ENTREVISTANDO A SAN FRANCISCO DE ASIS
El
día había sido especialmente abrazador. Umbría ardía bajo el Sol de primavera
que reventaba en flores por todas partes. Los inmensos campos que se
aproximaban de los montes elevados, divididos en variadas plantaciones, se
agitaban en sus diversos matices verdes, confraternizando con las tierras
barbechadas para nuevas sementeras, mientras el heno en fardos redondeados daba
un colorido especial de amarillo marrón al césped, ora quemado por el Sol, ora
reverdeciente, mezclado por el bermejo rubro de las amapolas exuberantes.
En
lo alto de la ciudad, la imponente catedral dedicada al Santo de la Pobreza con
su torre campanario de elevado porte que, en el pasado servía para observar a
los enemigos que se aproximasen de la encantadora Asís, construida en piedras
sobre otras piedras que la exaltaban dándole un aire de grandeza, de galantería
y de gloria. Cuando la noche descendió, un poco tarde, porque la claridad en el
poniente permanecía en deslumbrante colorido, y el cimborrio se adornó de
estrellas, el movimiento de personas continuó también en ritmo febril. Favonios
soplaban del valle fértil, refrescando las callejuelas y plazas iluminadas.
Un
espectáculo en la Plaza de San Francisco atrajera la multitud ávida de ruidos y
frenesí, concluyendo sin un gran final, reduciendo la hermosa ciudad al
silencio quebrado apenas por las onomatopeyas de la Naturaleza y uno que otro
transeúnte noctámbulo. Deambulando por las proximidades de la Iglesia inferior,
buscando recordar aquellos ya remotos tiempos del siglo XIII, cuando el joven
trovador fuera arrebatado por Jesús y saliera a cantar la melodía inmortal del
Evangelio, vi acercarse un grupo de Espíritus nobles y, entre ellos, al Padre
Francisco.
Mantenía
las mismas características con que Giotto lo inmortalizó en sus frescos. De
regular estatura, complexión frágil, trazos sin gran belleza física, pero
portador de difícil abordaje de irradiación psíquica, estaba acompañado por
algunos de sus primeros hermanos de la revolución del amor, de la pobreza y de
la humildad. No podía desperdiciar la feliz oportunidad. Como estaban
conversando discretamente, me valí de un momento propicio y, aproximándome,
expliqué que yo había sido en la Tierra un periodista brasileño que, en el Más
Allá reencontrara a Jesús y lo amaba con ternura y respeto. Interrogué al
benefactor del hermano lobo, si él pudiese concederme algunos minutos para una
entrevista que encaminaría a los pocos lectores que tomarían cuenta de nuestro
encuentro.
Jovial
y algo tímido, el santo accedió de buen grado. Lo interrogué, sin demoras,
bastante emocionado:
¿Cómo
ve el desfile de multitudes llegadas de diferentes partes del mundo, para
conocer Asís, y visitar los lugares por donde el Padrecito estuvo,
especialmente la tumba que le guarda los despojos carnales? Expresando en la
mirada luminosa la grandeza espiritual de la que es poseedor, el pobrecito
respondió:
–Ese
interés de las criaturas me sensibiliza mucho, especialmente porque reconozco
la pequeñez de la actividad desplegada por mí en la Tierra. No obstante, si yo
pudiese optar, preferiría que el sentimiento de todos fuese el de mantener
contacto con el Espíritu del Señor a quien procuré seguir en los ya lejanos
días de la existencia física. En todos mis pasos, mi persona siempre procuró
ceder su insignificante lugar al Pastor que nos orienta el camino y nos guarda
en paz.
Cuando
el ángel de la muerte se acercó a mi cuerpo cansado, antes de retirarme de
estos sitios queridos bendiciéndolos, sentí que vendrían muchos hombres y
mujeres en el futuro, y que encontrarían paz, rumbo seguro y consuelo moral,
eligiendo, luego de profundas meditaciones, el reino de Dios. Aún mantengo esa
esperanza, y por eso, periódicamente con mis hermanos que fueran de los más
pobres, procuro auscultar las almas y auxiliarlas en su despertar, ayudándolas
conforme a sus necesidades y de acuerdo con sus plegarias y oraciones…
–Y
ese bullicio que domina a las masas, mientras el mercado de recordaciones crece
cada vez más, alterando el significado de las visitaciones, ¿qué le parece?
–No
me corresponde censurar el comportamiento de mis hermanos del agitado mundo
actual. La criatura humana debe vivir, negociar, intercambiar objetos y
procurar la conquista de lucros. Toda actividad honrosa merece respeto, porque
arranca al ser de la ociosidad, que es un gran adversario del equilibrio y de
la dignidad. Pero vale reconocer que existen otros recursos que pueden ser
movilizados para la permuta de valores, evitándose la exaltación de
supersticiones que contribuyen para auxiliar en la transferencia de las
responsabilidades de la transformación interior para el Bien, por la
magnetización de objetos y adoración de símbolos…
Las
personas viven hoy aturdidas por la prisa, por la voluptuosidad de la falta de
tiempo para meditar, para asimilar las bendiciones del Padre Creador. Asís
siempre inspiró paz y reflexión. La vida cristiana es la antítesis del
comportamiento agitado y angustiado del ser moderno. Comprendo toda esa
inquietud, la misma falta de silencio, siquiera por momentos, en el Templo,
cuando se podría pensar en el significado de aquellos días que quedaron en el
pasado y su aplicación en la bulliciosa actualidad.
–¿El
Padrecito cree que sería posible repetir aquellas vivencias en estos
tumultuosos años terrestres?
–Creo
que sí, por cuanto, aquellos eran también días de mucho sufrimiento e
inquietud, considerando la población y las circunstancias existentes. Había un
estado de guerra entre Asís y Perugia, entre los estados italianos y papales,
abuso de poder señorial y religioso, alucinación y desespero de las Cruzadas,
miseria de los estratos pobres y de los campesinos, indiferencia social y
persecuciones de todo orden… El mensaje de Jesús no es para un tiempo, para una
Nación, ni mucho menos una propuesta figurativa que debe ser interpretada
conforme a la comodidad de los cristianos. En aquella época también se afirmaba
que era imposible vivir de acuerdo al Evangelio: despojándose de los bienes
materiales, con humildad, con renuncia, con amor total por el prójimo
desheredado…
Más
de una vez, respondiendo a ese argumento egoísta, esclarecí que, o el Evangelio
debería ser seguido conforme fuera predicado, y el lujo, la ostentación, el
orgullo eliminados de la Iglesia, o se debería vivir conforme a las vanidades
terrenales, las ambiciones de clases y de poder, estando la Palabra totalmente
errada… En la coyuntura, era inevitable que el Evangelio triunfase, aunque no
todos tuviesen el valor de abandonar el siglo para seguir a Jesús. Comprendo la
aptitud de aquellos que prosiguen pensando que es imposible entregar la vida al
Maestro y disfrutar simultáneamente de los placeres del mundo, embriagándose de
gozo y de perturbaciones. Entretanto, considero que es irrealizable la paz,
mientras la criatura se mantenga encarcelada en la celda dorada de los
presidios de la posesión y de las pasiones más degradantes. Cuando se rompen
las cadenas de los vicios –y el poder terrestre, el uso indebido del sexo, los
intereses serviles, las dependencias químicas, alcohólicas y otras, son vicios
que se arrastran a través de las generaciones, fijándose en la historia del
pensamiento humano como necesidades urgentes –una libertad diferente toma
cuenta de la existencia que adquiere belleza y tranquilidad. No se trata esto
de una utopía, sino de una realidad. La única posesión que libera es no tener nada
más allá de lo esencial, lo que favorece la construcción de la vida feliz.
–¿Qué
piensa con respecto a la alteración de objetivos y de comportamientos que la
Orden franciscana experimenta actualmente, en total enfrentamiento con los
postulados básicos e iniciales que fueron trazados por el Hermano Alegría?
Sin
demostrar enfado o malestar ante la interrogación, el entrevistado respondió
serenamente:
–Es
normal que las ideas puras y dignificantes en su inicio den lugar en el futuro
a realizaciones totalmente diversas de los programas elaborados. Con el tiempo
y la adhesión de muchos individuos, van surgiendo alteraciones compatibles con
el nivel evolutivo de los mismos, que procuran adaptar a sus necesidades
aquello que piensan estar abrazando con nobleza y abnegación. Transcurrido un
largo período, poco sobrevive a los dictámenes de las imposiciones y caprichos
impuestos por los siglos inexorables… Con nuestra tradición, surgieron los
primeros fenómenos cuando aún me encontraba en el cuerpo, constatando dolorosamente
al retornar de la Cruzada, en vista del largo tiempo que permanecí en Oriente
visitando las tierras donde Jesús viviera… El choque que experimenté fue muy
grande, llevándome al casi recogimiento total en la Porciúncula y a la
necesidad de mayor donación, a fin de mantener fieles a los demás compañeros
que habían renunciado a todo: orgullo, cultura vana, discusiones teológicas
vacías de significado espiritual y ricas de palabras pobres y confusas, de
comodidad, hasta el momento en que la Hermana Muerte me arrebató el Espíritu…
–¿Cómo
sería posible vivir según los rígidos criterios del Evangelio, sin perturbar el
progreso tecnológico ni el desenvolvimiento de la ciencia?
–La
ciencia y el progreso tecnológico son inspiraciones de Nuestro Padre, favoreciendo
al ser humano con recursos que le hacen la vida más feliz y menos penosa,
disminuyéndole la carga bruta de las tareas de cada día, las coyunturas amargas
de las enfermedades, especialmente las mutiladoras y degenerativas,
proporcionando medios hábiles para la fraternidad y el entendimiento entre los
hombres y las naciones.
–¿Será
eso lo que ocurre? ¿No continúa, el monstruo de la guerra segando vidas y
sembrando el horror en nombre del orden y de la paz? ¿No han sido sacrificadas
sucesivas generaciones por prejuicios de raza, de orgullo, de clase y de
religión?
Despojarse
de todo no es botar las conquistas ya realizadas, sino aplicarlas a favor de
todos y no solo de unos pocos. Es el impositivo de repartir el exceso con
aquellos que no tienen nada o que padecen carencias, respetar los derechos de
la vida, preservar la hermana Naturaleza y todos los seres vivientes igualmente
hijos de Dios. Quien se despoja queda libre para amar y para servir, bases de
la vida en todas partes.
Profundamente
conmovido, interrogué finalmente:
–¿El
Padrecito Francisco podría concluir esta entrevista enviando por mi intermedio,
un mensaje a los hombres de la Tierra en la actualidad?
–El
mensaje que me envuelve el Espíritu y que forma parte de todo mi proceso de
evolución es seguir a Jesús y vivir sus ejemplos. Mas, si me fuese facultado
sintetizar todo lo que me gustaría repetir a mis hermanos terrestres en estos
momentos de glorias y de sufrimientos, de grandezas y de miserias, yo diría:
hacer a los demás solamente aquello que desee que los otros le hagan, y en
cualquier circunstancia, amar y amar hasta sentir los dolores que el amor
muchas veces experimenta cuando es dirigido al prójimo.
El
emisario de Jesús sonrió suavemente, envolviéndome en extraordinaria
luminosidad que me llevó a las lágrimas. Profundamente conmovido por su
magnanimidad, proseguí el giro por Asís, evocando su bendición, de finales del
mes de septiembre de 1226, cuando él pidió para ser transportado para su
Porciúncula, donde moriría, y basada en las siguientes palabras:
–¡Bendita
seas tú por Dios, Ciudad Santa, porque por ti muchas almas se salvarán y en ti
muchos siervos de Dios habitarán y por ti muchos serán elegidos en el reino de
la vida eterna! ¡Paz a ti!
Página
psicografiada por el médium Divaldo Pereira Franco, en la madrugada del 27 de
mayo de 2001, en Asís, Italia. (Tomado de Reformador, Órgano de la Federación
Espírita Brasileña, número 2.071, octubre de 2001, páginas 8,9 y 10.)