Aprovechándonos de algunas palabras del cantante y compositor Fabio Júnior que, al hacer un homenaje a su fallecido padre, nos hace recordar cuan intensa es esa relación que mantenemos con los amigos espirituales y, más específicamente, con nuestro `ángel de la guarda´. Dice así:
Más allá de la materialidad pasajera de las cosas, queda el reino de las cosas verdaderas, que la gente carga como un tesoro en el corazón.
Lazos inquebrantables de un amor insuperable; ternuras profundas de una amistad real…
Manos que sellan como guardias en nuestro camino; espíritus de luz iluminando nuestro corazón; fantasmas familiares como guías, como fuerzas de protección.
Ahí la gente ve que el tiempo no vale nada; es pobre en el camino de la evolución”.
Según lo que podemos aprender en la Doctrina Espírita, más allá del mundo material, existe otra dimensión denominada como `mundo espiritual´. Y esas dos realidades del Universo no están disociadas, ya que una ejerce gran influencia sobre la otra.
Con eso, cuando no estamos encarnados, habitamos en el plano espiritual regiones compatibles con los valores morales, emocionales, intelectuales y espirituales que aun cargamos. El capítulo IV, de EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO,
(...) Si unos están encarnados y otros no lo están, por eso no están menos unidos por el pensamiento; los que están libres (viviendo en el mundo espiritual) velan sobre los que están cautivos (viviendo en el mundo material), los más avanzados procuran hacer progresar a los retardados.”
Pero es en el capítulo IX (libro II), de EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS,
En la cuestión 490, tenemos: “¿Qué se debe entender por ángel guardián?” Respuesta: “El Espíritu de un orden elevado”. O sea, él es un gran afecto que traemos del pasado, y que por ser más evolucionado, nos asiste en esta encarnación.
¿Y cuál es su misión?
Es bastante compleja la tarea de ese espíritu que nos ampara, pues su asistencia tiene que transcurrir de forma de no herir nuestro libre albedrío. Por conocer nuestras dificultades íntimas y fragilidades, él nos orienta, pero no determina el camino a ser seguido; nos protege y alerta, pero, no impone las decisiones que debemos tomar, justamente para no quitar de nosotros méritos de nuestros descubrimientos y conquistas.
¿Qué nos predispone a un contacto más intenso con él?
El reconocimiento íntimo y la oración sincera. Por el hecho de que ambos elevan la frecuencia energética (patrón vibratorio) y ampliar nuestra capacidad de sintonía, a través del intercambio mental (intuición), nuestro espíritu protector actúa de manera más efectiva a nuestra sensibilidad. Es como si él nos susurrase algo; y ese fenómeno se asocia a nuestra “voz de la conciencia”, pues algo dentro de nosotros nos sugiere, por ejemplo, lo que debemos o no hacer.
Pero por el factor de la intuición es una percepción rápida, momentáneamente y pasajera; un flash súbito o una idea que brota de forma espontánea e inesperada, muchos juzgándola sin mayores créditos y no atienden a esos pensamientos más íntimos.
No obstante, no es solamente por medio de ella que nuestro “ángel de la guarda” intenta auxiliarnos. Existen otras maneras. Y quien nos da la revelación es el EspírituEmmanuel:
En muchas circunstancias, la advertencia o el consejo, la frase orientadora o la palabra de bendición te alcanzarán el alma, en el verbo de un amigo, en la página de un libro, en una nota sencilla de la prensa y hasta incluso en un simple anuncio que se te cruce en el camino.” [1]
Con estas palabras, podemos percibir que son muchos los caminos que la Espiritualidad Mayor usa para hacer llegar hasta nosotros todo cuanto necesitamos para la sustentación del equilibrio y de la firmeza delante de nuestros desafíos: consuelo, advertencia, energías saludables, luz,…
Mientras tanto, existe una determinada ocasión en que nuestro protector conversa directamente con nosotros, “ojos en los ojos”. ¿Cuál sería ese momento?
El Espíritu Cairbar Schutel así nos dice:
Dar valor, es sobre todo, seguir tales alertas haciéndole más fácil la búsqueda de la evolución…
(...) Tales advertencias pueden servir para resaltar la necesidad de la autocrítica, incentivar el cambio de actitudes e incluso detener un procedimiento menos digno o anticristiano” [2]
Con el reconocimiento íntimo y la oración, positivamente abrimos los canales de comunicación (nuestra sensibilidad) y dormimos predispuestos a permitir que nuestro espíritu protector nos ofrezca una orientación más indirecta. A veces, nos acordamos vagamente de tal asistencia, afirmando que soñamos eso o aquello. Pero, incluso que no tengamos recuerdo alguno, guardamos en nuestro interior la orientación proporcionada y, en el momento oportuno – cuando en vigilia (despiertos) –, obramos de acuerdo con aquella “voz interior” que nos habla para hacer o para evitar alguna cosa.
De ahí la importancia de la oración. A través de ella deshacemos nuestras disposiciones íntimas fuertemente envueltas en la desesperación, en la aflicción, en la no creencia, en el sufrimiento y cosas así, y nos volvemos más receptivos a las sugestiones superiores.
Efectivamente, ¿qué espera de su protegido el “ángel de la guarda”?
Utilizando las palabras dictadas por el Espíritu André Luiz, podemos afirmar que:
Con la intuición de finalizar el asunto, es imposible no citar a San Agustín (Espíritu) que, con sublimes palabras, vehementemente nos invita a la creencia y búsqueda de nuestro “ángel de la guarda”, pues es él que habla más directamente a nuestro corazón. Es con él que alimentamos"ternuras profundas de una amistad leal”, porque lo que nos sustenta unidos son "lazos inquebrantables de un amor insuperable”.
Está a nuestro alrededor el espíritu protector, incluso que no podamos verlo. La fe es la puerta que abre nuestro corazón y nos permite reconocer su presencia y su acción, inclusive cuando no lo miramos con los ojos del cuerpo físico.
Así, Agustín se expresa:
¡Deberéis conocer mejor esta verdad! ¡Cuantas veces ella os ayudará en los momentos de crisis; cuantas veces ella os salvaría de los malos Espíritus!
(...) ¡Ah! Interrogad a vuestros ángeles guardianes (a través de la oración, del pensamiento,…); estableced entre ellos y vosotros esa ternura íntima que reina entre los mejores amigos. No penséis en esconderles nada, porque ellos tienen los ojos de Dios, y no podéis engañarlos.
(...) Cada ángel guardián tiene su protegido sobre el cual vela como un padre vela sobre su hijo, y es feliz cuando lo ve en el buen camino, y sufre cuando sus consejos son menospreciados.
No temáis fatigarnos con vuestras preguntas; estad, al contrario, siempre en relación con nosotros: seréis más fuertes y felices”