viernes, 15 de noviembre de 2013

VICTOR HUGO

Victor-Marie Hugo es el poeta nacional de Francia; título merecido por haber legado a ese país una extensa e importante obra literaria, que lo convierte en una de sus más destacadas personalidades. Convencido espiritualista, llegó más tarde al Espiritismo y lo adoptó como filosofía de vida; pero esta postura no fue reconocida por sus biógrafos ni por los estudiosos de su obra, y muchas veces esas ideas se mencionaron como una extravagancia de este hombre genial.
Contemporáneo con Denizard Rivail, nació el 26 de febrero de 1802 en Besançon, capital del Franco Condado, cercana a la frontera franco-suiza, oculta bajo una alta roca en una hoz del río Doubs, y con aspecto de antigua plaza fuerte y severa belleza. Rodeada de crestas jurásicas con altas cimas pobladas de bosques de pinos y abetos, abruptas cuestas y riachuelos, enriquecida a través de los siglos con numerosos monumentos romanos, fue el escenario imponente de su niñez.
Era hijo de Leopold Hugo, un oficial del ejército de Napoleón con grado de General y Conde del Imperio, pero de su vida familiar durante esos primeros años se conoce muy poco. A las pocas semanas de nacido lo llevaron a Marsella a causa del traslado de su padre a esa ciudad y este sería el primer viaje de una larga serie, ya que durante su infancia y juventud, pasó largas temporadas en Córcega, en la Isla de Elba, en Nápoles y en España; donde, bajo el dominio de José Bonaparte, su padre ocupó el cargo de gobernador de Ávila, más tarde de Guadalajara y por último de Madrid. En esta ciudad Victor-Marie ingresó en el Colegio de Nobles, cuando tenía 9 años, destacándose por su preparación académica y formación cultural a pesar de su corta edad. De este país conservó los más vivos recuerdos que influirían más tarde en su obra.
Con el fin del Imperio, los recursos económicos se tornaron muy escasos y en 1812 la familia regresó a París. Su madre, Sofie Trebouchet, alquiló una casa de amplios jardines llamada "Las Bernardas", recordada siempre por Victor y tema frecuente en sus poesías. La Sra. Sofie era muy culta y amante de la lectura, por lo que estimuló a sus hijos Victor, Abel y Eugéne a dedicar muchas horas al estudio de la historia, las ciencias y la literatura.
Desde pequeño tuvo inclinación literaria y era considerado un niño prodigio que a los 10 años de edad prefería leer a Virgilio en los jardines del antiguo Convento de los Feullantines y escribir sus primeros poemas soñando con dominar la literatura. En 1816 decía: "Quiero ser Chateaubriand o nada".
A los 15 años, su trabajo le hizo merecedor de un premio en un concurso de poesía organizado por la Academia Francesa y dos años después fundó el periódico "Le Conservateur Litteraire" en el que publicó sus primeros escritos, compartidos simultáneamente con "La Muse Romantique".
La muerte de Sofie, en 1921 significó para sus hijos una dolorosa y prematura pérdida. Desde entonces, Victor estuvo forzado a vivir muy modestamente, personificando aquello que más tarde relataría en su libro "Los Miserables".
Cuando apenas contaba 20 años de edad, publicó sus "Odas" y desde ese momento el rey Luis XVIII le otorgó una pensión. Ese mismo año contrajo enlace matrimonial con Adèle Foucher, su antigua compañera de juegos en "Las Bernardas", con quien tuvo luego 5 hijos: Leopold, Leopoldine, Charles, François Víctor y Adèle, el primero con una vida muy corta. Esta unión se disolvió después de 16 años y Hugo inició una relación amorosa con la actriz Juliette Drouet que continuó hasta la muerte de ella en 1883.
El barrio de Marais, que comienza al oeste de la famosa Plaza de la Bastilla, es uno de los más interesantes de París, porque conserva la elegancia sobria de las grandes casas que allí se construyeron en los siglos XVI, XVII y XVIII. Se convirtió luego, en un barrio de obreros y pequeños comerciantes y hoy es una combinación de elementos dedicados a la cultura, llamado Centro Pompidou. Allí se encuentra la plaza más antigua de París y en el Nº 6 está la casa donde vivió Victor Hugo, convertida en museo. En este lugar se reunieron parte de las pertenencias del escritor, dispersadas como consecuencia de la obligada venta en el momento del exilio. Entre ellas se aprecian varios cuadros, algunos pintados por él mismo y parte del mobiliario, donde se destaca una mesa redonda de tres patas con la que Hugo celebraba sesiones mediúmnicas.
En sus novelas este genial escritor reflejó la ciudad de París de su época, desde las alcantarillas donde se movían muchos personajes de "Los Miserables" hasta las torres de la Catedral donde vivía el jorobado Quasimodo de su novela "Nuestra Señora de París". En esa ciudad legendaria estudió, luchó y sufrió.
En 1823 apareció su primera novela titulada "Han D' Islande" y a partir de ese momento su literatura se inclinó abiertamente hacia las ideas románticas.
Cuatro años más tarde, después de la publicación de "Cromwel", drama escrito en verso con gran fuerza y originalidad, en cuyo prefacio propugnaba la total libertad artística, se convirtió en el principal seguidor de esa escuela en Francia.
Más tarde publicó dos dramas que se hicieron famosos: "Marion Delorme" y "Hernani", con los cuales consolidó definitivamente el triunfo del ideal romántico en el teatro y desde entonces, su obra estuvo guiada continuamente, por el deseo de libertad personal y social.
Comenzó entonces, un período de intensa y excepcional actividad creadora afirmándose como jefe del romanticismo y prolongando hasta 1843, su gran producción literaria, que abarca múltiples géneros: la novela, la prosa política, la oratoria y sobre todo la poesía épica, dramática y satírica, destacándose principalmente como poeta lírico, cuya facultad principal es la potencia extraordinaria de su imaginación objetiva, una prodigiosa capacidad para percibir imágenes y una asombrosa capacidad verbal y rítmica. Su sensibilidad es muy amplia, pues percibe todo lo que vive, ama, sufre y desea, y se muestra especialmente emocionada cuando habla de los niños y los humildes. Para defender sus ideas decía que "el poeta es el faro que debe guiar a las multitudes", y "aquel que sueña prepara al que piensa".
Con esa intención, en su obra discutió numerosos problemas morales y sociales: el bien y el mal, el hombre y Dios, Dios y la creación, la sabiduría y la ciencia, la ignorancia y el mal, el vicio y la miseria, la dicha y el progreso.
En su poesía lírica canta toda la gama de sentimientos del alma humana vinculados a la vida personal: amor filial y paternal, impresiones de la infancia, los afectos y los duelos, las esperanzas y las luchas, pero llama la atención que no se ocupa mucho del amor pasional y sexual. Menciona también los sentimientos del ciudadano suscitados por acontecimientos del quehacer público y nacional, como los profundos sentimientos de la humanidad, sus inquietudes sobre el destino, el bien y el mal y su percepción de la divinidad.
Siempre preocupado por el contacto con la opinión pública escribió con el deseo de ser "la voz del siglo", según sus propias palabras.
Entre sus obras líricas se destacan "Odas"; "Nuevas Odas"; "Odas y Baladas"; "Las Orientales", nacidas de su simpatía por la guerra de la independencia griega; "Hojas de Otoño", particularmente íntimo y melancólico; "Cantos del Crepúsculo", donde combina los asuntos personales con la inspiración política y defiende la gloria napoleónica; "Las Voces Interiores", obra en la que retoma el tono íntimo; "Los Rayos y las Sombras", la última de la primera serie lírica; "Las Contemplaciones", que recomienza la lírica, ofrece la máxima obra que su genio concibió y según sus propias palabras: "Son las memorias de un alma: la vida que amanece en la cuna... y se detiene junto al infinito".
Su poesía épica está representada sobre todo, por "La Leyenda de los Siglos" en sus tres series escritas en 1859, 1877 y 1883, donde se propuso trazar la historia de la humanidad a lo largo de las edades, desde la creación hasta el juicio final e incluso profetizar el porvenir, y en cuadros vastos y explícitos revive cada época importante, fija sus características y relaciona estos grandes conjuntos mediante la idea de progreso, ascensión lenta de la humanidad hacia la luz, en medio de la gran lucha entre el bien y el mal.
La obra principal de su poesía satírica es "Los Castigos" escrita en 1853; nacida de la imaginación y la cólera hacia Napoleón III.
En su obra dramática son célebres "La Batalla de Hernani", concebido como un drama teatral; "Cromwell", nunca representado en una sala de teatro; "Marion Delorme", escrita en 1831; "El Rey se Divierte", producida en 1832; "Lucrecia Borgia" y "María Tudor", ambas aparecidas en 1833; "Angelo", escrita en 1835 y "Ruy Blas", finalizada en 1838.
En su novela encontramos la imaginación poderosa del escritor, que sabe mostrar el alma de las cosas y acompañarla con un lenguaje rico y armonioso. Estas características están dignamente representadas en "Nuestra Señora de París" escrita en 1831, ejemplo típico de la novela histórica de Victor Hugo, que a pesar de su intriga melodramática perduró por la belleza de sus descripciones capaces de revivir la época y el escenario de la Catedral de París del siglo XV. Pero también están presentes en "Los Miserables", escrita en 1862, cuya trama se desenvuelve en el ambiente de los bajos fondos de París; en "El Último Día de un Condenado a Muerte"; en "Claude Gueux"; en "Los Trabajadores del Mar" escrita en 1866 y en "El Hombre que Ríe" publicada en 1869.
De su importante quehacer dentro de la política, su experiencia lo llevó a escribir "Discursos", "Napoleón, el Pequeño", "Historia de un Crimen" y "Hechos y Palabras".
Por otra parte, se han conservado escritos diversos que constituyen el resultado de sus impresiones obtenidas en actividades realizadas a lo largo de su vida. "Correspondencia", "El Rin", "Impresiones de viajes" y "Estudio de William Shakespeare".
La consagración definitiva de Victor Hugo como poeta, se produjo en 1840 con la publicación de "Los Rayos y las Sombras"; sin embargo, la prematura muerte de su hija mayor durante un naufragio y su dedicación a la política, lo apartaron temporalmente de las letras.
Durante el siguiente período, mientras Francia estaba atravesando situaciones críticas, desarrolló una política activa al servicio de las ideas republicanas como miembro de la Cámara de los Pares en 1845 y en la Asamblea Legislativa en 1848, El desarrollo de la clase obrera y sus precarias condiciones de vida causaron una profunda agitación social; se difundieron las ideas socialistas que en un principio aparentemente se impusieron entre los dirigentes de la revolución de 1848, aunque en la Asamblea Constituyente dominaban los republicanos moderados.
Aprovechando la gran división política, fueron cercenadas las conquistas democráticas de la revolución, hasta que finalmente, el 26 de diciembre de 1851, se disolvieron las Cámaras Legislativas. En diciembre de 1852 Luis Napoleón se proclamó Emperador bajo el nombre de Napoleón II, mientras de las instituciones democráticas sólo quedaron los esquemas formales.
Víctor Hugo era firme defensor de la república y opositor al golpe de estado de Napoleón III, por lo que debió exiliarse. Viajó primero a Bruselas, luego a Bélgica y después a las islas anglonormandas Jersey y Guernesey, plataformas salvadas del hundimiento de la primitiva unión entre Inglaterra y el continente, ubicadas en el Canal de la Mancha.
Inglesas por su estatuto político, normandas por su situación geográfica, Guernesey la más británica, y Jersey la más francesa; no constituyeron para Hugo la cárcel o el lugar sórdido, pero sí el exilio. Fueron descritas, por él mismo, como "magníficos jardines del mar", por su clima dulce, sus pintorescos paisajes costeros, su riqueza hortícola y el esplendor de su vegetación casi tropical, habitación de extraños pájaros marinos, como los bobos y los cormoranes que han elegido estos arrecifes desiertos donde llegan a estrellarse las poderosas olas que levanta el Atlántico. Por otra parte, desde el punto de vista humano, el dialecto de sus habitantes, así como el nombre de sus calles y de sus villas arrastran del fondo de la historia, sabrosos recuerdos de la lengua y los usos de un tiempo en que no se sabía todavía, cual de las dos potencias en pugna, iba en definitiva, a absorber a la otra.
En este escenario, Victor Hugo vivió durante casi 20 años, desde 1851 hasta 1870, instalado con su familia en la Mansión "Marine Terrace", mientras Juliette ocupaba otra casa cercana. En Jersey, la mayor de las islas anglonormandas, se produjo su comunicación con el mundo espiritual; cuando casi simultáneamente, Denizard Rivail en París, tenía las experiencias mediúmnicas que inspiraron su obra escrita. Sin embargo, el poeta nunca tuvo la oportunidad de entrevistarse con Allan Kardec, aunque estudió profundamente sus libros.
Su amiga Delfine de Girardin, poeta y autora teatral, le habló de la novedad que se agitaba en América y Europa generada por la comunicación con los espíritus a través de las mesas parlantes. Al principio escéptico, Victor Hugo se rindió ante la evidencia y las realidades que él mismo pudo constatar y se convirtió en adepto entusiasta del Espiritismo, desarrollando más tarde su propia facultad mediúmnica.
La primera sesión mediúmnica a la que asistió Hugo fue publicada, en París, por Gustave Simón en su libro "Les Tables Tournantes de Jersey". Durante esa reunión se manifestó su hija Leopoldine, fallecida hacía poco en un naufragio y en el acta labrada por el poeta y dramaturgo Auguste Vacquerie, se relataba lo siguiente: "Cuando se hablaba de las mesas giratorias, nosotros dudábamos. Habíamos intentado hacerlas girar, pero sin éxito cierto. En la atención que en todas partes se dedicaba a estos fenómenos, veíamos una treta de la policía francesa para distraer el espíritu público de las vergüenzas del gobierno.
En ello estábamos cuando Mme. de Girardin vino a Jersey para visitar a Victor Hugo. Llegó el martes 6 de septiembre de 1853. Nos habló de las mesas. No sólo giraban, hablaban también. Se convenía con ellas que los golpes que diesen serían las letras del alfabeto y que se escribiría la letra en la cual se detuviesen. Así, se obtenían letra por letra y palabra por palabra, frases y páginas enteras.
Nosotros vimos en esto una paradoja del encantador ingenio de Mme. de Girardin. Tan es así, que el miércoles, mientras en el comedor trataba con Victor Hugo de hacer hablar a una mesa, nosotros permanecimos en el salón. La mesa no habló. Mme. de Girardin dijo que el fracaso se debía a que la mesa era cuadrada y que se precisaba una redonda. No la teníamos".
El jueves, ella misma trajo una mesa redonda de tres patas que había comprado en Saint Hèlier, capital de Jersey, en un bazar de juguetes y al día siguiente volvió a probar sin éxito. Yo, particularmente, creía tan poco en las mesas que hablaban, que me fuí a acostar en cuanto se ubicaron alrededor de la mesa.
El sábado, Victor Hugo y Mme. de Girardin cenaron en casa de un señor de Jersey, Mr. Gordfray. Mme. de Girardin volvió a probar inutilmente.
El domingo por la noche el resultado fue exitoso.
Asistentes: Mme. de Girardin, Mme. Hugo, Victor Hugo, Charles Hugo, François-Victor Hugo, Mlle. Hugo, General LeFló, Mme. de Treveneue, Auguste Vacquerie"
El poeta vivió la emoción de comprobar mediante un diálogo con el espíritu de su hija Leopoldine Hugo, prematuramente fallecida, la supervivencia del alma".
Jules Bois en su libro "Le Mirage Moderne" hizo un detenido estudio acerca de Victor Hugo espiritista. Su iniciadora fue Mme. de Girardin, y luego de la partida de su amiga, continuó las sesiones con su familia dejando las notas en varios cuadernos, revisados luego por su amigo Camile Flammarion, de los cuales, publicó algunos fragmentos en "Les Annales Politiques e Litteraries" del 7 de mayo de 1899.
Dice en ellos que en aquella época Victor Hugo nunca se sentaba a la mesa, pero desempeñaba el cargo de Secretario, escribiendo aparte sus dictados. El médium psicógrafo de las sesiones era su hijo Charles, y aunque no sabía inglés, un día llegó un británico amigo de Hugo que deseaba comunicarse con Lord Byron, quien no se hizo esperar y se expresó en su idioma.
Más tarde, consiguió que Esquilo escribiera admirables versos y un día se dirigió al espíritu de quien fuera Molière, pero no respondió; lo hizo, en cambio, una entidad espiritual identificada como "La Sombra del Sepulcro", y recitó unos versos magníficos e irónicos, dirigidos a Victor Hugo, quien le reprochó, por verse tan duramente tratado.
En una carta a Mme. de Girardin enviada en 1855, Hugo escribía: "Las mesas nos dicen cosas sorprendentes. Todo un sistema casi cosmogónico, pensado y escrito por mí durante 20 años, ha sido confirmado con largueza magnífica. Vivimos hoy a la vista de un misterioso horizonte que cambia todas las perspectivas de nuestro destierro, y pensamos en usted a quien debemos la apertura de esta ventana."
Desde entonces vivió dedicado al estudio de estos temas y su talento encontró en las comunicaciones espíritas una fuente de inspiración que le permitió escribir páginas brillantes, las cuales siguen guiando al pensamiento humano, acerca de los grandes problemas metafísicos y filosóficos.
El mar y la soledad lo acompañaron siempre y fueron sus confidentes. Aquella isla de Jersey tenía la virtud de poblarse de entidades invisibles que le hablaban de libertad y amor, de fraternidad y recuerdos.
Su romanticismo se tornó en el eco de los misterios espirituales, siempre a su alrededor. En Jersey, junto al trípode, mientras el mar batía furiosamente la costa, concibió realmente sus grandes visiones poéticas y espirituales e incluso polemizó en verso con mensajeros invisibles del más allá.
La poesía espírita de Victor Hugo quedó plasmada en sus libros "Las Contemplaciones", "Rayos y Sombras" y "La Leyenda de los Siglos", que encierran páginas de un poder conmovedor y mágico. En ellas reveló lo que puede llamarse una sabiduría del espíritu, obtenida mientras su pluma estaba impulsada más que nunca, por grandes potencias de lo invisible.
Habló con el espíritu en medio del mar y escribió "Apocalipsis", e inspirado por grandes revelaciones espirituales plasmó "Al Borde del Infinito", su canto espírita por excelencia.
Los invisibles eran para él las presencias espirituales dispuestas a penetrar en la mente y el corazón, es decir en el pensamiento y en el sentimiento de individuos y pueblos. Por eso dijo: "Los muertos son los invisibles, pero no, los ausentes "
Victor Hugo esbozó la posibilidad de una filosofía poética y tanto en verso como en prosa, trató siempre sobre temas trascendentales relacionados con el hombre y el mundo. Penetró poéticamente el misterio del ser, tal como Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y otros, orientales y occidentales, lo hicieron místicamente.
Si bien en lo académico no se admite una filosofía poética, autores de jerarquía como George Santayana en "Tres poetas filósofos", contribuyeron a sostener tal tesis, considerando que "si el filósofo se conforma sólo con poseer un lenguaje técnico, el lema "conócete a tí mismo" de los antiguos griegos, no se producirá nunca en la vida del hombre; mientras que la filosofía de Victor Hugo se asentaba siempre sobre la belleza, puesto que el Ser es una entidad sensible que sólo evoluciona por ella, hacia el bien y la verdad. En consecuencia hizo filosofía mediante la poesía porque descendió a las profundidades del ser, reconociendo que no es sistematizando el presente como la sabiduría se transformará en luz para los espíritus. Hugo afirmaba que "quien dice poesía dice filosofía e ilustración".
Toda su obra poética y filosófica está impregnada de una lírica reencarnatoria asombrosa. Se sentía protagonista en la evolución palingenésica y su visión cosmológica lo acercaba al pensamiento de Camile Flammarion, quien proclamaba la pluralidad de los mundos habitados en relación con la pluralidad de las existencias del alma. El Universo era para el poeta un escenario en el cual el espíritu actúa para escalar las gradas de lo infinito, coincidiendo con Goethe, Whitman, Lamartine y Emerson.
Su idea la expresó claramente en la frase: "La cuna tiene un ayer y la tumba un mañana", concibiendo al hombre como un espíritu encarnado portador de su historial originado en vidas anteriores; concepto que aparece nítidamente descripto en el poema "El Aparecido" de su libro "Las Contemplaciones", donde se refiere a una madre que pierde un hijo y no puede tolerar el dolor ni aceptar esa muerte; Pasan los meses y queda nuevamente embarazada, pero siente remordimiento por amar a este otro hijo, olvidando al muerto. El niño nace y ella tiene un primer sentimiento de rechazo, acordándose del otro hijo. Pero cuando le acercan al recién nacido, queda atónita al oir espiritualmente una voz que le era conocida y le decía muy bajo: "¡Soy yo, pero no lo digas!".
Con respecto a la reencarnación coincidió entonces, con Giuseppe Garibaldi, Giuseppe Mazzini, Alfonse de Lammartine, Amado Nervo, Rubén Darío, Arturo Capdevila, Juana de Ibarburu, y tantos otros ligados al mundo invisible y a los fenómenos paranormales; hasta Pablo Neruda, a pesar de su adhesión al materialismo histórico, se sentía a sí mismo "como un espíritu reencarnado". Fueron poetas-médiums que captaron las esencias poéticas tanto del mundo visible como del invisible.
Su ideología espírita de la evolución quedó claramente expresada en el libro sexto de "Las Contemplaciones" que tituló "Al Borde del Infinito", donde manifiesta su inquietud y afán por penetrar el misterio de las cosas y del universo; aunque tenía una profunda fe en el plan universal y asentaba su voluntad lírica sobre esa esperanza.
Sentía la evolución reencarnatoria de los espíritus como una realidad y confiaba en la ley del progreso enunciada por el mundo invisible; afirmaba que todo lo existente asciende y evoluciona a pesar de las dudas humanas y que el grado de la escala evolutiva en la que se encuentran los más grandes seres de la historia se alcanza a través de innumerables existencias. "Esa escala nace muy lejos de la Tierra", decía, porque el ser viene de un lejano pasado y marcha hacia un lejano porvenir, y no admitía el concepto orgulloso y soberbio del ser humano que cree ser fin y meta del Universo.
En su libro "Dios, Literatura y Filosofía" puso de manifiesto las bases de su pensar filosófico y religioso en la búsqueda de Dios; oía voces que lo ilustraban diciéndole "cosas prodigiosas y sorprendentes" sobre el sentido de la vida y las angustias del humano por encontrar al Ser Supremo como fuente de todo lo creado. Ese estado espiritual de Victor Hugo permite comprender toda su obra como una reacción filosófica y religiosa contra el nihilismo del ser. Escribió buscando las bases de la existencia de Dios y guiado por su "diamon poético" buscó incesantemente el sentido de la vida y de la historia. Analizó y representó simbólicamente el ateísmo, como un murciélago; al escepticismo, como un buho; al mosaismo, como un águila; al paganismo, como un buitre y al cristianismo, como un ángel. Dio forma al racionalismo y expresó conceptos básicos para una nueva filosofía del hombre que lo llevó a decir: "Todos los seres son, fueron y serán. La chispa de Dios: el alma, está en todas las cosas".
Sus primeras experiencias de comunicación con el mundo espiritual en Jersey las efectuó con la participación de su hijo Charles, médium psicográfico desarrollado en el transcurso de sus experimentaciones. Más tarde, el mismo Hugo tuvo manifestaciones tiptológicas que dejó descritas en sus libros de apuntes y siempre admitió la intervención espiritual en su obra literaria, aceptando abiertamente la existencia de un sostén inmaterial en el mundo físico.
Su capacidad para la psicografía o mediumnidad escribiente le brindaba un notable apoyo a su genio poético. Cuando escribía se daba cuenta, a veces, "que su mano no le pertenecía" y que estaba bajo la influencia de una entidad lírica invisible, pero no aceptaba que su genio literario fuera considerado, por sus amigos, exclusivamente mediúmnico, afirmando que se trataba de una "inspiración directa", es decir, que prescindía de otro vehículo transmisor. De esta forma, su concepto de la inspiración distaba mucho de lo expresado por otros grandes escritores; pues Amado Nervo decía: "las rimas me son dictadas al oído, no sé por quién"; Alfred de Musset afirmaba: "un desconocido me habla al oído"; Alfonse de Lamartine aseguraba: "yo mismo no pienso, sino que las mismas ideas piensan por mí"; y Gutierrez Nájera sostenía: "yo no escribo mis versos, no los creo, viven dentro de mí, vienen de fuera".
En los Archivos de la "Revue Spirite" de París se encontró un trabajo de León Denis referente a Victor Hugo y a su captación del mundo invisible, donde aclara como debe entenderse la "mediumnidad inspirativa", experimentada por él. Su genial compatriota espírita opinaba a este respecto: "No pretendemos, ciertamente, sostener que Victor Hugo haya sido un médium en el sentido estricto de la palabra, como lo son muchísima gente, capaces de obtener o producir fenómenos de escaso valor. Tan poderoso espíritu no podía quedar reducido al papel secundario de un intérprete de los pensamientos ajenos. Queremos decir tan sólo que el Más Allá derramaba sobre él sus radiaciones y sus armonías, fecundando su genio, ensanchando hasta el infinito el horizonte de su pensamiento ".
Por muy aguda y perspicaz que sea la crítica acerca de la personalidad de Victor Hugo, no alcanzará a interpretarla realmente, hasta tanto no mida la existencia del poeta con un criterio palingenésico. Mientras se desconozca que genio y mediumnidad son de una misma esencia, nunca se podrá penetrar en esos dos mundos que se mueven en la profundidad de las almas.
El genio poético y visionario de Victor Hugo se debió a su gran desarrollo espiritual, diferente al del hombre común sujeto a las limitadas percepciones de los cinco sentidos corporales; que disponía de un sexto sentido o facultad mediúmica altamente desarrollada, que le permitió ser vidente, profeta y poeta, por medio de la cual pudo comprender lo que significan espiritualmente las grandes epopeyas de la humanidad.
Comprendió que la Revolución Francesa sin una revolución espiritual no sería más que un fenómeno político de orden local, y que las verdaderas raíces de la Historia están en el desarrollo del espíritu. Afirmaba que "los procesos sociales son el resultado de impulsos morales provenientes de espíritus reencarnados y no ciegos tumultos políticos".
Tal ser humano, entendido por él en su fibra más íntima, quedaba plasmado en las siguientes ideas: "El cuerpo humano bien podría ser sino una apariencia. Él cubre nuestra realidad; él se interpone sobre nuestra luz o sobre nuestra sombra. La realidad es la del alma. Claramente hablando, nuestra cara es una máscara. El verdadero hombre es el que está detrás del hombre. Si se percibe bien ese hombre oculto y guarecido detrás de esa ilusión que se llama la carne, se tendrá más de una sorpresa. El error es ver en el ente exterior un ente real".
La vida del Ser en la eternidad posee, según Hugo, un periespíritu objetivo, es decir, que es una realidad viviente con un yo personal actuando en lo material desde los planos invisibles, expresado poéticamente: "La mariposa es el gusano metamorfoseado; y tanto el gusano como cada parte del ser que se arrastre, el análisis lo encuentra en el ser alado, pero la metamorfosis es tan completa que se cree ver una nueva criatura. Del mismo modo en nuestra existencia de ultratumba, no seremos puros espíritus porque estas palabras son vacías de sentido, así para la razón como para la imaginación".
Victor Hugo era un pensador universal y debido a esa misma condición filosófica alcanzó la verdad del concepto del Universo.
De su ideología espiritual y poética se desprendía la misma teleología existencial de la codificación kardeciana, y cuando la conoció se sintió totalmente identificado con esa doctrina, afirmando que estaba convencido de que "El Espiritismo es el acontecimiento más notable del siglo XIX".
Abrazó el Espiritismo por identificarse con él, pues esas mismas conclusiones ya estaban en lo profundo de su ser expresadas magistralmente en sus sentencias.
  • La cuna tiene un ayer y la tumba un mañana.
  • Los muertos son seres vivos mezclados en nuestros combates, que unas veces tienen por blanco el bien, otras el mal. En ocasiones, oímos silbar sus invisibles flechas.
  • Cuando me acueste en la tumba no diré, como tantos otros: he terminado mi jornada. No, pues mi jornada empezará en la mañana siguiente. La tumba no es un callejón sin salida, se cierra en el crepúsculo y se reabre en la aurora.
  • El hombre no muere del todo. Nacer es morir; no tengáis duda de que es así.
  • Todos los seres son, fueron y serán.
  • El hombre no es el único ser que proyecta sombra. Todos, aún el guijarro miserable y vergonzoso, tienen delante y detrás de ellos una sombra. Todos tienen un alma que vive, que ha vivido, que debe vivir, que cae y se aprisiona o sube y se libera. Todo eso que se arrastra, expía una caída del cielo.
  • Los muertos son los invisibles, pero no los ausentes.
  • Cuidado con la manera con que recordáis a los muertos. No penséis en lo que se pudre. Mirad fijamente con atención, y veréis la viva luz de vuestro amado difunto allá en el fondo del cielo.
  • Las realidades del alma no dejan de ser realidades, porque sean invisibles e impalpables.
  • Evitar el fenómeno espiritista, no prestarle la atención que merece, es hacer vacío a la verdad.
La desastrosa guerra con Prusia significó el fin del Segundo Imperio, la Asamblea Nacional proclamó la caída de Napoleón III después de la capitulación de Sedan, el 2 de septiembre de 1871, y eligió Presidente a Thiers, quien trató la paz con los alemanes, gracias a grandes concesiones. El pueblo de París, disgustado por los términos del armisticio se lanzó a la insurrección de marzo de 1871.
Victor Hugo regresó a Francia, para encontrarla en una situación lamentable; nuevamente volvió a la política y fue electo diputado. La Asamblea Nacional votó la Constitución de 1876 y en ese mismo año, lo eligieron senador. A partir de entonces publicó dos obras que confirmaron sus ideales políticos: "El Año Terrible", en 1872 y "El Noventa y tres", en 1874.
Murió en París el 22 de mayo de 1885 a los 83 años y recibió honras fúnebres grandiosas que significaron una de las mayores consagraciones hechas por Francia a sus grandes hijos.
Según algunas reseñas, ya desencarnado, ese espíritu genial se comunicó mediúmnicamente, dictando escritos a través de la médium Zilda Gama, con los títulos: "Del Calvario al Infinito", "La Sombra y la Luz", "Almas Crucificadas", "Ardua Ascensión", "Dolor Supremo", entre otros. Esas manifestaciones eran consecuentes con su pensamiento expresado en la última época de su vida, cuando dijo:
"Hace medio siglo que escribo en prosa y en verso: historia, filosofía, drama, novela, leyenda, sátira, oda, canción, todo lo he ensayado y sólo he podido decir la milésima parte de lo que siento en mí. Cuando yazga en la tumba diré: Terminé mi jornada y no terminé mi vida. Mi existencia comenzará de nuevo al otro día. La tumba no es un callejon sin salida, sino una avenida. Mi obra es sólo un principio y la sed de infinito prueba que existe lo Infinito".