos
pedían rutas de progresos y valores educativos para mejorar la Obra
del Padre, aumentábamos el refinamiento de la explotación
milenaria y a muchos de ellos les infligíamos determinadas
molestias, para que nos sirvieran al paladar con la máxima
eficiencia. Poníamos al cerdo común en régimen de ceba, y el pobre
animal, muchas veces a costa de residuos, debía crear ciertas
reservas de gordura, hasta que se postrase totalmente al peso de
las grasas enfermas y abundantes. Colocábamos gansos en
determinadas condiciones para hacerlos engordar, para que
hipertrofiasen el hígado, con el fin de obtener sustanciosas pastas
destinadas a manjares que se hicieron famosos, despreocupándonos
de las faltas cometidas, pero con la supuesta ventaja, de enriquecer
la calidad culinaria. Para que nuestras ollas olieran agradablemente,
en nada nos dolía el cuadro conmovedor de las vacas madres en
dirección al matadero. Exagerábamos, con toda la responsabilidad
de la Ciencia, la necesidad de proteínas y grasas diversas, pero
olvidábamos que nuestra inteligencia, tan fértil para el
descubrimiento de comodidades y confort, hallaría recursos, sin
recurrir a la industria de la muerte, para encontrar nuevos elementos
y nuevos medios para conseguir suministros proteicos al organismo.
Olvidábamos que el auge de lacticinios para el enriquecimiento de
la nutrición es una elevada tarea, pues vendrán tiempos para la
Humanidad terrestre en que el establo, como el hogar, será también
sagrado.
–Con todo, amigo mío, –propuse considerar–, la idea de que
muchas personas viven en la Tierra a merced de vampiros invisibles,
es francamente desagradable e inquietante. ¿Y dónde queda la
protección de las altas esferas? ¿Y el amparo de las entidades
angélicas, y la amorosa defensa de nuestros superiores?
–Querido André, –dijo Alejandro con benevolencia–,
debemos afirmar la verdad aunque resulte en contra de nosotros
mismos. En todos los sectores de la Creación, Dios, nuestro Padre,
colocó a los superiores y a los inferiores para el trabajo de evolución
a través de la colaboración y del amor, de la administración y de la
obediencia. ¿Acaso nos atreveríamos a declarar que hemos sido
buenos para con los seres que nos son inferiores? ¿No les hemos
arrebatado la vida, personificándonos como diabólicas figuras en
sus caminos? Claro que no deseamos crear un principio de falsa
protección a los irracionales, obligados, como nosotros, a cooperar
con la mejor parte de sus fuerzas y posibilidades en el
engrandecimiento y en la armonía de la vida, ni sugerimos la
peligrosa conservación de los elementos reconocidamente dañinos.
Pero, debemos aclarar que, en el capítulo de la indiferencia para
con la suerte de los animales, de la cual participamos en el cuadro
de las actividades humanas, ninguno de nosotros podría, en sana
conciencia, tirar la primera piedra. Los seres inferiores y necesitados
que se hallan en el Planeta, no nos encaran como superiores
generosos e inteligentes y sí como verdugos crueles. Confían en la
tempestad furiosa que perturba las fuerzas de la Naturaleza, pero
huyen, desesperados, ante la aproximación del hombre de cualquier
condición; con la excepción de los animales domésticos que, por
confiar en nuestras palabras y actitudes, aceptan el cuchillo en el
matadero, casi siempre con lágrimas de aflicción, incapaces de
discernir con el raciocinio aún embrionario, donde comienza
nuestra perversidad y donde termina nuestra comprensión. Si no
protegemos ni educamos a aquellos que el Padre nos confió, como
frágiles gérmenes de racionalidad todavía en los pesados vasos
del instinto, si abusamos largamente de su incapacidad de defensa
y de conservación, ¿cómo exigir el amparo de superiores benévolos
y sabios, cuyas más sencillas instrucciones son para nosotros
difíciles de soportar, por nuestra lamentable condición de
infractores de la ley de auxilios mutuos? En su condición de médico,
usted no puede ignorar que el embriólogo, contemplando el feto
humano en sus primeros días, a distancia del vehículo natural, no
podrá afirmar, con certeza, si tiene ante sus ojos el germen de un
hombre o de un caballo. El médico forense, encuentra dificultades
para determinar si la mancha de sangre encontrada eventualmente
proviene de un hombre, de un perro o de un mono. El animal posee
igualmente su sistema endocrino, sus reservas de hormonas, sus
procesos particulares de reproducción en cada especie y, por eso
mismo, ha sido un auxiliar precioso y fiel de la Ciencia en el
descubrimiento de los más eficientes servicios de curación de las
enfermedades humanas, colaborando activamente en la defensa
de la Civilización. Sin embargo…
El instructor se interrumpió y, considerando la gravedad del
asunto, pregunté con emoción:
–¿Cómo solucionar problemas tan dolorosos?
–Los problemas son nuestros –aclaró el generoso amigo,
tranquilamente–, no nos corresponde condenar a nadie.
Abandonando las fajas de nuestro primitivismo, debemos despertar
nuestra propia conciencia para alcanzar la responsabilidad
colectiva. La misión del superior es amparar al inferior y educarlo.
Y nuestros abusos para con la Naturaleza están profundamente
enraizados en todos los países, desde hace muchos siglos. No
podemos renovar los sistemas económicos de los pueblos, de un
momento para otro, ni sustituir, de manera repentina, los hábitos
arraigados y viciosos de alimentación impropia. Reflejan ellos,
igualmente, nuestros errores multimilenarios. Pero, en nuestra
calidad de hijos endeudados para con Dios y para con la Naturaleza,
debemos proseguir en el trabajo educativo, despertando a los
compañeros encarnados más experimentados y más esclarecidos,
en beneficio de la nueva era en la que los hombres cultivarán el
suelo de la Tierra por amor y se valdrán de los animales con espíritu
de respeto, educación y entendimiento.
Después de ligero intervalo, el instructor observó:
–Semejante realización, es de importancia esencial en la vida
humana, porque, sin amor para con nuestros inferiores, no
podremos esperar la protección de los superiores; sin respeto para
con los otros, no debemos esperar el respeto ajeno. Si hemos sido
vampiros insaciables de los seres frágiles que, entre las formas
terrenas, nos rodean, abusando de nuestro poder racional ante la
debilidad de la inteligencia de ellos, no está demás que, por fuerza
de la animalidad que la mayoría de las criaturas humanas aún
conserva, vengan a caer desveladamente, en situaciones enfermizas
a causa del vampirismo de las entidades que le son afines en la
esfera invisible.
Las aclaratorias de Alejandro, suministradas sin presunción
y sin crítica, penetraban en mí profundamente. Algo nuevo se
despertaba en mi ser. Era el espíritu de veneración hacia todas las
cosas, y el reconocimiento efectivo del Paternal Poder del Señor
del Universo.
El delicado orientador, me interrumpió el transporte de íntima
adoración al Padre, acentuando:
–Según puede observar, el legítimo desenvolvimiento
mediúmnico, es un problema de ascensión espiritual por parte de
los candidatos a las percepciones sublimes. Mientras tanto, André,
no importa que nuestros amigos ansiosos por lograr los altos valores
psíquicos, hayan venido hasta aquí sin la debida preparación.
Aunque incipientes en el asunto, ganaron muchísimo, porque fueron
auxiliados contra el vampirismo venenoso y destructor. Usted se
sorprendió con las larvas que les aniquilaban sus energías
espirituales; ahora verá a las entidades explotadoras que
permanecen fuera del recinto, esperando su regreso.
–¿Allá afuera? –pregunté alarmado.
–Sí –respondió Alejandro–. Si nuestros hermanos
consiguieran de hecho aplicarse a sí mismos los deseables golpes
de la disciplina, ganarían mucho en fuerza contra la influencia de
los infelices que los siguen; pero, lamentablemente, son muy raros
los que se mantienen con la necesaria resolución en el terreno de
la aplicación viva de la luz que reciben. La mayoría, al ser roto
nuestro círculo magnético, organizado en el curso de cada reunión,
olvida las bendiciones recibidas y se vuelve, nuevamente, hacia
las mismas condiciones deplorables en que se hallaba horas antes,
subyugada por los vampiros, renitentes y crueles.

lunes, 21 de enero de 2013

LA TIERRA:PLANETA DE PRUEBAS Y EXPIACIONES




LA TIERRA:PLANETA DE PRUEBAS Y EXPIACIONES
      




Entre los mundos inferiores, la Tierra pertenece a la categoría de los de expiación y
pruebas, porque en ella existe el predominio del mal sobre el bien. Aquí el hombre lleva
una vida llena de vicisitudes, por ser todavía imperfecto, y hay para sus habitantes más
momentos de desdicha que de alegría.
Así como ocurrió con la estructura física de la Tierra, también la evolución moral ha
avanzado gradualmente, sin interrupciones. «Los períodos geológicos señalan las fases del
aspecto general del globo, como consecuencia de sus transformaciones. Pero, con excepción
del período diluviano, que se caracterizó por una modificación repentina (fue una época de
grandes cataclismos en el planeta), todos los demás transcurrieron lentamente, sin
transiciones bruscas. Durante todo el tiempo que tomó a los elementos constitutivos del
globo ocupar posiciones definitivas, las mutaciones deben haber sido generales.
De igual modo ocurre con la parte moral e intelectual de los Espíritus que habitan la
Tierra.
Es muy cierto que si bien nuestro planeta es un mundo inferior, no está considerado
como primitivo, o sea, destinado a las primeras encarnaciones de los Espíritus. Los habitantes
de la Tierra son Espíritus que poseen un determinado progreso. Pero, también, los
numerosos vicios a los que se muestran propensos, constituyen un índice de gran
imperfección moral.La tierra es un planeta en evolución, aunque pueda parecer lo contrario, al ver en las noticias guerras,drogas,robos,violencia, pero al ser la tierra un planeta de pruebas y expiación es aqui donde se pagan nuestras deudas, contraidas en vidas anteriores, por eso vemos en la tierra tantas desigualdades y injusticias, porque la ley siempre se cumple, y el que sembro mal y dolor a los demas consechara aqui en la tierra mucho sufrimiento. Por eso, Dios los colocó en un mundo desapacible, para que expiaran
allí sus faltas, mediante un penoso trabajo y las miserias de la vida, hasta que hayan merecido
ascender a un planeta más dichoso.
No obstante, no todos los Espíritus que encarnan en la Tierra están allí para expiación.
Las razas a las que llamáis salvajes están compuestas por Espíritus que acaban de salir de la
infancia y que en la Tierra se encuentran, por decirlo así, en camino a la educación, para
crecer por medio del contacto con Espíritus más adelantados. Vienen después las razas
semicivilizadas, constituidas por esos mismos Espíritus que están en vías de progreso. Ellas
son, en cierto modo, razas indígenas de la Tierra que se elevaron hasta allí poco a poco,
durante largos períodos seculares, algunas de las cuales han podido llegar al nivel de
perfeccionamiento intelectual de los pueblos más esclarecidos.
Los Espíritus en expiación  no son oriundos de la Tierra; ya han vivido en otros
mundos, de donde fueron excluidos como consecuencia de su obstinación en el mal y por
haberse constituido, en esos mundos, en causa de perturbación para los buenos. Debieron
ser degradados, durante algún tiempo, al ambiente de los Espíritus atrasados, con la misión
de hacer que estos últimos avanzasen, ya que llevan consigo inteligencias desarrolladas y el
germen de los conocimientos que adquirieron. La felicidad no puede existir, por consiguiente, en la faz del orbe porque, en su
generalidad, las criaturas humanas se encuentran intoxicadas y no saben contemplar la
grandiosidad de los paisajes que las rodean en el planeta. Sin embargo, interesa observar
que en el globo terrestre es donde la criatura edifica las bases de su verdadera dicha, por el
trabajo y el sacrificio, camino a las más sublimes adquisiciones en el mundo divino de su
conciencia.
La Tierra saldrá de la condición de expiación y pruebas y pasará a ser planeta de
regeneración. Está sometida a la ley del progreso, como todo en la Naturaleza. Progresa,
físicamente, por la transformación de los elementos que la componen y, moralmente, por
la depuración de los Espíritus encarnados y no encarnados que la pueblan. Ambos progresos
se realizan paralelamente, debido a que el mejoramiento de la habitación guarda relación
con el del habitante. Físicamente, el globo terráqueo ha experimentado transformaciones
sucesivas, que la Ciencia ha comprobado y que lo hicieron habitable por seres cada vez más
perfeccionados. Moralmente la humanidad progresa por medio del desenvolvimiento de la
inteligencia, del sentido moral y por la moderación de las costumbres.
«Para que los hombres sean felices en la Tierra, es preciso que solamente esté poblada
por Espíritus buenos, encarnados o no encarnados, que se dediquen tan sólo al bien. Como
ha llegado el momento oportuno, se verifica una gran emigración de los que la habitan: la
de los que practican el mal por el mal mismo, no tocados todavía por el sentido del bien,
quienes por no ser ya dignos del planeta transformado serán excluidos, porque  podrían
constituir un obstáculo al progreso. Irán a expiar la dureza de sus corazones, unos en
mundo inferiores, otros en razas terrestres todavía atrasadas . Los substituirán Espíritus
mejores, que harán que reine en su seno la justicia, la paz y la fraternidad.
Según lo anunciado por los Espíritus, la Tierra no habrá de transformarse por medio
de un cataclismo que aniquile súbitamente a una generación. La actual desaparecerá
gradualmente y la nueva la sucederá del mismo modo, sin que haya ninguna variación en el
orden natural de las cosas.
 En cada niño que nazca en vez de un Espíritu atrasado e inclinado al mal, que
antes encarnaría en ella, vendrá un Espíritu más adelantado y propenso al bien 
«La época presente es de transición; se confunden los elementos de las dos generaciones.
Colocados en un punto intermedio, asistimos a la partida de una y a la llegada de la otra,
destacándose cada una en el mundo, por sus caracteres peculiares.
Correspondiéndole fundar la era del progreso moral, la nueva generación se distingue
por inteligencia y razonamiento generalmente precoces, sumados al sentimiento innato del
bien y las creencias espiritualistas, lo que constituye señal indudable de cierto grado de
adelantamiento anterior. No estará compuesta exclusivamente por Espíritus eminentemente
superiores, pero sí por los que habiendo progresado ya, se encuentran predispuestos a
asimilar las ideas progresistas y aptos para secundar el movimiento regenerador 
He aquí pues, el destino inmediato de la Tierra: planeta de regeneración. No obstante,
continuando con su progreso ininterrumpido, ascenderá a niveles cada vez más altos, hasta
alcanzar la perfección a la que todos estamos predestinados.

Síntomas de la mediumnidad












Toda persona que siente, con mayor o menor intensidad, la influencia de los Espíritus es médium. (…) Por consiguiente, se puede decir que todas las personas, poco más o menos, son médiums. (KARDECEl Libro de los Médiums, ítem 159)


Son muchas las personas que desean saber si poseen alguna facultad mediúmnica y cuáles son los indicios que pueden confirmar o negar tal existencia.

Según las palabras de Kardec, el noble codificador de la Doctrina Espírita, todos somos médiums, pues hay continua interacción entre los dos planos (material y espiritual). Pero el grado de intensidad de la comunicación entre encarnados (vivos) y desencarnados (llamados muertos) es diferente para cada persona.

En determinados contactos el encarnado siquiera registra la influencia de un Ser desencarnado, mientras que en otros la influencia es patente.

En este estudio queremos enfocarnos en la facultad mediúmnica ostensible, es decir, la que permite identificar la existencia del contacto.

Es muy común que escuchemos relatos de personas que buscaron la asistencia de un Centro Espírita por sufrir algún desequilibrio y fueron orientadas a “desarrollar” la mediumnidad; algunas incluso, fueron direccionadas a los trabajos mediúmnicos de la institución sin ninguna preparación, asistencia o estudio.

Sin detenernos demasiado en analizar la irresponsabilidad de tal actitud que lamentablemente aún es común en muchas instituciones dichas espíritas, recordamos las palabras de Kardec:

Hasta el presente ningún diagnóstico se conoce para la mediumnidad. Todos los que se habían considerado como tales carecen de valor. (…)

Si la mediumnidad se tradujese por una señal exterior cualquiera, implicaría esto la permanencia de la facultad, mientras que ésta es esencialmente móvil y fugitiva. (Qué es el Espiritismo. Capítulo I. Breve conferencia espiritista - Medios de Comunicación)

No hay ningún indicio de la facultad mediúmnica; sólo la experiencia puede darla a conocer. (El Libro de los Médiums, ítem 62)

Por lo que podemos notar, la facultad mediúmnica no puede ser identificada en el Centro Espírita o donde sea como si se tratara de un diagnóstico elemental y aunque así fuera, nos informa el codificador que la mediumnidad puede ser transitoria y alguien “diagnosticado” como médium hoy, puede no serlo mañana.


Pero ¿cómo saber si somos médiums?

Cuando estamos ante desequilibrios que nos afectan, lo principal es buscar un médico y considerar la hipótesis de un disturbio orgánico y que la asistencia espiritual, en una institución idónea, ocurra de manera simultánea.

Sabemos que determinadas influencias espirituales (obsesiones) de larga duración pueden alcanzar el organismo físico, pero la obsesión no es sinónimo de mediumnidad ostensible. Por lo tanto, es recomendable cuidar del cuerpo y del espíritu antes de pensar en una supuesta facultad mediúmnica, hasta porque la existencia de la mediumnidad exige ciertas responsabilidades.

Nos pareció importante hacer esas aclaraciones antes de profundizar un poco más en el tema para que no sea creada una falsa idea sobre la mediumnidad.

Kardec la explicó con mucho criterio y propiedad y no es nuestra intención contradecirlo, pues concordamos con sus enseñanzas.

El objetivo de este estudio es mostrar el resultado de experiencias serias y las lecciones expuestas en la literatura espírita confiable y fiel a la base kardeciana sobre los síntomas más comunes descritos por las personas que manifestaron la facultad mediúmnica ostensible.

Según Herculano Pires, en “Mediumnidad (Vida y Comunicación)” “la Mediumnidad se desarrolla como la inteligencia y las demás facultades humanas”, en un proceso cíclico que obedece a “etapas sucesivas”. En los niños es muy evidente y es común que registren presencias espirituales hasta más o menos los siete años. A partir de esa edad, “se desvinculan progresivamente de las relaciones espirituales” y se proyectan más en las relaciones terrenas. En la adolescencia se inicia el segundo ciclo y la mediumnidad se manifiesta de modo más intenso.

Recomienda el respetable estudioso que no se estimule la facultad en el primer ciclo, sino que el niño sea asistido con pases[1] y oraciones. El adolescente puede comenzar a estudiar para entender mejor lo que le ocurre, pero sin intentar desarrollar la práctica mediúmnica. Y cuando las manifestaciones sean espontáneas “es conveniente limitarlas al círculo privado de la familia o amigos íntimos en instituciones para jóvenes, hasta que la mediumnidad se defina”.

El tercer ciclo ocurre entre los dieciocho y los veinticinco años y se orienta a que el joven estudie la Doctrina Espírita y la Mediumnidad más profundamente. A partir de esa edad, el médium ya puede dedicarse a la educación y a la práctica mediúmnica según su madurez y preparación.

Recuerda Herculano que en algunos casos el proceso de eclosión de la mediumnidad tarda hasta unos treinta años de madurez biológica.

El autor aún describe un cuarto ciclo, cuando la mediumnidad aparece en la edad madura o en la vejez por el proceso natural de desprendimiento entre el espíritu y el cuerpo físico. A eso Herculano lo llama “preparación mediúmnica para la muerte”, que puede durar muchos años.

La UEM (Unión Espírita Mineira), en su “Curso Básico sobre Mediumnidad”, explica que la Mediumnidad presenta diferentes naturalezas: propia o natural, de prueba o trabajo, de expiación, y misionera; y cada una de ellas posee características peculiares y se manifiesta de diferentes maneras:

La Mediumnidad propia o natural es adquirida a través de la evolución moral del individuo, cuando su facultad psíquica y su percepción se intensifican. LaMediumnidad de prueba o trabajo es precaria “como una tarea a ser desarrollada” por el encarnado para su mejora espiritual y la de sus semejantes, con una preparación antes de su reencarnación que le permitirá obtener excelente oportunidad de trabajo. La Mediumnidad de expiación es concedida a personas muy comprometidas ante las Leyes Divinas y se caracteriza por la imposición de una sensibilidad psíquica muy intensa, la cual debe ser utilizada para que el médium se libere de sus actos infelices del pasado y crezca espiritualmente. Generalmente surge causando sufrimiento y es común que se manifieste a través de fuerte obsesión. La Mediumnidad de Misión es concedida a Espíritus que ya alcanzaron cierta elevación espiritual y que quieren aportar voluntariamente en la evolución de sus semejantes, como intermediarios entre el Plano Material y el Espiritual.

Por las aclaraciones de la Unión Espírita Mineira nos resulta obvio deducir que la gran mayoría de los médiums encarnados se encuadran en la mediumnidad de prueba o en la de expiación, dado que nuestro planeta todavía es muy inferior y, para casi todos, las facultades mediúmnicas surgen causando muchos disturbios.

El Espíritu Manuel Philomeno de Miranda, en el libro “Temas de la Vida y de la Muerte”, comenta que muchas veces los efectos de la eclosión de la mediumnidadpueden ser confundidos con síntomas de algunas psicopatologías. Pueden surgir de manera sutil o vigorosa, “causan malestar, inquietud y trastorno depresivo”; en otros momentos exaltan la personalidad, producen sensaciones desagradables en el organismo, antipatías sin explicaciones y animosidades.

Añade que “muchas enfermedades de difícil diagnóstico, por la variedad de sintomatología, tienen raíces en los disturbios de la mediumnidad de prueba” o de expiación y acostumbran revelarse con desórdenes físicos y psicológicos.

Pasaremos a enumerar los síntomas de fondo mediúmnico más frecuentes que han sido observados por los estudiosos del tema y descritos por médiums que cuentan sus primeras experiencias.

El citado curso de la UEM explica que la mediumnidad propia o natural es el resultado del esfuerzo individual, de la perseverancia y perfeccionamiento en las sucesivas reencarnaciones y por ello dispensa las dificultades enfrentadas en la mediumnidad de prueba y expiación. Es una conquista del Espíritu que ya superó la fenomenología y penetró en el “plano extrafísico” por la intuición, la más elevada de las facultades mediúmnicas.

La manifestación de la mediumnidad de prueba o trabajo puede ser más o menos complicada según la elección del médium. Cuando es comprendida como una herramienta divina para la elevación espiritual, se presenta con signos de alerta. Si el médium rechaza la concesión, surge de manera dolorosa.

La mediumnidad de expiación, es impuesta al médium para su reajuste ante las Leyes Divinas y, por su naturaleza expiatoria, puede surgir con muchos sufrimientos si no encuentra la buena voluntad del deudor para la rehabilitación necesaria. Incluso puede revelarse como una obsesión de alto grado, la subyugación[2], cuyo aparecimiento exige asistencia espiritual y no el desarrollo mediúmnico, como equivocadamente se supone.

El Espíritu Manuel Philomeno de Miranda en el libro citado describe los posibles síntomas de la eclosión de la mediumnidad de expiación:

En lo físico:
“dolores en el cuerpo sin causa orgánica; cefalalgia periódica sin causa biológica; disturbios del sueño – insomnio, pesadillas, pánico nocturno con transpiración excesiva -; taquicardias sin explicación; colapso periférico sin cualquier disfunción circulatoria; son todas perturbaciones generadas por la eclosión de la mediumnidad con sintonía desequilibrada.”

En lo psicológico:
“ansiedad; variadas fobias; perturbaciones emocionales; inquietud íntima; pesimismo; desconfianzas generalizadas; sensación de presencias inmateriales – sombras, figuras, voces y toques -, los cuales surgen de forma inesperada, desaparecen sin uso de medicinas y representan disturbios mediúmnicos inconscientes en consecuencia de la captación de ondas mentales y vibraciones sincronizadas con el periespíritu del enfermo” (Entidad sufriente o vengadora).

Pero Manuel Philomeno alerta que tales síntomas pertenecen a los cuadros de obsesiones simples y exigen cuidados en la educación y en la práctica mediúmnica.

Martins Peralva, en “Mediumnidad y Evolución”, también describe algunos síntomas que anuncian la mediumnidad: “reacciones emocionales insólitas, escalofríos, malestar, sensación de enfermedad, irritaciones raras”.

Eliseu Rigonatti, en “Mediumnidad sin Lágrimas”, además de algunos de los indicios de la eclosión de la mediumnidad ya enumerados, describe: “perturbación cerebral, sensación de peso en la cabeza y en los hombros, nerviosismo, sensación de cansancio, lasitud, cambios bruscos de sensación térmica corporal, falta de ánimo para trabajar, tristeza profunda o alegría excesiva sin razones”.

En el libro “Psicología y Mediumnidad”, Adenáuer Novaes amplía la lista de síntomas que caracterizan el aparecimiento de la mediumnidad:

Ideas y sentimientos inusitados que se presentan como presentimientos que se concretizan posteriormente; intuición aguzada; “arrepentimientos tardíos tras acciones inadecuadas” en las que faltó voluntad propia; alteraciones en el pensamiento y “desvíos en la elaboración de las ideas”; repetición de sueños premonitorios o con personas fallecidas; producción de ruidos y golpes extraños en el entorno; audición de voces y sonidos que parecen venir del interior de la cabeza; intenso deseo de escribir, a veces acompañado por temblores en uno de los brazos, con movimientos repetidos e involuntarios; sensación descontrolada de que puede ser tomado por algo y fuerte deseo de hablar; molestia toráxica y necesidad de gritar o llorar; manifestación de conocimientos inusitados; “frecuentes experiencias emocionales de “déjà vü”.

No obstante queremos aclarar que aunque nos hemos referidos a los síntomas de la eclosión de la Mediumnidad, no es demasiado decir que esa facultad no es la responsable por los sinsabores de los médiums.

El Espíritu Vianna de Carvalho, en el capítulo 7 del libro “Médiums y Mediumnidad”, afirma que no es la mediumnidad que genera el disturbio en el organismo, sino la acción fluídica de los Espíritus que favorece la posible sintonía, según la calidad de que ésta se reviste”. Y Manuel Philomeno añade que la ignorancia y la falta de asistencia son quienes generan los disturbios de fondo mediúmnico. Adenáuer Novaes explica que las invasiones psíquicas no tienen sus raíces en la mediumnidad sino que son facilitadas por ellas.

En definitiva, la elevación o inferioridad moral del médium y la aceptación o rechazo de su facultad son quienes influyen en el aparecimiento, en la intensidad y en la duración de los disturbios.

Después de tan amplia lista de síntomas relacionados a la Mediumnidad, el lector debe de creer que es muy fácil “diagnosticar” la facultad mediúmnica ostensible y que Kardec se equivocó, pero no es cierto. Todo lo que hemos descrito puede caracterizarse también por cuadros vinculados a la Medicina Tradicional o como casos de influencias espirituales que no “exigen” la práctica mediúmnica en una institución espírita.

Una vez más Manuel Philomeno explica que la manifestación de tales síntomas no significa que el individuo deba practicar la facultad mediúmnica, ya que luego de someterse a la asistencia espiritual adecuada y al estudio del Espiritismo, el equilibrio físico y el psíquico pueden ser recuperados por su transformación moral.

Chico Xavier decía que la mejor manera de distinguir los efectos mediúmnicos de la enfermedad física sólo se logra por la educación de la mediumnidad y que lo ideal es que la persona consulte un médico para confirmar o no la enfermedad.

Otro inconveniente en el diagnóstico de la mediumnidad es el caso de las facultades mediúmnicas temporales, como lo comenta Paulo R. Santos, en su libro “Casos y Experiencias con la Mediumnidad”. La facultad “puede manifestarse en cualquier época de la vida (…) y sufrir interrupciones, oscilaciones, cambios y excepcionalmente el desaparecimiento”, cuya “mayoría de las causas son conocidas solamente por la Espiritualidad Mayor”.

Continúa el autor diciendo que:

“la mediumnidad puede ser inducida o despierta por los Espíritus, por el uso de ciertas drogas o por el impacto de fuertes emociones. Será siempre temporal y artificial. (…) cuando son causadas por Espíritus Superiores el objetivo siempre será noble; (…) cuando son producidas por Espíritus imperfectos (…) son desagradables.”

El último caso pertenece al ámbito de las obsesiones a las que todos podemos exponernos si no mantenemos la vigilancia y la elevación moral, seamos o no médiums ostensibles.

Kardec, en la pregunta 459 de “El Libro de los Espíritus” expone:

¿Influyen los Espíritus en nuestros pensamientos y acciones?
– En este aspecto su influencia es mayor de la que creéis, porque, con frecuencia son ellos quienes os dirigen.

Si estamos atentos, podemos notar que la pregunta se refiere a todas las personas y no únicamente a los médiums, aunque es muy común que la mediumnidad surja bajo acciones obsesivas.

En el capítulo 23 del libro “En las Fronteras de la Locura”, Manuel Philomeno explica la frecuente incidencia de procesos obsesivos en el proceso de eclosión de la Mediumnidad diciendo que “el médium es un Espíritu endeudado” y por su inferioridad posibilita “el acoplamiento de mentes perniciosas del Más Allá” y de antiguos enemigos que intentan “impedirle el crecimiento espiritual”. Eso en los casos de la mediumnidad de prueba o de expiación.

Lo que queremos decir es que la Mediumnidad no es una misión o un privilegio, inclusive el Espíritu Emmanuel, en el capítulo XI del libro “Emmanuel” aclara que “los médiums generalmente son almas que fracasaron desastradamente (…) en el pasado” y que han reencarnado con el objetivo de “sacrificarse en beneficio de muchas almas que desviaron del sendero de la fe, de la caridad y de la virtud;” son “almas arrepentidas” que buscan reequilibrarse.

En ese momento el lector ya se imagina que este estudio es un tratado que desprecia a los médiums, pero tranquilízate porque no es este nuestro objetivo.
Queremos demostrar que la mayoría de los médiums son Espíritus que traen con ellos las características de nuestro planeta aún inferior, como la mayoría de los encarnados que no posee la facultad mediúmnica ostensible. No somos ni mejores ni peores. Todos estamos expuestos a la incidencia de las acciones obsesivas.

Queremos demostrar que es un error intentar desarrollar la mediumnidad a todo costo, sin reflexionar sobre las responsabilidades involucradas en la tarea, por creer que se trata de “un poder oculto que se puede desenvolver a través de la práctica de rituales o por el poder misterioso de un iniciado”. [Herculano Pires]

La mediumnidad no es un recurso para la autopromoción o para el enriquecimiento ilícito, sino una herramienta que Dios concede a las almas para su crecimiento moral, para que la usen en beneficio de su prójimo, para que se acerquen a Jesús, donando de sí mismo sin esperar recompensas.

El Espíritu deudor que utiliza su facultad mediúmnica como profesión, para obtener ventajas personales o para destacarse en la casa espírita es alguien que agrava su situación ante los Códigos Celestiales. Y los miembros de la institución que alimentan la vanidad de los médiums con la concesión de privilegios y con la aceptación de sus teorías y prácticas extrañas no aportan en su evolución, tampoco en la Causa Espírita.

No obstante, si alguien se identifica en los síntomas aquí expuestos, recomendamos que su primera preocupación deba ser su equilibrio espiritual y físico. Es importante buscar los recursos de la Medicina y la asistencia espiritual a través de la oración, la meditación y de los pases en una institución espírita seria, pero no la práctica mediúmnica.

La práctica mediúmnica es tarea para quien se siente bien, equilibrado y preparado. No es necesario apresurarse para empezarla, pues somos Espíritus inmortales y tenemos mucho tiempo. Además, sólo podemos donar lo que tenemos y no podemos brindar paz y equilibrio si todavía no lo conquistamos.

Cuando se concurre a una institución espírita seria, sus miembros sabrán orientar al asistido de modo adecuado y si la facultad mediúmnica se confirma, tras la asistencia, el estudio y el equilibrio, el obrero sincero podrá dedicarse a esa tarea de amor. Si no se trata de Mediumnidad no hay problema, pues hay muchas otras tareas hermosas que esperaban la colaboración de personas dedicadas.




 Por: Marina Silva