Vamos
a relatar un caso que hace alusión el famoso periodista Colin Parsons en
su libro “Encuentro con lo desconocido” y que prácticamente repite esa
intervención providencial de un muerto que ayudó a otros seres humanos en
peligro. Cuenta Colin, cómo dos marineros: Eric y Peter habían embarcado rumbo
a Filipinas, cuando a los cinco días de travesía despertaron rodeados de llamas
en un barco que se hundía irremediablemente. Se pusieron los salvavidas y se
arrojaron al mar, a la vez que contemplaban desolados como se hundía. El frío y
el esfuerzo les anunciaban una muerte inminente. Tales eran sus temores, cuando
el ruido de unos remos en plena noche les anunció la presencia de un marinero
que les ayudó a subir a su barca.
Una vez en su interior el marinero les
dijo que el también era un náufrago que se había salvado gracias al bote. Eric
y Peter le preguntaron cómo había podido sobrevivir sin alimentos. El marinero
simplemente respondió:
Siempre hay maneras.
El hambre hacia presa de los dos
náufragos salvados, pero su salvador atrapó con las manos un pez del agua y se
lo dio a comer. Les enseñó también como debían beber el agua contenido en el
mismo y les anunció que en breve encontrarían una isla.
Efectivamente llegaron a la isla sanos
y salvos. El marinero le dijo a su vez:
En breve seréis recogidos por un
barco. No temáis. solo os pido que cuando lleguéis a Inglaterra, busquéis a la
Sra. Ross, mi esposa y le entreguéis esta dirección, que corresponde a una caja
de seguridad que debe recuperar.
Acto seguido, ante el asombro de los
dos náufragos, comenzó a remar y se alejó en el horizonte con la misma
parquedad y silencio con los que había aparecido.
Eric y Peter no alcanzaban a entender
cómo la Providencia le había enviado a aquel personaje, que no comía, que casi
no hablaba y que parecía abstraído en sus tormentosas reflexiones. Deberían ser
tormentosas, puesto que en el transcurso del viaje le habían oído gritar:
¡Fui un tonto!...Ellos nunca deberían
haber muerto.
A las pocas horas de estar en la isla,
apareció sobrevolándoles un avión, que le arrojó unas bolsas de comida y un
poco más tarde un barco que le acogió a bordo felizmente. El capitán del barco
de rescate les dijo a su vez, que un hombre con una barca de remos le había
dado la situación exacta de la isla y que curiosamente aquel marinero no había querido
subir al barco y habría seguido remando hacia alta mar.
Pasaron unos meses y finalmente Eric y
Peter, llegaron a conocer a la esposa de Ross; su salvador. Entregaron la llave
de la caja de seguridad y se quedaron asombrados a conocer la verdadera historia
de su generoso rescatador:
El marinero Ross había fallecido ocho
años antes en el Océano Pacífico cuando tripulaba un carguero. En el cuaderno
de bitácora del capitán, se recogía como en una fecha precisa del año 1948 la
siguiente trascripción: “A las tres de la tarde el viento que había estado
soplando desde el día anterior se transformó en una verdadera tormenta. Se
ordenó que, a modo de precaución, toda la tripulación se presentara en
cubierta. Me informaron que A.B. Ross se encontraba ebrio. Se produjo una riña
entre Ross y el oficial de guardia, porque Ross quería utilizar uno de los
botes de auxilio convencido de que probablemente se trataba de un huracán. Ross
dejó al oficial fuera de combate, y yo ordené a dos marineros que lo
detuvieran. El bote y los tres hombres cayeron al agua y el barco se detuvo.
Los tres hombres fueron subidos a bordo muertos y, de acuerdo con mis deberes,
ordené que se los sepultara en el mar”. El capitán añade también que el bote
nunca fue recuperado.
Hasta aquí la historia del marinero
Ross, que nos hace reflexionar sobre el fenómeno de la muerte y del retorno de
alguno de estos seres fallecidos, con la misión de ayudar o de corregir
actuaciones correspondientes al periodo de su etapa vital.