domingo, 14 de septiembre de 2014

ASí FUE MI ÚLTIMA REENCARNACIÓN (JULIO)



Testimonio del espíritu JULIO que fue discapacitado mental en su última
reencarnación. Con explicaciones del espíritu Antonio Carlos.Ninguna expiación es eterna, y el espíritu al regresar al mundo espiritual recupera toda sus facultades y se encuentra libre de toda discapacidad.

                                                      JULIO

¡Fui muy amado! Mis padres se desvivían en atenciones y cuidados para
conmigo. Fui el segundo hijo de ellos. El primero, mi único hermano, Junior, era
perfecto y muy bonito.
No tengo muchos recuerdos del período en que estuve encarnado con
discapacidad.
Fijo mi mente para recordar, siento la sensación de que estaba preso en una
bolsa de carne suave y deforme. Parecía que, al estar encarnado, estaba limitado a
una situación incómoda y sufrida, porque sabía estar mejor en mi estado anterior, el
de desencarnado.
Realmente estaba limitado, era discapacitado físico y mental. Tuve parálisis
cerebral.
Recuerdo que me cuidaban con inmensa ternura, me gustaba cuando me
hablaban, me acariciaban.
Mis padres intentaban todo para que mejorara, fisioterapias, especialistas y
cuidados especiales.
Viví tres años y seis meses en ese cuerpo que ahora bendigo, que sirvió para
que me organizase del tremendo desajuste en que me encontraba.
No caminé, no hablé, oía y veía poco y era portador de muchas dolencias en el
aparato digestivo.
Una neumonía me hizo desencarnar.
Recuerdo poco esa permanencia en la carne. Es como recordar de adulto la
primera infancia. La disconformidad me marcó mucho, como también el inmenso
amor que mis padres tenían y tienen por mí.
Ayudado al desencarnar por socorristas, fui llevado a un hospital de la colonia.
Estuve internado en un ala especializada para niños discapacitados. Recuerdo
que allá sentía la falta de la presencia física de mis padres. Ellos fueron llevados
muchas veces para verme.
Me alegraban esas visitas.
Mis padres, personas buenas y con algunos conocimientos espirituales, pudieron
mientras dormían, ser despegados del cuerpo físico y venir a verme.
Fueron encuentros emocionantes. Es posible que pase esto con muchos padres
nostálgicos.Infelizmente pocos recuerdan esos encuentros conmovedores.
Me recuperé. Con cariño de los tíos, trabajadores del hospital, me curé de mis
deficiencias. Retorné a la apariencia que tenía en la encarnación anterior, antes de
haber comenzado con mi vicio y dañado mi cuerpo físico.
Desde esa vez me gustó estar desencarnado y más aún en el hospital.
Normalmente en todas las colonias, hay en el hospital una parte donde son
recibidos los que fueron discapacitados mentales cuando estaban encarnados, para
que reciban tratamiento especial y recuperarse. Destaco que muchos a la hora de
desencarnar no tienen el reflejo de la dolencia o dolencias y al ser desligados de la
materia muerta son perfectos y no pasan por los hospitales. Infelizmente no fue mi
caso. Necesité recuperarme, después de un año y dos meses me habían dado de
alta y fui a un ala para jóvenes en la Colonia.
Voy a describir la parte del hospital en que fui recibido.
Los cuartos son grandes, hay muchos internos juntos. No es bueno estar solo, es
deprimente. Me gustaba tener compañía, estar con otros. Me hice amigo de ellos.
Las colonias no son todas iguales. Todo en ellas tiene como objetivo el bienestar
de sus protegidos. En todas hay lugares básicos, como en las ciudades de los
encarnados, que tienen escuelas, hospitales, plazas, calles, etc. En las colonias
también, sólo que con más confort, bien estructurados, grandes y bonitos. Visitando
tiempo después los hospitales en otras colonias, vi que todos son acogedores,
diferenciándose en las divisiones, en el tamaño y los adornos.
“Ud. Julio, no está mas enfermo. ¡Está sano! ¡Debe sentirse sano! ¿Vamos a
intentarlo?”, me decía Suely, una de las “tías”, sonriendo encantadoramente.
La deficiencia estaba enraizada en mí, necesité entender muchas cosas para
sanar los reflejos.
Cuando comencé a hablar, pasé a escuchar y a ver normalmente y luego a
caminar.
La habitación en la que estaba, como todas las otras, tiene una puerta grande,
siempre abierta, que da para un parque-jardín con muchos árboles, flores, juegos y
animales dóciles y lindos.
En ese jardín siempre hay mucha claridad y juegos organizados. Allí hay un lugar
donde hay danzas, clases de canto, música y teatro. Del otro lado de los cuartos
están las aulas. Me gustó mucho quedarme ahí, en aquella parte del hospital.
Fue mi casa en el período en el que estuve internado. Me encantaba el parque- jardín y me
divertía tanto que me recuperé con cierta facilidad. Los juegos son parte de la
recuperación. No existen medicamentos como los de los encarnados. No sentí más
dolores ni disconformidad.
El internado es transferido de ahí cuando quiere o cuando se siente apto.
Cuando me sentí bien fui transferido al ala joven de la Colonia como ya mencioné,
donde estudié y comencé a hacer tareas. Cuando mi curso terminó, pedí trabajar en
el ala del hospital de recuperación de desencarnados que en la carne fueron adictos
a sustancias tóxicas. Mi pedido tenía razón de ser. Me puse contento porque me
aceptaron y me puse a trabajar con toda dedicación.
En mi penúltima encarnación tuve un cuerpo físico perfecto. ¿Qué hice de él?
Recordé.
Cuando me estaba recuperando en el hospital, los recuerdos venían
normalmente. Como la “tía” Suely me explicó, recordar no les sucede a todos.
Muchos recuperados vuelven a reencarnar sin recordar nada del pasado.
Me recordé solo, sin forzar mi pasado, y la “tía” Suely me ayudó a entenderlo y
no juzgar pues el pasado quedó atrás y sólo podemos sacar conclusiones para el
presente. Principalmente en mi caso, intentar hacer lo correcto y no repetir los
mismos errores.
En mi encarnación anterior tuve como padres a los mismos espíritus que lo
fueron en esta última.
Ellos formaban una familia feliz. Mis padres, casados hace años, vivían
armoniosamente, tenían dos hijas casadas y nietos cuando mamá quedó
embarazada. Aunque sorprendidos, hallándose viejos, me recibieron como regalo de
Dios. Fueron excelentes padres, me amaron, cuidaron de mí, me educaron, dando
buenos ejemplos. Crecí fuerte, sano e inteligente.
De espíritu inquieto, no le dí el valor a nada de lo que recibía. Encontraba a mis
padres viejos, me avergonzaba de ellos. Era contestador, a veces grosero con ellos.
Estudiaba en una universidad y comencé a consumir drogas. No tenía motivos
para pedir disculpas. No existen motivos para entrar en el vicio, pero algunos adictos
argumentan algún factor para justificarse. Quise sensaciones nuevas y creí que
nunca me iba a tornar dependiente de ellas. De las drogas más suaves a las más
fuertes, me hice adicto, pero creía que las dejaría cuando quisiese. Comencé a gastar
más dinero y mentía a mis padres, diciendo que era para el estudio. No
desconfiaban de mí y me daban, privándose hasta de los remedios.
Fue entonces que ocurrió un accidente. En un viaje de fin de semana, mis
padres desencarnaron juntos en un accidente de tren.
Sentí la falta de ellos, más aún de lo que ellos hacían por mí. No quise quedarme
a vivir con mis hermanas, me quedé solo en nuestra casa. Me recibí dos meses
después y conseguí un empleo. Pero me drogaba cada vez más. Y ahora no me
escondía y las usaba en casa.
- ¡Julio, por favor, termina con eso! ¡Piensa en nuestros padres!- decían mis
hermanas preocupadas.
- ¡No soy inadicto! Las uso porque quiero y paro cuando quiero- respondía
rudamente.
Mis hermanas, cuñados y hasta sobrinos, al saber, me intentaron ayudar.
Comencé a ser violento, no aceptaba la intromisión de ellos.
No era productivo en mi trabajo y, como faltaba mucho, me despidieron y
comencé a consumir más sustancias tóxicas; me transformé en un harapo humano.
Fui vendiendo todo lo que era de valor en mi casa, no compré más alimentos, mis
hermanas los traían y también comenzaron a pagar los impuestos de la casa y
algunas deudas mías. Asimismo no me gustaban mis familiares, no quería verlos, los
evitaba y cuando venían a casa los echaba violentamente. Sentía que ellos
planeaban internarme. Entonces, cuando encontraba la vida insoportable, resolví
suicidarme. Tomé una sobredosis. Pero no morí, estaba mal. Cuando mejoré, me
levanté; estaba acostado en la alfombra de la sala. La casa era una anarquía. Tomé
remedios, todos los que encontré, restos de heroína y una bebida alcohólica,
convencido de que esta vez iba a morir.
Luego desencarné, era de noche. Al otro día, mi hermana vino con la
ambulancia, para llevarme y encontraron mi cuerpo muerto.
Me perturbé extremadamente. Cuando salí del letargo, me sentí preso, en la
oscuridad, con un olor insoportable. Mi cuerpo estaba enterrado y yo ligado a él.
Somos espíritus revestidos de periespíritu y encarnados en un cuerpo físico. Cuando
el cuerpo carnal muere, lo dejamos y este parece solamente una ropa usada.
Continuamos viviendo espiritualmente revestidos con el cuerpo periespiritual. Eso es
lo que normalmente sucede. Pero hay otros que abusan e imprudentemente, como yo,
 dañan el cuerpo físico, la bendita ropa que nos es dada para manifestarnos en el
campo material. No fui separado y quedé junto al cuerpo, sufriendo atrozmente.
Me acordé de mis padres, del amor de ellos por mí y lloré; los llamé: “¡Mamá!
¡Papá! ¡Ayúdenme!”.
Me llevaron de ahí, parecía que estuve siglos y no meses.
No podía recuperarme. Internado en un hospital para suicidas, estaba por demás
perturbado. No pedía disculpas y no me quise perdonar. ¿Qué había hecho de mi
cuerpo perfecto? Lo dañé con las drogas. No merecía otro perfecto.
Hago una salvación, esta es mi historia, lo que ocurrió conmigo. Eso no sucede
con todos los que fueron adictos ni con todos los suicidas. Pero normalmente estos
sufren mucho, si los encarnados tuviesen conciencia de eso, no se drogarían ni se
suicidarían.
Mis padres se preocuparon conmigo. Nos amaban mucho, a mí y a toda la
familia.
Tuvieron una desencarnación violenta en un accidente brutal. Fueron socorridos
por sus merecimientos. Sentían que yo estaba mal, entonces supieron que yo era
adicto. Me intentaron ayudar, pero esa ayuda es restringida al libre albedrío del
necesitado. Pidieron auxilio a las otras hijas, ellas intentaron, ignoraban las ofensas e
hicieron de todo, hasta se sacrificaron financieramente, vendieron bienes para pagar
mis deudas y para tener dinero para internarme.
Mis padres vieron tristemente mi suicidio. Sólo cuando me conmoví al
recordarlos, ellos pudieron despegarme de la materia descompuesta y socorrerme.
Entendieron que solo mejoraría en la materia. Estaba tan perturbado, me
desorganicé tanto que sólo me recuperaría en el cuerpo físico. Con el olvido, me
organizaría, encarnado recuperaría lo que por libre voluntad desordené, dañé.
Mis padres reencarnaron unidos por un profundo cariño, se casaron nuevamente
y me recibieron alegremente como hijo.
“¡Les estoy tan agradecido!”, exclamé después de recordar todo.
“Tía”, Suely sonrío y mirándome fijamente me explicó:
“Aprenda de ellos, Julio, la mayor lección que intentaran darte. ¡Amar! Y sea
agradecido, muy agradecido, la gratitud es una demostración de amor. Ser ingrato
puede hacer perder la unión con sus benefactores, haciéndose más difícil recibir
beneficios. Ser agradecido, fortifica el lazo de cariño que esos dos espíritus nutren
para ti.”“¿Será que un día podré retribuirles un décimo de lo que hicieron por mí?”,
pregunté.
“Creo que los dos no necesitan de la ayuda que Ud. le puede dar. Sus padres
son espíritus bondadosos que en muchas encarnaciones tienen transitado el camino
del bien y del conocimiento. Para ellos sólo su gratitud, su amor, es suficiente. Pero
Julio, la vida le dará muchas oportunidades de hacer el bien, a otros, a sí mismo y
consecuentemente a aquellos que nos aman, que quieren nuestro progreso.”
“Soy muy inferior a ellos para ayudarlos…
“¡No haga comparaciones!”, continuó Suely explicándome. “Todas me parecen
injustas. Piense en ellos como alguien que ama y que quiere verlo bien. Cuando fue
socorrido, necesitó encarnar, ellos se ofrecieron para ser sus padres nuevamente.
No precisaban pasar por lo que pasaron, tener un hijo enfermo y sufrir con su
desencarnación precoz. Pero lo amaban tanto que no lo querían en un lugar
extraño. Preferían pasar todo, pero con Ud. junto a ellos.”
Bajé la cabeza, me sentí muy mal por haber sido desagradecido. Anhelé seguir
sus ejemplos. Suely, leyendo mis pensamientos, concluyó:
“Eso, Julio, tome el ejemplo de ellos como meta de su vida. Y no piense que
ese período en que ha estado con ellos les fue tan sacrificado. Aquellos que aman
no ven sacrificios. Tuvieron que modificar un poco sus vidas cuando nació. Sus
padres eran profesores universitarios y programaban horarios diferentes de trabajo
para que siempre uno de ellos pudiese estar con usted. Hicieron de todo para
mejorar su estado y darle confort. Son adeptos al Budismo, conocen sobre
reencarnación. Ven en Ud. un espíritu que reencarna necesitado de cariño y de
amor. Aprovecharon ese período difícil por el que pasaron, aprendieron mucho, se
volvieron más religiosos y estudiosos de la espiritualidad. No tuvieron deuda por
sufrimientos, pero si crédito ante las Leyes Divinas. Cuando recientemente usted
desencarnó, hicieron todo para ayudarlo. Hoy están tranquilos en relación a usted,
saben que está bien y, si quiere hacer algo por ellos, sea lo que ellos deseaban.”
“¡Ellos deseaban que sea feliz!”, exclamé
“¿Sencillo?”, preguntó Suely sonriendo.
“No puedo tener pena por mí ni remordimiento, eso genera inquietud e
insatisfacción. Quiero ser útil, aprender y hacer lo que ellos quieren, lo que desean
para mí.”Suely apretó mi mano y se retiró, quedé solo y me hice el propósito de mejorar,
de ser como ellos, y lo he logrado. ¡El amor de ellos me mantiene!
Explicaciones de Antonio Carlos
Al organizar este libro, hice algunos estudios e investigaciones. Muchas veces se
está en error junto a otras personas, y es dada la oportunidad de reparar juntos los
daños realizados. Tener un hijo discapacitado mental puede parecer un sufrimiento
para muchas personas. Creo que es trabajoso. Pero para muchos padres no es ni
una cosa ni la otra. Es estar cerca de aquel al que aman. Encontré muchos que
actuaron, actúan como los padres de Julio, que aman tanto al espíritu que necesita
de ese aprendizaje, que reencarnaron para ayudarlos, fortaleciendo los lazos de ese
afecto verdadero.
El personaje de este capítulo tuvo una parálisis. Es el nombre que se da a la
secuela de una enfermedad neurológica. Puede ser parálisis total o parcial, con o sin
problemas de habla, audición, visión, etc. La causa puede ser un trauma de
nacimiento, congénito o genético.
Julio aprendió a ser agradecido y, cuando cultivamos la gratitud, nada nos
parece injusto, y las ingratitudes no nos afectan, porque todo lo que hacemos es por
amor y sin esperar recompensas. Debemos recordar sólo lo bueno que recibimos y
olvidar todo lo malo. Los padres de Julio no sólo deben ser el ejemplo para él,
también para todos nosotros.
Hace tiempo atrás, cuando Julio en su encarnación anterior desencarnó por las
drogas, estas no eran tan influyentes como ahora. He visto como muchos
imprudentes que se hacen adictos, comprometiéndose mucho espiritualmente. Los
tóxicos existen, y están los que de ellos abusan.
Vimos en la historia real de Julio una infeliz reacción de las muchas que pueden
suceder a los que abusan de un cuerpo perfecto, dañándolo con tóxicos,
envenenando hasta el periespíritu, generando mucho sufrimiento.