domingo, 27 de mayo de 2012

Discursos de Léon DENIS


Discursos de Léon DENIS,

Miembro de honor de la F.S.I, Presidente del Congreso

 Señoras, Señores,


Hermanos y Hermanas en creencia,


 Después de darle las gracias al Presidente inglés por las hermosas y las generosas palabras que acaba de pronunciar sobre mi cuenta, estoy contento de poder saludarles y darles la bienvenida en nombre de los espíritas franceses.


Estoy contento de saludar a los delegados de las naciones que han venido de los rincones más alejados del Mundo para participar a nuestra labor.


Saludo a todos aquellos que no han dudado en abandonar su hogar, en recorrer grandes distancias en algunos casos, para poder cooperar con nosotros en una obra de concordia y de unión fraternal. Y estoy especialmente emocionado de ver a la delegación británica tan numerosa, porque sabemos y estimamos que son nuestros hermanos ingleses los que, actualmente, llevan lo más alto y lo más firme en el Mundo, el estandarte del espiritualismo, lo que llamamos el espiritismo. Y déjenme decirles que el espiritismo y el espiritualismo no son más que dos palabras para definir el mismo principio y la misma doctrina; como lo estableció con fuerza de argumento el Pr Barret en su magnifica obra que publicó antes de morir – su última obra – que es una síntesis admirable del espiritualismo, y que tiene por título: « Al filo de lo Invisible ». Saludamos efusivamente a nuestros hermanos ingleses, les saludamos a todos cual sea su nación, en nombre de nuestras creencias comunes, en nombre de la gran causa que servimos. (Aplausos.)


Es probable, Señoras y Señores, que muchos de ellos se encuentren aquí por primera vez, y sin embargo nos sentimos todos nosotros reunidos por esos lazos fuertes, por esos lazos espirituales que unen las almas en una fe sincera, en aspiraciones ardientes hacia la verdad, hacia la luz, y acaso no es ese el vínculo por excelencia, el vínculo indestructible que acerca a las almas como los miembros de una misma familia y que al mismo tiempo, une la tierra a los espacios. Porque sabemos todos que encima de nuestras pequeñas patrias humanas, más arriba de nuestras diferencias de idiomas y de razas, está la gran patria eterna de donde salimos todos al nacer, a donde regresamos todos al morir para reencontrarnos en esa patria de las almas, que no tiene límite, que no conoce fronteras, porque es el campo inmenso de la evolución, la evolución de todos los seres en su ascensión lenta y gradual hacia Dios. (Aplausos.)


Déjenme recordarles una gran ley de la historia: se trata de la marcha de los pueblos hacia la unidad, y, desde este punto de vista, saben que nuestra época está dominada por un considerable evento, a saber la fundación, después de la guerra, el establecimiento de la Sociedad de las Naciones. Con ello, los pueblos han afirmado su voluntad, su resolución de acercarse, de entenderse, de poner fin por consecuencia, a esos conflictos sangrientos, a esas luchas fratricidas que, de vez en cuando destrozan tan cruelmente la humanidad.


¿Pero qué ha pasado? Ha pasado lo siguiente: es que, desde las primeras asambleas, desde las primeras reuniones, ha habido que reconocer que las almas de las naciones tenían mentalidades diversas; tenían vistas diferentes, tenían intereses opuestos o incluso contradictorios algunas veces. Ha habido que reconocer que las opiniones, que los gustos, que las tendencias, no ofrecían esa convergencia, esa homogeneidad necesaria para llegar a la armonía. ¿Qué es lo que era necesario?, ¿Qué es lo que faltaba? No residía en el ámbito económico, ni en la política, ni tampoco en las religiones que se excluyen mutuamente, !Esos no eran los factores para un entendimiento sólido, para un acuerdo prolongado!


Eso es lo que era necesario: une fe común. Cuando empleo la palabra « fe », es en el sentido de creencia, de profunda convicción, de deseo ardiente. Lo que entonces hacía falta era una fe común basada en la ciencia, en la razón, apoyada por pruebas experimentales de carácter universal, mundial, pruebas que por fin enseñan a los hombres, a los pueblos, el sentido profundo de la vida, que les desvelan esas grandes leyes de justicia, de progreso, que dominan todas las cosas, y por encima de todo, esa ley de la consecuencia de los actos con las responsabilidades asociadas, con las repercusiones que provocan a través del tiempo, a través de los siglos, y que siempre acaban volviéndose hacia sus autores. Hacía falta una fe libre, independiente de todos los dogmas, una fe positiva, pero lo suficientemente fuerte para hacer converger todas las voluntades, todos los esfuerzos, todas las aspiraciones hacia ese objetivo capital, hacia ese objetivo esencial de toda existencia humana, la evolución, la evolución en toda la plenitud de los recursos, de los medios de acción que posee nuestro planeta, ese planeta que no es más él mismo, que una de las etapas del camino infinito. (Aplausos.)


Lo que hacía falta, Señoras y Señores, es una fe lo bastante poderosa para enseñar al hombre a vencer sus pasiones, a dominar sus intereses, a dominar sus instintos egoístas para cooperar al orden y a la armonía general. Ese es el cemento necesario, el cemento indispensable a toda obra fuerte, a toda obra duradera, y mientras el edificio social y mundial carezca de ello, ! entonces ¡, no habrá seguridad, no habrá paz, ni tampoco porvenir asegurado. En efecto, se lo ruego, ¿cómo podríamos pensar en unificar los diversos intereses? ¿Cómo podríamos hacer penetrar la armonía, la justicia en las instituciones sociales, si no pensamos primero en hacer penetrar esas cosas en las mentes, en los pensamientos, en las conciencia? Si me preguntan de dónde vendrá esa fe, esa convicción, esa creencia, les contestaré: « Es el espiritismo », ese espiritualismo, como dicen nuestros hermanos ingleses, es esa revelación de los Espíritus que nos reúne a todos aquí para una misma tarea, que nos hace comulgar con el mismo pensamiento, con el mismo corazón, en una obra grande y grave; es ese espiritismo, cuando entrará en todos los medios, cuando habrá contribuido con la ayuda del tiempo a la educación de las masas, es él quién nos proporcionará esa fe superior, esa fe libre, esa fe positiva que será una gran ayuda, una ayuda incomparable para la solución de los problemas sociales, y que también consistirá en llegar – no digo a la unidad, no es posible – pero al menos al acuerdo entre todas las naciones. (Aplausos.)


Se habla mucho de seguridad en estos momentos. Es incluso probable que ahora mismo, nuestros hombres de Estado se estén reuniendo en Ginebra para firmar lo que se llama el pacto de garantía contra los conflictos futuros.


Pero, ¿es posible contar con una seguridad prolongada y duradera mientras los hombres siguen basándose sobre la fuerza material? Para nosotros, espíritas, la seguridad sólo puede proceder de la fuerza moral de la voluntad colectiva de concordia, de paz, de armonía. Para realizarla, harían falta 2 cosas esenciales. Haría falta antes de nada hacer abstracción, en la medida de lo posible, de los intereses materiales. Sería sobre todo comulgar con un mismo ideal superior, con una misma concepción, con una misma comprensión de la vida y de la supervivencia: basados sobre la ciencia de los hechos, sobre los testimonios de ultra-tumba que han sido recogidos en todos países, basados sobre todo sobre esa noción, sobre esa gran ley de justicia que rige todos los actos y fija las repercusiones a través de los tiempos para todos los individuos, para todos los pueblos.


Esta concepción que las religiones sólo han sabido aportarnos de forma incompleta, imprecisa, esa concepción, el espiritismo la está aportando al pensamiento, a la conciencia de las generaciones. Y por eso tenemos el deber de mantenerla, de afirmarla en su integridad, en su plenitud; tenemos que afirmarla a la faz del mundo, y será la obra de ese Congreso, será obra de ustedes, Señores, porque consideramos que es el instrumento indispensable, el instrumento absolutamente necesario para cumplir la renovación moral y la pacificación universal. (Aplausos.)


Quizás me dirán: es una utopía, es una quimera. De hecho ya nos lo han dicho. Nos han dicho que eran sueños, dulces sueños, pero aquí tengo un argumento a la vista, y puedo contestar a nuestros objetores sobre este punto: ¿No es esa Federación que se está constituyendo, la prueba de que nuestras esperanzas se pueden cumplir? Esa Federación todavía es muy joven, pero poco a poco irá fortificándose, crecerá, ya tiene representantes en todos los medios, en todas las naciones, y no será demasiado esperar que algún día, siendo más fuerte, más poderosa, provocará un movimiento de opinión que llevará al mundo entero hacia horizontes más amplios, hacia horizontes menos oscuros, hacia un destino menos lleno de peligros y amenazas, y que por fin la Humanidad podrá relucir una época más feliz, más tranquila, más exenta de pasiones, de errores que se entrometen en su obra de elaboración y de evolución. (Aplausos.)


Termino, Señoras y Señores, pero, antes de acabar, ¿no es un deber recordar la memoria de aquellos que han puesto las bases y han trazado las fundaciones de esa obra que se eleva lentamente, pero que un día albergará el pensamiento y la conciencia de las generaciones? Honremos a esos hombres laboriosos quienes, la frente alta y el alma serena, no temieron afrontarse a la opinión hostil y proclamar sus convicciones y el resultado de sus labores. En primera línea, coloco a los eruditos ingleses que, desde William Crookies hasta Lodge, pasando por R. Wallace, por Myers, por Barrett, y sin olvidar a nuestro amigo Conan Doyle, han dado un tan gran ejemplo. Muchas veces he citado el ejemplo de los eruditos ingleses, y recordado el coraje con el que han afrontado la opinión. Es gracias a ellos que hoy podemos ver elevado ese magnifico edificio del pensamiento, de la ciencia humana.


No tenemos en Francia, hay que reconocerlo, que presentar tantos nombres gloriosos, pero nosotros también tenemos nuestros pioneros, nuestros luchadores, nuestros eruditos laboriosos. Sólo citaré algunos nombres, y recordaré, sin hablar de Allan Kardec quien es el gran iniciador y tiene su lugar aparte, pero quedándome en el ámbito exclusivamente experimental, recordaré los nombres del Dr Paul Gibier, del coronel De Rochas, del Dr Geley, de Camilla Flammarion y de otros nombres que ustedes recuerdan y de los que luego hablaremos durante más tiempo. Es gracias a esos hombres que la ciencia francesa, tanto tiempo refractaria, tanto tiempo indecisa o indiferente, empieza a meterse poco a poco en la vía que, por las circunstancias y por la fuerza de la verdad, la llevará a constatar la existencia de ese mundo invisible con el que hemos logrado entrar en comunicación y del que nos llegan todas las inspiraciones y la valentía necesaria para seguir nuestra obra laboriosa.


Sí, la ciencia, ustedes lo saben, ha empezado a interesarse a las fuerzas ocultas por vía de la telegrafía sin hilo, de la telefonía sin hilo, y ha tenido que reconocer que la radioactividad no era solamente una propiedad de algunos cuerpos químicos, sino que todos los cuerpos vivos pueden emitir efluvios y radiaciones.


Hoy mismo, el Profesor Casamalli de Milan acaba de establecer la realidad de esos efluvios, de esas radiaciones de los cerebros humanos que pueden hacer vibrar aparatos receptores a distancia. Es así que poco a poco, la ciencia avanza en un camino que le llevará hacia ese océano de fuerza y de vida espiritual que nos rodea, nos domina, nos sumerge de alguna forma, que hemos ignorado hasta ahora, y que encierra riquezas y tesoros incalculables.


El día se acerca en el que la ciencia tendrá que reconocer la existencia de esos grandes corrientes de ondas, de esos haces radiantes que pueden transmitir el pensamiento de un mundo a otro, que vincula entre ellos todos los seres y todos los mundos y por los que las inspiraciones superiores pueden bajar de un plano más elevado hasta nosotros. El día que la ciencia se de cuenta de ello, tendrá que reconocer por consiguiente, la posibilidad de comunicaciones espíritas, la posibilidad de comunicaciones entre este inmenso mundo invisible y el mundo de la Tierra. Entonces, todas las inteligencias y todos los corazones podrán brillar en una misma convicción, en una misma creencia basada en un conocimiento más perfecto, más completo, más extendido de la obra divina en su admirable equilibrio y en su eternal belleza. (Aplausos.)


Terminando, recordaré a todos aquellos que, hace algunos años, en el frente ingles, en el frente francés, han caído defendiendo nuestro suelo, luchando por la libertad del Mundo y que, con su sangre, han sellado el pacto entre nuestras dos Naciones, entre nuestras dos razas, pacto de alianza que ira, poco a poco, extendiéndose a todos los pueblos y provocando ese gran movimiento espiritual del que he hablado antes. ¿No es nuestro deber recordarles? Están aquí planeando encima de nosotros e inspiran nuestras labores, estimulan nuestra marcha: muchos de ellos han reencarnado, y algunos otros se reencarnarán para seguir con nosotros con los combates del pensamiento, disipar los errores, las sombras del pasado, y afirmarse cada vez más en una gloriosa apoteosis. Menciono su recuerdo, porque me parece oír sus voces junto a todas aquellas de las que he hablado antes, decirnos: Elevad vuestros pensamientos hasta nosotros, con el fin de que, en una comunión intima y profunda, aseguremos en esta humanidad el paso, el triunfo, la dominación de la idea sobre la materia, el triunfo del alma sobre el cuerpo, y hagamos conocer a todos el verdadero sentido de la vida, la ascensión hacia ese futuro espléndido que nos espera a todos y que nos recompensará según nuestros méritos, según los esfuerzos que habremos realizado para la causa del Bien, para la causa de la Verdad! (Aplausos.)



Congreso Espírita Internacional de París, 1925

Discurso pronunciado por Léon DENIS, presidente del Congreso, en la sesión de apertura del 10 de Septiembre (recogido por estenografía).


Señoras y Señores,,


Al llamamiento de mis hermanos, he salido del retiro en el que vivo desde hace diez años en la meditación y en el comercio intelectual con los Invisibles. He salido de ello, para hacer entender a los congresistas palabras de bienvenida, de concordia y de ánimo; para ofrecerles los frutos, los consejos de mi larga experiencia.


Fue una gran alegría para mí, poder saludar, el domingo pasado, en esta misma sala, los delegados de las naciones, venidos para aportar el testimonio del desarrollo mundial, incluso diría del triunfo de nuestra causa.


Si echo una mirada hacia tras sobre el camino recorrido, puedo decir que he seguido paso a paso la marcha del espiritismo en Francia desde hace cincuenta años. He participado en las luchas que el espiritismo ha tenido que sostener para hacerse con un espacio en nuestro país, a saber en un mundo petrificado por el dogmatismo o el materialismo.


He sufrido la resistencia obstinada del bloque formado por las opiniones hostiles y los intereses combinados; como todos los propagandistas del Espiritismo, he conocido las alternativas de la conspiración, del silencio y los asaltos furiosos de la calumnia y de la denigración.


La tarea ha sido dura, a ciertas horas; pero, a pesar de los obstáculos de toda clase, el espiritismo ha seguido su camino; se ha difundido en todos los medios, y hoy tengo la satisfacción de poder saludar en esta asamblea, el coronamiento de tantos esfuerzos, la consagración de tantas labores y las primeras luces de un alba nueva.


Los conferenciantes actuales no pueden entender la acogida que recibíamos al principio, pero me gusta afirmar que en las horas difíciles el apoyo del más allá nunca nos faltó. Nos sentíamos ayudados, apoyados por las fuerzas radiantes y las intuiciones de los guías invisibles, y, hasta en las contradicciones las más violentas, sentíamos pasar sobre nosotros alientos poderosos, corrientes inspiradoras.


Por mi cuenta, he sentido esa acción del más allá, sobre todo cuando fraudes estrepitosos volvían la situación más delicada y más perturbada. También, creo tener que dar un testimonio de gratitud hacia los grandes Espíritus cuya ayuda nunca nos ha faltado, hacia esos grandes Espíritus que, actualmente, planean todavía encima de este Congreso para inspirar los trabajos y dirigirlos en un camino recto, en un camino seguro!


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*   *


Aquí, se plantea una pregunta. Pregunta que me han hecho muchas veces, y también desde el principio de este Congreso. ¿Qué es entonces y en realidad el espiritismo?


¿El espiritismo sólo es una ciencia? ¿Es una doctrina? ¿Es una religión? Tomemos, si ustedes lo desean, la palabra religión en su sentido amplio y elevado y no en el sentido litúrgico.


Entonces, contesto claramente: el espiritismo es mucho más que eso, me explico:


En su evolución a través de los siglos, el hombre creía tener que fijar demarcaciones entre los distintos ámbitos del pensamiento; ha levantado entre ellos lo que yo llamaría tabiques herméticos, ha creado compartimentos. En uno de ellos ha depositado la ciencia, en otro la filosofía; En otro lugar están las religiones y todo eso se contradice, se combate y de esos conflictos, resulta un estado de confusión, de incertidumbre que es la causa de la mayoría de los males que sufre la humanidad.


Sin embargo, el espiritismo, lejos de confinarse en esos moldes anticuados, en esos compartimentos estrechos donde la memoria se debilita y se empobrece, los desborda por todas partes. El espiritismo se esfuerza, no para destruirlos, no para romperlos, pero para agrandarlos, alargarlos; para sacar el espíritu humano de las rutinas del pasado y elevarlo hacia niveles superiores del conocimiento, hacia una comprensión, una concepción más amplia, más completa de la vida universal; hacia una síntesis en la que puedan unirse y fundirse, un día, todas las formas del pensamiento y de la ciencia.


El espiritismo no es más que el estudio de la vida en su realidad, en su plenitud; la vida bajo sus dos formas alternantes: visible e invisible. Todavía son pocos los hombres e incluso los científicos, que conocen la vida invisible y que hayan conseguido sacar las leyes. Y sin embargo, esa vida nos domina, nos rodea, nos abraza; salimos de ella al nacimiento y volvemos a sumergirnos en ella a la muerte. La vida invisible es sin límite tanto en el tiempo como en el espacio; es preexistente y superviviente a todo, mientras que la vida terrestre no es más que una forma pasajera de la existencia, fugitiva como la sombra de un instante.


La vida invisible es el foco de fuerzas, de poderes que animan el Cosmos: es el mundo de las causas, de las fuerzas y de las leyes; sin conocerla, ningún hombre, ningún científico conseguirá resolver el enigma del universo.


Entonces, ¿cómo podríamos encerrar las manifestaciones de esa vida inmensa en los moldes estrechos, en los compartimentos exiguos que nos lega la ciencia del pasado? Por eso nunca me cansaré de gritar a todos: amplíen sus marcos y sus métodos, si quieren entrar en el camino ancho, en la etapa nueva que el espiritismo abre al pensamiento y a la ciencia!


Es evidente que, frente a las perspectivas que se abren, las formas del pasado y los marcos de la ciencia humana se vuelven insuficientes para dar, al estudio del mundo invisible y a las pruebas de la supervivencia, el lugar que se merecen.


Lo mismo ocurre con la religión cuya información sobre la vida futura ha resultado ser inexacta o incompleta según el testimonio universal de los difuntos.


En cuanto a la filosofía, a pesar de las bellezas que nos ofrece, hay que reconocer que sus sistemas múltiples y contradictorios aportan más oscuridad que luz al problema del destino. En este aspecto otra vez, el espiritismo nos entrega una síntesis más conforme a la realidad de las cosas y a la verdadera ley de los renacimientos.


Para comprender la resolución profunda que el espiritismo aporta en el ámbito de los conocimientos humanos, hay que elevarse encima de los fenómenos vulgares y vivir en la intimidad de los grandes Espíritus; hay que recoger sus enseñanzas como lo han hecho Allan Kardec y todos aquellos que han seguido sus consejos.


Por encima de los hechos de orden físico, hay que dar a los fenómenos intelectuales la parte preponderante que se merecen, como lo ha demostrado con autoridad Sir W. BARRETT en su reciente gran libro: Al filo de lo Invisible.


Sólo entonces, podremos aportar y medir todo el alcance social del espiritismo y sus amplias consecuencias, apreciar toda la grandeza y la belleza de una revelación que trae consolación, esperanzas, fuerza moral a la pobre humanidad a la deriva.


¿Han reparado en la transformación que se opera lentamente, silenciosamente – no diría en la fisonomía – diría más bien en el alma de nuestro planeta desde hace casi un siglo, a saber desde la aparición del espiritismo? Nuevas fuerzas han entrado en acción, porque el mundo invisible está obrando, y de los choques, de los conflictos producidos por el encuentro de nuevas corrientes con las fuerzas resistentes del pasado, resulta un estado de confusión que se asemeja a veces al caos. Pero el observador atento, en medio de esa confusión, discierne la acción de las fuerzas que trabajan en la elaboración de un orden nuevo.


Y bien, a esa humanidad que se levanta ardiente, apasionada, ávida de vivir y de crecer, le hace falta nuevas formas, le hace falta una creencia, un credo universal que una todos los pensamientos y todos los corazones en una aspiración común hacia el bien, hacia la belleza suprema, hacia Dios! Y será el espiritismo, el propulsor de esa obra de realización futura.


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Para terminar, quiero recordarles una cosa importante, es que, en la marcha de la humanidad, en esa marcha a la estrella, a saber hacia la verdad, hacia la luz, hacia ese lejano objetivo que se llama perfección, ustedes están a la vanguardia de esa larga caravana humana y deben servirle de guías.


Y esa situación privilegiada también les impone grandes obligaciones y grandes responsabilidades: el deber de mantener, de defender, de afirmar a la faz de la tierra los principios formulados por Allan Kardec y por los apóstoles anglo-sajones, los principios del nuevo espiritualismo, que, en medio de la confusión y del desorden moral de nuestros tiempos, parecen ser uno de los últimos refugios del pensamiento, una suprema esperanza e igual incluso un medio de salvación de la pobre humanidad todavía atada en tantos puntos, a la materia.


Es por ello que les animo a apartar de sus labores, de sus debates, todo aquello que pueda debilitar, empobrecer los principios consagrados por todos los congresos anteriores. Esos principios son un legado muy valioso, tienen que salir de sus estudios, más brillantes, más resplandecientes que nunca, con el fin de que cumplan en el mundo su papel renovador, regenerador.(Aplausos.)



Sesión de clausura, el 12/09/1925.


Discurso de Léon DENIS, presidente del Congreso

Hermanos y Hermanas en creencia, los congresos anteriores han sido, lo saben, igual que las etapas de ese gran movimiento de ideas que se llama Espiritismo. Todos esos congresos, particularmente el de Paris, en 1900, los de Lieja y Ginebra, más recientes, han tomado como base de sus trabajos y han afirmado en sus conclusiones, los principios del espiritismo establecidos por Allan Kardec según las enseñanzas de los Espíritus recogidos desde todos los puntos del mundo.


A lo largo de los debates y en todos sus trabajos, los congresistas tuvieron cuidado de apartar todo aquello que hubiese podido dar al espiritismo un carácter dogmático, un carácter místico o sectario; dejando de esa forma el espiritismo abierto a todos los progresos, a todos los desarrollos del futuro, y eso en respuesta a aquellos que pretenden que el espiritismo es una ortodoxia, mientras que el espiritismo es una filosofía viva y libre y que evoluciona en el camino de los conceptos del pensamiento y de la ciencia.


De esas labores, de esos debates, ha salido una poderosa corriente de opinión, una corriente que ha crecido, que se ha acentuado y que se ha vuelto una fuerza regeneradora, una corriente que ha penetrado en todas partes como pueden verlo a su alrededor, en la literatura, en las artes, hasta en el periodismo, y que ha terminado por imponerse a la atención de todos.


Y ahora es ese Congreso de 1925 el que viene coronando de forma magnífica toda esa serie de esfuerzos, todos esos largos trabajos, esas largas labores. Ustedes han afirmado en su conciencia, en su alma, en su pensamiento, los mismos principios que defendemos desde hace medio siglo y que ya han sido consagrados por los congresos anteriores. No hay, pues, reniego, no hay, pues, escisión, hay una continuidad, la armonía de un mismo pensamiento que evoluciona, que sigue al través del tiempo. Pero ustedes aportan algo más, aportan algo nuevo, es esa federación, esa organización, que ya es fuerte, porque se extiende hasta las extremidades del globo y porque reúne, junta, para caminar hacia delante, todas las fuerzas del pensamiento, de la inteligencia y del corazón. Y será más tarde una palanca capaz de levantar el mundo del pensamiento y de la ciencia.


También, cuando la historia grabe los principios de ese gran movimiento de ideas, rendirá homenaje a sus labores, a sus esfuerzos y a sus intenciones.


Pueden estar pues, orgullosos de su obra, de la parte que han tomado, y cuando volverán a sus tierras, a sus hogares respectivos, podrán decir a todos que el espiritismo está bien vivo y que ha salido más fuerte y poderoso que nunca del trabajo de ese Congreso.


Hoy en día, la fuerza del espiritismo y su papel importante aparecen a vista de todos. Todo el mundo ve que aporta una solución a muchos problemas y un remedio a muchos males. Ustedes han visto, han seguido los esfuerzos de las naciones para establecer la pacificación universal. Ustedes saben que en Inglaterra como en Francia, graves problemas sociales están suspendidos sobre nuestras cabezas. En Francia, por ejemplo, tenemos esa grave cuestión de la reforma de la enseñanza, la creación de una educación popular que arranca las generaciones que suben a las sugestiones del egoísmo, del materialismo y de la anarquía. Ustedes tienen en sus manos los medios para facilitar esas reformas y esos progresos.


Vamos a separarnos, pero antes, déjenme dar un caluroso agradecimiento, un cordial agradecimiento a todos nuestros abnegados colaboradores y, en primera línea, a nuestra secretaria general, que ha realizado una tarea aplastante, con una facilidad, una habilidad, un ánimo, que le han permitido ganarse la admiración de todos. Doy las gracias a todos esos hombres dedicados y generosos, aquí presentes, que han aportado sus piedras al edificio que elevamos al pensamiento y a la ciencia. Doy las gracias a la prensa que ha querido dar un relato casi siempre benevolente de nuestras labores y de nuestros esfuerzos, y propagar sus ecos a través el mundo.


No quería olvidarme a nadie, y les agradezco, a todos ustedes que han mostrado una atención y una perseverancia sostenidas a lo largo de nuestras sesiones.


Déjenme, en último lugar, recordarles una anécdota, un recuerdo:


En el Congreso de 1900, que yo presidía, los delegados españoles, Aguarod y Estéva Marata, habían ido a París con un sentimiento de entusiasmo, y diciéndose para sus adentros: « Vamos a encontrar en la patria de Allan Kardec una organización digna del espiritismo y unas instalaciones conforme a la grandeza y la fuerza de la idea.» Después de una visita al cementerio “Père-Lachaise”, buscaron el centro de reunión del espiritismo parisino. Pero los espíritas parisinos eran pobres. Después de muchas búsquedas, acabaron por encontrar en la calle “Faubourg-Saint-Martin”, en el fondo de un patio, una construcción con tablas que a lo mejor había hecho de cuadra en su tiempo, y que era apropiada a las reuniones espíritas. Esa construcción estaba cerrada ya que sólo se usaba el domingo, y fue para aquellos delegados una gran decepción. Tuve hasta dificultad para realzar en sus mentes, la opinión que podían tener del espiritismo francés. Pero, poco a poco, en base a demostraciones fraternales, y sobre todo gracias a vibrantes discursos pronunciados al final del Congreso, pude despertar en ellos este entusiasmo que parecía estar apagado.


Hoy, ya no es en una construcción de tablas que han sido recibido, pero en un magnifico hotel, admirablemente apropiado a todas las necesidades de la causa, con múltiples servicios. Se trata de una obra completa y armónica. Ese local que todos ustedes conocen, en la calle Copernic, se completa con un Instituto que posee todos los perfeccionamientos necesarios a la experimentación. Todo esto se debe al Señor Jean MEYER, a quien estoy contento de expresar la gratitud de todos los miembros del Congreso por los enormes sacrificios que ha hecho al conseguir dar a nuestra obra una cara digna de sí, digna del respeto y de la consideración de todos. En fin, quiero recordar la perseverancia, la voluntad tenaz con la que, en medio de muchas dificultades, el Señor Jean Meyer ha sabido preparar esos grandes cimientos del espiritismo y asegurarle el éxito.


En último lugar, doy las gracias sobre todo a nuestros hermanos ingleses, americanos, y a aquellos de todas las naciones que han venido a participar a nuestras labores, y particularmente a Sir Arthur Conan Doyle quien ha dado un impulso tan vigoroso a la opinión espírita y ha hecho resonar con su habla vibrante y con el resultado de sus proyecciones, toda la prensa francesa. Nos ha prestado una ayuda que nunca olvidaremos, y cada vez que querrá volver a Francia, al igual que ustedes, mis Hermanas y Hermanos, estarán acogidos de una forma absolutamente sincera y fraternal. Adjunto a esas palabras, mis homenajes a Lady Conan Doyle, que ha acompañado al ilustre escritor a través el mundo, porque es en el mundo entero que ha sembrado las semillas de la verdad y de la creencia.


Vamos a separarnos, y quizás nunca volveremos a vernos en este mundo, pero sin duda volveremos a vernos en el otro, y trabajaremos otra vez en servir la causa de la verdad, y en propagar cada vez que podremos, los rayos del sol naciente que es el espiritismo!


Terminando, invoco sobre ustedes las radiaciones de arriba, invoco sobre ustedes las corrientes de la fuerza divina, para que les penetren, vengan a fecundar sus almas y hagan persistir en ustedes esa devoción, ese coraje, esa abnegación que les ayudarán a afrontar las dificultades de la vida, y de esa forma triunfarán del escepticismo y del materialismo difundiendo por el mundo la fe y la convicción que están en sus corazones.(Aplausos.)


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*   *


Después de los aplausos que saludaron el final del discurso del venerado presidente del Congreso, nuestro simpático hermano, el Señor Oaten, delegado de Gran Bretaña, secretario de The Two Worlds, expresa el placer de los espiritas de Ultra-Mar de ver al Señor Léon Denis, que muchos sólo conocían de nombre. Da las gracias al Señor Meyer y a todos aquellos que, de cerca o de lejos, han colaborado a esa gran obra del Congreso, y a la bonita exposición, cuyo merito se debe en gran parte, al Señor Pascal Forthuny.


Las divergencias de opinión, dice él, que parecen existir o que se presentan entre los hermanos franceses, ingleses o americanos no son más que aparentes en realidad; resultan sobre todo de las diferencias de palabras, de educación, y de la influencia que ha ejercido sobre nosotros el entorno en el que hemos sido criados. El Señor Oaten ve precisamente en esa reunión estrecha de todos los espíritas, en esas audiencias mundiales, la única oportunidad de aplanar las dificultades y de dar vida a esos comienzos de fraternidad humana a la que queremos. Nos dieron cita para el próximo Congreso internacional.


El Dr Wallace, miembro de la Sociedad de Estudios Psíquicos de Londres, se une a las palabras pronunciadas por el Señor Oaten, y dirige a su vez y en nombre de la London Spiritualist Alliance, sus agradecimientos a los organizadores del Congreso.


El Señor Reverendo Grimshaw, que representa la más importante reunión de espíritas del mundo entero: la Nacional Spiritualist Association de Nueva York y de los Estados Unidos, nos expresa su placer de estar con nosotros. Saluda la creación de la Federación Espírita Internacional como el medio más efectivo y más práctico para hacer que esta fraternidad se haga universal y se haga del todo real, no sólo en las palabras, pero también en los actos. Afirma que si es necesario que una palabra esté dicha en toda América para que esta se relacione con la Federación Espírita Internacional, él pronunciará esa palabra desde California hasta el Estado de Nueva York.


La Señora Cadwallader, editora del importante cotidiano The Progressive Thinker, se une también a los agradecimientos de nuestros hermanos ingleses. Anuncia al Congreso que los espiritualistas americanos han decidido elevar un monumento afirmando la doctrina espírita, que será construido en memoria de los hechos de Hydesville donde fueron observadas las primeras manifestaciones. Este monumento, cuyo principio ha sido adoptado por todos, tendrá por objetivo mostrar toda la grandeza, toda la acción moral y social y todos los objetivos que persiguen los movimientos espíritas en general. La Señora Cadwallader promete traducir en los periódicos americanos el gran esfuerzo que se ha llevado a cabo hacia la unión internacional. Rindiendo homenaje a Allan Kardec, nos agradece haber saludado a aquellos que, en Hydesville, han llamado la atención del universo con la siguiente afirmación: « ¡La muerte no existe! »


El Señor Mack, que representa el importante movimiento ingles a favor de la infancia, piensa que la atención que el Congreso ha dado a ese grave problema se traducirá por realizaciones que se ampliarán según los medios disponibles.


El Señor Rishi, el valioso delegado de las Indias, después de unirse a los agradecimientos ya expresados, afirma que en la India, millones de hindúes admiten nuestras teorías de una forma del todo normal. Formula el deseo que, algún día, el Congreso espírita tenga lugar en las Indias.


el Señor Allans da los saludos de la California donde el Doctor Schild ha organizado la enseñanza del espiritismo, con el fin de hacer entender a los hombres la fraternidad que les une.


El Señor Beversluis, delegado de Holanda, recita un delicado poema espírita que lamentamos no poder reproducir aquí por falta de sitio.


Después de todas esas alocuciones, Léon Denis se vuelve a levantar y pronuncia las siguientes palabras:


Queridos Hermanos y Hermanas,


Han afirmado y han hecho más estrecha la colaboración de los dos mundos, visible e invisible. Han hecho más estrecha la intervención de los Espíritus en la evolución humana, en su participación a nuestros trabajos, y a nuestros esfuerzos, con el fin de que la humanidad sea más sabia, más alumbrada y más feliz. Qué os asistan las fuerzas invisibles, que los rayos celestes que nos han ayudado les protejan para que en el resto de sus existencias, puedan seguir aportando su ayuda a esa gran obra. Qué sus pensamientos estén siempre unidos a los suyos por el bien común, el bien de la humanidad.