Con profunda pena, leí hace algunos días, una carta
fechada en Puerto Rico, de la cual copiaré algunos
párrafos:
"Higinia Ramos, pobre mujer del pueblo, tenía dos
hijos: una
niña de cuatro años y un niño de dos años escasos; madre
joven y apasionada,
amaba a sus hijos con toda la potencia de
su ser. Pero, no hay felicidad completa para los habitantes
de
este mundo; y la
pobre Higinia ha pasado por la prueba más
espantosa.
El 22 de Agosto, a la una de la tarde, salió Higinia de su
casa,
para buscar unas
yerbas medicinales que cortaran las fiebres
de su hija, que estaba en la cama postrada por la calentura.
Dejo a la lumbre un puchero con agua y saltó una chispa del
hornillo encendido que prendió a las viejas paredes de la
Cabaña, (paredes que
eran de tablas carcomidas) no se sabe
la causa del horrible siniestro; la verdad es, que la
casucha
ardió rápidamente, y cuando Higinia volvió a su casa sólo
encontró un montón de humeantes cenizas y el cuerpo de la
niña completamente carbonizado.
De aquella criatura tan hermosa, tan gentil, tan hechicera,
sólo
quedaban huesos ennegrecidos y carne achicharrada; los
restos de la inocente
niña fueron recogidos en hojas de
higuera. ¡Qué horror!
¡Qué fin tan terrible el de la pequeña
Georgina! ¿Por qué,
siendo tan niña, ajeno su corazón a las
bajas pasiones; ángel de amor y de inocencia en el cielo de
su
hogar? ¿Por qué, tras
de las necesidades y sufrimientos de la
vida, tuvo un fin tan
espantoso y triste?. Amalia; vos que sois
la interprete más dulce y consoladora de las amarguras de
este
mundo; vuelva su mirada a este campo de Puerto Rico, y vea a
una madre desolada
que, hace pocos días abrazaba con amor
a su hija y en breves momentos vio destrozado su cuerpo por
el fuego devorador, sin haber tenido el consuelo de recibir
su
último suspiro,
besando su frente y sus hermosos ojos...
Los espiritistas, que contemplamos tan desastroso cuadro
, ante dolor tan inmenso, inclinamos sumisos la cabeza y
decimos, con tristeza: ¡Cúmplase la ley! Pedimos luz para el
Espíritu arrancado de un cuerpo por la brutal violencia de
las
llamas. Amamos la verdad; queremos dar un consuelo a esa
pobre madre y dar luz
a los seres que creen en la injusticia de
Dios o en la
casualidad; y recurrimos a vos para ver si vuestro
guía quiere o puede decir algo sobre este caso tan triste,
tan
doloroso, tan cruel; pida inspiración, Amalia, pida
inspiración,
pulse la lira de su mediumnidad y que la luz y el consuelo
lleguen hasta una madre dolorida que llegará a la
desesperación, si no recibe una palabra de esperanza y de
amor.
Mucho me conmovió la lectura de las líneas que he copiado y
pedí, con verdadero afán, al guía de mis trabajos, una
comunicación para la pobre madre que en breves segundos
había perdido lo que más amaba, y obtuve la contestación
siguiente: "Muchos llegan a ti, pidiéndote consuelo, y
uno de
los seres más necesitados que te lo han pedido, es esa madre
desolada que nunca se consolará, que jamás volverá a sonreír
como sonreía acariciando a su hija, porque lo que yo pueda
decirle, es amargo, es triste, no tiene otro lado ventajoso
que
ser cierto, que ser verídico lo que voy a decirte y que con
mi
relato puede adquirir el convencimiento de que no es victima
de la fatalidad, ni
de un destino adverso, recoge, únicamente,
lo que sembró ayer".
"Hace muchos siglos que Higinia y Georgina van juntas;
son
dos espíritus unidos
por el amor, por un amor inmenso; se han
querido tanto
mutuamente, que no han dejado en su corazón
el más leve latido para los demás; satisfechos sus deseos,
no
se han ocupado, ni poco ni mucho, de la humanidad ni de las
luchas sociales. Han pertenecido muchas veces al sexo
fuerte,
y en una de sus encarnaciones, Georgina era un magnate
poderoso y su escudero predilecto era Higinia, que en
aquella
época era un hombre sometido por completo a los caprichos
de su señor. Los dos se querían entrañablemente; lo que
pensaba el uno, lo sancionaba el otro, y como no pensaban
nada bueno, cometían crímenes, que quedaban envueltos en el
misterio, como quedan siempre las infamias cometidas por los
grandes de la Tierra; que el oro ha sido la venda que ha
dejado
sin vista a los jueces más incorruptibles en todos los
tiempos;
y Georgina, que era entonces un prócer, en cuyos dominios no
se ponía el Sol, ayudado y secundado por su fiel escudero,
satisfacía todos sus caprichos, sin inquietarse por los
daños
que causaba.
Vivía únicamente para sí, y el escudero vivía para su señor;
estando este contento, lo demás le era indiferente. Sancho
de
Ulloa, que así se llamaba entonces el opulento magnate,
consideraba a las mujeres como bonitos juguetes para
entretener los ocios del hombre; gentil y apuesto, sus
triunfos
y sus victorias en el campo del amor fácil, eran
innumerables;
le bastaba mirar para conseguir; así es que le sorprendió
mucho y le exasperó más, la negativa de una mujer joven y
bella, casada y madre de una niña hermosísima, y entre él y
su
escudero se propusieron conseguir lo que tanto Sancho
ambicionaba, y no
quisieron que sucumbiera por la fuerza, la
honrada joven, sino que la gratitud la hiciera caer en los
brazos
de su rendido galanteador. Con un pretexto muy bien buscado,
hicieron salir de la
ciudad al esposo de la virtuosa mujer que
desdeñaba a sus adoradores, y prendieron fuego a la casa que
aquella habitaba, y que estaba fuera de la población rodeada
de
jardines.
Sancho, sacó de entre las llamas al objeto de sus ansias,
pero
ni él ni su escudero se acordaron de la inocente niña que
dormía tranquilamente en su lecho; los criados, todos se
salvaron, y cuando la
infeliz madre se dio cuenta de que aún
vivía gritó, llamando a su hija; corrió por los jardines de
su
destruida morada y llegó a encontrarla carbonizada; cayó
sobre ella y lanzó
una de esas carcajadas que arrebatan para
siempre la razón.
Sancho, se horrorizó de su obra; su
escudero, también y por primera vez sintieron el dolor del
remordimiento. Sancho, arrepentido de sus muchos crímenes,
hizo una confesión
general y se retiró a un convento y su fiel
escudero le siguió,
muriendo los dos en el Cenobio". "En el
plano espiritual estan tan unidos como habían estado en la
Tierra, y encarnaron repetidas veces, enlazados por diversos
afectos. Últimamente, volvieron a ese mundo con la envoltura
femenina, y Georgina pidió pagar en esta existencia el
crimen
cometido con la
inocente niña que por su culpa murió
carbonizada; ella pagó una de sus deudas, y su madre ha
pagado, con su dolor
inmenso, la activa parte que tomó en
todos los crímenes que llevaba a cabo su señor y
dueño". "Ya
sabe Higinia porqué ha perdido a su adorada hija; porque
nadie
puede ser dichoso hasta estar libre de pecado. Que reconozca
la justicia de la
eterna ley y sólo piense en borrar con buenas
obras las manchas indelebles de su ayer".
Ciertamente que es triste conocer nuestras miserias, pero,
la
verdad ante todo, porque sabiendo la verdad es más fácil
buscar el remedio a nuestros males. Todo crimen se borra con
el sacrificio por
nuestros semejantes, con el amor a la
humanidad, con la abnegación sin límites. Bendito sea el
estudio y la propaganda del Espiritismo, pues sólo por el
Espiritismo, la humanidad será algún día libre y feliz. No
habiendo culpables, no habrá penitenciarías habitadas por
criminales, como lo está la Tierra.