Lo primero fue aclarar que ángeles guardianes o espíritus protectores son en realidad lo mismo. Hay dos características de esta clase de espíritus que los diferencian de los demás: la primera, que son de un nivel intelectual y moral notablemente superior al de sus protegidos; la segunda, que han recibido como misión orientarnos hacia el progreso, pudiendo acompañarnos durante diversas existencias. Los espíritus familiares son aquellos que tienen lazos afectivos con nuestra familia encarnada o desencarnada y se interesan por nuestra suerte, inmiscuyéndose en nuestros asuntos movidos por el afecto que nos dedican. Como su nivel intelectual y moral no es necesariamente superior al nuestro mismo, pese a que su intención siempre sea buena, su influencia no es siempre la más acertada para que alcancemos los objetivos a los que nos proponemos antes de encarnar. Los espíritus simpáticos son aquellos con los que tenemos sintonía por la afinidad de tendencias y proyectos. Pueden ser espíritus interesados en el bien, el amor y la paz, si los pensamientos que irradiamos son de este tenor vibratorio, pero también pueden ser espíritus inferiores, si nuestros sentimientos son de clase más bien negativa, como la rabia, el rencor, la depresión o la desesperanza. En definitiva, nos dicen los espíritius, es igual el nombre que les demos a los espíritus que están a nuestro alrededor. Lo importante es que comprendamos que para sintonizar con espíritus elevados, e incluso para “escuchar la voz de nuestro mentor espiritual”, lo más importante es buscar armonizarse a través de pensamientos, emociones y actitudes en línea con la Ley de Amor. La oración es el método más seguro para entrar en comunicación con nuestros mentores. Nos escuchan siempre y buscan la mejor manera de responder a nuestras dudas y orientarnos en la senda del bien.
Os dejo a continuación un lindo mensaje de Sant Agustín en el Libro de los Espíritus. Hagamos lo posible por abrir nuestros canales psíquicos a las buenas orientaciones de estos seres que, con extrema caridad, nos orientan y amparan. ¡Cuánto trabajo damos algunos! Gracias a todos estos mentores que se dedican a nosotros, y al Maestro Mayor, mentor y guía espiritual de toda la humanidad terrestre.
Cariños de la hermana menor
Hay una doctrina que por su encanto y su dulzura, debería convertir hasta los más incrédulos: la de los ángeles guardianes. ¿No es acaso una idea muy consoladora la de pensar que se tiene siempre cerca de sí a seres que os son superiores, que están siempre allí para aconsejaros, sustentaros y ayudaros a escalar la áspera montaña del bien, que son amigos más seguros y más consagrados que las más íntimas uniones que se puedan contraer en la Tierra? Esos seres están allí por orden de Dios que los ha puesto a vuestro lado, y lo están por amor suyo, cumpliendo una bella pero penosa misión. Sí, donde quiera que estéis, él estará con vosotros: en las cárceles, los hospitales, los lugares de depravación, la soledad, nada os separa de ese amigo a
quien no podéis ver, pero cuyos más dulces impulsos siente vuestra alma y cuyos sabios consejos oye.
¡Deberíais conocer mejor esta verdad! ¡Cuántas veces os ayudaría en vuestros momentos de crisis y cuántas os libraría de los Espíritus malos! Pero en el día supremo este ángel de bondad os habrá de decir con frecuencia: “¿No te dije tal cosa y no la hiciste? ¿No te enseñé el abismo y te precipitaste en él? ¿No deje oír en tu conciencia la voz de la verdad y tú seguiste los consejos de la mentira?”. ¡Ah!, Interrogad a vuestros ángeles guardianes, estableced entre ellos y vosotros esa ternura íntima que reina entre los mejores amigos. No penséis en ocultarles nada, porque tienen la mirada de Dios, y no podéis engañarlos. Soñad con el futuro; procurad avanzar en esta vida y vuestras pruebas serán más cortas y más felices vuestras existencias. ¡Adelante! Hombres valerosos; desechad de una vez por todas, prejuicios y segundas intenciones; entrad en la nueva senda que se abre ante vosotros. ¡Adelante! ¡Adelante! Tenéis orientadores, seguidlos: el objetivo no os puede fallar, porque ese objetivo es Dios.
A los que piensan que es imposible que Espíritus verdaderamente elevados se entreguen a tan laboriosa y tan incesante tarea, les diremos que influimos en vuestras almas aun estando a varios millones de leguas de vosotros. Nada es para nosotros el espacio y aunque vivamos en otro mundo nuestros Espíritus conservan sus vínculos con el vuestro. Gozamos de cualidades que no podéis comprender, pero, tan cierto es que Dios no nos impuso una tarea superior a nuestras fuerzas como tampoco que os abandonó a solas sobre la Tierra, sin amigos y sin apoyo. Cada ángel guardián tiene su protegido sobre el cual vela, como un padre vela por su hijo y es feliz cuando lo ve en el buen camino y sufre cuando sus consejos son menospreciados. No temáis cansarnos con preguntas, sino que debéis estar, por el contrario, en continua relación con nosotros y así seréis más fuertes y felices. Son estas comunicaciones de cada hombre con su Espíritu familiar las que hacen a todos los hombres médiums, médiums ignorados hoy, pero que se manifestarán más tarde y se esparcirán como un océano sin límites para repeler la incredulidad y la ignorancia. Hombres instruidos: instruid; hombres de talento: elevad a vuestros hermanos. ¿No sabéis que obra cumpliréis así? La de Cristo, la que Dios os impuso. ¿Para qué os ha dado Dios la inteligencia y la ciencia, sino para que la compartáis con vuestros hermanos, para que progresen en el camino de la alegría y de la felicidad eterna?
SAN LUIS, SAN AGUSTÍN