lunes, 31 de diciembre de 2018

VIZCONDE TORRES DE SOLANOT


Titular completo

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El Vizconde de Torres Solanot. Fotografía publicada en la portada
de la Revista de Estudios Psicológicos – Agosto de 1899

Por: el Vizconde de Torres Solanot

No existe ya el hombre, pero la verdadera individualidad, el ser pensante y consciente, el espíritu, lo que fue desde su aparición en el mundo de los seres inteligentes, lo que es y siempre será, existe en la vida espiritual, en la verdadera vida, a la cual acaba de renacer el que aquí se llamó José Mª Fernández Colavida.

Nos ha dejado en su manera accidental de estar, para ir a un mundo mejor donde recogerá el fruto de sus merecimientos y seguirá, sin duda, su obra de abnegación y sacrificios, pero sin luchar con la pesada materia y las contrariedades de la existencia planetaria, antes bien, gozando la vida expansiva de la erraticidad, en la manera esencial de ser del espíritu. Y desde las esferas a donde su grado de adelanto le haya llevado, continuará ayudándonos con su inspiración y con sus consejos, como nos los daba cuando vivía encarnado en la envoltura corporal, consagrado a la obra de regeneración intelectual y moral de la humanidad, que es la obra del Espiritismo.

!Feliz él, que traspasó los umbrales de ultratumba, después de resistir su prueba y llenar su misión en la etapa recorrida!


!Dichosos nosotros si sabemos imitarle en sus virtudes, y mantener y propagar con tan férvido entusiasmo y perseverante afán, la racional y consoladora doctrinal!

¡Bendita doctrina que da tan sanas y firmes creencias, haciendo desaparecer el terrorífico fantasma de la muerte, e impulsándonos por el camino de la virtud y de la ciencia, para nuestro perfeccionamiento y la práctica del bien por el bien mismo!

Y como Fernández contribuyó grandemente a la divulgación de esa doctrina en España y en los pueblos donde se habla nuestra lengua, su memoria quedará esculpida eternamente, con la eternidad de las obras que no se borran jamás del libro de nuestros destinos, repercutiendo siempre en razón de su bondad y del mayor beneficio moral que produjeron.

Los que por su mediación abrieron los ojos a la luz de la verdad, los que fueron instruidos, los que fueron consolados, los que adquirieron la hermosa fe en la doctrina espiritista; todos ellos guardaran entrañable cariño, respetuoso re cuerdo y gratitud sin par al que sirvió para darles la luz, la enseñanza, el consuelo, la sublime creencia, en fin, que vale mucho más que todos los tesoros de este mundo.

Y nosotros, los que de tan cerca le conocimos, pudiendo apreciar en el trato intimo sus cualidades y sus meritos, velados para el público en general con una grande modestia que acrecienta mucho más aquellos; nosotros, al no ver hoy en derredor nuestro al íntimo amigo, respetable hermano y sabio consejero, estaríamos sumidos en profundo dolor, si antepusiéramos sentimiento egoísta por la separación material de tan querido ser, a la seguridad no sólo de que disfruta mejor vida, sino que está a nuestro lado y en condiciones de darnos su inspiración y sus consejos y de poder comunicarse, como ya lo ha hecho, para testimoniar su estado y afirmar con prueba inconcusa la realidad de la vida de ultratumba y la verdad de la doctrina de los Espíritus que recopiló el maestro Allan Kardec.

Bendita doctrina, repetimos, que tal seguridad y tanta tranquilidad da.

Por eso al dejar en la tumba los restos mortales, la envoltura corporal de Fernández, le dábamos con serenidad la despedida «Hasta luego», esperando tranquilamente el momento de nuestra transformación para ir a reunimos en la vida libre del espíritu con el suyo y con el de los seres queridos que nos precedieron en la partida, pero no nos abandonaron para siempre, ni aún para plazo lejano, pudiendo venir a comunicarse con nosotros y darnos muestras de su presencia, señalándola de diferentes maneras, desde la simple transmisión del pensamiento, traducida por una intuición o una impensada idea que no sabemos de dónde nos llega, la audición, la visión, la escritura, hasta la materialización o aparición en forma tangible, según las mediumnidades a disposición del espíritu que se comunica.

Así, cuando un semejante nuestro se transforma o deja su cuerpo, no decimos que ha muerto, sino que renació a la vida del espíritu, como nuestro queridísimo Fernández lo hizo el día 1º del corriente mes de Diciembre.

Apuntes biográficos

«José Mª. Fernández Colavida nació el 19 de Marzo de 1819 en Tortosa, provincia de Tarragona. Hijo de padres medianamente acomodados, recibió en sus primeros años una instrucción de las más esmeradas en aquella época, hasta que los azares de la política lanzaron a su familia toda en el tempestuoso océano de deplorables revueltas, que le trajeron males sin cuento y desgracias que nunca más pudieron olvidar.»

«Su padre D. Pio, secretario del Gobierno militar y político de Tortosa, a la muerte del rey Fernando VIl, sufrió muchas persecuciones por los mismos que envidiaban su destino, hasta que lograron fuera destituido y desterrado varias veces. Estas persecuciones se extendieron a toda la familia y particularmente a nuestro biografiado por ser el mayor de los ocho hijos de D. Pío, y en ocasión en que éste se hallaba en el destierro, obligándole con tal proceder a que abandonase el hogar paterno y su pueblo natal cuando solo contaba 16 años de edad, y fuera a prestar voluntariamente sus servicios en las filas del Pretendiente, el día 1º de Noviembre de 1835, incorporándose a la 6ª Compañía del 1º Batallón de Tortosa, bajo las órdenes del comandante D. Luis Llagostera, en cuyo cuerpo, que pertenecía al ejercito de Aragón, Valencia y Murcia, hizo toda la campaña denominada de los siete años, habiendo tomado parte en los principales episodios de la misma, hasta que cayó prisionero en Morella después de la heroica defensa que hizo dicha plaza y su castillo, último baluarte del carlismo. Nuestro biografiado, con el grado entonces de Teniente Coronel, fue transportado a Cádiz con los demás prisioneros de guerra, habiendo sabido, durante el trayecto, el fusilamiento de su padre el día 15 de Julio, villanamente delatado por un faccioso pasado al campo contrario, que descubrió la masía donde aquel con su familia estaba escondido, acabando de este modo por sacrificar su vida a una causa por la cual había ya sacrificado sus deudos y toda su fortuna.»

«Estos trastornos, sin duda, influyeron en el ánimo de Fernández para que más tarde hiciera por la paz mucho más de lo que antes hiciera por la guerra.»

«Terminada aquella lucha fratricida, alcanzó Fernández la libertad en 25 de Setiembre de 1841, llegando a Tortosa el 10 de Octubre del mismo año, pasando luego a Barcelona, donde falto de recursos para todo, logró sin embargo acabar la carrera de notario, con la estrechez y privaciones consiguientes. No ejerció empero su profesión, pues que habiendo pasado todo el tiempo de sus estudios en las oficinas de una acreditada Habilitación de clases pasivas de esta capital, quedó, en unión con otro compañero, encargado de aquel despacho a la muerte de su principal.»

«Su iniciación en el estudio del Espiritismo tuvo lugar en un viaje que hizo a Madrid, y si ha cumplido o no bien su misión en este punto, dígalo toda esa pléyade de adeptos con que cuenta el Espiritismo, que consideran a Fernández como su maestro y que hasta la hora de su muerte le han contado como el más autorizado consejero.»

«Fernández, que siempre se ha distinguido por el insaciable afán de amparar y proteger al desvalido y que nunca se ha fatigado tratándose de practicar la caridad, fue de los más entusiastas fundadores de la Sociedad «Amigos de los Pobres», ejerciendo en la misma el honroso cargo de presidente que le valió no pocos disgustos y sinsabores, habiendo tenido que usar de toda su entereza de carácter en defensa de los intereses de dicha Sociedad, a cuyo fomento se consagraba. Así, su gestión administrativa fue tan brillante y las bendiciones y alabanzas de los desgraciados le acompañaban por doquier.»

«Cuando la última guerra carlista, con todo su aparato de horrores, estaba en el más alto grado de su apogeo, surgió la idea de terminar tan fratricida lucha, que convertía el suelo patrio en teatro de sangrientos y horripilantes dramas. No diremos que fuera Fernández el que primero lo intentara, pero si consta que fue el que más directamente influyó cerca de su antiguo jefe D. Ramón Cabrera, para que este publicara su célebre manifiesto, en cuya redacción hay quien supone que intervino, y que fue la aurora mensajera de la paz entre hermanos. ¿Obraría en tal ocasión nuestro malogrado amigo, influido por el recuerdo doloroso de su campaña en la guerra de los siete años? No cabe dudarlo, si tenemos en cuenta la agitación febril de Fernández desplegada en favor de la paz. Por su cuenta se imprimían millares de proclamas en su mayor parte dirigidas a los carlistas en armas y que llegaban a manos de estos por ingeniosos medios y a costa de inmensos sacrificios; pero tuvo la dicha de que su empresa se viera coronada por el más feliz éxito, y cuando se quisieron recompensar sus servicios abonándole parte de los importantes desembolsos que hiciera, lo rehusó todo, hasta el retiro de coronel que se le ofreció por personas elevadas al proclamarse la paz, manifestando siempre que cuanto entonces hiciera no bastaba para saldar la cuenta que tenía pendiente por su campaña de la juventud; y téngase presente que entonces no contaba Fernández mas que con el corto sueldo que su cotidiano trabajo le proporcionara. »

Hasta aquí los apuntes biográficos que se nos han proporcionado, pero sin incluir los notabilísimos rasgos de desprendimiento y las obras de caridad que ejerció. Como jamás hizo ostentación de ellos, ignorándose muchos de esos actos y habiéndose sabido otros por casualidad, pues siempre procuro seguir el precepto evangélico de que no supiese la mano izquierda lo que daba la derecha, no ofenderemos hoy su ingénita modestia haciendo públicos aquellos actos caritativos, tanto más meritorios cuanto menos se ostentan.

Bástenos decir que Fernández procuró conformar sus obras con las enseñanzas del Espiritismo, esto es, trató siempre de ser espiritista práctico, predicando la doctrina y realizándola al hacer el bien por el bien mismo.

Que nos sirva de constante ejemplo para tenerlo siempre como norma de conducta, sufriendo con resignación las contrariedades de la vida planetaria, afanándonos para aliviar la desgracia ajena, y teniendo como punto de mira el progreso de los demás, pues contribuyendo a éste con las buenas obras, labramos nuestro propio progreso.

La vida de Fernández

Fue una serie apenas interrumpida de contrariedades y desgracias, de abnegación y sacrificios por los demás y por la idea espiritista desde que la abrazó, siendo uno de los primeros apóstoles de ella en España.

Como hemos dicho, murió su padre fusilado a consecuencia de las discordias políticas, y su madre tuvo también muerte violenta, por la imprudencia de un cazador.

Mermáronse mucho su familia y su hacienda por los azares de la guerra civil, y cuanto con el fruto de su honrado y asiduo trabajo adquiriera, consumiolo también remediando desgracias, pues su bolsillo estuvo siempre abierto para el necesitado, y consagrando todos sus recursos a la propaganda espiritista.

En este terreno, nadie entre nosotros puede disputarle la primacía; ninguno le ha llegado; todos lo reconocen así; y cuenta que el carácter distintivo de Fernández era la modestia verdadera, aquella de que no se hace alarde, y la aversión a figurar y hacer patentes sus méritos. Reconociendolos el Congreso Espiritista reunido en Barcelona y a cuyas sesiones le fue ya imposible asistir, le aclamó con entusiasmo su Presidente honorario, llegando de esta suerte a ocupar el puesto más preeminente que hasta ahora haya habido en el Espiritismo. Justo premio al indisputable merecimiento.

La vida de nuestro amigo, abundante en hechos desgraciados y depurada en el crisol del infortunio, tiene dos fases completamente distintas. En la primera tocole en suerte defender con la espada en la mano las ideas retrógradas que entonces profesara, creyendo de buena fe que aquellos ideales sostenidos a la sazón por buen número de españoles, habrían de labrar la felicidad de nuestra patria. Sin embargo, aún dada su manera de pensar de entonces, su conciencia se sublevaba contra el absolutista dogma católico, la abusiva ritualidad y la extemporánea intransigencia de esa escuela, concibiendo la creación de un periódico conciliador que expresase los sentimientos y aspiraciones que germinaban en su alma, aspiraciones que vino a satisfacer por completo la doctrina espiritista, que conoció hacia el año 1858.

Ese conocimiento señala el comienzo de la segunda fase de la vida de Fernández.

Satisfechas sus dudas y satisfecha su conciencia, en su afán por practicar el bien quiso hacer participes a los demás de las ideas que tan poderosamente habían influido sobre él, hasta el punto de obligarle a verificar un cambio radical en la manera de apreciar el gran problema filosófico-religioso. Aconsejado por los espíritus, empezó la traducción y publicación de las obras fundamentales del Espiritismo, y los compendios hasta entonces dados a luz por Allan Kardec, con quien se puso en relación y sostenía correspondencia.

Fernández espiritista

Mas no se contentó con hacer aquellas publicaciones, sino que fundó el primer Centro de estudios espiritistas en Barcelona, de que tenemos noticia, y la «Sociedad Barcelonesa Propagadora del Espiritismo», que con uno u otro título sostuvo mientras vivió, así como la “Revista Espiritista, periódico de estudios psicológicos”, cuyo primer número vio la luz el mes de Mayo de 1869, y expresaba así sus propósitos:

«Nuestro ferviente deseo de publicar esta Revista, es contribuir, como ya lo han verificado Madrid y Sevilla con publicaciones de la misma naturaleza, a que la nación española no quede rezagada en el movimiento regenerador que se está operando en el mundo entero y en particular en la Europa y en las Américas ilustradas. A este fin invitamos encarecida y especialmente a que se ocupen de los estudios, objeto de esta Revista, a todos los afligidos que necesitan consuelo, a los hombres de buena voluntad y no satisfechos, y a los hombres de ciencia que sin ideas preconcebidas, deseen la investigación de la verdad y quieran elevar su espíritu a otras regiones, donde se respire una atmósfera serena y vivificadora.

»Estudiad el Espiritismo, practicadlo con conciencia y sin ideas preconcebidas, no olvidando nunca vuestra razón, y entonces al divisar la aurora, tendréis momentos en que quedaréis deslumbrados.»

El nº 1 de la Revista insertaba también sentida carta dirigida por los espiritistas de Barcelona a los hermanos de todos los países, invitándoles a estrechar lazos fraternales y ofreciéndoles las columnas del periódico, siempre dispuestas a recibir artículos, comunicaciones y cuantas noticias tendieran a la instrucción y al estudio de la ciencia infinita del Espiritismo:

«Nuestro norte —añadía la aludida carta— es la Caridad, por lo que no cabe sospechar que nos guíen mezquinos intereses: trabajamos únicamente con la idea de propagar para fortalecer los espíritus abatidos y allegar socorros a los necesitados; a esto se reduce toda nuestra misión, fácil con vuestra ayuda, difícil para nosotros solos. Hace más de diez años que emprendimos esta penosa tarea en nuestro suelo, pero tropezaríamos con las trabas oficiales y esto nos ha privado ensanchar el círculo de nuestras relaciones como lo han hecho los hermanos de países más tolerantes.»

Al finar el primer año de publicación de la Revista, escribía lo siguiente:

«Poco dados por reflexión a alimentar esperanzas, debemos, empero, confesar que los resultados obtenidos nos responden de los futuros. Nuestra suscripción crece diariamente, la existencia de la Revista se consolida. De ello somos deudores, ante todo, a nuestros guías espirituales, que solícitos suplen con su experiencia nuestra ignorancia, y después a nuestros buenos hermanos los espiritistas, que pagan con largueza nuestros esfuerzos. Nada hemos de suplicar a los primeros, de quienes todo lo esperamos, si en el cumplimiento del deber perseveramos. A los segundos, les rogamos que nos presten su fructífera cooperación. Unan sus fuerzas a las nuestras, débiles por si solas; sacrifíquense algún tanto como lo hacemos nosotros, y dando de este modo mayor empuje a la propaganda espiritista, prestarán un señalado servicio a la humanidad.

»Al igual de la Revista, la Sociedad Barcelonesa Propagadora del Espiritismo está satisfecha de los resultados que ha obtenido. En menos de ocho meses, y venciendo no pocos obstáculos, ha publicado el importantísimo libro de Allan Kardec «El Evangelio según el Espiritismo», y la notable obra de Stecki «El Espiritismo en la Biblia.»

Así siguieron en proporción creciente el periódico y la Sociedad, de los cuales era el alma Fernández, y a cuyos importantísimos trabajos tanto debe la propaganda del Espiritismo.

Dicha Sociedad había publicado hasta 1875 las obras fundamentales y los compendios de Allan Kardec, y «Verdadera doctrina espiritista», «Armonía de la Fe y la Razón», «El Espiritismo en la Biblia», «Armonía Universal», dos ediciones de la «Colección de oraciones», «Melodía por el espíritu de lsern», «Celeste» y «Ensayo de un cuadro sinóptico para la Unidad Religiosa», teniendo en prensa la novela espiritista «Leila.»

Esto muestra la actividad y el grande afán de Fernández por la propaganda.

Sus trabajos

Por espacio de treinta años, esto es, desde 1858 hasta pocas horas antes de su desencarnación, consagrose asiduamente al estudio y la propagación del Espiritismo.

El profundo estudio que había hecho de los libros de Allan Kardec y de la Revue Spirite, que es donde mejor se conocen los trabajos del maestro, así como de todas las más importantes publicaciones espiritistas, unidos a la observación prolija de la parte experimental y conocimientos que directamente adquirió de los espíritus en las sesiones de los Centros que fundó y dirigió, desde el primitivo suyo a que antes nos hemos referido, hasta el grupo titulado «La Paz», último que creara: esos estudios le habían dado tan gran caudal de ciencia espiritista, que le hicieron el consultor aún de los hermanos más experimentados. Cuantos le conocíamos, a él recurríamos siempre, sabiendo que sus indicaciones, sus advertencias, sus consejos, cuando se le pedían, y su sensata opinión, habían de satisfacer o dar luz a quien le preguntaba.

Si fuese dado reunir la numerosísima y extensa correspondencia espiritista que Fernández ha sostenido constantemente, se formarían gruesos volúmenes que sería muy notable obra de enseñanza.

Bien puede atestiguarlo nuestra particular correspondencia, sostenida por espacio de cerca de veinte años, con el que justamente llamamos íntimo amigo, respetable hermano y sabio consejero. Nada de alguna importancia hemos emprendido dentro del Espiritismo, que no fuera antes consultado con aquel a quien tantos recurrían para el mismo objeto. Solo la ignorancia pudo despreciar algunas veces sus leales advertencias, atentas siempre al éxito de la causa del Espiritismo. Y no solo en ese terreno, sino cuantas veces buscamos al amigo, hubimos de hallar gratísimas pruebas de su cariño, fraternal y paternal a un tiempo. Sabemos que son muchos los que pueden hablar en el mismo sentido, y bien lo testimonia la correspondencia que, al hacernos cargo de los asuntos espiritistas de Fernández, hemos tenido necesidad de revisar. Si algún desdichado le juzgase de otra manera, o no le conoció o alimenta, para desgracia suya, sentimientos abiertamente opuestos a la enseñanza espiritista. Compadezcamos a esos seres, caso de que existan, y oremos por ellos para que abran sus ojos a la luz y sepan comprender y practicar aquella enseñanza que con incansable afán propagó el buen Fernández, con la predicación y con el ejemplo.

Después de la correspondencia espiritista, que es lo más saliente, sin duda, de los trabajos de aquel, deben notarse sus estudios magnetológicos, subordinados siempre a la teoría que proclama y a los fines que se propone el Espiritismo.

Era Fernández un gran magnetizador, que desarrolló multitud de sonámbulos, teniendo a veces varios al mismo tiempo en ejercicio o en experiencias. Quizá por su excesivo amor a la ciencia, abusó insensiblemente de sus poderosas facultades, gastando energías vitales cuya falta refléjase en su última enfermedad. Como quiera que sea, hizo experimentos muy notables y obtuvo prodigiosos resultados en sonambulismo lúcido y en sus aplicaciones al Espiritismo experimental.

No podemos menos de recordar, a este propósito, las extraordinarias comprobaciones que Fernández ideó para cerciorarse de la realidad y autenticidad de los notabilísimos fenómenos espiritistas que se producían en el Grupo «Marietta» por nosotros fundado y dirigido en Madrid. El buen amigo y hermano nos dio consejos y sobre todo alientos a fin de proseguir la obra de tan óptimos frutos para nuestros estudios experimentales, y que nos permitió obtener maravillosos resultados una vez puestos en relación fluídica nuestro Grupo de Madrid con el que Fernández dirigía en Barcelona.

Tanto en esas experiencias como en las que por espacio de muchos años verificó aquel, sirvíole grandemente su idolatrada esposa Dª. Ana Campos, con la cual estuvo unido diez y seis anos y que pasó a la vida espiritual el 5 de Mayo de 1882. Desde esa fecha comenzó el decaimiento físico de Fernández, pudiendo mantener la energía moral que nunca le abandonó, merced a sus convicciones espiritistas.

Anita, que así llamábamos a la lúcida sonámbula que poseía además diversas facultades medianímicas, fue excelente auxiliar de Fernández en sus estudios experimentales y en sus trabajos de propaganda.

Ella nos hizo presenciar el raro fenómeno de incorporeidad, presentándose su desdoblamiento o sea su periespíritu con todas las apariencias de la envoltura corporal, en una de las sesiones que celebraba el grupo «Marietta» en Madrid, mientras Anita, sumida en sueño sonambúlico, se hallaba en Barcelona.

Fernández tenía un proyecto que al fin no pudo realizar: la publicación de sus estudios magnetológicos, que hubiera sido indudablemente una obra muy instructiva y de gran interés. También hubo de quedar en proyecto la publicación de un Manual o Compendio de la doctrina espiritista, del cual habíamos hablado varias veces, y que quizá hubiéramos hecho en colaboración. No desconfiamos, sin embargo, de que ese necesario libro vea algún día la luz.

Prolija tarea sería reseñar cuanto el incansable obrero del progreso ha hecho en favor de la propaganda espiritista, después de traducir las obras de Allan Kardec, editándolas varias veces por su cuenta y esparciéndolas por España y por América.

Refiriéndonos sólo a sus publicaciones, además de las antes indicadas, editó «Leila, o pruebas de un espíritu», y 2ª parte; «Catecismo Espiritista», de Mr. Turck; «Lecciones de Espiritismo para los niños»; «El Espiritismo es la Moral»; «Tinieblas y Luz», de Navarro Murillo; «Contra las corridas de toros», del mismo; la «Romanza oída y ejecutada al piano por las médiums sonámbulas señoritas Avelina Colom y Pilar Rafecas Cassy, inspiradas por el espíritu protector del grupo La Paz»; y últimamente la interesante obra de Gabriel Delanne «El Espiritismo ante la Ciencia», traducida del francés por D. Juan Juste.

Solo la energía y la abnegación del propagandista decidido, pudieron llevar a cabo tantas publicaciones en nuestro país donde la mayoría no sabe leer y donde tan poca afición hay a comprar libros, sirviendo además cada ejemplar para que pase por varias manos, disminuyendo así la ya escasa venta.

Esto no obstante, y a pesar de las grandes pérdidas sufridas, Fernández acariciaba el propósito de hacer nuevas publicaciones espiritistas, cuyos manuscritos obraban en su poder.

En los últimos días de su existencia planetaria y cuando su enfermedad lo permitía, departíamos algunos ratos sobre esos y otros proyectos de propaganda espiritista, en cuyos ratos olvidaba por completo sus dolores físicos y que la materia tocaba a su término. Por el bienestar que tales conversaciones le producían era a veces tan completo aquel olvido, que echaba planes como si su destierro aquí hubiera de prolongarse por algún tiempo; mas cuando volvía a la realidad, entonces ya descartaba su personalidad de los planes para el porvenir, y solo le preocupaba la idea de que quedasen continuadores de su obra de propaganda y sobre todo de su querida Revista, que desde el año próximo venidero pensaba trasladar a otras manos, bien a los Centros de Barcelona reunidos, bien a una Asociación de espiritistas, o bien a algún hermano, de toda su confianza, que hubiera de conservar el prestigio de la publicación en que se sintetizaban los trabajos espiritistas de Fernández.

Deber de todos nosotros es llevar a cabo el que se juzgue mejor de aquellos pensamientos para continuar la obra de propaganda tan firmemente y con tanto acierto sostenida por esta publicación.
Algunos detalles

A vuela pluma y conforme surgen en nuestra mente las ideas, vamos trasladándolas al papel para escribir este artículo, en el cual no han de ver nuestros lectores más que el testimonio de gratitud y el cariñoso recuerdo para el hermano queridísimo a quien hoy lloraríamos si no supiésemos de ciencia cierta que se halla mejor que ayer, y que su espíritu está a nuestro lado.

Por eso no expresamos un sentimiento de mentida tristeza. Quédese esto para los egoístas y para quienes no están plenamente convencidos de las verdades que proclama el Espiritismo respecto a la realidad de la vida de ultra-tumba.

No es, pues, desbordamiento de dolor por haber perdido al más intimo amigo; ni es mucho menos hipócrita alabanza póstuma; es deuda del reconocimiento y trasunto de verdad y de justicia, lo que manifiesta nuestra pluma al traducir fielmente y sin galas retóricas, el reflejo exacto de sentimientos puros que brotan del corazón, y de ideas saturadas de sabor espiritista, que es el sabor de la verdad.

Cuando en los postreros momentos de Fernández y después de haber pasado algunas horas al lado del lecho que rodeaba la familia, tan solícita en el cuidado del enfermo, estrechaba su mano sintiendo los latidos delatores de la fuga de la vida material, no presentía a la Parca cortando el hilo de una existencia, sino que veía el renacimiento de un ser a la verdadera vida, y contemplaba con arrobamiento y misteriosa alegría interior, como el que al parecer nos abandonaba iba penetrando en el mundo de los espíritus, con los cuales conversaba seguramente desde que perdiera el habla para nosotros, según antes lo habla hecho dirigiéndose a la vez que a las personas que le rodeábamos, a otros seres invisibles para nosotros.

!Qué dulce es, me decía yo entonces, la muerte para el espiritista! !Que contraste con el aparatoso y siniestro ceremonial de las religiones caducas! !Cuanto hace variar los pensamientos en ese trance un concepto exacto, como el que da el Espiritismo, de dónde venimos y adónde vamos! Sí; nacer es morir, y morir es renacer.

Con tal idea espiró Fernández, teniendo la dicha de que quienes se hallaban a su lado pensasen todos de la misma manera.

Es cuanto podía apetecer y cuanto para nosotros apetecemos.

Y nótese otro detalle digno de atención. Aquel cuerpo inerte, encorvado por la enfermedad, y aquel rostro con la huella del dolor impreso por el padecimiento físico, fueron transfigurándose de tal modo y a nuestra vista, después de abandonados por la vida, que a las pocas horas el cadáver no representaba a Fernández en los últimos años, sino en la plenitud de la vida, y simulando reposar en el lecho con apacible sueño. Aquel aspecto del cuerpo yacente era, a no dudar, reflejo exacto de la tranquilidad y alegría que gozaba el espíritu, libre de las cadenas de su prisión planetaria y con la lucidez del que no sufre turbación al verificar el tránsito, dándose inmediatamente cuenta de su estado, para lo cual sirven a la vez el conocimiento de las leyes del mundo espiritual, que nos da el Espiritismo, y el grado de adelanto que a virtud de sus buenas obras conquistó el ser desencarnado. Ambas condiciones reunía Fernández, y así se explica que su espíritu pudiera comunicarse con nosotros momentos después de haber pasado a la vida de la erraticidad, pues había cumplido como bueno su misión en la tierra.

El merecido galardón comenzó a disfrutarlo ya aquí, experimentando en sus últimos días la inmensa satisfacción de haber visto levantarse la Exposición Universal de Barcelona sobre los mismos terrenos en que fueron quemadas por la mano del verdugo las obras espiritistas, y la celebración del Congreso que le honró con la presidencia honoraria, patentes pruebas de que brota con notable vigor y lozanía la semilla espiritista que esparció, editando aquellas obras y por medio de sus trabajos y sobre todo su Revista.

Este fue el principal cuidado de su vida, atendiéndola aún en los más pequeños detalles y con solicitud paternal hasta el postrer momento. Toconos confeccionar los números de Octubre y de Noviembre, pero el revisó los originales y todavía corrigió las pruebas del último número, y comprobó las fajas, dejando preparado el original para el número de Diciembre.

Tales detalles son la mejor apología del laboriosísimo propagandista, del cual podemos decir, como de Allan Kardec: «Ha muerto como ha vivido, trabajando.»

Cual éste, era Fernández incisivo, conciso, profundo, sabía agradar y hacerse comprender en un lenguaje a la vez sencillo y elevado, tan distante del estilo vulgar, como de las oscuridades de la metafísica. Y de la misma manera que el maestro, puso al servicio de la causa espiritista celo y perseverancia, vigilias y trabajos, y fe inquebrantable en la cual vivió y murió.

Al recordar estos detalles, escribiendo sobre la mesa del despacho de Fernández y de cuyos asuntos espiritistas nos hemos encontrado impensadamente encargados, pedímosle inspiración para seguir nuestra obra de propaganda, como la suya, y llevar a realización los proyectos que acariciaba y los pensamientos que nos indicó, de trascendencia para el Espiritismo en España.

Confiemos también, más que en nuestras propias fuerzas y recursos, en la ayuda de los buenos espíritus y en la cooperación de nuestros hermanos en creencia. La obra es grande, pero con la buena voluntad y el concurso de todos, puede llevarse o cabo.

«Esperar y confiar», como ha dicho el elevado espíritu de Marietta.

El sepelio

El día 2 por la tarde se reunían en la casa mortuoria representaciones de todos los Centros espiritistas de Barcelona y de algunos de las cercanías, y amigos y correligionarios de Fernández, para acompañar su cadáver al Cementerio civil.

Colocado en el ataúd y rodeado de las coronas que familia y amigos le habían dedicado, sacose una fotografía que es prueba patente de la transfiguración operada en aquellos restos que representaban al Fernández rejuvenecido y borradas las huellas impresas en su rostro por larga y penosa enfermedad.

Poco después se puso en marcha la comitiva que acompañó a pie al coche mortuorio desde la calle del Consejo de Ciento hasta el punto denominado Puerta de la Paz. Ocho amigos y correligionarios del finado llevaban las cintas del féretro, presidiendo el duelo tres sobrinos del finado y nosotros.

Llegados al bonito cementerio nuevo, fue conducido el cadáver al departamento Civil, enclavado en aquel; depositada y abierta la caja delante del nicho, rodeámosla cuantos hablamos subido a los coches en la Puerta de la Paz. En la prominencia que en el sitio de la inhumación forma el piso de la accidentada y pintoresca Necrópolis del Oeste, nos colocamos los que habíamos de dar a Fernández el adiós de temporal despedida, y en medio de religioso silencio, la inspirada poetisa, ferviente e incansable propagandista del Espiritismo y directora de La Luz del Porvenir, señorita Dª. Amalia Domingo y Soler, leyó con clara y sentida voz la siguiente composición suya:

ANTE EL CADÁVER DE FERNÁNDEZ

Ha perdido la escuela espiritista
uno de sus más firmes campeones;
!feliz aquel que con valor conquista
la fe de sus profundas convicciones!
!Feliz el que consagra una existencia
a defender su credo sacrosanto,
y busca en los arcanos de la ciencia
el medio de enjugar mares de llanto!
¡Feliz el que proclama con anhelo
de la verdad sublime la enseñanza I
I y a todos los que gimen abre un cielo
y al náufrago da un puerto de bonanza!
Esto Fernández hizo; convencido
que la verdad suprema poseía,
con un trabajo nunca interrumpido
ni en sus postreras horas de agonía.
Dejó de difundir los resplandores
del astro que su mente iluminaba;
matizando con vívidos colores
cuanto en su noble anhelo pronunciaba.
Fue el Kardec español; a su memoria
debemos erigir un monumento;
que bien merece perpetuar su gloria
el que tuvo tan claro entendimiento.
El que supo luchar con heroísmo
aunque sus libros consumió la hoguera;
¡apóstol del moderno Espiritismo!
!De la fe racional clara lumbrera!
Duerma tu cuerpo, no en humilde fosa,
(que mármoles merecen tus despojos).
Para el que tuvo vida tan honrosa
y por su ideal sufrió tantos enojos,
¡Debemos levantar a su memoria
gigante monumento de granito!
iPara su nombre la terrena gloria!
!Para su alma… la luz del infinito!

Tumba de José Mª Fernández Colavida en el Cementerio de Montjuïc (Barcelona). Después de largo abandono, hace pocos años fue restaurada a iniciativa de un grupo de compañeros espiritistas catalanes.

El secretario del «Centro Barcelonés de Estudios Psicológicos», don Modesto Casanovas, pronunció el siguiente discurso:

«Hermanos: Un sagrado deber nos reúne hoy en este lugar de soledad, y es el tributo que rendimos a nuestro maestro en filosofía D. José M.» Fernández. Él, el hombre probo, el hombre honrado, ha desaparecido de la tierra de los vivientes y ha sido precisamente en los momentos en que los espiritistas sentíamos más necesidad de sus sabios consejos.

»Admiremos al que en vida supo ser un fiel espejo de honradez, laborioso obrero, incansable propagandista y verdadero filántropo.

»Fernández fue una conciencia recta; en él no hicieron mella alguna las pompas de la tierra, y ya en un estado ya en otro, no rindió culto más que a la razón y la justicia, sin retroceder jamás para nada y presentándose ante el mundo desnudo de toda hipocresía. Laborioso obrero, comprendiendo que la ley de la vida es el trabajo, obedeció fielmente los preceptos de esa ley, de tal modo que cuando la falta de salud le imposibilitara para desplegar su enérgica actividad, aún continuó la propaganda del Espiritismo por medio de su Revista.

»Respecto a esta cuestión de la propaganda, es Fernández una página honrosa en la historia de nuestros ideales, pues si bien consideramos en su antecesor Kardec un valor y abnegación a toda prueba, no debemos considerarlos menos en el que fue el primero que introdujo y publicó las obras de aquel en nuestra España, y sin embargo de ser víctima de tiránicas persecuciones, sin arredrarse, edita tantas veces como es necesario aquellas, extendiéndolas por doquier, y publica también cuantas le vienen a mano, sembrando así la semilla que un día ha de formar la familia espiritista. Mas no se contenta con eso solamente, sino que reuniendo a su alrededor a otros compañeros, hace patente por medio de experimentos prácticos la ley de los fluidos, llevando con aquellos el convencimiento a diversas personas con las cuales formó sociedades espiritistas.

»Sin embargo, nuestra imperfección nos lleva hasta la ingratitud, y ve una, dos y tres veces inutilizado el fruto de sus afanes; pero como se había propuesto trabajar para la humanidad, no se arredra y con fe inquebrantable reanuda sus tareas, demostrando con ello que la lucha para el apóstol no significa otra cosa que un motivo más de tolerancia, que es lo que nos ha demostrado.

»Y si algunas veces le habíamos visto riguroso y severo en sus apreciaciones, esto debe elevarle más ante el mundo entero, pues las madres nos han demostrado que siendo ellas el emblema del amor, viven celosas por el enaltecimiento de sus hijos, y así era Fernández en materia de Espiritismo.

»Como a filántropo será pálido cuanto pueda deciros, puesto que la demostración de los hechos es irrefutable, y Fernández ha sacrificado su hacienda en bien de la humanidad, pues ha muerto pobre.

»Espiritistas: nosotros tenemos un sagrado deber que cumplir. La inteligencia de Fernández fue muy superior a la nuestra; su abnegación fue rayana al heroísmo, puesto que trabajo para todos, proporcionándonos con su estudio muchas horas de tranquilidad. Ahora la recompensa que le debemos es la de trabajar todos, y unidos en apretado haz, para ser sus continuadores en la propaganda de nuestra sublime doctrina, a fin de que no resulten infructuosos sus trabajos.

»Aun cuando decimos que ha muerto, no ha muerto; pues él nos enseñó que el espíritu existe y persiste en la eternidad, y aun cuando sentimos el vacío que deja entre nosotros su ausencia, debemos confiar en la ayuda espiritual con que ha de fortalecernos. Si después de los sucesos que acaban de ocurrir, deben cesar todos los rencores, debemos deponer nuestro amor propio para perseguir el fin común, si queremos ser dignos discípulos de tan esclarecido maestro.

»Y si como ha dicho nuestra hermana Amalia, debemos erigir aquí en este mismo sitio un panteón a la memoria del Kardec español, yo os digo que aún eso es poco, pues debiéramos erigirle un monumento en la plaza pública, que quien poseyó las virtudes de nuestro maestro, debe estar siempre a la vista de los pueblos para que su memoria les recuerde lo que se debe el ser a sí mismo y a sus semejantes.

»Y tú, Fernández, que desde el lugar de tu morada nos contemplas, infúndenos aliento y fe para que podamos proseguir la obra con tanto empeño perseguida por ti; haznos partícipes de las virtudes que has legado a tu familia; no nos abandones, trabaja para que nos unamos; enséñanos que la guadaña fatal que te ha separado de nosotros, ha de ser el acicate que nos obligue a emprender una carrera hacia la práctica del bien, mientras tu recibes la lágrima de gratitud a que te has hecho acreedor, simulando ella ser digna corona del filántropo.

»Vive en la confianza de que si nos demostraste que la muerte no existe, lo hiciste con conocimiento de causa, pues tu recuerdo no se borrará jamás de nosotros, siendo ello un motivo más para pensar que solo en la unión que nos habías indicado, podemos encontrar el camino seguro para trabajar unidos en la persecución y planteamiento del ideal espiritista.

»Los hombres son conocidos cuando han desaparecido de la tierra, y ahora que no habrá motivo de celos hacia ti, será cuando los hombres te harán justicia.»

A nuestra vez, y después de preguntar si algún otro hermano deseaba usar la palabra, leímos las siguientes líneas:

«Venimos a cumplir un acto humanitario y a rendir un tributo al mérito, que no por ser modesto deja de brillar allí donde se aquilatan con exactitud los merecimientos; y venimos también a hacer publica ostentación de las ideas librepensadoras que han sacudido el yugo de las religiones positivas.

»Todo esto significa el entierro civil que solemnizamos, honrando la memoria del infatigable propagandista del Espiritismo y bienhechor de la humanidad, nuestro hermano en creencias José M.” Fernández, cuya modestia le hace más acreedor a este testimonio de nuestro aprecio.

»Pero el acto que realizamos tiene aun otra más alta significación, cual es mostrar los efectos de esta racional y consoladora creencia que borra la palabra muerte para sustituirla por la de transformación.

»Por eso no nos despedimos para siempre de Fernández, sino que le decimos:

«Hasta luego, querido hermano.»

Dimos las gracias, en nombre de la familia de Fernández, de la redacción de la Revista y de los Centros espiritistas de Barcelona, a cuantos con su presencia habían contribuido a solemnizar el acto, e hicimos votos por que cuando volviéramos a conmemorar el aniversario de aquel suceso, lo verificásemos ante el monumento levantado en aquel lugar a la memoria del queridísimo hermano y apóstol del Espiritismo.

Próxima la hora del crepúsculo vespertino, nos retiramos de la mansión donde se depositan las envolturas carnales, abandonadas como vestido usado e inservible para el espíritu que sigue viviendo; y nos retiramos sin llanto en los ojos ni luto en el corazón, a pesar del entrañable cariño a Fernández, porque sabíamos que con aquel crepúsculo coincidía la aurora de luminoso día para el espíritu, el cual en su fluídica nueva vestidura había asistido al sepelio, contemplando el cuadro que se ofrecía al consagrarle testimonio de cariñoso recuerdo, respeto y gratitud.

Los socios del «Centro Barcelonés de Estudios Psicológicos» se dirigieron a su local de la Calle de Las Beatas, donde debían celebrar su sesión ordinaria de los domingos, y allí fuimos también nosotros, viéndonos gratamente sorprendidos por la comunicación que dio el médium parlante de aquel Centro, sobre los fenómenos espiritistas, con alusiones, muy claras para nosotros, respecto a los obtenidos en el Grupo «Marietta», aunque sin nombrarlo. Hubo de llamarnos la atención y causarnos extrañeza la absoluta conformidad de las ideas que exponía el médium, con la opinión de Fernández, que era también la nuestra, referente a la fenomenalidad espiritista en general, y en particular a lo que obtuvimos en nuestro Grupo. Sin embargo, nada de extraño tenía aquella conformidad, pues según se nos dijo luego, era el espíritu de Fernández el que se comunicaba, y de cuya presencia en el cementerio nos habían dado noticia los médiums videntes que allí se hallaban entre los concurrentes.

En la sesión del domingo siguiente dio otra comunicación en el mencionado Centro, muy notable, según nos dijeron, impregnada de doctrina y alusiva al propio tiempo a las actuales circunstancias, aconsejando lo que debe hacerse para el fomento del Espiritismo en Barcelona y la progresiva marcha de la propaganda, a fin de aprovechar los sucesos que tanta resonancia han tenido y la unanimidad de miras que parece se despierta entre todos, respondiendo a lo que es ya una necesidad y se nos impone a los espiritistas: la unión de todos para hacer mas fructíferos los trabajos de cada uno, esto es, los principios de solidaridad y organización que proclamó el Congreso.

Tenemos noticia de otras comunicaciones del espíritu de Fernández recibidas en diversos Centros. Sea cualquiera el grado de autenticidad que pueda haber, si encierran sana doctrina, acéptenlas nuestros hermanos, después de haberlas sometido al crisol de la razón, pues las firmas poco o nada significan, si el contenido de las comunicaciones es bueno, como nos enseñó Allan Kardec y como predicaba siempre Fernández.

* * *

Bien merece este tener en el Cementerio nuevo de Barcelona, como aquel lo tiene en el del Pere Lachaise, de París, un monumento como testimonio de simpatía y gratitud de los espiritistas españoles y de los americanos que hablan nuestro idioma, para honrar la memoria del que más ha hecho circular, en la lengua de Cervantes, las enseñanzas del Espiritismo.

No se trata ya del hombre, sino del apóstol de la doctrina en España; no es fausto ni ostentación lo que deseamos, sino recuerdo y gratitud; un monumento sencillo como la doctrina y como el hombre que allí la simbolizara. Esta en nuestra dignidad y es deber de los espiritistas erigir ese modesto mausoleo para perpetuar la memoria de Fernández.

Espíritu del íntimo amigo, del respetable hermano y sabio consejero, desde las columnas de tu querida Revista, a la que siempre he de mirar como si fuese creación mía, te repito la despedida que te di en el cementerio: «Hasta luego.»