domingo, 23 de septiembre de 2012

CONSECUENCIAS DEL SUICIDIO








CONSECUENCIAS DEL SUICIDIO


Para poder abordar este tema tan delicado como es el suicidio, no tengo más remedio que, reportarme primeramente a la esencia misma de toda la Creación: Dios.

El Padre generador de todas las cosas; desde las cosas más ínfimas, hasta los grandes Imperios Estelares, mostrándonos a cada momento de nuestra vida, su Poder y su Gloria en todas las manifestaciones de la Naturaleza, que el hombre, en la mayoría de los casos, no sabe apreciar por ser un fenómeno habitual a sus sentidos, cuando vemos, por ejemplo, como de la unión de un espermatozoide masculino y un óvulo femenino, se crea una nueva vida, un nuevo cuerpo perfecto para que, en él pueda un Espíritu adquirir su tan necesaria experiencia terrestre, con vistas a su evolución y desarrollo espiritual.

Decimos: ¡Qué sabia es la Naturaleza!, cuando observamos como un grano de trigo al encontrar el cobijo de la Tierra en buenas condiciones, germina, transformándose en una hermosa espiga. ¡Cuanta perfección hay a nuestro alrededor! Cuando vemos al gusano morir para la Tierra; transformarse en hermosa mariposa.

Nos quedamos extasiados, al ver, a través de las Estaciones, el árbol aparentemente seco, reverdecer llenándose de flores y, posteriormente de sabrosos frutos.

No nos queda más, que admitir la perfección en nuestro entorno.

Pero estos fenómenos, por estar sujetos a leyes inmutables, nos parecen naturales, normales y, pocas, muy pocas veces obligamos a nuestra mente a la meditación sobre hechos tan transcendentales; el ser que piensa y medita sobre ello liberado de toda carga de orgullo y vanidad, que tanto nos ciega y tanto nos embrutece, la criatura humana, humilde y sincera, no puede por más que ver en todo lo que nos rodea, la manifestación poderosa y sabia del creador, alabando al Padre Supremo en su majestad y su gloria.

LA CREACIÓN

Pues bien, una vez asentada la paternidad de Dios sobre toda la Creación, vamos a abordar ésta para entender que todo lo que existe, que todo lo que vibra a nuestro alrededor, en sus múltiples formas visibles o sutiles, tiene un único principio o, una única esencia: El Fluido Cósmico Universal, o sea, todo lo que nosotros llamamos materia sea conocida o no, deriva de una misma fuente, de la cual salen los astros, los soles, las galaxias, los animales, las plantas, el aire, el agua y también el Hombre; además, Dios crea paralelamente el Principio Espiritual; parte inteligente de la Creación con el fin de , auxiliándose del principio material, elevar la vida a las cotas más altas de la perfección.

Así tenemos la Trinidad Universal: DIOS, ESPÍRITU y MATERIA.

Dios como creador absoluto; Espíritu, creado a imagen y semejanza de Dios y Materia, emanación del Todo sabio para desarrollo y evolución de la vida en sus múltiples facetas.

EL HOMBRE

El Hombre, Espíritu en grado de desarrollo intelectual y moral apto para la vida organizada y libre, está formado por una triple naturaleza: Humana, Astral y Espiritual.

Humana: auxiliado de la materia de su cuerpo físico, organismo perfecto y perecedero, donado por el Creador para adquirir del plano físico toda la experiencia, que la materia nos brinda a través de la vivencia como encarnados.

Astral: dotado de un cuerpo fluídico o Periespíritu, que siendo el doble del mismo organismo físico, aunque imperecedero, funciona como soporte del Espíritu, cuando nos separamos del cuerpo material compacto, cual es el cuerpo físico.

Espiritual: esencia misma del Todopoderoso; ser inteligente e inmortal, llamado a la gloria de la perfección por la misericordia del Padre magnánimo y misericordioso.

Por tanto podemos ver, que el Hombre es un Espíritu que, utilizando a veces la coraza de un cuerpo de carne y otras, del cuerpo fluídico, va desarrollándose a través de los siglos, adquiriendo las virtudes necesarias para que un día no necesitemos más la encarnación y podamos seguir nuestra vida inmortal e imperecedera, a través de los siglos, en los mundos universales, sin la pesada carga del cuerpo carnal, para ello tendría que utilizar de forma correcta, los diferentes cuerpos que le son ofrecidos, para la bendita adquisición de valores, al mismo tiempo que vamos lavando nuestras faltas en la escuela de la vida, en este punto ya podemos entender nuestra naturaleza, qué somos y hacia dónde nos dirigimos.

EL SUICIDA

El suicida es un Espíritu cobarde e ignorante que huye a los compromisos adquiridos en la Espiritualidad, como medio de rescate de su propio pasado; destruyendo un cuerpo que no le pertenece, ya que es una obra de Dios, un instrumento puesto al servicio del hombre para su propio progreso y, huyendo a los compromisos de rescate, lo único que consigue es, agravar sus deudas para con las leyes sabias e inmutables de Dios; teniendo que volver a reencarnar de forma más precaria que la vez anterior, con el fin de saldar las deudas que su propia conciencia le reclama, a fin de hallar la paz que todos anhelamos y necesitamos.

Distintos modelos de suicidas: conscientes o inconscientes.

Alimentación, tabaco, alcohol, drogas, desequilibrio emocional por la insatisfacción y profundo desorden.

1ª SORPRESA DEL SUICIDA

¿Cuál es la primera sorpresa del suicida al realizar el acto criminal y cobarde del suicidio?
Evidentemente, sentir el terror de seguir sintiéndose vivo, no obstante el dolor inmenso que está padeciendo.
Sigue pensando; llegando al límite de las resistencias, fustigado por los mismos problemas que lo llevaron al suicidio y por el dolor tremendo de las heridas que se ocasionó, siendo el ahorcado, por ejemplo, que padecerá la asfixia constante por falta de oxígeno.
Si es que se arrojó a las aguas intencionadamente, sentirá por mucho tiempo, como las aguas penetran e inundan sus pulmones, al mismo tiempo que bracea y patalea en acción refleja, sin conseguir asirse a ninguna parte. Si recurrió al veneno, sentirá el veneno quemar sus entrañas, de una forma tal, que pedirá a Dios, lo fulmine con el fin de dejar de sufrir.
Si acabó su vida con un tiro en la cabeza, será la bala que va penetrando las capas de su cerebro de forma constante, percibiendo como va destrozando cada fibra íntima, repercutiendo los dolores agudos al mismo tiempo que la herida no deja de sangrar.
El que se quemó, será el fuego el que se encargue de torturarlo de forma indeterminada, sin que jamás, se extingan sus llamas. Al que se arrojó a algún vehículo en marcha, será la visión de sus carnes despedazadas, las que constantemente le martiricen el cerebro, percibiendo el triturar de sus huesos y el desgarramiento de su cuerpo.

Sea cual sea la forma de suicidio, lo único que encuentra el suicida, es horror y desespero. La vida no se extingue jamás; la criatura siente esa sorpresa que no esperaba y pasa a vivir las más altas cotas de sufrimiento que a él le parece que no tiene fin, lo que le aumentará su desesperación.

¿POR QUÉ TANTO DOLOR EN EL SUICIDA?

En primer lugar, el suicida es un tránsfuga de la Ley de Dios,
Atentando contra el V Mandamiento: NO MATARÁS, huyendo a sus responsabilidades, que en la mayoría de las veces, fue él mismo que las eligió, las pruebas y expiaciones, que lo condujeron al suicidio, con el fin de rescatar el pasado culpable, es por lo que pasa a sufrir un dolor moral de grado superlativo: es su propia conciencia que le reclama de forma que no puede evadirse del acto criminal, pasando a la condición de reo, habitando los lugares más infelices del mundo espiritual.

También encontramos paralelamente al dolor moral, el dolor físico, pues no debemos olvidar, que al mismo tiempo que lesionó su cuerpo físico, al punto de causarle la muerte, hizo lo mismo con su cuerpo periespiritual que, aunque inmortal, sí está lesionado en la misma cuantía que el físico, siendo que la mente recibe de el Periespíritu, la respuesta de dolor, como consecuencia del acto brutal del suicidio.
Dolor éste que parece multiplicarse, al no tener el organismo carnal que lo amortigüe; no olvidemos que, cuando encarnamos para una nueva vida, llevamos como tesoro un organismo repleto de fluido vital; energía ésta en cantidad suficiente al número de años que por nuestra programación, deberemos vivir en la superficie del planeta como encarnados. Al cortar violentamente, a través del brutal acto del suicidio, nuestra vida encarnada, rompiendo éste lazo de unión con el Periespíritu, éste queda repleto de esta energía vital animalizada; siendo ésta misma energía, que refleja la sensación de la materia, en este caso, violentamente destruida, y pasa a vivir su mente el dolor material, la sensación de deterioro.
A veces vive todo el período de putrefacción de su cuerpo, notando como los gusanos corroen sus entrañas; no pudiendo separarse del cuerpo hasta su completa desintegración.

¿DÓNDE ESTÁ LA MISERICORDIA DE DIOS?

La misericordia de Dios la encontramos a cada paso que damos en la vida de encarnados y de desencarnados, pues Dios nunca nos condena, somos nosotros con nuestros actos rebeldes que nos ocasionamos tantas desgracias, por no seguir la senda del deber: Dios, en su infinita misericordia quiere que todas sus criaturas, un día gocen de la felicidad plena, una vez que hallan alcanzado, con su propio esfuerzo, las cumbres de la evolución y para ello, disponemos de todos los medios necesarios: un cuerpo carnal para las sucesivas encarnaciones planetarias, al mismo tiempo que un cuerpo fluídico para la vida en el espacio; una casa planetaria con todo lo necesario para la vida del Hombre, con todos los recursos a la medida de su evolución.

Nos proporciona el bien de la familia, como medio de educación y progreso, reforzándonos para enfrentar la edad adulta en buenas condiciones morales y físicas; nos provee a cada uno de nosotros de un Espíritu Guía y protector para que constantemente nos guíe por la senda correcta, orientándonos en el bien y en la buena moral. Nos permite la ayuda de Espíritus amigos y familiares con el fin de inspirarnos por el camino correcto.

Nos dio a un Guía Planetario, para dirigir la evolución de nuestro orbe, tanto desde el Plano Espiritual, como del físico, siendo que hace unos dos mil años, encarnó entre nosotros, dándonos el Código de la más alta moral, para nuestra propia salvación, ¿y nosotros qué hacemos a cambio?

Hacemos oído sordo a los buenos consejos de buena moral cristiana.

Nos engolfamos en los vicios más bajos y desastrosos. Nos parapetamos en nuestro castillo inexpugnable del orgullo desmedido y de la vanidad exagerada.

Rechazamos todo lo que nos puede conducir a ser mejores personas, y en el máximo de nuestra iniquidad, apedreamos, insultamos, calumniamos, azotamos y crucificamos al Salvador de ésta Humanidad; despreciándolo entonces y ahora.

Pues hoy, dos mil años después, seguimos despreciando esa luz, que a través del Evangelio nos dejó el Maestro de maestros, el venerable Jesús. Y aún decimos, ¿dónde está la Justicia y la Misericordia de Dios?

Se nos han dado, además, los testimonios de una infinidad de Espíritus elevados que vinieron a encarnar entre nosotros, con el firme propósito de ayudarnos a comprender, para abrir nuestras mentes a un nuevo concepto de la vida. Para alejarnos de ese mal destructor por excelencia, el EGOÍSMO.

¿Y qué hemos hecho? No oír; seguimos regocijándonos en el mundo de las sensaciones.
No estamos dispuesto a ceder nada de lo que creemos es nuestro patrimonio personal.
Ni pensamos en la renuncia, ni en la humildad, y aún seguimos pensando, ¿dónde se encuentra Dios que no nos oye? No oye nuestros lamentos, creados por nuestra incuria y comodísimos, pero Dios nunca nos abandona, aunque hayamos descendido a los abismos del dolor y el desespero voluntariamente.

¿CÓMO PUEDE REHACERSE EL SUICIDA DE ESTA CONDICIÓN?

Naturalmente, nunca somos abandonados a nuestra suerte, siempre contamos con la ayuda y la protección de abnegados hermanos Espirituales que velan por nosotros. No hay nadie, ningún ser abandonado, por muy criminal que sea. Todos estamos siendo observados por ese Pastor que espera a sus ovejas descarriadas para introducirlas en el momento propicio en su redil.

Una vez que esas fuerzas animalizadas se van extinguiendo, es cuando estamos en condiciones de ser socorridos por abnegados Espíritus, rescatándonos de los lugares de terror y tinieblas, y conducidos a Casas de Socorros Espirituales, con el fin de ser reeducados y preparados psicológica y moralmente para volver a repetir esa encarnación frustrada, con el doble sentido de cumplir la programación de la Ley y, a la vez, reequilibrar y reajustar nuestro organismo Periespiritual, seriamente dañado por el acto del suicidio.

(Ejemplo del libro Memorias de un Suicida, del Espíritu Camilo Castelo Branco.)

(En que condiciones pueden reencarnar los suicidas)

Los suicidas pueden reencarnar en las más variadas y difíciles situaciones, soportando en la mayoría de los casos un cuerpo enfermo, tarado o desfigurado (consecuencia del desequilibrio producido con el acto del suicidio).
Pueden tener encarnaciones muy cortas, con el objetivo de reequilibrar sus fuerzas periespirituales al contacto con un nuevo cuerpo físico, y en la mayoría de los casos estos enfermos espirituales son conducidos a otros enfermos del alma; los hombres y mujeres que corrompieran los propios centros genesicos, por la delincuencia emotiva o por los crímenes reiterados del aborto provocado.
Para que sirviendo en la condición de enfermeros y guardianes como padres de estos espíritus endeudados ante la Eterna Justicia, al igual que ellos, se recuperan a su turno, regenerándose a sí mismos, a través del cuidado amoroso con que atienden a sus hijitos; sorbiendo lágrimas de dolor, al ver a sus pequeños atormentados por el dolor, ya desde la cuna.

¿QUÉ NOS DICE EL ESPIRITISMO DEL SUICIDIO?

El Evangelio Según el Espiritismo, en el capítulo V, página 80, Item 16, nos aclara la respuesta de la siguiente manera: "La incredulidad, la simple duda acerca del porvenir, las ideas materialistas, en una palabra: son los más grandes excitantes para el suicidio; engendran la cobardía moral, y cuando se ven hombres de ciencia apoyarse en la autoridad del saber, para esforzarse en probar a sus oyentes o a sus lectores, que nada tienen que esperar después de la muerte, ¿no equivale a conducirles a ésta consecuencia?, es a saber: ¿que si son infelices, nada pueden hacer mejor que matarse?

¿Qué podrían decirles que les desviara de esa idea? ¿Qué compensación pueden ofrecerles? ¿Qué esperanza pueden darles?
Nada absolutamente, sino la nada. De donde se sigue que, si la nada es el sólo remedio heroico, la sola perspectiva, más vale caer en ella enseguida que más tarde y sufrir de éste modo menos tiempo.

La propagación de las ideas materialistas es, pues, el veneno que inocula en un gran número el pensamiento del suicidio, y aquellos que se proclaman sus apóstoles, asumen una terrible responsabilidad. No siendo permitida la duda con el Espiritismo, el aspecto de la vida cambia; el creyente sabe que la vida se prolonga indefinidamente más allá de la tumba, pero en diferentes condiciones; de aquí nace la paciencia y la resignación, que naturalmente desvían el pensamiento del suicidio; en una palabra, de aquí viene el " valor moral".


¿Cómo podemos ayudar a los suicidas?
Oración y Evangelio en el hogar. Como medio de educar y fortalecer.

Artículo de: Esteban Zaragoza García
Espiritismo