domingo, 9 de septiembre de 2012

La Desencarnación


Proceso de Transición
Muerte es la cesación de la vida orgánica; desencarnación es la liberación del Espíritu inmortal, periodo de transición, en su cambio de plano. "La muerte es hereditaria" (1) y cuando el cuerpo muerte, el Espíritu está listo para librarse, porque "no es la partida del Espíritu que causa la muerte del cuerpo; ésta es la que determina la partida del Espíritu;"(2) pero esto, no siempre está en condiciones de hacerlo. En este caso, la muerte biológica sucede pero, el Espíritu no se desprende, no se libera, queda preso al cuerpo físico, esto es, continúa encarnado, porque "no todos los que mueren desencarnan". (3) "Nos dijo, cierta vez, un suicida: "No estoy muerto". Y agregaba: "Sin embargo siento los gusanos que me roen." Ahora indudablemente, los gusanos no le roían el periespíritu ni menos el Espíritu; le roían apenas el cuerpo. (...) Era antes la visión de lo que se pasaba con el cuerpo, el cual todavía lo conservaba conectado al periespíritu, lo que le causaba la ilusión, que él tomaba por realidad". (4) La reencarnación no es un proceso punitivo, pero educativo, pues aquí "es escuela, es prisión, es hospital"; para alcanzar la perfección, la felicidad y la plenitud, es necesario renovarse en la experiencia de la materia densa.
Habiendo escogido el camino del progreso, evolucionando, y así realizando su reforma íntima, o, al contrario estancando, con la resalva que, por mínimo que sea, siempre se evoluciona alguna cosa, inexorablemente sobrevienen a la muerte (Fig. 1), que es la fatalidad del cuerpo físico, así como "la evolución es la fatalidad del Espíritu"(5), uno de los objetivos de la reencarnación.(4); y otro es " trabajar para el Universo, como el Universo trabaja para nosotros, tal es el secreto del destino" (6), "es por el Espíritu en condiciones de soportar la parte que le toca en la obra de la creación (...) y concurriendo para la obra general, él propio se adelanta." (4) (FIG. 1); este último es alcanzado conciente o inconscientemente por el Espíritu.
La reestructuración o no de su periespíritu, va a depender en haber alcanzado ambos objetivos, con influencias importantes en la secuencia del proceso desencarnatório. Cuanto más depurado esté más fácil se vuelve su desconexión gradual, porque "los lazos se desatan, no se quiebran." (4) Dos factores son secuencias a la muerte (Fig. 1), ocurriendo paralelamente y vinculados a sus circunstancias y al grado evolutivo del Espíritu desencarnante: el desprendimiento del cuerpo físico y la perturbación del Espíritu.
Léon Denis señala que deberíamos llorar a la hora de la reencarnación, que es un momento de intenso sufrimiento para el Espíritu, y reírnos a la hora de la muerte, cuando el Espíritu se libera, ya que encarnación es su encarcelamiento fluídico y la desencarnación a su liberación; esto, es importante citar, si el Espíritu cumplió los objetivos de la encarnación, porque si no lo hizo, serán dos lloraderas, una al encarnar y la otro al desencarnar, tal es la influencia que su conducta proyectará en la desencarnación.
El desprendimiento.
Al reencarnar el Espíritu se conecta al cuerpo, a través de su periespíritu, que a él se une, molécula a molécula, átomo a átomo y al desencarnar, inversamente se desprende, también, átomo a átomo, molécula a molécula. El principio vital es "el interruptor de la vida", (7) mientras que el fluido vital es la electricidad que carga nuestras baterías, el fluido cósmico animalizado; al ser desconectado de aquel, la vida se disipa, cesa y sobreviene la muerte (muerte natural), que se da por agotamiento del fluido vital o mismo con su presencia, por falencia orgánica súbita (muerte violenta), quedando impotente para transmitir el movimiento de la vida. (8) Esta fuga energética del cuerpo físico y del periespíritu, que se encontraban de ella impregnados, desde el primer instante de la concepción, se realiza de forma suave o abrupta,(Fig. 1) de acuerdo con su distribución, que es peculiar a cada ser, a cada órgano, a cada célula; hay en los centros vitales o de fuerza, mayor actividad vital y puntos de conexión con mayor densidad entre el Espíritu-periespíritu y el cuerpo físico; de estos lo que tiene más fuerte esta unión con el Espíritu, vía periespíritu, es el centro coronario o regente que, por el mismo hecho, es el último que se desconecta, deshaciéndose las conexiones Espíritu-periespíritu-glándula pineal, la "glándula de la vida espiritual".
El rompimiento de estos lazos fluídico-magnéticos que componen el cordón fluídico o de plata, representa el sello de la desencarnación, iniciándose por las extremidades y terminando, como dijimos, en el cerebro. La naturaleza de las demás conexiones de los centros vitales, varían de acuerdo con cada ser, dependientes de la evolución del Espíritu, modelador y estructurador del periespíritu y por lo tanto de sus conexiones con la materia densa, a través de los centros vitales controladores y sus órganos súbditos y qué servicio prestó al comandante de sus acciones el Espíritu. Así quien usó en desmedido el sexo, o practicó el aborto, por ejemplo, tendrá sus conexiones con el centro vital genésico difíciles de ser desconectadas; quien fue tabaquista inveterado, igualmente tendrá fuertes conexiones fluídico-magnéticas con el centro cardíaco, a retardar el proceso desencarnatório, y de ahí por delante. Así el desprendimiento sucede de forma lenta (envejecimiento natural, enfermedades crónicas, etc.) por agotamiento del fluido vital, o de forma abrupta (muerte violenta: accidentes, desastres, asesinatos, suicidios) por injuria grave, determinando la incapacidad funcional orgánica definitiva.(FIG. 1); en los primeros, la desconexión ya se venía haciendo cuando ocurrió la muerte y en los últimos, la muerte corresponde al inicio del proceso desencarnatório; equivale a decir que el período muerte-liberación, genéricamente, es mayor en estos.
Con los Espíritus evolucionados ocurre que el momento de la muerte corresponde al de la liberación, pero, al contrario, ciertos Espíritus que tienen su periespíritu todavía muy densificado, quedan presos todavía al cuerpo, después de la muerte. "El Espiritismo, por los hechos cuya observación él faculta, da a conocer los fenómenos que acompañan esta separación, que, a veces, es rápida, fácil, suave e insensible, al paso que de otras es lenta, laboriosa, horriblemente penosa, conforme el estado moral del Espíritu, y puede durar meses enteros", (2) y hasta años.
La perturbación.
La conciencia es del Espíritu y después de la muerte corporal, él pasa por un período variable de perturbación, de acuerdo con el estado moral del alma, "fruto de sus construcciones mentales, emocionales y volitivas" (9) y el género o circunstancias de la muerte, para volver a readquirirla. El Espíritu purificado se desprende de los tenues lazos que lo prendían al cuerpo físico, tomando entonces conciencia de si mismo, de su vuelta al mundo espiritual y de la memoria del pasado, que es también del Espíritu y a los pocos va retornando del inconsciente, situado en el periespíritu (8); este "libro misterioso, cerrado a nuestra vista, durante la vida terrena, se abre en el espacio. El espíritu adelantado le recorre a la voluntad las páginas (...)." (6) En estos casos la sensación es de alivio, como quien despertó de una intervención quirúrgica y obtuvo el alta, curado; no es pues, ni penoso, ni duradera; es un despertamiento, pues a la "vida en la carne es el sueño del alma; es el sueño triste o alegre." (6)
En aquellos Espíritus que no aprovecharon el retorno a la vida corporal, para su evolución, estancados en la escala del progreso, la desencarnación será un proceso extremamente doloroso, "tétrico, aterrador, ansioso (...) como una horrenda pesadilla" (10), demorado y la perturbación espiritual que se seguirá, será muy intensa y prolongada; muchas veces, mal se recuerdan hasta de la última encarnación y mucho menos de las otras, en más de una concesión de la bondad y de la misericordia divina, pero un día lo harán, pues tendrán que "entrar en el conocimiento de su estado, antes de ser llevados para el medio cósmico adecuado a su grado de luz y densidad". (6) En la muerte violenta, situación no esperada en la mayoría de las veces por el Espíritu, su concienciación la muerte y consecuente pasaje a la vida espiritual es difícil y demorada, tanto más prolongada cuanto menor la evolución espiritual.
En la Espiritualidad.
La espiritualidad no está parada, ni contemplativa, al contrario, trabaja incesantemente y "Espíritus evolucionados, con fuertes vínculos con la caridad", (11) se incumben de la tarea de la desencarnación, ayudando en las desconexiones de los lazos que unen el Espíritu al cuerpo físico, bajo influjo del pensamiento divino. Espíritus amigos y familiares, ya desencarnados, colaboran en esta tarea. Esta misma actuación, puede ser perjudicada por Espíritus enemigos, obsesores hasta, que tienen la finalidad de volver la desconexión más penosa, contribuyendo también para mayor perturbación del Espíritu desencarnante, su desafecto. Destino de los componentes del hombre. Después de la muerte, el cuerpo físico se desintegra, siguiendo las leyes físico-químicas, que también son divinas, nunca más volviendo a recomponerse, o destinarse a la resurrección, que seria desprovista de cualquier finalidad. El fluido vital vuelve a su lugar de origen, el fluido cósmico o universal. El periespíritu podrá presentar modificaciones en relación a su densidad; no se segmenta y no se sedimenta; se depura, volviéndose tanto más sutil cuanto mayor sea el progreso espiritual. El Espíritu puede presentar modificaciones en relación a su estado moral reencarnatório, porque el "Espíritu evolucionó, todo lo demás se transforma", por menor que sea esta misma evolución, a veces mínima, lo que no puede nunca suceder, es retroceder.
Conclusión.
Un día, después de la muerte corporal, nosotros tendremos un decisivo encuentro marcado con nosotros mismos, en los recónditos de nuestra conciencia, atributo del Espíritu, donde fueron impresos por Dios sus leyes morales (4); ahí serán juzgados por ella, todos nuestros actos de la senda reencarnatória, en el uso de nuestro libre albedrío y comparados con nuestros propósitos al reencarnar, escogidos o impuestos por la justicia divina, siempre de acuerdo con las aptitudes de cada uno; depende de nosotros, y sólo de nosotros, si este será el "día más feliz de nuestra existencia", momento de puro éxtasis o, "al contrario, el peor de ellos", o su momento más fatídico. "Creemos que la educación para el desencarne implica en la educación para la vida". (9), para que consigamos la muerte de que nos habla Hernani Santanna :(12) "
La muerte (...) es la libertad! Es el vuelo augusto para la luz divina, bajo las bendiciones de la paz de la eternidad! Es bien el comienzo de una nueva edad, ante aurora formosa y peregrina, de nuestra vera y gran felicidad".
Por Fernando A. Moreira