miércoles, 26 de septiembre de 2012

EL ANGEL DE LA GUARDA




Ángeles de la guarda. Espíritus protectores, familiares o simpaticos

489. ¿Hay Espíritus que se apegan a un individuo en particular, con
el objeto de protegerlo?
- Sí, el hermano espiritual. Es el que llamáis Espíritu bueno o
genio bueno.
490. ¿Qué se ha de entender por “ángel de la guarda”?
- El Espíritu protector de un orden elevado.
491. ¿Cuál es la misión del Espíritu protector?
- La de un padre para con sus hijos: conducir a su protegido
por la buena senda, ayudarle con sus consejos, consolarlo en sus
aflicciones, sostener su valor en las pruebas de la vida.
492. El Espíritu protector ¿está apegado al individuo desde el
nacimiento de éste?
- Desde su nacimiento hasta su muerte, y con frecuencia le
sigue después de ella en la vida espíritu, e incluso durante muchas
existencias corporales, porque tales existencias no son sino fases
muy cortas con relación a la vida del Espíritu.
493. La misión del Espíritu protector ¿es voluntaria u obligatoria?
- El Espíritu está obligado a velar por vosotros porque aceptó
esa tarea, pero le cabe elegir a aquellos seres que le son simpáticos.
Para unos es un placer. Para otros, una misión o deber.
493 a. Al dedicarse a una persona determinada ¿renuncia el Espíritu
a proteger a otras?
- No, pero lo hace con ellas de una manera menos exclusiva.    Allan Kardec
494. El Espíritu protector ¿está inevitablemente unido al ser
confiado a su guarda?
- Con frecuencia suele suceder que ciertos Espíritus abandonen
su posición para cumplir diversas misiones. Pero en tal caso son
sustituidos.
495. El Espíritu protector ¿abandona a veces a su protegido, cuando
éste se muestra rebelde a sus consejos?
- Se aleja de él si comprueba que sus consejos son inútiles y
que la voluntad del individuo es proclive a someterse al influjo de los
Espíritus inferiores. Pero de ningún modo lo abandona por entero,
sino que siempre se hace escuchar. Entonces es el hombre quien
cierra sus oídos. Y el Espíritu vuelve tan pronto como se le llama.
Una doctrina hay que debiera convertir a los más incrédulos,
por su encanto y dulzura: es la del ángel de la guarda. Pensar que
tenéis junto a vosotros a seres que os son superiores y que están
permanentemente ahí para aconsejaros y sosteneros, para ayudaros a
ascender la áspera montaña del bien; que son amigos más seguros y
abnegados que las amistades más íntimas susceptibles de ser
contraídas en esta Tierra, ¿no es acaso una idea muy confortadora?
Tales seres se encuentran allí por orden de Dios. Él les ha puesto
cerca de vosotros y ahí permanecen por amor a Él, cumpliendo a
vuestro lado una bella aunque penosa misión. Sí, sea donde fuere que
os halléis, él estará con vosotros: prisiones, hospitales, antros del
vicio, soledad, nada de esto os separa de ese amigo a quien no podéis
ver pero cuyos más tiernos impulsos y sabios consejos siente y
escucha vuestra alma.
¿Por qué no conocéis mejor esta verdad? ¡Cuántas veces os
ayudaría en los instantes de crisis! ¡Cuántas veces os salvaría de los
malos Espíritus! ... Pero en el día supremo este ángel del bien tendrá
que manifestaros: “¿No te lo dije? Y tú no lo has hecho. ¿No te
señalé el abismo? Y tú te despeñaste por él. ¿No te hice escuchar en
tu conciencia la voz de la verdad? Y ¿no seguiste, en cambio, los
consejos de la mentira?” ¡Ah! Interrogad a vuestros ángeles de la
guarda. Estableced entre ellos y vosotros esa tierna intimidad que
entre los mejores amigos reina. No penséis en ocultarles nada,
porque ellos tienen la vida de Dios y no podréis engañarlos. Pensad
en el porvenir: tratad de avanzar por ese camino, y con ello vuestras
pruebas serán más cortas, vuestras vidas más dichosas
A aquellos que pensaran que es imposible para los Espíritus
realmente elevados sujetarse a una tarea tan laboriosa y de todos los
instantes, les diremos que nosotros influimos sobre vuestras almas
aun estando a muchos millones de leguas de vosotros. Porque para
nosotros el espacio nada significa, y aunque residamos en otro
mundo nuestros Espíritus conservan su relación con el vuestro.
Disfrutamos de facultades que no estáis en condiciones de
comprender, pero tened la certeza de que Dios no nos ha impuesto
una tarea que exceda a nuestras energías, y que no os ha abandonado
a vosotros mismos en la Tierra sin amigos ni amparo. Cada ángel de
la guarda tiene su protegido, por el cual vela, como vela un padre por
su hijo, y es feliz cuando le ve marchar por el buen camino. En
cambio, solloza si son desdeñados sus consejos.
No temáis cansarnos  con vuestras preguntas. Antes bien,
permaneced siempre en relación con nosotros. Seréis con ello más
fuertes y más dichosos. Son esas comunicaciones de cada hombre
con su Espíritu familiar las que hacen médiums a todos los
individuos, médiums ignorados en la hora actual, pero que se
manifestarán más adelante, y se derramarán como un océano sin
límites para rechazar la incredulidad y la ignorancia. Hombres
instruiros: instruid… Hombres talentosos: educad a vuestros
hermanos… No os imagináis qué obra cumpliréis de ese modo: la
obra de Cristo, la que Dios os impone. ¿Por qué os ha concedido
Dios inteligencia y conocimientos si no es para que hagáis partícipes
de ellos a vuestros hermanos, a fin de hacer que avancen por la senda
de la felicidad y de la ventura eterna?
SAN LUIS. SAN AGUSTÍN.
La doctrina de los ángeles de la guarda, que velan por sus
protegidos a despecho de las distancias que separan los mundos,
no tiene nada que deba sorprender. Por el contrario, es grande y
sublime. ¿No vemos acaso en la Tierra a un padre que vela por
su hijo, aunque esté lejos de él, ayudándolo con sus consejos por
correspondencia? ¿Qué habría de extraño, pues, en que los
Espíritus puedan guiar a aquellos a quienes toman bajo su protección, de un mundo a otro, puesto que para ellos la distancia
que separa los mundos es menor que la que, en la Tierra, separa
los continentes? ¿No disponen ellos, además, del fluido universal,   
que liga a  todos los mundos, tornándolos solidarios: vehículo
inmenso de la transmisión de los pensamientos, así como el aire
es para nosotros el vehículo de la transmisión del sonido?
496. El Espíritu que abandona a su protegido, al no hacerle ya bien,
¿puede hacerle mal?
- Los buenos Espíritus jamás hacen el mal. Dejan que lo
comentan aquellos otros que toman su lugar. Entonces acusáis
vosotros a la mala suerte de los infortunios que os agobian, cuando
en realidad vuestra es la culpa.
497. El Espíritu protector ¿puede dejar a su protegido a merced de
un Espíritu que podría tener malas intenciones hacia él?
- Los Espíritus malos suelen unirse para neutralizar la acción
de los buenos. Pero si el protegido lo quiere, contará con toda la
fuerza del Espíritu bueno. De no ser así, éste quizá encuentre a
alguien a quien ayudar, aprovechando la oportunidad para ello
mientras aguarda el momento de regresar junto a su protegido.
498. Cuando el Espíritu protector permite que su protegido se
extravíe en la vida, ¿sucede esto por impotencia suya para luchar
contra otros Espíritus que son malévolos?
- No se trata de que no pueda, sino que no quiere, puesto que
su protegido sale de las pruebas más perfecto y más instruido. Lo
asiste con sus consejos, mediante los buenos pensamientos que le
sugiere pero que, por desgracia, no siempre son escuchados. Sólo la
debilidad, indolencia y el orgullo del hombre dan fuerza a los
Espíritus malos. Su poder sobre vosotros procede únicamente del
hecho de que no les oponéis resistencia.
499. El Espíritu protector ¿está constantemente con su protegido?
¿No existe alguna circunstancia en que, sin abandonarlo, lo pierda de
vista?
- Existen circunstancias en que la presencia del Espíritu protector
junto a su protegido no es necesaria.
500. ¿Llega el momento en que el Espíritu no tiene ya necesidad del
ángel de la guarda?
- Sí, cuando ha alcanzado el grado en que puede guiarse a sí mismo,
así como llega el momento en que el escolar ya no necesita maestro.
Pero no ocurre ello en vuestra Tierra
501. ¿Por qué la acción de los Espíritus sobre nuestra vida es oculta
y por qué, cuando nos protegen, no lo hacen de una manera
ostensible?
- Si contarais con tal apoyo no obraríais por vosotros mismos,
y vuestro propio Espíritu no progresaría. Para que pueda él adelantar
necesita experiencia y a menudo es preciso que la adquiera a sus
expensas. Es menester que emplee sus fuerzas, sin lo cual sería como
un niño al que no permiten que camine solo. La acción de los
Espíritus que os quieren está siempre bien regulada, de modo de
dejaros ejercer vuestro libre albedrío, por cuanto si no tuvierais
responsabilidad no avanzaríais en el camino que debe conduciros
hacia Dios. Al no ver el hombre a su sostén, se confía en sus propias
fuerzas.  No obstante, su guía vela por él, y de tiempo en tiempo le
advierte que desconfíe del peligro.
502. El Espíritu protector que consigue llevar a su protegido por la
buena senda ¿experimenta por ello algún bien para sí mismo?
- Es un mérito que se le toma en cuenta, ya sea para su propio
adelanto o bien para su felicidad. Es dichoso cuando ve que sus
esfuerzos son coronados por el buen éxito. Triunfa con esto, así
como un preceptor triunfa con los buenos logros de su alumno.
502 a. Si no obtiene un resultado positivo, ¿es responsable de ello?
- No, puesto que hizo lo que de él dependía.
503. El Espíritu protector que ve a su protegido seguir el camino
falso a pesar de sus advertencias, ¿siente pena por eso? ¿No es este
hecho un motivo de perturbación para su felicidad?
- Sufre por esos errores, y los lamenta. Pero la aflicción no
equivale a las angustias de la paternidad terrestre, porque él sabe que
el mal tiene remedio y que lo que no se hace hoy se hará mañana.
504. ¿Podemos saber, en todos los casos, el nombre del Espíritu
protector o ángel de la guarda?
- ¿Cómo queréis saber nombres que para vosotros no existen?
¿Creéis, pues, que no haya entre los Espíritu más que los que
conocéis?
504 a. ¿Cómo invocarlo, entonces, si no le conocemos?
- Dadle el nombre que queráis: por ejemplo, el de un Espíritu
superior, al que profeséis simpatía o veneración. Vuestro Espíritu
protector acudirá a ese llamado. Porque todos los Espíritus buenos
son hermanos y se asisten mutuamente
505. Los Espíritus protectores que adoptan nombres conocidos ¿son
siempre realmente los de las personas que llevaban esos nombres?
- No, sino de Espíritus que les son simpáticos y que con
frecuencia vienen por mandato suyo. Os hacen falta nombres:
entonces, ellos toman uno que os inspire confianza. Así vosotros,
cuando no podéis cumplir en persona una misión, enviáis a otro que
actúa en vuestro nombre.
506. Cuando nos hallemos en la vida espírita ¿reconoceremos a
nuestro Espíritu protector?
- Sí, porque muchas veces ya le conocíais antes de vuestra
encarnación.
507. ¿Todos los Espíritus protectores pertenecen a la clase de
Espíritus superiores? ¿Puede haber entre aquéllos los  que
pertenezcan a grados intermedios? Un padre, por ejemplo, ¿podrá
llegar a ser el Espíritu protector de su hijo?
- Es posible, pero la protección supone cierto grado de
elevación, y un poder o virtud suplementaria concedida por Dios. El
padre que protege a su hijo puede ser él mismo asistido por un
Espíritu más elevado.
508. Los Espíritus que han dejado la Tierra en buenas condiciones
¿pueden siempre proteger a aquellos a quienes aman y que les
sobreviven?
- Su poder está restringido en mayor o menor grado. La
posición en que se hallan no les deja siempre toda la libertad de
acción.
509. Los hombres en estado salvaje o de inferioridad moral ¿poseen
asimismo sus Espíritus protectores? Y en caso afirmativo ¿son esos
Espíritus de un orden tan elevado como los que asisten a los hombres
muy adelantados?
- Cada hombre tiene un Espíritu que vela por él, pero las
misiones son relativas a su objeto. No daréis un profesor de filosofía
a un niño que está aprendiendo a leer. El progreso del Espíritu
familiar sigue al del Espíritu protegido. Aun teniendo un Espíritu
superior que vele por vosotros, podéis por vuestra parte pasar a ser el
protector de un Espíritu que os sea inferior, y los progresos que le
ayudéis a lograr cooperarán a vuestro propio adelanto. Dios no pide
al Espíritu más de lo que corresponda, según sus fuerzas y el grado
que haya alcanzado.
510. Cuando el padre que asiste a su hijo reencarna, ¿sigue velando
por él?
- Es más difícil, pero en un instante de desprendimiento ruega
a un Espíritu simpático que le ayude en esa misión. Por lo demás, los
Espíritus sólo aceptan aquellas misiones que puedan llevar a feliz
término.
El Espíritu encarnado, sobre todo en los mundos en que la
existencia es material, está demasiado sometido a su cuerpo para
poder consagrarse por entero a otro, es decir, asistirlo personalmente.
De ahí que los que no son lo bastante elevados sean ellos mismo
ayudados por Espíritus que les son superiores, de manera que si uno
falta por cualquier causa, es sustituido por otro.
511. Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a
cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar
entre el bien y el mal?
- “Unido” no es la palabra exacta. Bien es verdad que los
malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando
se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un
individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el
hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno
y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el
individuo entregue.
512. ¿Podemos tener muchos Espíritus protectores?
- Cada hombre tiene siempre Espíritus simpáticos más o
menos elevados que le profesan afecto y por él se interesan, como
existen también otros que lo secundan en el mal.
513. Los Espíritus simpáticos ¿obran en virtud de una misión?
- A veces pueden desempeñar una misión temporaria, pero casi
siempre no son solicitados sino por la similitud de pensamientos y
sentimientos, así en el bien como en el mal.
513 a. ¿De ello parece resultar que los Espíritus simpáticos pueden
ser buenos o malos?
- Sí, el hombre encuentra siempre Espíritus que con él
simpatizan, sea cual fuere su carácter.
514. Los Espíritus familiares ¿son los mismos Espíritus simpáticos
y Espíritus protectores?  
- Hay muchos matices en la protección y en la simpatía.
Dadles los nombres que queráis. En cuanto al Espíritu familiar, es
más bien el amigo de la casa.
De las explicaciones expuestas y de las observaciones
consignadas acerca de la naturaleza de los Espíritus que se
apegan al hombre, es posible deducir lo que sigue:
El Espíritu protector, ángel de la guarda o genio bueno, es
aquel cuya misión consiste en seguir al ser humano en la vida y
ayudarle a progresar. Es siempre de una naturaleza superior
respecto de la de su protegido.
Los Espíritus familiares se apegan a ciertas personas
mediante vínculos más o menos duraderos, con miras a serles
útiles dentro del límite de sus posibilidades, con frecuencia
bastante limitadas. Son buenos, pero a veces poco adelantados e
incluso un tanto frívolos. Se ocupan de buena gana de detalles
concernientes a la vida íntima y sólo obran por orden o con el
permiso de los Espíritus protectores.
Los Espíritus simpáticos son aquellos que se sienten
atraídos por nosotros a causa de afectos particulares y de cierta
semejanza de gustos y sentimientos, en el bien tanto como en el
mal. La duración de sus relaciones está casi siempre subordinada
a las circunstancias.
El genio malo es un Espíritu imperfecto o perverso, que se
acerca al hombre con el propósito de desviarlo del bien. Pero
obra por propio impulso y no en virtud de una misión. Su
tenacidad depende de las mayores o menores facilidades de
acceso que encuentre. El hombre es siempre libre de atender su
voz o desoírla.
515. ¿Qué debemos pensar de esas personas que parecen apegarse a
ciertos individuos para empujarlos inevitablemente a su perdición o,
por el contrario, guiarlos por el recto camino?
- Sí, algunas personas ejercen sobre otras una especie de
fascinación, que pareciera irresistible. Cuando esto sucede para el
mal, se trata de Espíritus malos de los cuales se sirven otros malos
Espíritus con el objeto de subyugar mejor a su víctima. Dios puede
permitirlo para probaros.
516. Nuestro genio bueno y nuestro genio malo ¿podrían encarnar,
a fin de acompañarnos en la vida de una manera más directa?
- Esto a veces ocurre. Pero a menudo también encomiendan
esa misión a otros Espíritus encarnados que les son simpáticos.
517. ¿Hay Espíritus que se apegan a una familia entera con el
objeto de protegerla?
- Ciertos Espíritus se ligan a los miembros de una misma
familia que viven juntos y están unidos por el afecto, pero no creáis
en la existencia de Espíritus protectores del orgullo de los linajes o
castas.
518. Puesto que los Espíritus son atraídos hacia los individuos por
sus simpatías, ¿lo son igualmente hacia las reuniones de personas,
por causas particulares?
- Los Espíritus acuden con preferencia a los lugares donde hay
semejantes suyos. En estos sitios se hallan más cómodos y están más
seguros de que se les escuchará. El hombre atrae hacia él a los
Espíritus en virtud de sus tendencias, ya se encuentre solo o forme un
todo o ente colectivo, como pueden serlo una sociedad, una ciudad o
un pueblo. Hay, pues, sociedades, ciudades y pueblos que son
asistidos por Espíritus más o menos elevados, según el carácter y las
pasiones en ellos dominantes. Los Espíritus imperfectos se alejan de
aquellos que les rechazan. De lo que resulta que el perfeccionamiento moral de un todo colectivo, así como el de los individuos aislados,
tiende a ahuyentar a los malos Espíritus y atraer a los buenos, los
cuales alientan y mantienen el sentimiento del bien en las masas, de
la manera que los otros pueden inspirar en ellas las bajas pasiones.
519. Las aglomeraciones de personas, tales como sociedades,
ciudades y naciones, ¿tienen sus Espíritus protectores especiales?
- En efecto, porque esos conglomerados constituyen
individualidades colectivas que marchan movidas por un objetivo
común y que necesitan de una dirección superior.
520. Los Espíritus protectores de las masas ¿son de una naturaleza
más elevada que aquellos otros que se apegan a los hombres
aislados?
- Todo es conforme al grado de adelanto, así de las
muchedumbres como de los individuos.
521. Ciertos Espíritus ¿pueden coadyuvar al progreso de las artes al
proteger a los seres humanos que de ellas se ocupan?  
-  Hay Espíritus protectores especiales y que asisten a aquellos
que los invocan, cuando los juzgan dignos de esto. Pero ¿qué queréis
que hagan con los que creen ser lo que no son? No pueden lograr que
los ciegos vean ni que los sordos oigan.
Los antiguos habían hecho de esos Espíritus divinidades
especiales. Las Musas no eran otras que la personificación
alegórica de los Espíritus protectores de las ciencias y artes, de la
misma manera que designaban ellos con los nombres de lares y
penates a los Espíritus protectores de la familia. Entre los
modernos, las artes, las diversas industrias, las ciudades y
comarcas tienen también sus patronos o protectores, que no son
sino Espíritus superiores, pero bajo nombres diferentes.
Puesto que cada hombre tiene sus Espíritus simpáticos, de
ello resulta que, en los  todos colectivos, la generalidad de los
Espíritus simpáticos están en relación con la generalidad de los
individuos; que los Espíritus extraños son atraídos hacia aquéllos
por la identidad de gustos y pensamientos; en suma, que tales
aglomeraciones de personas (así como ocurre con los individuos
aislados) están más o menos bien rodeadas, asistidas e influidas,
según sea la naturaleza de los pensamientos de la multitud.
En los pueblos, las causas de atracción de los Espíritus son
las costumbres y hábitos, el carácter dominante y, sobre todo, las
leyes, porque el carácter de una nación se refleja en el conjunto
de sus leyes. Los hombres que hacen que reine entre ellos la
justicia están combatiendo el influjo de los malos Espíritus. En
todas partes donde la legislación apoye las cosas injustas,
contrarias a la humanidad, los Espíritus buenos estarán en
minoría y la muchedumbre de los malos que allí afluyen
mantienen a la nación en sus ideas y paralizan las influencias
bienhechoras de carácter parcial, que se pierden en la multitud,
como una espiga aislada en medio de las malezas. Estudiando las
costumbres de los pueblos, o de todo conglomerad humano, es
fácil formarse, pues, una idea de la población oculta que
interviene en sus pensamientos y acciones.