¿Qué sabemos del sexo y la
sexualidad?
En las esferas superiores, sexo
significa cualidades o características femeninas, positivas o negativas. Considerando
que, en la Tierra puede haber sexo sin amor y en esos planos hay amor sin sexo.
Nuestro
cuerpo funciona muchas veces como emisor y receptor. Es un amplificador de
nuestros sentimientos, pero, siempre son más fuertes los sentimientos de orden
terrenos.
La
sexualidad es un estadio necesario del ser humano en determinadas fajas del
universo.
Cuando
Dios dibujó el cuerpo humano e incluyó en él los órganos sexuales, debía ser
porque El lo consideraba necesario, y por tanto
santo. Nos sirve para procrear, para crear nueva vida y así de ese modo
no podemos considerar que el sexo pueda ser inmoral. ¿Sino por qué Dios habría
de crearlo? Lo inmoral es el abuso y el uso desequilibrado que se hace del
sexo.
Todos
nosotros, encarnados y desencarnados, estamos vivos, sentimos, gozamos,
sufrimos y pensamos. Todos nosotros, cuando llega el momento del viaje al mundo
de los Espíritus, viaje que a veces, sólo está a un paso de nuestro cuerpo o de
nuestro ambiente familiar, llevamos consigo el equipaje que cargamos en nuestra
última existencia y en vidas pasadas. Y en una inmensa mayoría de nosotros, el
equipaje está cargado de pasiones,
vicios e inclinaciones inferiores. Es en muchas ocasiones que ese equipaje va
lleno de desequilibrios de orden sexual.
Cuando
trasponemos la frontera de la carne, nos encontramos que somos los mismos que
cuando vivíamos en el cuerpo. Podemos sentir hambre, sed, frío y deseos
sexuales que intentamos aplacar acercándonos a los humanos encarnados. Viviendo
sus pasiones y sus prácticas sexuales, recreándose con lo que ven y sienten; a
tal punto que desean mezclarse con
nosotros e incentivarnos sus deseos y su imaginación, para así, poder seguir
gozando, más allá de la muerte física.
Hay
muchos lugares en el mundo espiritual, muy cercanos a nosotros, Espíritus
encarnados, e incluso, por debajo de la superficie terrestre, donde nuestros
hermanos desencarnados se entregan con desenfreno y lujuria al sexo; son
aquellos que en su vida física vivieron para y por los impulsos sexuales. Son
hermanos desequilibrados, con una sola fijación mental; saciar su apetito
sexual y, como los órganos sexuales, no desaparecen con la muerte del cuerpo,
estos hermanos, viciados por su conducta inferior a través de los siglos, se
representan en los planos inferiores, portando órganos sexuales descomunales en
su periespíritu, de las aberraciones del pasado. Cargados de millones de
gérmenes y microbios que les cubren los órganos. Su fijación secular les crea
vibraciones que atraen o crean microorganismos del sexo.
Somos
unos grandes ignorantes aún de todo lo concerniente a las cuestiones sexuales.
El sexo es mucho más que unos órganos circunscrito a una parte determinada de
nuestro cuerpo; sexo es energía procreadora, es fuerza creativa, es una carga
emocional que, sublimada nos eleva, y rebajada nos ata a las pasiones y
desequilibrios.
El sexo
funciona, más allá de sus funciones normales, como freno a otras pasiones y
violencias peores; de ahí que, tanto en el mundo físico, como el espiritual, se
permitan ciertas prácticas. El sexo es un freno, y un mal que frena para no
incurrir en crímenes más graves. El sexo es una válvula de escape a nuestra
inferioridad.
Es
durante el sueño que muchos encarnados viciados, buscan desesperadamente, la
compañía de los Espíritus y viceversa, dominados por deseos inconfesables y se
envuelven en prácticas inmorales: y, ¿por qué ocurre o cómo puede ocurrir esto?
Porque nuestro cuerpo periespiritual está constituido de moléculas, que, a su
vez, están constituidas de átomos y los átomos de elementos de gran potencia,
algunos desconocidos aún en la Tierra. Esos cuerpos periespirituales se
densifican o se sutilizan, según el grado moral del Espíritu; así vemos a estos
hermanos desequilibrados, con cuerpos tan densificados, que se podrían confundir
con cuerpos carnales.
El sexo
desajustado, a veces, comienza con una mirada y a partir de ahí, el deseo crece
y va en aumento a medida que la mente se recrea y construye escenas viciadas.
En muchas ocasiones, lo que no somos capaces de hacer en la Tierra, durante el
día, lo hacemos liberados del cuerpo, en el sueño. Buscamos en el más allá a
los que piensan y sienten como nosotros, liberando nuestras represiones y
mancillando nuestro Espíritu.
Hay en el
mundo espiritual muchos seres con mutilaciones de todo tipo, a muchos, incluso,
les faltan los órganos sexuales y, esto ocurre, por el ejercicio indiscriminado
de la sexualidad. Las fuerzas electromagnéticas del cuerpo y del periespíritu
tienden a debilitarse o a gastarse: en una palabra; se borran, y sólo a través
de muchos siglos de sufrimiento y pruebas dolorosas, de grandes deformaciones
en el cuerpo, es que se vuelve a construir los órganos que fueron disipados con
el desequilibrio y la locura.
Todo en
el Universo puede espiritualizarse o materializarse, dependiendo apenas de
nuestra fijación mental. La mente; ese gran motor que construye y destruye.
Un
Espíritu de luz, nos dice: El sexo es una oportunidad de entendimiento en las
criaturas y oportunidad de transfusión de fluidos. Cuando dos criaturas se aman
verdaderamente, a través del sexo y del acto sexual, ellas se transfunden las
vibraciones psico-físico-espiritual de que son portadoras y dan y reciben
energías extraordinarias para la marcha de la vida.”
Hay dos
fuentes poderosas de energía: la mental y la sexual.
Dios, en
su sabiduría determinó que el potencial del sexo se construyese de
extraordinaria y poderosa fuerza, de modo a que el hombre no se desinteresase
de su creación,
y quedase interrumpida la posibilidad de evolución espiritual.
Las
grandes pasiones y las grandes cóleras son descargas electromagnéticas de
altísimo voltaje que ponen en riesgo todo nuestro aparato periespiritual.
Los
fundamentos del sexo son puramente espirituales, no hay memoria del inicio de la creación sexual, pero fue
construcción espiritual.
El sexo
esta íntimamente ligado al sistema neuro-espinal, con repercusión directa en
los campos de los órganos periespirituales de comunicación, como en el caso de
la pituitaria. El desgaste sexual conduce normalmente a la persona y al
Espíritu a la infelicidad. Es una actividad que alcanza directamente al cerebro
e hiere o afecta profundamente al periespíritu.
Nos dice
el mismo Espíritu de luz; “Que la peor de las obsesiones, es la de índole
sexual, porque tiene la dulzura de la
miel, ya que hay placer en el asunto (Espíritu, Eleuterio). Aunque constituya
para nosotros, Espíritus endeudados, una conmoción emocional, debemos admitir
que, no sólo se practica el sexo en la Tierra, sino en los planos espirituales
inferiores, donde, Espíritus abnegados, trabajan para orientar a estos hermanos
a la reforma íntima, a la renovación mental. Son muchos los que se transfieren
de un mundo para otro por la ley de afinidad, sintonizando en la misma faja
vibratoria y con los mismos propósitos: saciar el hambre de sexo.
Un día,
gracias a la libertad que Dios concede al hombre, aunque relativa, ya que el
hombre conquista la verdadera libertad con el progreso y el amor, los Espíritus
encadenados a estos desequilibrios, por la práctica exagerada del sexo, se
saturaran, se cansaran y comenzará la modificación. El trabajo redentor y la
ascensión a planos más elevados. Estamos llamados a ser perfectos, aunque eso
nos cueste dolor y muchos milenios.
Por
último citar unas palabras del Apóstol Pablo: “Yo tengo en la carne un espino
que me fue dado por Satanás (espíritus inferiores) para abofetearme.”
Isabel
Porras