lunes, 30 de septiembre de 2013

A LA MEMORIA DE MI MADRE


A La Memoria de Mi Madre ¡Madre del corazón!, cuánto he sufrido a la triste ignorancia de mi vida; cuando tu inmenso amor miré perdido creyendo que era eterna tu partida; cuando en tus sienes no encontré un latido cuando tu dulce voz quedó extinguida, y en mi horrible ansiedad y en mis enojos perdí la luz de tus hermosos ojos. ¡Tus ojos!..., que habían sido en mi existencia faros de salvación y de consuelo, destellos de la santa providencia luminares purísimos del cielo; ídolos de mi fe, de mi creencia, que yo adoraba con ardiente anhelo porque antes de perderte comprendía lo mucho que me amabas, ¡madre mía! ¡Cuánto me amaste! Si; yo fui tu gloria, tu ensueño de placer jamás perdido, capitulo el más triste de tu historia y para ti, sin duda, el más querido. El afán de tu vida transitoria fue evitar a mis labios un gemido; pensar en mi dolor, fue la gran pena que te hizo sucumbir ¡Eras tan buena! Que no es extraño que, al perderte, el llanto fácil brotara de mis tristes ojos; y que en mi soledad sintiera espanto, y en mi camino hallara solo abrojos. La vida en su terrible desencanto ¿que le ofrece al mortal?, luto o enojo. El que fija en la tierra su mirada ¿qué ha de encontrar? El hielo de la “nada”. Eso encontraba yo, madre querida; por eso ante tu losa funeraria pasaba muchas horas de mi vida sin elevar al cielo una plegaria; en tu recuerdo santo embebecida mi mundo era tu huesa solitaria, siendo todo el mi afán, en mis dolores, cubrir tu tumba con hermosas flores… Una voz murmullo, un eco vago resonó de la tierra en el abismo, y un “algo” misterioso, en dulce halago la frente acarició del ateismo. Quien dijo, que la muerte hacia estrago, por medio de la “magia” o Espiritismo, y asombradas las gentes repetían ¡que los muertos hablaban y sentían! Los unos con desdén los escucharon, los otros de pavor se estremecieron algunos por “reírse” investigaron, y sin saber “por qué” se concedieron. Aquellos que en su mente conservaron recuerdos de los seres que perdieron, sintieron renacer en su memoria de su existencia la pasada historia. La sentí también, brotó en mi mente vertiginosa…delirante idea comprendí que había un Ser Omnipotente y exclamé con amor: ¡Bendito Sea! Admiré la gran “causa” inteligente, miré en la ciencia luminosa el conocimiento que nos mostraba mundos y planetas, que nunca los soñaron los poetas. Vi hombres rudos, sencillos, ignorantes, trazar sobre el papel rasgos extraños, pigmeos convertidos en gigantes, sin doblez, sin mentira, sin engaños; yo vi la conmoción en sus semblantes y lamenté los juveniles años, que he perdido dudando que vivían, que los muertos hablaban y sentían. Viven, sienten, se agitan, se estremecen, velan amantes nuestro triste sueño, del globo terrenal desaparecen, que ahí lo quiere su divino dueño. Mas siempre en nuestra lucha nos ofrecen de la esperanza el mágico leño. Por eso contemplaba siempre, madre mía. Te contemplaba, si; junto a mi estabas, y yo creyendo que un delirio era, mi frente cariñosa acariciabas murmurando: “Prosigue tu carrera”. Tus ojos en mis ojos los fijabas, diciendo en su expresión, sufre “y espera”; y yo entretanto en mi dolor profundo me encontraba ¡tan solo en este mundo! Solo viviendo tú ¡fatal locura!, ¡qué tiempo tan precioso he consumido lamentando mi horrible desventura!, expiación que sin duda he merecido, pero ya terminó; radiante y pura contemplo hermosa luz, y conmovido mi corazón se agita y en mi mente, tres épocas se enlazan dulcemente. Mi “ayer” con tu ternura sacrosanta, mi “presente” flotando en el vacío, mi “porvenir”que al cielo se levanta exclamando, yo espero, yo confío; y la fe racional, eterna planta que la ciencia la sirve de sus flores y a su sombra se extinguen mis dolores. Espiritismo ¡ciencia bendecida! Espiritismo ¡Moral sagrada! Foco del bien ¡antorcha de otra vida! Filosofía en la razón basada; la ley de recompensa merecida; la negación eterna de la “nada”, el amor al progreso y la gloria, de la creación la legendaria historia. Yo reconozco tu verdad innegable, De Dios presentas la perfecta hechura En sus divinas leyes en su ternura: Tu doctrina es sublime, es adorable, Es practicar la caridad más pura; Feliz de aquel que al borde del abismo Oye tu voz, ¡gigante Espiritismo!