Elección de las Pruebas
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258. En estado errante y antes de tomar una nueva existencia corporal, ¿tiene el espíritu conciencia y previsión de lo que le sucederá durante la vida?
«Elige por sí mismo el género de pruebas que quiere sufrir, y en esto consiste su libre albedrío».
-¿No es, pues, Dios quien le impone como castigo las tribulaciones de la vida?
«Nada sucede sin el permiso de Dios; porque él estableció todas las leyes que rigen el universo. ¡Preguntad, pues, por qué ha hecho tal ley y no tal otra! Dejando al espíritu la libertad de elegir, Dios le deja la responsabilidad completa de sus actos y de las consecuencias de éstos; nada estorba su porvenir, y le pertenece así el camino del bien, como el del mal. Pero le queda, si sucumbe, el consuelo de que no todo ha concluido para él y de que Dios, en su bondad, le deja en libertad de volver a empezar lo que ha hecho mal. Es preciso, por otra parte, distinguir lo que es obra de la voluntad de Dios y lo que procede de la del hombre. Si os amenaza un peligro, no sois vosotros, sino Dios, quien lo ha creado; pero vosotros sois libres de exponeros a él; porque lo consideráis un medio de progreso, y Dios lo ha permitido».
259. Si el espíritu elige el género de pruebas que quiere sufrir, ¿síguese de ello que
hemos previsto y elegido todas las tribulaciones que en la vida experimentamos? «Todas no es la palabra; porque no puede decirse que hayáis previsto hasta las cosas más insignificantes de todo lo que os pasa en el mundo. Habéis elegido el género de prueba, y los hechos secundarios son consecuencia de la posición y a menudo de vuestras propias acciones. Si el espíritu ha querido nacer entre malhechores, por ejemplo, sabía a qué peligros se exponía; pero no cada uno de los actos que realizaría, pues éstos son efecto de la voluntad y del libre albedrío. El espíritu sabe que eligiendo tal camino, habrá de arrostrar tal género de lucha, conoce, pues la naturaleza de las vicisitudes que encontrará, pero no sabe si antes tendrá lugar este acontecimiento que aquel otro.
Los sucesos de detalle nacen de las circunstancias y de la fuerza de las cosas. Sólo están previstos los grandes acontecimientos, los que influyen en el destino. Si eliges un camino lleno de atolladeros, sabes que has de tomar grandes precauciones, porque corres peligro de caer; pero no sabes en qué lugar caerás, y acaso lo evites, si eres prudente. Si pasando por la calle te cae una teja en la cabeza, no creas que estaba escrito como vulgarmente se dice».
260. ¿Cómo puede el espíritu querer nacer entre gentes de mal vivir?
«Preciso es que sea enviado a un centro en que pueda sufrir la prueba que haya pedido. Pues bien, es necesaria la analogía, y para luchar con el instinto de la delincuencia, es preciso que encuentre personas de esa calaña».
-Si no hubiese, pues, gentes de mal vivir en la tierra, ¿el espíritu no podría encontrar la
esfera necesaria a ciertas pruebas? «¿Y os quejaríais de ello? Lo que tú dices sucede en los mundos superiores donde no tiene acceso el mal, y por esto sólo los habitan espíritus buenos. Procurad que pase pronto lo mismo en vuestra tierra».
261. En las pruebas que ha de sufrir para llegar a la perfección, ¿debe el espíritu experimentar todos los géneros de tentaciones? ¿Debe pasar por todas las circunstancias que pueden excitar en él el orgullo, los celos, la avaricia, el sensualismo, etcétera?
«Ciertamente que no, puesto que sabéis que los hay que, desde el principio, toman un camino que los libra de no pocas pruebas; pero el que se deja arrastrar hacia el mal camino, corre todos los peligros de éste. Un espíritu, por ejemplo, puede pedir riquezas que le son concedidas, y siguiendo entonces su camino, puede ser avaro o pródigo, egoísta o generoso, o bien entregarse a todos los goces del sensualismo, sin que quiera esto decir que deba pasar forzosamente por toda la serie de esas inclinaciones».
262, ¿Cómo el espíritu, que en su origen es sencillo, ignorante e inexperto, puede escoger una existencia con conocimiento de causa, y ser responsable de esta elección?
«Dios suple su inexperiencia trazándole el camino que debe seguir, como lo hacéis vosotros con el niño desde que nace; pero, poco a poco, le hace dueño de elegir a medida que se desarrolla su libre albedrío, y entonces es cuando a menudo se extravía, tomando el mal camino, si no escucha los consejos de los espíritus buenos. A esto es a lo que puede llamarse la caída del hombre».
-Cuando el espíritu disfruta de su libre albedrío, ¿la elección de la existencia corporal depende siempre exclusivamente de su voluntad, o esa existencia puede serle impuesta como expiación por la voluntad de Dios?
«Dios sabe esperar y no apresura la expiación. Pero puede, sin embargo, imponer una existencia al espíritu, cuando éste, por su inferioridad o mala voluntad, no es apto para comprender lo que le sería más saludable, y cuando se ve que aquella existencia, sobre servirle de expiación, contribuye a su purificación y adelanto».
263. ¿Hace el espíritu su elección inmediatamente después de la muerte?
«No; muchos creen en las penas eternas, lo cual, según se os ha dicho, es un castigo».
264. ¿Qué es lo que dirige al espíritu en la elección de las pruebas que quiere sufrir?
«Las que son para él una expiación, dada la naturaleza de sus faltas, y que pueden hacerles progresar más pronto. Los unos pueden, pues, imponerse una vida de miseria y de privaciones para probar de soportarlas con valor; otros pueden querer probarse con las tentaciones de la fortuna y el poderío, mucho más peligrosos por el abuso y mal uso que puede hacerse y por las malas pasiones que engendran y otros, en fin, quieren probarse con las luchas que han de sostener con el contacto del vicio».
265. Si hay espíritus que eligen como prueba el contacto del vicio, ¿los hay también que lo eligen por simpatía y deseos de vivir en un centro conforme con sus gustos. o para poder entregarse libremente a sus inclinaciones materiales?
«Cierto que los hay; pero sólo entre aquellos cuyo sentido moral está poco desarrollado aún, y entonces viene por si misma la prueba y la sufren por más largo tiempo. Tarde o temprano comprenden que la saciedad de las pasiones brutales, les reporta deplorables consecuencias, que sufrirán durante un tiempo que les parecerá eterno, y que Dios puede dejarles en este estado hasta que comprendan su falta y soliciten por si mismos redimirla con pruebas provechosas».
266. ¿No parece natural la elección de las pruebas menos penosas?
«A vosotros, si; pero no al espíritu. Cuando está desprendido de la materia, cesa la ilusión y piensa de distinto modo». El hombre en la tierra y bajo la influencia de las ideas materiales, sólo ve el aspecto penoso de las pruebas, y por esto parécele natural elegir aquellas que, a !u modo de ver, pueden aliarse con los goces materiales; pero en la vida espiritual compara estos goces fugitivos y groseros con la inalterable felicidad que entrevé, y entonces ¿qué le son algunos sufrimientos pasajeros? El espíritu puede, pues, elegir la más ruda prueba, y, por lo tanto, la existencia más penosa con la esperanza de llegar más pronto a mejor estado, como el enfermo escoge con frecuencia el remedio más desagradable para curarse más pronto. El que desea unir su nombre al descubrimiento de un país desconocido, no escoge un camino sembrado de flores; sabe los peligros que corre; pero también la gloria que le espera, si tiene buen éxito.
La doctrina de la libertad en la elección de nuestras existencias y de las pruebas que hemos de sufrir deja de parecer extraordinaria, si se considera que los espíritus, desprendidos de la materia, aprecian las cosas de muy distinto modo que nosotros. Vislumbran el fin, fin mucho más grave para ellos que los goces fugitivos del mundo; después de cada existencia, ven el paso que han dado y comprenden lo que les falta purificarse aún para conseguirlo, y he aquí por qué se someten voluntariamente a todas las vicisitudes de la vida corporal, pidiendo por si mismos las que pueden hacerlos llegar más pronto. Sin razón, pues, se admiran algunos de que el espíritu no dé la preferencia a la existencia más placentera. En su estado de imperfección no puede gozar de la vida exenta de amarguras; la entrevé, y para conseguirla, procura mejorarse.
¿Acaso no se ofrecen todos los dias a nuestros ojos ejemplos de lecciones semejantes? El hombre que trabaja una parte del día sin tregua ni descanso para procurarse el bienestar, ¿no se impone una tarea con la mira de buscar mejor porvenir? El militar que se ofrece para una misión peligrosa, y el viajero que desafía peligros no menores, en interés de la ciencia o de su fortuna, ¿qué hacen sino aceptar prueba voluntarias que han de redundarles en honra y provecho, sI de ellas salen salvos? ¿A qué no se somete y expone el hombre por interés o gloria? Todos los certámenes ¿no son acaso pruebas voluntarias a que nos sometemos con la mira de elevarnos en la profesión que hemos elegido? No se llega a una posición social trascendental cualquiera en las ciencias, en las artes y en la industria, sino pasando por la serie de posiciones inferiores que son otras tantas pruebas. La vida humana está calcada sobre la espiritual, pues encontramos en aquélla, aunque en pequelio, las mismas vicisitudes de ésta. Luego, si en la vida elegimos con frecuencia las más rudas pruebas con la mira de lograr un fin más elevado, ¿por qué el espíritu, que ve más que el cuerpo y para quien la vida corporal no es más que un incidente fugitivo, no ha de elegir una existencia penosa y laboriosa, si le conduce a una felicidad eterna? Los que dicen que si los hombre eligen la existencia pedirán ser principes o millonarios, son como los miopes que sólo ven lo que tocan, o como aquellos niños glotones que, al ser preguntados acerca de la profesión que más les gusta, responden: pastelero o confitero.
Un viajero que se encuentra en medio de un valle oscurecido por la bruma, no ve ni la anchura, ni los extremos del camino, pero llega a la cumbre del monte, descubre el que ha recorrido y el que aún le falta recorrer, distingue el fin y los obstáculos que todavía le restan por vencer, y puede combinar con más seguridad entonces los medios de llegar al final. El espíritu encarnado está como el viajero que se encuentra al pie del monte; pero desprendido de los lazos terrestres, domina las cosas como el que ha llegado a la cima. El fin del viajero es el descanso después del cansancio; el del espíritu, la dicha suprema después de las tribulaciones y pruebas.
Todos los espíritus dicen que en estado errante inquieren, estudian y observan para elegir. ¿No tenemos ejemplo de este hecho en la vida material? ¿No buscamos a menudo durante muchos años la carrera que libremente elegimos, porque la creemos más propicia a nuestro propósito? Si salimos mal a una, buscamos otra, y cada carrera que abrazamos es una fase, un período de la vida. ¿No empleamos el día en buscar lo que haremos mañana? ¿Y qué son las diferentes existencias corporales par el espíritu, sino etapas, períodos, días de su vida espiritista, que, como ya sabemos, es la normal, no siendo la corporal más que transitoria y pasajera?
267. ¿Podría el espíritu hacer la elección durante el estado corporal?
«Puede influir en ella el deseo, lo que depende de la intención; pero en estado de espíritu ve con frecuencia las cosas de muy diferente modo. Sólo el espíritu hace la elección; pero, lo repetimos, puede hacerla en esta vida material; porque el espíritu tiene siempre momentos en que es independiente de la materia que habita», -Muchas personas desean la grandeza y la riqueza, y ciertamente no lo hacen ni como expiación, ni como prueba. «Sin duda la materia es la que desea la grandeza para disfrutarla, y el espíritu para conocer sus vicisitudes».
268. ¿Sufre el espíritu constantemente pruebas, hasta llegar al estado de pureza perfecta?
«Sí, pero no son como las comprendéis vosotros, que llamáis pruebas a las tribulaciones materiales. El espíritu, cuando llega a cierto grado, sin ser perfecto aún, deja de sufrir; pero siempre tiene deberes que le ayudan a perfeccionarse y que no le son nada penosos, pues a falta de otros, tendría el de ayudar a sus semejantes a perfeccionarse».
269. ¿Puede equivocarse el espíritu acerca de la eficacia de la prueba que elige?
«Puede escoger una superior a sus fuerzas, y entonces sucumbe, y puede también elegir una que no le aproveche, como, por ejemplo, un género de vida ocioso e inútil; pero vuelto al mundo de los espíritus, conoce que nada ha ganado, y solicita reparar el tiempo perdido».
270. ¿De qué depende la vocación de ciertas personas a la voluntad de preferir una carrera a otra?
«Me parece que vosotros mismos podéis contestaros la pregunta. ¿Acaso no es consecuencia eso que preguntáis de todo lo que hemos dicho sobre la elección de las pruebas, y del progreso realizado en una existencia anterior?» |