Los Espíritus y el Espiritismo”, que el gran astrónomo hizo
publicar en la Revista Francesa, de febrero/1863. La materia
es una
exposición de la historia y de los principios del
Espiritismo relatando las
primeras manifestaciones en América, su introducción en
Europa y su
conversión en doctrina filosófica.
Reproducimos aquí, interesante artículo y a la vez
entrevista del
afamado escritor E. Percy Noel, Publicado en el Diario
Excélsior, del 3 de
septiembre de 1924 (México). Su título es: Cómo es el Alma,
según
Flammarion.
“La más inesperada impresión que se recibe de Flammarion, es
la de
su gran sinceridad y falta de pretensión. Siempre fue así.
Nunca procuró
títulos, ni honores; no quiere que lo conozcan como sabio.
Hace algún tiempo le preguntó una señora en qué basaba
ciertas
previsiones astronómicas.
–Fue una idea que se me ocurrió– dijo. Respuesta digna del
profundo
filósofo que es.
Otro día, me decía, bajo la cúpula del Observatorio de
Juvisy:
–Nunca encontré razones para que la ciencia se oculte bajo
sombrío
manto. Siempre la amé por la belleza que nos revela. ¡Oh!
¡El estudio!
Jamás ambicioné otra cosa que poder estudiar.
El público juzga que sus libros acerca del cielo se leen con
el placer
de una novela. No obstante, su exposición, es la de la más
exacta de las
ciencias.
Se puede decir, que en ellos está basada el alma de este
hombre
encantador, irradiando simpatía, con 80 años de edad, ojos
llenos de
dulzura, modesto, con su enmarañada cabellera blanca, sobre
todo en los
momentos en que muestra su tesoro.
En la cúpula del telescopio, se detuvo ante un mapa de la
Luna y me
dijo con una sonrisa:
–Vea ahora mis propiedades– y marcó con el dedo un punto en
el
mapa, cierta mancha de la Luna a la que los astrónomos
dieron el nombre
de Flammarion.
–Pero– agregó con su inalterable sonrisa –, no es bueno
hablar de
propiedades en estos días, cuando los impuestos son tan
elevados.
El primer trabajo científico de Flammarion fue un tratado de
matemática sobre las dimensiones de las estrellas, escrito a
los 20 años,
cuando estaba empleado en el Observatorio de Luxemburgo. Fue
el primer
sabio que enunció la idea de saber si Marte está habitado,
problema al que
consagró más de sesenta años de estudios científicos, que se
tradujeron en
varios mapas del planeta, los cuales cada año se tornan más
completos.
Sus estudios sobre la muerte y sus misterios datan también
de
muchos años, pero no tienen el mismo carácter que sus
trabajos sobre
astronomía. Es el resultado secundario de su concentración
en el estudio
de los cuerpos celestes, de sus incansables esfuerzos para
penetrar con la
vista el espacio y para aprender los secretos guardados por
la distancia.
Después de llegar a ser un astrónomo competente, añadió al
estudio
de lo visible en los cielos un profundo interés por el
misterio de los espíritus
invisibles. Sólo en los últimos años consagró mucho de su
tiempo a ese
asunto, seleccionando el mejor material que logró acumular
en cincuenta
años, sacando sus conclusiones de las pruebas más
indiscutibles:
“La Iglesia nos dice que el cielo, el infierno y el
purgatorio son las
moradas de los Espíritus. Aunque aceptemos eso, nada impide
que
busquemos más. Las investigaciones acerca de la naturaleza
del alma
después de la muerte y su existencia deben hacerse siguiendo
el mismo
método que se emplea en las demás investigaciones de
carácter científico,
esto es, sin prejuicios, sin ideas preconcebidas y
procurando colocarnos
fuera de toda influencia sentimental o religiosa.
Después de las investigaciones que practiqué, animado de ese
estado
espiritual, declaro que existen las manifestaciones post
mortem. Baso esta
aserción en hechos que desafío al más escéptico de mis
contradictores a
explicar, sin admitir ninguna acción de parte de los
muertos.
Muchos de los hechos que cito aquí, se hallan tan bien
demostrados,
que están fuera de toda duda, y los que niegan o son
ignorantes o carentes
de lógica.
No fue sin que yo lo provocase que él se expresó en términos
tan
enérgicos. Procuré hacer que hablase con la mayor amplitud y
logré
resumir así sus conclusiones.
El alma existe como ser real, independiente del cuerpo. Está
dotada
de facultades que son, todavía, desconocidas para la ciencia
humana.
Puede operar a distancia telepáticamente, sin la
intervención de los sentidos.
Existe un elemento psíquico, activo de naturaleza que, nos
es oculta.
Las observaciones más incontestables no dan lugar a dudas de
que,
en ocasión de la muerte, el alma opera a una distancia de
kilómetros sobre
la mente de los vivos, haciéndoles oír ruidos demostrativos
y presentándoles
el espejismo de la persona moribunda.
Hay varias proposiciones que me siento autorizado a formular
como
definitivamente establecidas:
Los seres humanos fallecidos y a los que se acostumbra
llamar
muertos, continúan existiendo después de la disolución del
organismo
material.
Existen en una substancia invisible e intangible, que
nuestros ojos no
ven, que nuestras manos no pueden tocar y que nuestros
sentidos no
pueden apreciar en las condiciones normales.
En general no se muestran ni se manifiestan. Su forma de
existencia
es muy diferente de la nuestra. A veces actúan sobre nuestra
mente, y en
ciertos casos, pueden demostrar su supervivencia. Cuando
influyen sobre
nuestra mente y nuestro cerebro, los vemos como los
conocimos, con sus
ropas, sus modos, su personalidad. Es una percepción de alma
a alma. No
son alucinaciones, ni visiones imaginarias. Son realidades.
Lo invisible se
hace visible.
En gran número de casos, las apariciones de los muertos no
son
intencionales. La persona muerta parece continuar con sus
hábitos, errando
alrededor de los lugares en que vivió, o no muy lejos de su
tumba. Mas, la
distancia nada importa a los Espíritus. Las ondas etéreas
emanan del alma
y se transforman en cuadros para el cerebro receptor que
vibra en sintonía
con ellos.
Las apariciones y manifestaciones son relativamente
frecuentes en
las horas que siguen al fallecimiento; su número disminuye
con el
transcurso del tiempo.
Las almas separadas de los cuerpos conservan su mentalidad
terrestre durante largo tiempo. Los católicos, con
frecuencia, piden
oraciones.
Verificamos que la muerte no existe. Es una evolución. Es la
puerta
de la vida.
–¿Y dónde están las almas?– Pregunté. –¿Qué hacen? ¿Son
felices?
“–Son de acuerdo con lo que hicieron en esta vida.
El karma de los teósofos es una realidad. Los seres que
viven sólo
para lo que es material y sólo por la materia, no gozarán de
los placeres del
Espíritu. Los sibaritas de la carne se sentirán
desencantados. Los sensuales
pasarán a través de una evolución largo tiempo retardada. El
progreso
espiritual no es el mismo para todos. Las reencarnaciones se
relacionan con
los valores intelectuales y morales. La atmósfera está llena
de nómadas
inconscientes y tal vez de la mayoría de los millares de
seres humanos que
mueren diariamente.
Al abandonar la vida terrena el alma no se torna angélica.
La muerte
no puede convertir al hombre en omnisciente. El alma, ya lo
vimos, no se
transforma al día siguiente de la muerte. La guillotina es
incapaz de
transformar un bandido en santo.
¿El cielo? Es el espacio universal, la vía láctea en la que
nuestro
planeta es una aldea perdida. No hay alto ni bajo en el
Universo, que es
inconmensurable. Con respecto a la leyenda de los eternos
sufrimientos del
infierno, difícilmente vemos que pueda concebir eso, la
razón humana.
Después el astrónomo nos mostró el camino del parque que
rodea
el Observatorio. Había allí un pinar plantado por el
emperador de Brasil.
Por fin se detuvo en un prado, en forma de estrella, donde
yace
sepultada su esposa.
–Ésta es mi tumba– dijo en tono nostálgico. –¡Aquí, entre
los
árboles, en esta soledad del silencio!
Cuando regresaba a París, leí la dedicatoria del libro que
me
ofreciera: Después de la Muerte.
Decía: “De parte del perpetuo estudiante C. Flammarion”.”