jueves, 25 de octubre de 2012

Suicidio:Conocer para prevenir parte 2




Articulo Traducido por: Isabel Porras


Suicidio: conocer para prevenir
(Parte 2 y final)
Problemas, decepciones, sufrimientos y la imaginación de la muerte como fin de todo son factores que llevan a muchas personas a desear poner fin a su propia existencia. Comprender la inmortalidad del alma y la reencarnación como leyes naturales ofrece una nueva comprensión de la vida, demostrando que el suicidio no resuelve ninguna cosa

Adentrando en la visión espírita acerca del asunto, podemos colocar en escena algunas otras causas, que ampliarán considerablemente la comprensión del tema.
Kardec, al discurrir sobre el suicidio y la locura en El Evangelio según el Espiritismo, afirma que “la incredulidad, la simple duda en cuanto al futuro, las ideas materialistas, en una palabra, son los mayores incentivadores del suicidio: ellas producen la debilidad moral”.
¿En qué se basan estas afirmaciones de Kardec? Los conceptos básicos de la Doctrina Espírita dan sustentación a sus afirmaciones, pues nos es enseñado que:
      Somos Espíritus inmortales, creados por Dios para la plenitud de nuestras expresiones de inteligencia y emotividad;
      Vivimos transitoriamente encarnados en un cuerpo físico;
      Al dejar de vivir en este mundo, atravesaremos la frontera, tenue, que nos separa del otro mundo, el espiritual, que es nuestra patria de origen;
      Las diversas experiencias por las cuales pasamos forman parte de nuestro aprendizaje y de las correcciones de rumbo necesarias. De ahí, la idea de un Dios justo y misericordioso, que siempre nos suministra oportunidades para proseguir en nuevos intentos de superación de nuestros equívocos;
      El cuerpo físico no nos pertenece, como un objeto del que podemos disponer a nuestra voluntad, pero antes es una concesión temporal de que deberemos prestar cuentas;
      La vida es una sucesión de desafíos que, una vez enfrentados, nos maduran, promoviéndonos las nuevas etapas de aprendizaje;
      El dolor, el sufrimiento son elementos naturales que nos alertan e invitan a corregirnos, por lo tanto, podemos abandonar el hábito de culpar a Dios por nuestras desdichas.
Basado en esas enseñanzas traídas por los Espíritus Superiores, Kardec llamó la atención para el efecto nocivo de las ideas materialistas y de la incredulidad, generadoras de la debilidad moral que aconseja, por su parte, a desistir de la lucha delante de los problemas y dificultades, conduciendo al acto suicida. Si después de la muerte nos depararemos con la nada, ¿cual es la razón para soportar las aflicciones?
Podemos, entonces, considerar que hay, en principio, dos causas que pueden inducir al individuo a autodestruirse: una social, que es el cultivo de las ideas materialistas por el gran contingente de personas que comparten esas ideas y, otra, individual, que es la actitud de la propia persona delante de los desafíos y luchas de la vida.
Otra causa puede aun ser añadida: la inducción obsesiva, es decir, la influencia de un Espíritu, movido por venganza u otro sentimiento inferior, que consigue entrar en sintonía y envolver a su víctima al punto de forzarla en tomar la decisión. Eso ocurre, a veces, de modo totalmente inconsciente, dependiendo del estadio de subyugación al cual la persona fue conducida. Lo que no ausenta, evidentemente, la responsabilidad relativa del obsesado.
Profundizando en la visión espírita
Kardec coordinó, en el siglo 19, la sistematización de las enseñanzas de los Espíritus que contienen elementos de ciencia, filosofía y orientación ético-moral.
Por distanciarse de las religiones tradicionales y por no comulgar con las ideas de la ciencia materialista de su época, el Espiritismo eliminó los trazos de misterio y morbidez que cercaban la muerte.
Trayendo la muerte al escenario de la vida, demostrando de modo racional y experimental (mediúmnicamente) que los muertos continúan vivos, no es de sorprenderse que los adeptos de esta nueva orden de ideas – los espíritas – encaren la muerte de otra manera.
¿Cómo la muerte es presentada en las obras que fundamentan el Espiritismo y en aquellas otras que lo complementan?
En El Libro de los Espíritus es dicho que “la muerte es sólo la destrucción del cuerpo”; que el envoltorio que reviste el Espíritu, otro cuerpo, sobrevive a la destrucción del cuerpo físico. Hay, pues, en el ser humano tres elementos: 1) una esencia, que es el Espíritu; 2) el periespíritu o cuerpo espiritual y 3) el cuerpo físico, vestidura temporal, destinada a permitirnos la permanencia en este planeta, por determinado tiempo.
Lo que del punto de vista meramente orgánico es visto como cesación, fin, en la visión espírita es tenido como una etapa de transición entre dos dimensiones de vida. De ahí, podemos afirmar que morimos al reencarnarnos, pues dejamos la condición de Espíritus desencarnados, y moriremos nuevamente al partir, al abandonar la condición de Espíritus encarnados. El miedo a morir, curiosamente, existe tanto en la venida del mundo espiritual, como en la vuelta para allá.
Al nacer, traemos una programación, un guión a ser cumplido. Y en ese guión, ya prevista, con más o menos precisión, la fecha de retorno.  
Si vamos a conseguir permanecer encarnados durante este periodo previamente demarcado es otra historia. Es el destino que cada uno de nosotros habrá de construir, a lo largo de la trayectoria entre la cuna y el túmulo. Por medio de la psicografía de Chico Xavier, el Espíritu André Luiz trató con más detalles esa cuestión.
Algunos pocos consiguen la condición de “completos” que, en el decir de André Luiz, son aquellos que completan el tiempo correcto de vida en el cuerpo físico. Más raros aún son los que, ya habiendo conseguido completar el tiempo previsto, aún ganan un tiempo extra, una sobre-vida. Lo más común es que retornemos antes.
Al volver antes podemos ser considerados como “suicidas indirectos o inconscientes”, como ocurrió al propio André Luiz, conforme su relato en el libro Nuestro Hogar. En este caso, la responsabilidad atribuida a nosotros será más pequeña, de acuerdo con los conocimientos de que disponíamos cuando encarnados o por cuenta de otras razones que nos anticiparon la desencarnación.
La noción de suicidio es, pues, ampliada, pues el modo como vivimos también puede  abreviarnos la vida, lo que nos hace responsables y sujetos a la consecuencias decurrentes. Lo que importa aquí es la concienciación de los valores de la vida y la importancia de preservarla para cumplir nuestros objetivos en la encarnación. La vida después de la vida no es un proceso de error y castigo, más se trata de la educación voluntaria y consciente del Espíritu.
La situación de los suicidas en el mundo espiritual
La literatura espírita nos ha traído preciosas informaciones acerca de la vida de los suicidas en el más allá de la tumba.
El primer conjunto de relatos sobre la condición espiritual de los suicidas está en El Cielo y el Infierno. Como un reportero entre los dos mundos, Kardec entrevista a nueve Espíritus desencarnados en esta situación. Remitimos al lector a la propia obra, pues las lecciones a recoger son incontables.
En 1940, fue lanzado El Martirio de los Suicidas, de Almerindo Martins de Castro, por la Federación Espírita Brasileña, obra que trae informaciones importantes sobre el tema.
La obra más completa, sin embargo, solamente sería publicada años más tarde, en 1955. Se trata del libro Memorias de un Suicida, de Camilo Castelo Branco, psicografiado por Yvonne Pereira muchos años antes, pues los originales quedaron listos en 1942. Este monumento literario ha sido un eficiente medio de prevención al suicidio, pues ha salvado literalmente a muchas vidas. La lectura y el estudio son más que recomendados.
En esta obra, en toda su crudeza, son presentadas las consecuencias naturales de la abreviación de la vida en el cuerpo físico. Por ser un relato en primera persona, y tratándose de un caso real, el drama de los que interrumpen la vida se hace doloroso. Pero no es un libro de terror, como algunos llegan a imaginar cuando no pasan de los dos primeros capítulos, sin embargo, se constituye en verdadero manual de vida y de cómo vivir mejor. Es también un bálsamo para los supervivientes, para los corazones afectados por este género de muerte, pues a despecho del sufrimiento que experimentan los suicidas, en ningún momento les son negados asistencia y ánimo, aunque algunos de ellos los rechacen, en crisis de rebeldía.
Por fin, tenemos los mensajes familiares que llegaron hasta nosotros por medio de los libros psicografiados por Chico Xavier y otros médiums respetables. La tónica de estos mensajes es la consolación que los propios suicidas traen, bajo el amparo de Espíritus más elevados, a los familiares y amigos, dando noticia de la continuidad de la vida después de la muerte e informando sobre el tratamiento a que están sometidos, suministrando también otros detalles que faciliten y confirmen su identificación.
Muchos han encontrado amparo y bienestar en el Espiritismo, sea por medio de la literatura, sea frecuentando una institución espírita.
Hay grupos espíritas que se dedican exclusivamente al trabajo de asistencia a los suicidas, sea por medio de reuniones mediúmnicas destinadas a atenderlos, sea por medio de plegarias en su favor y de todos aquellos que pueden ser afectados por este acto. El tratamiento de desobsesión, cuando esa causa esté desarrollada, es una terapéutica eficaz y fundamental para alejar los efectos de la acción invisible del Espíritu obsesor. Kardec orienta esa práctica con detalle y claridad en El Libro de los Médiums.
Colaborando en la prevención
En algunos momentos de nuestras vidas nos enfrentaremos con personas envueltas con sus problemas y deseando buscar en el suicidio el alivio o solución para los mismos.
¿Cómo debemos proceder en esos casos, que pueden ir de un simple desahogo sin mayores consecuencias al acto culminante del suicidio después de estar con la persona?  
El primer consejo es compartir el caso, siempre que sea posible, con más personas de confianza, de ambos o de una de las partes, por lo menos. Solos no siempre conseguimos identificar medios de auxiliar a la persona en crisis. Necesitaremos evaluar si el caso necesita de intervención médica o psicológica, para recomendar o proveer tratamiento específico.