1. Evocación. –Resp. ¿Qué deseáis?
2. ¿Podríais decirnos por qué habéis abrazado, de preferencia, la causa francesa en Oceanía? –Resp. Amaba a esta nación; además, mi interés me lo ordenaba.
3. ¿Habéis quedado satisfecho con el viaje a Francia que le hemos proporcionado a vuestro nieto y con los cuidados que le hemos dado? –Resp. Sí y no. Tal vez este viaje haya perfeccionado mucho a su Espíritu, pero esto lo ha vuelto completamente ajeno a su patria al darle ideas que nunca deberían haber nacido en él.
4. De las distinciones que habéis recibido del gobierno francés, ¿cuáles son las que os han dado más satisfacción? –Resp. Las condecoraciones.
5. Y entre las condecoraciones, ¿cuál preferís? –Resp. La Legión de Honor.
Nota – Esta circunstancia era ignorada por el médium y por todos los asistentes; ha sido confirmada por la persona que hacía la evocación. Aunque el médium que servía de intermediario fuese intuitivo y no mecánico, ¿cómo este pensamiento habría podido ser el suyo? Podría concebírselo para una cuestión banal, pero esto es inadmisible cuando se trata de un hecho positivo, del cual nada podía haberle dado una idea.
6. ¿Sois más feliz ahora que cuando estabais encarnado?– Resp. Sí, mucho más.
7. ¿En qué estado se encuentra vuestro Espíritu? –Resp. Errante, pero debo reencarnarme en poco tiempo.
8. ¿Cuáles son vuestras ocupaciones en la erraticidad? –Resp. Instruirme.
Nota – Esta respuesta es casi general en todos los Espíritus errantes; los que son más adelantados moralmente agregan que se ocupan en hacer el bien y que asisten a los que necesitan de consejos.
9. ¿De qué manera os instruís, ya que no debéis hacerlo del mismo modo que cuando encarnado? –Resp. No; trabajo mi Espíritu y viajo. Entiendo que esto es poco inteligible para vosotros; por cierto, lo sabréis más tarde.
10. ¿Cuáles son las regiones que frecuentáis con más gusto? –Resp. ¿Regiones? No viajo más por vuestra Tierra, estad bien persuadidos de esto; voy más alto y más abajo, moral y físicamente. He visto y examinado con el mayor cuidado mundos a vuestro naciente y a vuestro poniente que están todavía en un estado de barbarie espantosa, y a otros que están sumamente elevados por encima de vosotros.
11. Habéis dicho que en poco tiempo estaríais reencarnado, ¿sabéis en qué mundo? –Resp. Sí, he estado en él varias veces.
12. ¿Podéis designarlo? –Resp. No.
13. ¿Por qué en vuestros viajes dejáis de lado a la Tierra? –Resp. Ya la conozco.
14. Aunque no viajéis más por la Tierra, ¿pensáis todavía en algunas personas que aquí has amado? –Resp. Poco.
15. ¿No os ocupáis más, pues, con aquellos que os han manifestado afecto? –Resp. Poco.
16. ¿Los recordáis? –Resp. Muy bien; pero nos volveremos a ver y espero pagar todo eso. Me preguntáis si me ocupo con ellos. No, pero no por esto los olvido.
17. ¿No habéis vuelto a ver a ese amigo al cual yo hacía alusión hace poco y que, como vos, está muerto? –Resp. Sí, pero nos volveremos a ver más materialmente; estaremos encarnados en una misma esfera y nuestras existencias han de vincularse.
18. Os agradecemos por haber tenido a bien responder a nuestro llamado. –Resp. Adiós; trabajad y pensad.
Nota – La persona que ha hecho la evocación y que conoce las costumbres de esos pueblos, declaró que esta última frase concuerda con sus hábitos; es entre ellos una expresión usual, de algún modo banal, y que el médium no podría adivinar. Igualmente reconoce que toda la conversación se ajusta al carácter del Espíritu evocado y que su identidad es evidente para él.
La respuesta a la pregunta 17 ofrece una particularidad notable: Estaremos encarnados en una misma esfera y nuestras existencias han de vincularse. Está comprobado que los seres que se han amado se vuelven a encontrar en el mundo de los Espíritus, pero además parece –según muchas respuestas análogas– que pueden ligarse algunas veces en una otra existencia corporal, donde las circunstancias los aproximen sin que ellos lo sospechen, ya sea por los lazos de parentesco o por relaciones de amistad. Esto nos da la razón de ciertas simpatías.
Allan Kardec - Revista Espírita de
marzo de 1859
Traducción de los originales franceses y
notas de Enrique Baldovino